Por Cristina Fallarás -
Si eres prostituta y te dan una paliza, siempre te queda la
posibilidad de fantasear con llamar a la policía, algo que no es
habitual, vaya por delante. Si el que te da la paliza es un policía, la
cosa se complica, pero aún puedes pensar que algún gobernante hará
justicia. Si además del policía, entre los clientes que disfrutan de ese
tipo de fiestas están también los gobernantes y cargos del partido en
el poder, llora. Solo eso: Llora.
Ni Las Vegas ni Tarantino: El PP en Baleares. Cocaína, palizas a prostitutas, sobornos, sesiones en clubes de putas solo para políticos y agentes de policía… El sumario del juez Penalva no tiene desperdicio, y lo del Partido Popular con las putas ya huele a infección. No hay trama de corrupción que salpique al PP donde no aparezcan cuerpos de mujer usados a cambio de unos euros. A veces ni euros.
Fue un tal Alejandro Halffter, siendo viceconsejero de Presidencia de la Comunidad de Madrid, de la panda de Esperanza Aguirre y Francisco Granados –qué gran pareja perdió el género chico cuando lo encerraron–, quien soltó aquello de “Hay que celebrarlo con un volquete de putas”. Nos enteramos en febrero de 2015, y poco imaginábamos la de sobresaltos prostibularios que iban a regalarnos los chicos del PP. Sin embargo, lo del “volquete”, esa idea de que las mujeres son como cascotes que uno vierte allí donde se hace la obra, ya da una idea.
Luego, en verano de 2015, llegaron las informaciones sobre el empresario Enrique Ortiz, ese que se iba de pijama-party con Sonia Castedo cuando era alcaldesa de Alicante (PP). El empresario pepero y el director de Bancaja, Aurelio Izquierdo, se las llevaban al yate y las llamaban “paquetes”.
Pasó el verano y Maica Jiménez, secretaria de Correa –mr. Gürtel, el que organizó la bodísima aquella de El Escorial–, nos regaló la frase de su jefe: “Necesito tres chicas, altas, rubias, que sean putas, muy putas”. Yo sigo dándole vueltas a lo que ese pájaro considera “muy putas”: ¿Con las tetas operadas? ¿Con mucha profesión en el cuerpo? ¿De Este? ¿Orientales? ¿Con tanga? ¿Sin dientes?
Y llegó Granados, claro. Ya sabíamos que Granados, entonces consejero de Presidencia de la Comunidad de Madrid, capo en el PP, manita derecha de Aguirre, cerraba los negocios con dantescas cacerías junto a su socio Marjaliza. Allí se celebraba la ceremonia de iniciación consistente en cubrir al novato con la sangre de las piezas. Allí el marisco llegaba en helicóptero. Allí, cómo no, las noches se cerraban con putas. Hace poco más de un mes hemos sabido que Granados pedía que le llevaran al hotel Alfonso XIII de Sevilla “putitas de confianza”. De tanta “confianza” que se las llegaban a llevar desde Barcelona.
Correa, Ortiz, Granados, volquetes, la Gürtel, la Púnica… Pensará alguno que vaya manía tengo yo con la prostitución. Pues sí. Querría que alguien me dijera si esas mujeres eran adultas o todavía eran menores. Querría que, de la misma manera que investigan de dónde sale el dinero que han robado, alguien se dedique a investigar si las putas de estos señores (y de todos los que no sabemos) eran esclavas sexuales, como sucede con la inmensa mayoría de las prostitutas en este país. Quiero que alguien investigue si estos empresarios, políticos, altos cargos afines al PP, usaron cuerpos de esclavas.
Porque a la que rascas un poco, el panorama es el que he garabateado en el primer párrafo: aterrador.
En el caso que investiga al que hasta hace dos días era el presidente del PP de Palma, José María Rodríguez, se desvela que, al menos en una ocasión, la prostituta usada era una menor. Está en el sumario del juez Penalva.
Ya sé que entre usar el cuerpo de una mujer de 18 años y el de una de 16 ó 17 parece que no hay mucha diferencia. Pero la hay, hay una diferencia abismal: Nuestros límites. A mí me gustaría que no se usara el cuerpo de ninguna mujer, de ninguna de las esclavas que en España se cuentan por decenas de miles. Pero es que, además, prostituir a una menor, y pagar por usar su cuerpo, son delitos fieros. Ahí hemos puesto nuestro límite, y me parece esencial denunciarlo con toda la repugnancia que seamos capaces, con toda la contundencia, gritar que nosotros consideramos que aún es una niña. Que no hay que follarse a una niña, pagar por penetrarla, por violentarla.
Es nuestra frontera.
En los tabernáculos y las componendas que rodean los casos de corrupción del PP hay putas, muchas putas, demasiadas putas, volquetes de putas. Pero es que ahora, además, parece que hay una menor. Ojo.
