jueves, 27 de julio de 2017

El crimen fue en El Bierzo


El crimen fue en El Bierzo. Pero no sólo allí. También fue en Granada donde mataron al poeta. O en Sevilla donde asesinaron a la anciana madre del sindicalista Saturnino Barneto, y dejaron su cadáver pudriéndose durante días en la plaza del Pumarejo para que los rojos supiesen quién mandaba.
El crimen fue por supuesto en Badajoz, en cuya plaza de toros se vivió uno de los mayores genocidios que haya conocido la Historia, y claro, también en Gernika, donde los alemanes exterminaron a la población civil en nombre de un bando que decía estar salvando a España. Sí. El crimen fue en muchos sitios a la vez, y en todos la indignidad hizo presencia, pero en pocos lugares llegó a ser tan canalla y despreciable como en El Bierzo. Concretamente en Ponferrada. Ese municipio leonés en el que la brutalidad y la barbarie acabaron con algo sagrado, en un crimen tan atroz que no debería ser olvidado jamás en la comarca.
Resulta obvio que de un régimen criminal no podía esperarse otra cosa que crímenes, y por eso las fosas que convirtieron a España en un cementerio siguen ahí, gritando en silencio y pidiendo justicia en un país anestesiado. Pero es que lo de Ponferrada resulta atroz incluso para una ideología tan sanguinaria como la franquista, pues allí los falangistas, embriagados de odio y protegidos por la cobarde inmunidad, asesinaron a sangre fría a una mujer embarazada y a su hijo de apenas tres años, cuyos únicos delitos habían sido estar emparentados con el sindicalista Isaac Cabo.
Como sucedió en toda España los nuevos amos al tomar la población hicieron sus listas negras, listas en las que Isaac evidentemente figuraba. Así, fueron varias las noches en que los falangistas asaltaron la casa de ese hombre para asesinarlo. Su mujer, Jerónima Blanco -de apenas 23 años y embarazada de seis meses-, estaba al cuidado del pequeño Fernando, y siempre respondía que su marido no estaba. Cansados de no poder saciar su sed de sangre, una terrible madrugada de agosto, los asesinos rompieron la puerta a culatazos, y sacaron a Jerónima a la calle donde la mataron a tiros sin que ningún vecino se atreviese a interceder por ella. Su hijo corrió peor suerte si cabía, pues ignorando su llanto desconsolado, los falangistas lo lanzaron por los aires disputándose divertidos entre ellos el dar diana en el cuerpo del pequeño, en una especie de macabro juego de tiro al plato que acabó a la vez con la vida y la inocencia de Fernando.
Los cuerpos de esos inocentes fueron abandonados y estuvieron tres días a la intemperie hasta que un hombre logró superar el miedo y los enterró. A Isaac Cabo también le tocaría perder a sus padres y a dos de sus hermanos a manos de los mismos verdugos, pero evidentemente nunca hubo castigo para sus autores. Los años de silencio impuesto por el franquismo no sirvieron para que en El Bierzo se olvidara lo sucedido, y setenta años después gracias a los esfuerzos de familiares y voluntarios de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, se pudieron exhumar los restos de Jerónima y Fernando. Hoy ambos poseen una calle en León en su memoria, pero en Ponferrada nada recuerda el crimen que sucedió allí en 1936.
Pero no crean que no se ha intentado hacer algo. Ya en 2008 se solicitó la rotulación de una calle para Jerónima Blanco y Fernando Cabo, aunque el alcalde del Partido Popular que gobernaba entonces Ponferrada entendió que aquello no era posible, llegando uno de sus concejales a afirmar que conceder la  calle sería ‘una discriminación con las otras víctimas y con sus familias’. