El diplomático Hach Ahmed explica cómo el expresidente socialista pasó de ser un aliado de la causa saharaui a uno de los principales lobbistas del rey de Marruecos. Por José Bautista | La Marea | 28 octubre 2016

Mohamed VI, el quinto hombre más rico de
 África según Forbes, sabe que el dinero es un recurso eficaz –y 
abundante en su caso– para consolidar amistades y seducir voluntades en 
todo el mundo. En 2015 dos periodistas franceses se sentaron ante los 
tribunales de su país tras aceptar los regalos millonarios de la casa 
real marroquí a cambio de no publicar varias informaciones. Esta semana 
la prensa se hizo eco de los cables que muestran cómo el rey de 
Marruecos comprometió 11 millones de euros para Hillary Clinton apenas 
unos meses antes del inicio de la campaña electoral.
Hach Ahmed ha pasado gran parte de su 
vida apoyándose en el diálogo político y la legislación internacional 
para enfrentarse a la influyente generosidad financiera de la monarquía 
alauí y el poder de sus amigos, particularmente el expresidente Felipe 
González. Durante varias décadas, este veterano diplomático saharaui 
estuvo destinado en España y varios países de América Latina, ocupando 
algunos de los cargos de mayor responsabilidad en el seno del Frente 
Polisario, aunque abandonó esta organización a finales de 2015 por 
desavenencias con la gestión de sus dirigentes -“he tomado un periodo de
 reflexión, en espera de tiempos mejores”-. Hach Ahmed, saharaui de 
gestos seguros, memoria de elefante y verbo conciso, desgrana detalles 
reveladores de aquellos años.
¿Cómo recuerda a Felipe González cuando apoyaba la causa saharaui antes de ser presidente?
Felipe González atraía a cualquier joven
 saharaui en la década de los 70. La primera vez que me interesé en él 
yo era muy joven y trabajaba en los medios de comunicación del 
Polisario, en la radio nacional. En aquel entonces el ministro de 
Información me encargó hacer un documental sobre el proceso saharaui 
haciendo hincapié en las relaciones con España. Empecé a husmear en el 
archivo, casettes, documentos viejos de la época española… Una noche de 
madrugada me encontré una grabación. La voz me era muy familiar, pero no
 tenía título. La repetí hasta que me di cuenta de que era Felipe 
González y su famoso discurso en los campamentos de refugiados [Siendo 
secretario general del PSOE, Felipe González pronunció un discurso el 14 de noviembre de 1975 en los campamentos de Tindouf
 para denunciar “una mala colonización y una peor descolonización” y 
apoyar el referéndum de autodeterminación “hasta la victoria final”]. 
Era un documento inédito y no había imágenes filmadas de aquella visita,
 solo fotos. Lo guardé para el documental, que se publicó cuando él 
acababa de alcanzar el poder. Por entonces había flirteos del PSOE con 
el Polisario, pero cuando Felipe González se instaló en el poder, el 
Sáhara dejó de ser un tema central y pasó a ser un tema marginal para 
él.
¿Cómo fue ese cambio en la postura de Felipe González?
Con el tiempo fuimos viendo a golpe de 
experiencias que no todo lo que se dice se cumple. Aquellas frases de 
Felipe González siguen teniendo eco en la población saharaui por la 
fuerza que tenían, y en aquel entonces pensamos que nuestra suerte 
estaba vinculada al éxito del PSOE. Imagínese: no solo no se han 
cumplido las promesas sino que la conducta ha sido diametralmente 
opuesta hasta el punto de que González se ha convertido en un embajador 
al servicio de Marruecos, activista las 24 horas para defender el 
proyecto marroquí en el Sáhara Occidental.
¿Hay algún indicio de que Marruecos sedujera o chantajeara a Felipe González para precipitar ese cambio?