Agarrémonos al menos a esto, a falta de otra cosa.
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OTRA COSA: Homenaje póstumo a Fernando Sabido Sánchez
Ni Las Vegas ni Tarantino: El PP en Baleares. Cocaína, palizas a prostitutas, sobornos, sesiones en clubes de putas solo para políticos y agentes de policía… El sumario del juez Penalva no tiene desperdicio, y lo del Partido Popular con las putas ya huele a infección. No hay trama de corrupción que salpique al PP donde no aparezcan cuerpos de mujer usados a cambio de unos euros. A veces ni euros.
Fue un tal Alejandro Halffter, siendo viceconsejero de Presidencia de la Comunidad de Madrid, de la panda de Esperanza Aguirre y Francisco Granados –qué gran pareja perdió el género chico cuando lo encerraron–, quien soltó aquello de “Hay que celebrarlo con un volquete de putas”. Nos enteramos en febrero de 2015, y poco imaginábamos la de sobresaltos prostibularios que iban a regalarnos los chicos del PP. Sin embargo, lo del “volquete”, esa idea de que las mujeres son como cascotes que uno vierte allí donde se hace la obra, ya da una idea.
Luego, en verano de 2015, llegaron las informaciones sobre el empresario Enrique Ortiz, ese que se iba de pijama-party con Sonia Castedo cuando era alcaldesa de Alicante (PP). El empresario pepero y el director de Bancaja, Aurelio Izquierdo, se las llevaban al yate y las llamaban “paquetes”.
Pasó el verano y Maica Jiménez, secretaria de Correa –mr. Gürtel, el que organizó la bodísima aquella de El Escorial–, nos regaló la frase de su jefe: “Necesito tres chicas, altas, rubias, que sean putas, muy putas”. Yo sigo dándole vueltas a lo que ese pájaro considera “muy putas”: ¿Con las tetas operadas? ¿Con mucha profesión en el cuerpo? ¿De Este? ¿Orientales? ¿Con tanga? ¿Sin dientes?
Y llegó Granados, claro. Ya sabíamos que Granados, entonces consejero de Presidencia de la Comunidad de Madrid, capo en el PP, manita derecha de Aguirre, cerraba los negocios con dantescas cacerías junto a su socio Marjaliza. Allí se celebraba la ceremonia de iniciación consistente en cubrir al novato con la sangre de las piezas. Allí el marisco llegaba en helicóptero. Allí, cómo no, las noches se cerraban con putas. Hace poco más de un mes hemos sabido que Granados pedía que le llevaran al hotel Alfonso XIII de Sevilla “putitas de confianza”. De tanta “confianza” que se las llegaban a llevar desde Barcelona.
Correa, Ortiz, Granados, volquetes, la Gürtel, la Púnica… Pensará alguno que vaya manía tengo yo con la prostitución. Pues sí. Querría que alguien me dijera si esas mujeres eran adultas o todavía eran menores. Querría que, de la misma manera que investigan de dónde sale el dinero que han robado, alguien se dedique a investigar si las putas de estos señores (y de todos los que no sabemos) eran esclavas sexuales, como sucede con la inmensa mayoría de las prostitutas en este país. Quiero que alguien investigue si estos empresarios, políticos, altos cargos afines al PP, usaron cuerpos de esclavas.
Porque a la que rascas un poco, el panorama es el que he garabateado en el primer párrafo: aterrador.
En el caso que investiga al que hasta hace dos días era el presidente del PP de Palma, José María Rodríguez, se desvela que, al menos en una ocasión, la prostituta usada era una menor. Está en el sumario del juez Penalva.
Ya sé que entre usar el cuerpo de una mujer de 18 años y el de una de 16 ó 17 parece que no hay mucha diferencia. Pero la hay, hay una diferencia abismal: Nuestros límites. A mí me gustaría que no se usara el cuerpo de ninguna mujer, de ninguna de las esclavas que en España se cuentan por decenas de miles. Pero es que, además, prostituir a una menor, y pagar por usar su cuerpo, son delitos fieros. Ahí hemos puesto nuestro límite, y me parece esencial denunciarlo con toda la repugnancia que seamos capaces, con toda la contundencia, gritar que nosotros consideramos que aún es una niña. Que no hay que follarse a una niña, pagar por penetrarla, por violentarla.
Es nuestra frontera.
En los tabernáculos y las componendas que rodean los casos de corrupción del PP hay putas, muchas putas, demasiadas putas, volquetes de putas. Pero es que ahora, además, parece que hay una menor. Ojo.
Agarrémonos al menos a esto, a falta de otra cosa.
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OTRA COSA: Homenaje póstumo a Fernando Sabido Sánchez
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