Maite Blázquez y Araceli Pena, nietas de desaparecidos durante la
guerra civil española y el franquismo, decidieron romper el silencio que
habían vivido en casa para conocer más de sus abuelos
Ambas participan en un grupo de acompañamiento y escucha liderado por profesionales de la psicología y el psicoanálisis que ayudan víctimas de la guerra y el franquismo a cicatrizar las heridas abiertas................. Blanca Blay 15/04/2017 -
http://www.eldiario.es/catalunya/Romper-silencio-cicatrizar-heridas-franquismo_0_632736908.htmlAmbas participan en un grupo de acompañamiento y escucha liderado por profesionales de la psicología y el psicoanálisis que ayudan víctimas de la guerra y el franquismo a cicatrizar las heridas abiertas................. Blanca Blay 15/04/2017 -
"Muchos querían hablar, dar su
testimonio e incluso llorar". Anna Miñarro, psicoanalista que ha
estudiado los efectos que la guerra civil española, la posguerra, la
dictadura y la transición han tenido en diferentes generaciones,
recuerda como si fuera ayer ese día de otoño de 2005. Era de las
primeras veces que Barcelona acogía una jornada sobre memoria, silencio y
salud mental y la sala estaba llena a rebosar. "Es muy difícil trabajar
un trauma que perdura tanto tiempo si no te has preguntado dónde
estaban tus padres o tus abuelos en aquella época, si no has hecho un
trabajo terapéutico", dice Miñarro desde su consulta.
El silencio, la impunidad y la falta de reparación de las víctimas del
franquismo explican que todavía hoy, cuarenta años después de la muerte
del dictador haya personas que tengan preguntas. Es el caso de Maite
Blázquez o Araceli Pena, ambas pendientes de la confirmación de ADN que
les dirá si los cuerpos exhumados -a Porreres (Mallorca) en el caso de
Maite, y en Adamuz (Córdoba) en el caso del Araceli- son los de sus
abuelos, asesinados durante el franquismo.
Ambas, junto con otras personas, participan en un grupo
reducido de ciudadanos que sufrieron maltrato, tortura, vejación o la
desaparición de familiares que aún están bajo tierra. Los une la
impotencia, el sentimiento de culpa en algunos casos, la tristeza en
otros. Anna Miñarro es la psicoanalista que acompaña al grupo con el
objetivo de cicatrizar las heridas.
"Vemos en
diferentes generaciones miedo, desconfianza, negación. El trauma deja
heridas abiertas que no pueden cicatrizar y que como podemos observar
perduran hasta nuestros días", asegura. En estas circunstancias,
explica, el síntoma más grave que podemos encontrar es la tristeza,
especialmente en aquellos testimonios en los que el silencio y la
represión se ensañaron más, como es el caso de las mujeres de clase
baja.
El silencio inducido por el franquismo
"Mi abuela nunca habló de mi abuelo", dice Maite Blázquez. "Lo poco que
yo sabía de mi abuelo me lo había explicado de pequeña mi madre. Me
decía: 'Bueno, el 36 se los llevaron y los encerraron en un almacén de
madera, un día se escaparon y esto es lo que sabemos...". Con el tiempo,
ya de joven, Maite comenzó a hacerse preguntas y a implicarse en una
lucha personal para saber más de su abuelo, republicano asesinado en
Mallorca cuando no hacía ni un mes que acababa de ser padre.
Según Anna Miñarro, son muchos los efectos inmediatos en el malestar
emocional sobre la primera generación que sufrió la guerra. Además, sin
embargo, en muchos casos estos efectos se han transmitido a las
generaciones siguientes; en la primera generación lo que es traumático
se conoce y se reconoce pero no puede ser comunicado, en la segunda se
perciben indicios de que no se ha dicho y en la tercera la persona puede
arrastrar un traumatismo no resuelto que incluso ignora. En
psicoanálisis se llama "transmisión oculta". "Es como recibir una
herencia sin testamento", matiza. "El silencio inducido por el
franquismo pero también el voluntario, para proteger las generaciones
posteriores, nos coloca en un mundo de melancolía que puede
transformarse en dificultades psíquicas", explica.
"¿Dónde está enterrado el abuelo?"
Quien tampoco sabía casi nada de su abuelo es Araceli Pena. "Hasta el
2012 no oí hablar de nada. Mi abuela, que era una mujer muy trempada (simpática),
murió en 2007 y nunca había hablado con nadie de mi abuelo", dice.