Inicialmente la estrategia de Marruecos 
fue la del chantaje, y tuvo éxito. Marruecos es un país vecino a la vez 
incómodo e inevitable porque está a 14 kilómetros, y eso sitúa a España 
en una posición muy distinta a la que tuvo, por ejemplo, Portugal con 
Timor del Este. Además, el entresijo de intereses comunes entre España y
 Marruecos es de tal envergadura que la telaraña del chantaje, 
inevitablemente, tenía que atrapar a la política exterior española en 
este tema, particularmente a la del partido socialista. Recordemos que 
el éxito del PSOE tras el franquismo fue una sorpresa para muchas 
capitales del mundo. Marruecos era aliado de Estados Unidos de vieja 
data, una base fundamental para esa potencia, y tener una relación 
amistosa con semejante aliado en el norte de África era una forma de 
aproximarse a los Estados Unidos del influyente Kissinger, una forma de 
lanzar un mensaje de calma. Aquello pesó no solo en la postura de Felipe
 González, sino del Estado español, aunque González fuese su principal 
ejecutor.
A eso hay que sumar los cambios de 
postulados del PSOE, que dejó de ser marxista, después el referéndum 
para entrar en la OTAN… Su prioridad era calmar a ciertas capitales, y 
ahí Hasan II, viejo zorro de la política, aprovechó para blindarse como 
mediador y amortiguador de las inquietudes sobre un país europeo 
gobernado por un partido progresista que hablaba contra la OTAN. Todo 
esto a nivel general. En el plano bilateral los cimientos del chantaje 
eran enormes, empezando por Ceuta y Melilla. Si hay un papel en el que 
hay que rebuscar para legitimar la invasión del Sáhara por parte de 
Marruecos, son los del acuerdo tripartito de 1975. El propio González 
repudió el acuerdo tripartito de Madrid, lo calificó de acto de traición
 y dijo que la España más noble representada por el PSOE no los 
aceptaría nunca. Al asumir como suyos esos documentos, Felipe González 
le hizo un regalo de valor incalculable a la monarquía marroquí.
¿Cómo fue ese cambio de relación entre el Polisario y el Gobierno presidido por Felipe González?
En 1985 me hice cargo de la delegación 
de Polisario en España, justo después de unos enfrentamientos entre un 
buque pesquero y una patrullera de la Marina española en aguas del 
Sáhara Occidental en virtud de los acuerdos firmados entre España y 
Marruecos sobre el banco de pesca sahariano, un compromiso que después 
la ONU declaró ilegal. A raíz de aquel incidente, Felipe González ordenó
 el cierre de las oficinas que el Polisario tenía en Madrid, expulsó a 
los miembros del Polisario en la capital y las relaciones con el 
Gobierno español volvieron al punto cero.
¿Cómo sucedió aquel episodio exactamente?
En un momento determinado una unidad 
saharaui que operaba en las aguas del Sáhara apresó a un buque de pesca 
español que estaba cerca de las costas del Sáhara y detuvo a los 
pescadores. Acto seguido Madrid dio instrucciones a la patrullera 
Tagomago que estaba en Canarias para intervenir en la zona de guerra y 
hubo un intercambio de disparos entre la patrullera y las fuerzas 
saharauis, y murió un suboficial de la Marina española. A raíz d eso, 
Felipe González decidió cerrar las oficinas y expulsarnos de Madrid sin 
tener en cuenta que quien había originado el conflicto fue él, que firmó
 los acuerdos ilegales con una potencia ocupante sobre aguas ilegales 
que no le corresponden, y luego envió un buque de guerra a una zona de 
guerra sin haber declarado la guerra, lo que obviamente es un acto, como
 mínimo, temerario. Lo cierto es que era una excusa para justificar la 
línea de comportamiento que tenía el Gobierno de Felipe González en la 
época y le vino como anillo al dedo.
