Hablamos con Frei Betto, escritor y teólogo
brasileño, fundador de la CUT y consultor del MST, sobre el contexto
extractivista en Brasil y la situación actual de este país tras la
llegada al poder de Michel Temer.
Ter García | Diagonal - http://iniciativadebate.org/2016/11/09/frei-betto-la-desgracia-de-brasil-es-su-politica-culpa-de-una-herencia-colonial-no-superada/
Carlos Alberto Libânio Christo, más
conocido como Frei Betto, es teólogo de la liberación y ha escrito más
de 50 libros. Tras pasar por la universidad, decidió dejar el periodismo
por la religión, pero manteniendo una postura crítica y activa contra
la dictadura militar que en esos años dominaba Brasil. Fue detenido
varias veces y torturado por su activismo político. Es uno de los
fundadores de la Central Única de Trabalhadores de Brasil (CUT) y es
consultor del Movimiento dos Trabalhadores Rurais Sem Tierra (MST).
Hablamos con él a raíz de la publicación de su última novela, El oro perdido de los Arienim (Hoja de Lata, 20169.
Con tu novela El oro perdido de los Arienim se puede dibujar sobre un mapa cómo fue la explotación de los recursos de Brasil por parte de los colonos portugueses. ¿Cómo ha influido esta dinámica extractivista en la configuración de Brasil como país?
Brasil ha sido una colonia ibérica, como
toda América Latina –o como todas las Américas, porque Estados Unidos y
Canadá durante algún tiempo han sido colonias ibéricas también–. En
Brasil llegaron los portugueses y explotaron muchísimo todas nuestras
riquezas. Cuando estaba en la enseñanza primaria aprendí que la historia
económica de Brasil se dividía en varios siglos: primero el siglo de la
madera –el nombre de Brasil viene de palo brasil, un tipo de madera que
los portugueses y franceses, que también llegaron para invadir Brasil,
sacaban para tintar sus tejidos aquí en Europa [actualmente este tipo de
árbol está en peligro de extinción por su masiva explotación]. Después
vino la caña de azúcar, después vino el oro, el café. Ocurre que hasta
hoy estamos en lo mismo. La única diferencia es que la denominación
‘materias primas’ ha cambiado por el elegante nombre de ‘commodities’.
Yo quise escribir esta novela, primero para hacer una narrativa de la
historia colonial de Brasil. Poca gente sabe esto: en dos siglos, de
Minas Gerais se ha sacado más oro que la suma de toda la plata sacada en
toda América Latina. Es una cantidad impresionante. Quise rescatar esta
historia, pero con sentido crítico. ¿Cuando vamos a dejar de ser un país extractivista?
Y, ¿cuando vamos a aprovechar nuestras propias riquezas? Porque lo que
hicieron los portugueses con las explotaciones de oro y diamantes en
Minas Gerais fue lo mismo que hicieron los europeos en África y en Asia.
Y, ¿qué dejaron? Nada. Dejaron dolor, miseria, hambre y pobreza. Y ahí está ahora el drama de los refugiados. Europa está cosechando lo que ha sembrado.
“Hasta hoy estamos en lo mismo. La única diferencia es que la denominación ‘materias primas’ ha cambiado por el elegante nombre de ‘commodities'”
Por un tiempo usted fue consultor del Gobierno de Lula, que mantuvo la política extractivista, aunque aumentando el poder estatal sobre los recursos brasileños. ¿Qué valoración hace sobre la gestión de los recursos naturales en los Gobiernos del PT?
Yo fui asesor especial de Lula para el
programa Hambre Cero. Estuve los dos primeros años en el gobierno y salí
por una razón muy sencilla: Hambre Cero era un programa emancipatorio,
pero un año después, por presión de los alcaldes de Brasil, el Gobierno
decidió cambiar el programa de Hambre Cero por Beca Familia. Beca
Familia es un buen programa, pero es compensatorio. ¿Cual es la
diferencia? Una familia que hubiera ingresado en Hambre Cero, en tres o
cuatro años estaría en condiciones de no volver jamás a la pobreza y
producir sus propios recursos. Las familias que han ingresado en Beca
Familia, a día de hoy siguen siendo dependientes del dinero del
gobierno. Es un programa asistencialista. Me fui porque no estaba de
acuerdo con ese proyecto. Efectivamente Lula y Dilma han sido los
mejores presidentes de nuestra historia republicana. Han hecho políticas
para revalorizar nuestro mercado interno, pero no suficientes como para cambiar estructuras de Brasil que son muy anacrónicas.
