David Torres
Hay
que tomar aliento y respirar varias veces para repasar, aunque sea por
encima, la estrepitosa marcha nupcial que el PP emprendió la semana
pasada de camino al altar para casarse con la señora Justicia. Es una
historia de amor como las que le gustaban a Italo Calvino -de las que
acaban bien en el altar, bien en el cementerio- y de las que le gustan a
David Mamet: de amor al dinero. Al día siguiente de hacerse público que
Mariano tendrá que declarar como testigo en el juicio por la trama
Gürtel, la Guardia Civil detenía a Ignacio González, ex presidente de la
Comunidad de Madrid. Como ya hay más esposas que novios, todavía no se
sabe muy bien si esto es una boda múltiple o un harén.
Una vez más, los telediarios perdieron una excelente oportunidad de
emitir un especial de “Policías en acción” en donde sacar esposados a un
ex presidente de la Comunidad de Madrid y a varios peces gordos en
lugar de los habituales yonquis, chorizos y chuloputas. La operación
Lezo, que investiga el saqueo del Canal de Isabel II, prosiguió con la
detención del hermano de González y el registro de diversas sedes y
empresas, entre ellas una de su mujer. Con el PP, como con los Corleone,
todo queda en familia. Pero también se trata de la técnica de la
cortina de humo sólo que algo más sofisticada: se tapa un montón de
porquería propia con otro montón de porquería mayor.
De este modo tan original, en directo y en cinemascope, la formación
política más votada de España continúa impertérrita su operación de
limpieza con un ataque de diarrea: el mismo día de la detención de
González, Rafael Hernando declaró que estaban muy preocupados por la
crisis de Venezuela. Es lógico que piensen en términos transatlánticos:
en medio de una catástrofe higiénica sin precedentes, mientras los
jueces, la policía y la guardia civil siguen haciendo su trabajo, es
posible que los responsables se encuentren con que, una vez limpio el
partido de corruptos, no quede partido que dirigir.
Si para ocultar un marrón hay que usar una cortina de humo, nada
mejor para tapar la cortina de humo que un telón de mierda. El mismo día
de la detención de González, se descubrió que Francisco Marhuenda y
Federico Casals, director y presidente de La Razón respectivamente,
estaban imputados por la sospecha de coacciones a la presidenta de la
Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes. Para que no falte de nada, en
España, donde la separación entre los tres poderes nunca estuvo muy
clara, el cuarto poder se ha sumado a la fiesta. Esa misma tarde
Marhuenda tenía prevista una conferencia sobre periodismo y presunción
de inocencia. Otra cosa no, pero esta gente sabe de lo que habla:
Ignacio González advirtió años atrás que él no ponía la mano en el fuego
ni por sí mismo. Imposible no acordarse de Esperanza Aguirre cuando
dijo que era ella la que había destapado la trama Gürtel; lo hizo a
control remoto, igual que cuando Uri Geller doblaba cucharas con la
mente.
Siento estar plagiando la realidad, pero con el PP no hay manera de
mejorar un chiste. Mariano tocó el cielo del humor cuando el viernes, en
un discurso a los jóvenes cachorros de su partido, advirtió: “Si no os
portais bien en las ponencias, os portais mal en las ponencias. Y la
gente del PP no se porta mal nunca”. Es verdad: cuando se portan mal
-Bárcenas, Matas, Rato, Correa, Barberá y una casi infinita línea de
puntos supensivos- dejan de ser del PP. Si el novio culmina la ceremonia
con un traje a rayas, cosa harto difícil, la boda podría acabar en
conjunto vacío.
Cada vez que estalla un escándalo -en Baleares, en Galicia, en
Valencia, en Madrid- Mariano y los demás jerarcas miran hacia otro lado,
silbando con las manos a la espalda, como si la cosa no fuese con
ellos. Como si alguien se hubiera cagado frente a la sede central de la
calle Génova y estuviesen esperando que pase el camión de la basura a
recoger. No obstante, el último excremento es tan enorme y está tan bien
plantado que ya no se sabe si merece la pena quitar la mierda o quitar
Génova.
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