Imprescindible. CTXTse ha convertido ya en  la revista de análisis político de intervención inmediata más inteligente:
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16 de Noviembre de 2016 - La Boca del Logo
http://back.ctxt.es/es/20161116/Firmas/9524/extrema-derecha-izquierda-Trump-Marine-Le-Pen.htm
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http://back.ctxt.es/es/20161116/Firmas/9524/extrema-derecha-izquierda-Trump-Marine-Le-Pen.htm
La extrema derecha está en plena ofensiva. Arranca votos e
 influencia no sólo del centro, sino incluso dentro de las antiguas 
comunidades y territorios de la izquierda comunista y socialdemócrata. 
La polarización y la estrategia de la crispación --que se está 
multiplicando en muchos países como parte de la “normalidad”-- no es 
consecuencia de que la izquierda se haya “izquierdizado”, sino de que la
 derecha se ha escorado hacia posiciones cada vez más derechistas y 
extremas.
Véase lo sucedido en las elecciones presidenciales de EEUU. En éstas, la contienda la ha protagonizado una candidata del establishment financiero
 más tradicional, y otro de la extrema derecha, con todos los 
calificativos que se le quieran añadir (misógino, racista, antisemita, 
desigualitario,…); la izquierda norteamericana, representada por Bernie 
Sanders, fue derrotada en las primarias del Partido Demócrata. En 
Francia habrá elecciones presidenciales en la primavera; todos los 
pronósticos indican que la segunda vuelta la disputarán el candidato de 
la derecha y Marine Le Pen, representante del muy ultraderechista Frente
 Nacional, mientras la izquierda contempla su humillación, hundida y 
dividida.
Gran Bretaña, Alemania, los países nórdicos, los de la Mitteleuropa y del Este, del antiguo telón de Acero, ven crecer las posibilidades de gobiernos de extrema derecha
El 4 de diciembre, Austria elegirá presidente entre un 
candidato ecologista y otro ultra de derechas. ¡El país de Bruno Kreisky
 ha visto desaparecer las posibilidades de la socialdemocracia! Gran 
Bretaña, Alemania, los países nórdicos, los de la Mitteleuropa y del 
Este, del antiguo telón de Acero, ven crecer las posibilidades de 
gobiernos de extrema derecha. Ya no son casos aislados y más o menos 
testimoniales como los del pasado, con Fini en Italia o Le Pen padre en 
Francia. Además, partidos y líderes de la derecha conservadora asumen 
postulados de los extremistas: Theresa May y el UKIP, en el Reino Unido.
Mientras tanto, ¿y la izquierda? En muchos casos ausente, 
marginal y casi siempre menor. Para volver a competir por el poder tiene
 que resolver al menos dos contradicciones: Primera, la vieja izquierda,
 la socialdemocracia, ha de hacer autocrítica y un análisis 
coste-beneficio de lo que supuso su tercera vía de los años noventa, cuya herencia todavía está presente. Aquel aggiornamiento hacia
 posiciones social-liberales de los Blair, Schröder, Clinton… supuso que
 ganasen el poder. Pero su práctica política –algunos la definieron como
 un “thatcherismo de rostro humano”--  desdibujó la socialdemocracia y 
la hizo, para muchos ciudadanos, indistinguible de la derecha 
conservadora. Ello se acentuó durante la Gran Recesión, de tal manera 
que sus políticas económicas eran bastante similares a las de los 
democristianos o de los liberales. No hubo diferencias entre ambas 
partes en la redistribución de los sacrificios. Unos y otros se 
parecían, a ojos de una buena parte de la ciudadanía, a Tweedledum y 
Tweedledee, los gemelos de Alicia a través del espejo. Si las 
recetas son similares o se distancian tan sólo un centímetro ideológico,
 la mayoría prefiere el original a la copia. Así nace el tópico de que 
la derecha gestiona mejor que la izquierda.
La segunda contradicción surge de la falta de asunción, tanto por parte de la vieja como de la nueva izquierda, de un hecho incontrovertible: sin su suma no volverán a gobernar
La segunda contradicción surge de la falta de asunción, 
tanto por parte de la vieja como de la nueva izquierda, de un hecho 
incontrovertible: sin su suma no volverán a gobernar. A unos y a otros 
les han fallado hasta ahora los procedimientos para colaborar y los 
contenidos de su acción política, el mínimo común múltiplo con el que 
hacerlo.
La vieja izquierda habrá de corregir el tiro y acentuar 
las políticas que siempre han formado parte de su identidad, sin 
nostalgias, sino adaptadas a los nuevos tiempos, como por ejemplo los 
mecanismos predistributivos tipo renta básica universal; si no hay 
condiciones para redistribuir, habrá que cambiar las relaciones de poder
 económico de forma que generen menos desigualdad y no sea preciso 
corregir la inequidad con transferencias (la solución clásica del Estado
 de Bienestar). Por su parte, la nueva izquierda habrá de madurar con 
cierta velocidad para pasar de ser un mero movimiento resistencialista 
en la calle y del infantilismo de épater le bourgeois (releer a
 Lenin) a partidos de gobierno, que tienen que dar cuenta de lo que 
hacen, con la misma transparencia que los demás, para transformar la 
realidad.
Mientras no realicen ese viaje, la otra parte ideológica 
seguirá con su machacona tarea de restaurar los valores del capitalismo 
de los años veinte: un capitalismo sin frenos y en el que, cada vez con 
más frecuencia, habrá colisiones entre las políticas aplicadas por esa 
extrema derecha que ya no utiliza los uniformes pardos sino las 
elecciones, y la democracia.
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