Poca gente lo sabe, pero Brasil y Argentina son los únicos países de
las tres Américas que nunca han hecho una reforma agraria. La diferencia
es que Brasil es un país demasiado grande y, a diferencia de otros
países grandes como Rusia, China, India o Estados Unidos, no tiene áreas
estériles. Todo es productivo, para sembrar o para reforestación, como
la Amazonia. No tenemos desiertos o zonas de nieve permanentes como hay,
por ejemplo, en Canadá o en la Cordillera de los Andes. En Brasil
decimos que es un país que está bendecido por dios, que los ángeles se
quejaban porque dios le había dado muchos privilegios, pero que dios les
respondió que se esperaran a ver qué tipo de políticas esta gente iba a
votar. La desgracia de Brasil es la política que tenemos, pero es culpa
también de toda una herencia colonialista que todavía no hemos
superado.
Al poco de que Michel Temer asumiera el Gobierno, muchas voces ya comenzaban a advertir de los cambios legislativos con los que se iban a volver a abrir las puertas de las empresas extranjeras a la explotación de recursos brasileños. ¿Piensas que el nuevo gobierno puede poner en peligro los avances conseguidos en los últimos años de PT?
Lo que hubo en Brasil fue un golpe. Un golpe blando o golpe parlamentario como ha pasado en Honduras y Paraguay. Ahora vivimos en una ‘democradura’,
o sea, una falsa democracia en la que aparentemente la gente es libre,
pero no es verdad. Hay una intensiva criminalización de los movimientos
sociales. El pasado sábado, 5 de noviembre, la policía de Sao Paulo
invadió la escuela de los Sin Tierra, cerca de la capital de este
Estado, en una ciudad llamada Guararema, con armas letales, con mucha
violencia. Con Temer las cosas están empeorando muchísimo. Temer se ha
puesto de rodillas ante las recetas de ajustes fiscales
que ya conocéis aquí en España, igual que en Grecia. En Brasil tenemos
casi 20 millones de personas desocupadas. Estamos viviendo una crisis
muy aguda, y todavía no sabemos cómo vamos a salir. Nuestra esperanza
son las elecciones de 2018, si Lula puede volver a ser candidato. Yo no
pienso que se atrevan a meterlo en la cárcel, por la repercusión mundial
que esto podría tener, pero pienso que van a incriminarlo y a aprobar
alguna ley que le impida ser candidato.
“Ahora vivimos en una ‘democradura’, o sea, una falsa democracia en la que aparentemente la gente es libre, pero no es verdad”
Justamente el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), del que eres asesor, desde el primer momento denunció el golpe de Estado, a pesar de las críticas formuladas contra el Gobierno del PT, que no llevó a cabo la prometida reforma agraria.
El MST es el movimiento popular más
importante de Brasil porque congrega a más de cuatro millones de
familias sin tierra y las mantiene muy bien organizadas en campamentos o
en asentamientos. Es una gente productiva, que hace la reforma agraria
de facto. Es decir, ocupa tierras que no son utilizadas –nunca ocupa
propiedades productivas– y siempre tiene cuidado en investigar si una
tierra que está ocupada por latifundistas pertenece a ese latifundista o
si éste es un invasor y realmente la tierra pertenece al gobierno o al
Banco de Brasil, que a su vez depende del gobierno. También cuando hay
tierras sin uso aunque sean de latifundistas, o, por ejemplo, en el caso
de latifundistas que compran áreas de la Amazonia y derriban los
árboles y las mantienen sin plantar nada porque lo que quieren es vender
esa tierra. Hay incluso latifundistas en la Amazonia que han vendido
hasta un cuarto piso de la tierra, es decir, han hecho negocio con la
misma tierra hasta cuatro veces. Es una cosa tremenda, de viejo oeste y
gansters. Hay tierras de explotación ilegal de madera en las que hay
ocupaciones, que ellos llaman invasiones.
En general todas las ocupaciones son
exitosas. Yo mismo estaba en el gobierno cuando un grupo indígena del
sur de Bahía ocupó una tierra de un latifundista. Hubo mucha protesta
por parte de los latifundistas, que protestaban diciendo que eso era
comunismo y que era ilegal, pidiendo que se expulsara a los indígenas.