Hasta entonces, lo único que sabía Araceli era que su abuelo había
muerto en la guerra y que después su familia había emigrado a Catalunya
desde Andalucía. Fue a raíz de un desplazamiento por motivos de trabajo
de su marido -que tenía que ir a Granada- que Araceli y él decidieron
hacer parada en el pueblo de su abuela, en Adamuz, Córdoba, que nunca
había visitado. Allí le hizo a su madre la pregunta que desencadenaría
otra lucha personal: "¿Dónde está enterrado el abuelo?"
"Fui al cementerio pero sinceramente no sé qué buscaba. Había un
monumento a 'Los caídos por España' pero no había el nombre de mi
abuelo. Se me empezó a revolver todo", recuerda. Al volver a Catalunya
comenzó a preguntar a la familia y también a buscar información por
internet. Ni su madre ni su tía le decían nada, sólo que no recordaban
nada porque cuando su abuelo había desaparecido eran muy pequeñas.
Desamparadas y con sentimiento de culpa
Tanto Maite como Araceli tuvieron que buscar respuesta a las preguntas
por su propia cuenta. Tras recorrer archivos, registros y recopilar
información a base de conversaciones con vecinos y familiares, Araceli
logró documentar que era posible que su abuelo, maqui que vivió durante
años en la Sierra de Adamuz, acabara después de ser asesinado enterrado
en una de las fosas individuales anónimas en el cementerio municipal del
pueblo, después de tres días expuesto en la plaza.
"El primer sentimiento que tuve fue de culpabilidad
total. Pensé en todo lo que había vivido mi abuela y que nunca hablé con
ella mientras vivió, no fui capaz de preguntarle. Después también
pensando en el sufrimiento de mi madre o mi tía sin yo ser
consciente...", dice Araceli sobre cómo se sintió al saber más de la
vida que había tenido su abuelo y cómo esto había afectado la de su
abuela y su madre.
Maite también recurrió a internet y
a otras personas que podían buscar lo mismo que ella. "Busqué el nombre
de mi abuelo en Internet y me apareció la Asociación Memoria de
Mallorca. Enseguida contacté con ellos y me contaron lo que sabían y que
podía ser que mi abuelo estuviera en la fosa de Porreres, en Mallorca",
recuerda. El cuerpo de su abuelo podría ser uno de los exhumados en
noviembre de la fosa de Porreres pero hasta que no tenga el resultado de
la prueba de ADN no podrá estar segura de ello.
Quien hace más tiempo que espera es Araceli. En 2014, después de
contactar con el Ayuntamiento de Adamuz y aportarle la documentación, se
abrieron varias fosas anónimas donde se sospechaba que podía estar el
cuerpo, tras unas primeras catas arqueológicas. Encontraron dos cuerpos
con lesiones ocasionadas por una muerte traumática. A la espera de
decidir cómo proceder con la identificación de los cuerpos, éstos,
explica Araceli, restaron durante cerca de un año al descubierto tapados
con una especie de uralita con el riesgo de que se deteriorara. "En
diciembre teníamos que saber los resultados del ADN pero seguimos
esperando y además están edificando nichos nuevos justo encima de donde
se sabe que continuaba la fosa", lamenta. "Nadie quiere dignificar
nada", añade.
"Los vencidos no sabían dónde poner las flores"
Anna Miñarro explica la importancia que tiene la memoria histórica y la
reparación de las víctimas para que éstas puedan elaborar el duelo y la
llamada transmisión oculta. "A diferencia de los vencedores, que al día
siguiente de abril del 39 comienzan a hacer el duelo, los vencidos, los
maltratados no saben dónde tienen que ir a poner las flores a sus
muertos y encima no tienen ningún reconocimiento", asegura . "En muchos
casos vemos retraimiento, soledad o marginación pero sobre todo rechazo y
si encima no puedes hacer el duelo este se convierte en un duelo
patológico pero sobre todo extraordinario", añade.
Se calcula que en España quedan 2.000 fosas sin abrir donde hay al menos 100.000 desaparecidos sin nombre ni sepultura. Desde 2013 el Gobierno español ha destinado 0 euros del presupuesto para la ley de Memoria Histórica, con la que se subvencionaban básicamente exhumaciones.
"Aún hay quienes son capaces de decir que por qué quieren hacerlo, que
es un tema que hay que olvidar y que no hay que abrir heridas o desvelar
fantasmas. Desde el psicoanálisis sabemos que la única manera de cerrar
heridas es abrir la herida, limpiarla y cerrarla", sentencia Miñarro.
Con suerte, Maite Blázquez y Araceli Pena podrán hacerlo y cerrar así
una herida abierta durante generaciones.
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OTRA COSA: La cultura según Susana Díaz , de Rosa María Artal
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OTRA COSA: La cultura según Susana Díaz , de Rosa María Artal
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