En esta fase de gran tensión asumí las 
relaciones con España primero desde Argelia y después desde Portugal, y 
en ese momento, en el 86 tuve contactos con representantes del Gobierno 
español, sobre todo del Ministerio de Asuntos Exteriores. Al cabo de un 
par de años negociando la normalización de relaciones en reuniones 
secretas en Londres y Roma, finalmente se permitió la reapertura de las 
oficinas del Polisario en el 89. En esas negociaciones participaron, 
entre otros, Miguel Ángel Moratinos, Jorge Dezcállar  y altos oficiales 
del CESID [actual CNI] pero quien desempeñó un papel  noble y honesto en
 todo el proceso fue el excanciller Ordóñez, que en paz descanse, a 
quien personalmente le tengo un gran respeto.
¿Cómo fue la aceptación de que Felipe González y el PSOE ya no eran sus aliados?
Me marcó mucho ver cómo ese partido, que
 era prácticamente una base de retaguardia del Polisario, fue cambiando e
 invirtiendo las cosas hasta un momento en que prácticamente nos veían 
como leprosos con tal de contentar a cualquier precio los caprichos de 
Marruecos bajo el sacrosanto interés de conservar Ceuta y Melilla y, 
posteriormente, evitar el flujo migratorio, una válvula que Marruecos 
abre en función de su nivel de satisfacción en cuanto a las posturas de 
España, tanto en Naciones Unidas como en la Unión Europea. Ahí siguen 
estos elementos del chantaje que no se alteran, aunque ahora hay un 
elemento nuevo: la colaboración antiterrorista, un bocado que se pone al
 alcance de los países europeos en función del nivel de compromiso que 
tienen en la defensa de la ocupación del Sáhara Occidental por parte de 
Marruecos. El papel de Felipe González en esto ha sido determinante: él 
fue el primero que abrió la puerta a la venta de armas a Marruecos en un
 momento en que las leyes españolas prohibían la venta de armas a países
 en guerra. Encontraron veinte mil entresijos para hacer llegar armas 
españolas al ejército marroquí. Nuestra gente ha caído víctima de balas 
hechas en Río Tinto, cañones fabricados en Eibar, la herida más dolorosa
 que podíamos haber esperado de la política española. Las piedras que 
más duelen son las que te lanza un amigo. España podría haber evitado 
clavar esa espina después de la puñalada del acuerdo tripartito de 
Madrid.
Los socialistas marroquíes 
fueron artífices de la independencia de Marruecos. ¿Qué relación tenía 
el Polisario con ese partido en los 80?
En general con partidos marroquíes nunca
 ha habido relaciones. Hay que entender que Marruecos es una monarquía 
que sigue acumulando todos los poderes más allá de las operaciones de 
maquillaje de separación de poderes y la presencia de partidos.
Se lo pregunto porque Felipe 
González mantuvo un discurso relativamente revolucionario antes de ser 
presidente pero no apoyó a los socialistas marroquíes cuando Hassan II 
empezó a reprimirlos…
No es de extrañar. Felipe González es 
consciente de que en Marruecos ayer, hoy y quizás mañana el rey seguirá 
teniendo el poder absoluto. El resto son elementos de decoración.
¿Qué sabe sobre las gestiones de Felipe González con los poderosos de América Latina?
Estuve ejerciendo como ministro para 
América Latina de 1997 a 2006. No hay una sola capital en la que no me 
haya topado con las huellas de Felipe González defendiendo los intereses
 de Marruecos. Tengo hechos concretos: a finales de 1999 estuve varios 
meses trabajando en Chile con la coalición de partidos en el poder, la 
Concertación, del presidente Eduardo Frei. Trabajábamos para establecer 
relaciones diplomáticas entre la República Saharaui (RASD) y Chile. Hubo
 varios pronunciamientos en el Parlamento y generamos las condiciones 
para que el Gobierno de Frei reconociera la RASD. Recuerdo aquel 30 
noviembre de 1999. Logramos que el Gobierno tomara la decisión y me 
reuní con el canciller Juan Gabriel Valdés, quien me entregó una carta 
para nuestro canciller, un documento público, diciendo que Chile había 
decidido reconocer a la RASD. Al mismo tiempo el canciller mandó una 
carta informando al Parlamento de esta decisión. Me quedé un día para 
concretar la firma del documento y ellos decidieron que la firma se 
realizase en Nueva York; informamos a nuestra representación en esa 
ciudad y fijamos la fecha de la firma dos días después. Pues bien, 24 
horas antes de la firma, la Cancillería de Chile nos dice que el acto se
 suspende unos días. Nos dicen que estaban a la espera de una delegación
 marroquí que quería que le informasen directamente. Da la casualidad de
 que quien llama al presidente Frei para proponer esa iniciativa es 
Felipe González.