Yo estaba en la sala de Lula cuando éste llamó al ministro de Justicia,
con todo el equipo de gobierno en la sala, y comentaba: “¿Qué vamos a
hacer? esta tierra pertenece a ese señor”. Y el presidente del Banco de
Brasil le respondió a Lula: “Presidente, no. Esta tierra no pertenece a
este señor, nos pertenece a nosotros, al Banco de la Unión. Este señor
es un invasor”. Entonces Lula legalizó la cesión de la tierra a lo
indígenas. Eso pasa muy a menudo. A estos latifundistas invasores en
Brasil se les conoce como grileiros, que viene de grillo. ¿Por
qué son llamados grilleros? Porque la única reforma agraria que hubo en
la historia en Brasil, y con comillas, fue en 1855, cuando el emperador
portugués de Brasil ordenó que cada propietario fuera a la parroquia más
cercana para registrar su tierra. Cada propietario fue y registró su
tierra hasta un límite concreto y se olvidaron de abarcar la tierra que
estaba entre propietarios. Pasó el plazo y como ya nadie podía
registrarlo como suyo, ¿que hicieron? una escritura falsa que pusieron
en un cajón con varios grillos –que segregan una sustancia química que
da al papel la apariencia de viejo– y que utilizaron como prueba de que
esta tierra era de su propiedad.
Volviendo a la situación actual de Brasil, qué opina, como teólogo, del aumento del evangelismo en el país y la relación que ha podido tener con el impeachmenta Dilma Rousseff.
¿Porqué hay tantos evangelistas en
Brasil? En Brasil no hay un buen servicio médico, y hay mucha pobreza.
La gente que no tiene acceso a servicios médicos muchas veces va a la
iglesia pentecostal en busca de curas milagrosas. Hay muchos
evangelistas que son honestos, gente de buena cabeza y buena intención,
pero hay muchos que son explotadores del pueblo pobre, que sacan
millones de reales, porque allí, como aquí, la Iglesia no tiene que
pagar impuestos, y yo, como fraile esto en desacuerdo con esto. Creo que
la iglesia debe estar obligada a pagar impuestos, porque si no es un
lavado de dinero; un lavado ‘santo’, pero un lavado–. Muchos pastores y
curas predican que Jesús es el camino, pero ellos se ponen en medio para
cobrar el peaje. Ahora hay un aumento del pentecostalismo en Brasil,
con funciones de fundamentalismo político. Ellos quieren llegar al poder
para cambiar las leyes civiles según sus preceptos religiosos. Por
ejemplo, no permitir que la gente tome bebidas alcohólicas, no permitir
que las mujeres tengan derechos sobre su cuerpo, equiparar la
homosexualidad a una enfermedad para la que hay que dar tratamiento. Y
ya han hecho un gran avance en el Congreso brasileño, están en el poder
ejecutivo y legislativo, y acaban de elegir al alcalde de Río de
Janeiro. Estamos en una situación muy peligrosa de huevo de la
serpiente: se está criando algo que en los próximos años va a explotar, que es el fundamentalismo evangelista en Brasil.
Siguiendo con la religión, has trabajado como asesor para países como Cuba, Nicaragua o Polonia en cuanto a relaciones entre Iglesia y Estado. ¿Qué opinas del papel de la Iglesia en España?
Me parece que la Iglesia de España tiene un pecado mortal muy grave por el que tendría que hacer mucha penitencia, que es su apoyo durante 36 años a la dictadura de Franco.
La iglesia siempre predica que no se mete en política, pero es mentira.
Siempre que ha visto amenazados sus privilegios, como en la guerra
civil, toma partido político. Yo tengo también posiciones políticas,
pero estoy en contra de que la Iglesia tome posiciones políticas contra
los pobres, contra el pueblo, y a favor de los más ricos, los opresores,
los banqueros. Todos los cristianos somos discípulos de un preso
político: Jesús no murió en la cama de viejo, ni por un camelo en una
esquina de Jerusalem. Fue preso y torturado, fue a juicio bajo dos
poderes políticos, el romano y el judaico, y condenado a la pena capital
de los romanos, que era la muerte en la cruz. Así que la pregunta es
otra: ¿qué clase de política hacemos como cristianos y como iglesia: a
favor de los más ricos o a favor de los más pobres? El papa Francisco el
pasado sábado clausuró un encuentro con líderes de movimientos sociales
de 60 países afirmando que tenían que seguir luchando por las tres ‘t’:
techo, tierra y trabajo. La iglesia de España todavía no está
totalmente alineada con la postura de Francisco. Era muy papista cuando
estaba Juan Pablo II o cuando estaba Benedicto XVI, y ahora parece que
ya no tiene que seguir las orientaciones del papa. Entonces, no puede
decir que no tiene consideraciones políticas.
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