En República Democrática del Congo se producen hasta 1.152 violaciones al día. El ginecólogo Denis Mukwege ha sufrido varios atentados por su labor de activista. Entre sus enemigos hay señores de la guerra o miembros del Gobierno.
Publicado: 29.01.2017 J. GUZMÁN - BUKAVU
http://www.publico.es/internacional/cirujano-simbolo-lucha-barbarie-peor.html
Publicado: 29.01.2017 J. GUZMÁN - BUKAVU
http://www.publico.es/internacional/cirujano-simbolo-lucha-barbarie-peor.html

Mukwege es tan solo un ginecólogo que opera los 
cuerpos destrozados por la barbarie de los delitos sexuales en el Este 
de la República Democrática del Congo en un modesto hospital de Panzi 
que él mismo abrió en 1999, cerca de Bukavu.
Sin embargo, este doctor de 60 años es también un 
símbolo de la lucha contra este hábito atroz del uso del cuerpo de la 
mujer como arma de aniquilación y guerra. Su labor como activista le ha servido para crearse un buen portafolio de enemigos entre las milicias,
 señores de la guerra o miembros del gobierno, favorables al apagón 
informativo sobre la cuestión.  El doctor recibe unas 2.500 víctimas al 
año, por las 4.000 de 2004 justo tras el final de la segunda guerra del 
Congo.
Más de 46.000 personas han sido 
tratadas de forma gratuita en el hospital que dirige Denis Mukwege, 
Premio Sajárov en 2014 y varias veces candidato al Premio Nobel de la 
Paz
El documental de 2015 de la periodista Colette 
Braeckman y del cineasta belga Thierry Michel (autor de soberbios 
documentales sobre el Congo) que relata su historia encuentra una 
traducción ruda en castellano (L'homme qui répare les femmes - La colère d'Hippocrate": El hombre que repara a las mujeres- La cólera de Hipócrates),
 sobre el oficio de reparar o zurcir mujeres como si fueran objetos 
rotos, muñecas para tirar, como si las palabras dejaran ya atisbar la 
crueldad salvaje que sufren las mujeres en esta zona, la mecanización 
del problema, la cosificación del sufrimiento. El documental estuvo prohibido algo más de seis meses en RDC por “calumniar a las fuerzas armadas del país”. Los
 miembros de las FARDC (Fuerzas Armadas de la RDC) son autores de la 
mitad de las violaciones de derechos humanos registradas por la Oficina 
Conjunta de Naciones Unidas para los derechos Humanos. El conflicto que 
ofrece siempre el reflejo del espejo.
Más de 46.000 víctimas han sido tratadas de forma 
gratuita en el hospital de Panzi, que dirige el ginecólogo y activista 
Denis Mukwege. Este doctor congoleño recibió en 2014 el Premio Sakharov,
 la más alta distinción de la Unión Europea sobre la libertad de 
expresión y ha sido varias veces candidato al Premio Nobel de la Paz, 
además de recibir el Premio Nobel de la Paz alternativo. ‘El cuerpo de 
la mujer es un campo de batalla y la violación está siendo utilizada 
como arma de guerra, lo que tiene enormes consecuencias sobre el 
conjunto de la sociedad. La unidad familiar se desintegra y el tejido 
social es destruido. En una economía altamente militarizada, la 
población es forzada a la esclavitud o el exilio”, declaró al recoger el
 Premio Sakharov.
La violación no se limita a la penetración, sino que 
se introducen en el cuerpo de las mujeres y niñas elementos tóxicos, 
cortantes, machetes, armas o palos con la intención de destruir sus 
órganos y la identidad de ellas como individuos y de sus grupos 
sociales. El doctor denuncia también “el aumento de las violaciones de menores de doce meses” en los últimos años.
Las víctimas son un signo de la 
barbarie y la impunidad que reinan en un país donde la mujer supone un 
arma de guerra a buen precio, un excelente método para destruir y borrar
 comunidades rivales
A pesar de que la guerra terminó oficialmente hace 
más de una década, el conflicto se mantiene en la zona este del país. 
Por ello, la República Democrática del Congo resiste todavía como 
"paraíso de la violación", en el que fue definido por Save the Children “como el peor país para nacer mujer”. Milicias, grupos armados y soldados del ejército son los sospechosos habituales.
Más de mil violaciones al día se producen en un país 
devastado por las guerras de 1996-1997 y 1998-2003 y que sufre también 
las consecuencias de la inestabilidad de la región de los Grandes Lagos.
 Las víctimas son un signo de la barbarie y la impunidad que reinan en 
un país donde la mujer supone un arma de guerra a buen precio, un excelente método para destruir y borrar comunidades rivales.
 La mayoría de los perpetradores no serán jamás juzgados. Y las mujeres 
sufren, además, el rechazo de sus comunidades y hasta de sus propias 
familias.
En el este de RDC más de sesenta grupos armados 
siguen activos y las luchas étnicas desencadenan salvajes matanzas cada 
semana, ya sea por medio de machete o de kalashnikov. Probablemente no 
oirás hablar de ellas en el telediario. El grito de la mujer del Congo 
se pierde en nuestro silencio.
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