http://www.pijamasurf.com/2016/01/vivimos-en-la-era-de-la-ignorancia-por-que-los-jovenes-son-cada-vez-mas-ignorantes/
En un efusivo artículo de 2012 publicado en el New York Review of Books
 el poeta Charles Simic declaraba que estamos viviendo en la Era de la 
Ignorancia. Desencantado por las manifestaciones culturales de su país, 
donde en algún momento el grueso de la población llegó a creer que 
Saddam Hussein había sido responsable de los ataques del 11 de 
septiembre o que Obama era musulmán, Simic denunció lo que considera es 
una "rebelión de mentes opacas en contra de la inteligencia", por lo 
cual es acertado concluir "con Sidney Hook que la estupidez es una de 
las grandes fuerzas de la historia", todo lo cual es bastante 
conveniente para la clase política que "resiente a todo aquel que 
muestra la habilidad de pensar de manera seria e independiente".
Lo que más me llamó la atención de leer 
el artículo de Simic, un destacado poeta amigo de Octavio Paz, es su 
diagnóstico puntual, basado en su observación como profesor 
universitario de literatura, de que los jóvenes son cada vez más 
ignorantes, pasan de la escuela a la universidad sin estar preparados y 
sobre todo adoleciendo en conocimientos de historia. Esto mismo lo 
detecta Rushkoff en cierta forma en su libro Present Shock: 
inundados por enormes cantidades de información noticiosa, perdemos las 
noción de las grandes narrativas, de la continuidad del tiempo y la 
memoria. Todo es un perpetuo y atiborrado "ahora". Simic escribe sobre 
la notable carencia que tienen los jóvenes de las grandes ideas de otros
 tiempos:
Hemos necesitado 
muchos años de indiferencia y estupidez para hacernos tan ignorantes 
como somos hoy. Cualquiera que haya enseñado en una universidad los 
últimos 40 años, como yo lo he hecho, puede decirte que los estudiantes 
que salen de la preparatoria cada año saben menos. Primero fue 
desconcertante, pero ya no sorprende a ningún instructor universitario 
que los amables y entusiastas jóvenes que se enrolan en las clases no 
tienen la habilidad de retener la mayoría del material que se enseña. 
Enseñar literatura inglesa, como yo he hecho, se ha vuelto más difícil 
cada año, ya que los estudiantes leen menos literatura antes de entrar a
 la universidad y carecen de la más básica información histórica del 
período en el que una novela o un poema fue escrito, incluyendo las 
ideas y los asuntos que ocupaban a las personas de ese momento.
Tengo la impresión de que esto es un 
fenómeno global. Hablo desde lo que observo en México, pero podemos 
citar también al exprofesor de Cambridge, Terry Eagleton,
 quien en un artículo en el mismo tenor que el de Simic denunció la 
influencia neocapitalista sobre la educación superior, considerando que 
las universidades son administradas como negocios y que las humanidades 
están al borde de desaparecer puesto que no pueden competir en la 
producción de capital con otras carreras. Las impresiones de Simic son 
sobre los estudiantes en Estados Unidos, el país con la presencia 
mediática más incisiva del mundo, a la vez también, el país que más 
influencia tiene el mundo, siendo una especie de oficina central de 
adoctrinamiento cultural global. Algunos países obtienen lo peor de los 
dos mundos, son colonizados culturalmente y económicamente, pero no 
reciben los beneficios materiales de la libre economía y se ven 
obligados a consumir objetos (como ropa o gadgets) y productos 
culturales de baja calidad.
Simic hace hincapié en que una de las 
cosas que se está perdiendo es el conocimiento de la historia 
--encandilados por el nuevo smartphone que hace desechable todo lo demás
 (incluyendo nuestra memoria); sin una noción histórica, el pueblo es 
fácilmente manipulable ya que no tiene el alcance de visión para 
percibir que los políticos están recurriendo a los mismos trucos o a las
 mismas falsas promesas que han utilizado antes sin entregar nunca 
resultados. Como dijo el filósofo George Santayana, "aquellos que no 
recuerdan el pasado, están condenados a repetirlo". Me pregunto si, 
correteando las actualizaciones incesantes que nos hacen llegar nuestros
 aparatos, no nos estaremos programando para repetir los mismos errores 
del pasado, pensando que éste ya no existe, que ya lo hemos superado y 
con él los grandes desafíos de la condición humana. Simic considera que 
nuestra ignorancia, en el mundo real, nos hace presa fácil de la 
manipulación política e ideológica. "Para empezar, hay más dinero que 
ganar de los ignorantes que de las personas educadas, y engañar al 
pueblo es una de las pocas industrias que seguimos manteniendo en este 
país. Un pueblo verdaderamente ilustrado sería malo para los políticos y
 los negocios".  
Cómo explicarnos este incremento en la 
ignorancia --incremento al menos en lo referente a las bellas artes, a 
las tradiciones religiosas, a la historia. Simic culpa en Estados Unidos
 a la educación. "No hay duda de que el Internet y la televisión por 
cable han permitido que variados intereses políticos y corporativos 
diseminen desinformación a una escala antes imposible, pero para que eso
 sea creído es necesaria una población malamente educada y 
desacostumbrada a verificar las cosas que se le dicen". Me pregunto si 
no existe una especie de loop de retroalimentación entre los medios 
electrónicos y la carencia educativa, uno magnificando el efecto de la 
otra. Pasamos grandes cantidades de tiempo consumiendo contenido 
electrónico en forma de snack, pedacería diseñada para atrapar nuestra 
atención y ante este contenido --hecho a la medida de nuestra dopamina--
 las películas de cine de arte, los libros de filosofía clásica o las 
novelas de autores de hace más de 50 años nos parecen aburridas. En 
inglés se ha creado el término "infotainment" para referirse a la 
información y al entretenimento como una misma (y ubicua) cosa. Hoy en 
día todo tiene que ser entretenido, fácil de usar  y útil (en el sentido
 de que nos brinde un capital, algo que podamos presumir que sabemos o 
que podamos vender). 
Hace unos días me encontré con esta increíblemente popular app llamada Blinkist,
 la cual tiene cientos de miles de usuarios y decenas de millones de 
seguidores en las redes sociales. Me pareció sintomática de lo que Simic
 llama la Era de la Ignorancia a la vez que, paradójicamente, denota un 
fuerte deseo de saber. Blinkist ofrece resúmenes de miles de libros que 
puedes leer en 15 minutos, una especie de resumen ejecutivo compuesto de
 puros "insights" de populares obras de no ficción. Promete hacerte más 
inteligente y ahorrarte toda la paja y la molestia de tener que 
realmente leer el libro. En nuestra era todos queremos ser CEOs, todos 
traducimos el tiempo en dinero y todos nos preparamos para pasar el 
examen (no para realmente aprender, sino para parecer que sabemos lo 
suficiente para pasar el punto de control y obtener el beneficio social o
 económico).
Se
 podrá argumentar que los jóvenes no saben menos sino que sus saberes 
están orientados a lenguajes científico-técnicos, como por ejemplo la 
tecnología de la información, a través de la cual pueden, por ejemplo, 
extender su memoria a la Red y utilizar la Nube como un almacén de 
información mucho mayor de lo que las mentes más prodigiosas albergaban 
en la antigüedad. Y, también, el siempre citado argumento de que las 
habilidades intelectuales modernas están orientadas hacia el 
reconocimiento de patrones y no a la memorización de información. Como 
si fuéramos más ligeros y estuviéramos uniéndonos a una mente global 
incorpórea. En algún momento esto puede llevar a creer incluso que 
estamos por manifestar el sueño de Teilhard de Chardin de la noósfera, 
la evolución de una capa de conciencia inmaterial, una especie de 
superalma planetaria (al menos los entusiastas editores de la revista Wired
 así lo creían). El juicio que he querido exponer aquí, sin embargo, es 
un juicio de valor: una defensa de la calidad de la información y su 
capacidad de ser transformada en sentido y no de la cantidad de 
información que podemos manejar como individuos o en colectivo y su 
capacidad de ser transformada en ventaja o utilidad. A su vez, no tengo 
reparos en manifestar que el problema de educación que vivimos es un 
problema de valores, es decir un problema moral y estético. Hoy la 
mayoría de las personas preferirían tener una habilidad que puedan 
capitalizar fácilmente y no una sensibilidad que sea inútil 
económicamente pero que alimente al individuo de belleza y de una 
riqueza que no cotiza en la bolsa. Nuestras prioridades y deseos hoy son
 determinados en función de la economía, el éxito personal (deseo 
aspiracional) y el materialismo y no de la estética, la ética ni la 
espiritualidad. En suma, simplemente digo aquí que para mi forma de ver 
el mundo --una visión tradicional-- el conocimiento debe estar ligado a 
principios que trascienden modas y corrientes pasajeras; ideas o valores
 que pueden encontrarse fundamentalmente en el arte, la religión y la 
filosofía (también en la ciencia, pero sólo en la ciencia que es capaz 
de encontrar sentido, es decir, en una ciencia siempre vinculada a la 
filosofía, como fue en el origen). Más allá de las apariencias y las 
rápidas descargas del hedonismo, lo que todos deseamos es entrar en 
contacto con algo más duradero y profundo y lo único que sabemos de 
cierto que trasciende nuestra corta estancia bajo el Sol son las ideas y
 los valores. Platón nos hablaría del Bien, de la Belleza, de la Unidad.