¿Qué le dijo Felipe González a Frei?
Le dijo que era un gesto que podía 
enemistar a los marroquíes, que el Reino de Marruecos es un gran aliado 
de España y por consiguiente la decisión chilena era perjudicial para 
los intereses españoles, que lo pensara calmadamente… Lo importante es 
que intervino, y así me lo revelaron altos funcionarios de la 
Cancillería chilena. Junto con Felipe González también intervino 
posteriormente el entonces presidente de Argentina, Menem. Un presidente
 colombiano me dijo que Felipe González le había llamado en varias 
ocasiones para intentar convencerle de que retirasen su reconocimiento a
 la República Saharaui.
¿Qué presidente?
Es un presidente conservador. Prefiero 
no revelar su nombre. Me dijo personalmente que lo que más le incomodó 
fueron las llamadas de Felipe González.
¿Cómo justificaba Felipe González este tipo de injerencias ante presidentes extranjeros?
Él se presenta como experto en la zona, y
 a partir de ese gancho interviene en favor de los intereses de 
Marruecos. Generalmente sus acciones son muy discretas. La gente con la 
que se codea… En Chile, por ejemplo, tiene amistad íntima con el que fue
 diputado socialista Correa, actualmente uno de los grandes hombres de 
negocios de ese país y uno de los que más influencia ejerció entre los 
socialistas chilenos en contra de los saharauis. No sé si es casualidad,
 pero supimos que Felipe González estaba prácticamente un día sí y otro 
también en Tánger. Sospechoso que el representante de los descamisados 
acabe teniendo palacios en una monarquía feudal que él mismo utilizaba 
de ejemplo de lo más perverso y reaccionario, según sus propias 
palabras.
¿Conoció en persona a Felipe González?
Sí.
¿Qué sensación le causó?
Yo estuve en un encuentro entre el 
presidente saharaui, Mohamed Abdelaziz, que en paz descanse, y él en la 
Moncloa, en 1992. Éramos los tres únicamente, él vino sin asesor. Mucha 
cordialidad. Primero nos dio una lección sobre su afición a los bonsáis.
 A pesar de los pesares, él siempre hacía un esfuerzo para vendernos una
 supuesta simpatía hacia los saharauis, aunque en el fondo su mensaje 
fuera y es el mismo que el de los marroquíes. La reunión terminó en una 
especie de tensión, Felipe argumentaba que el rey de Marruecos había 
movilizado a su pueblo en torno a la cuestión del Sáhara y no veía fácil
 su salida. Abdelaziz le replicó que por medio hubo una guerra larga y 
cruenta, que la ONU, con el apoyo español, acababa de proponer un 
referéndum de autodeterminación, insinuándole que, como presidente del 
Gobierno español, por razones de coherencia, debiera ejercer su 
influencia en favor de la legalidad internacional en lugar de apoyar los
 sueños imperiales de Hassan II.
¿Recuerda otros episodios en los que vislumbrase la sombra de Felipe González?
Un hecho que me llama la atención es 
cuando de pronto el expresidente Zapatero se presenta en las zonas 
ocupadas del Sáhara para asistir a un congreso marroquí en Dajla. 
Incluso el Gobierno español lo consideró negativo. Dudo que Zapatero lo 
hiciera sin la influencia de Felipe González. De hecho, esto dejó un 
estigma en la memoria de la población saharaui porque ni siquiera había 
razones de Estado o gobierno para esto.
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