 Buda del Dharma (la ley de la cual el universo mismo es sólo una 
manifestación). Quizás lo mejor que tenemos actualmente --en un mundo 
fanáticamente secular-- son intentos como los de Carl Sagan por 
encontrar belleza y sentido dentro del supuesto azar de la ciega máquina
 universal e incrustar nuestros procesos dentro de la madeja de la 
evolución cósmica desde una perspectiva de participación. Sobre lo 
último habría que recordar que las grandes ideas de Sagan --"somos polvo
 de estrellas", "somos la forma en la que el universo se conoce a sí 
mismo"-- son solamente ecos o reformulaciones casi exactas de nociones 
conocidas a través de una ciencia interna hace miles de años por 
diversas culturas como la védica, la griega o la egipcia, entre otras. 
Intentando entender esta propagación de 
la ignorancia o este declive cultural --mayormente desestimado en la 
cresta del progreso tecnológico, puesto que, ¿cómo es posible que se 
hable de ignorancia cuando producimos tanta increíble, cuasidivina 
tecnología?-- me parece ineludible dirigir la mirada a cómo hemos 
asimilado la tecnología o a cómo no nos hemos percatado de los efectos 
que tienen los nuevos medios en nuestros sentidos y en nuestra 
cognición. Marshall McLuhan, un autor al que todos deberíamos regresar 
en esta época, dijo que la tecnología es una extensión de nuestros 
sentidos, pero que de la misma forma que los amplifica también los 
amputa. Un automóvil es una extensión de nuestras piernas (aunque alguno
 ha bromeado que también del pene), un teléfono de nuestros oídos y de 
nuestra voz (¿un smartphone es un genio o demonio atrapado en el 
bolsillo?), el Internet es una extensión de nuestro cerebro. No hay duda
 que sus alcances son enormes, su potencial maravilloso, pero hay que 
detenernos a observar si su mismo poder, su fabuloso encantamiento no 
está obnubilando o inundando algunos aspectos de nuestra percepción o 
por lo menos modificando algunos hábitos que determinan nuestra relación
 con el mundo y nuestra capacidad de conectarnos con los demás. El 
sentido de la frase de McLuhan queda claramente ejemplificado en el 
slogan repetido incansablemente, lo mismo por compañías de 
telecomunicación que sitios de internet: que nos están conectando donde 
quiera que estemos, todo el tiempo. ¿Acaso a la vez también no nos están
 desconectando del mundo real y de nosotros mismos? ¿Si estamos 
conectados todo el tiempo a la Red podemos estar conectados a nuestro 
entorno y a lo que sucede fuera de la pantalla? Como dice el 
anarcoprimitvista John Zerzan: "está claro que las máquinas están 
conectadas, ¿pero no sé hasta que punto lo están los humanos? Todos 
están en su teléfono celular todo el tiempo, como zombis, vas por la 
calle y la gente choca contigo porque está tan embobada viendo sus 
aparatos".  
Lee la primera parte de esta reflexión: Vivimos en la Era de la Ignorancia: La ilusión de la tecnología
Twitter del autor: @alepholo

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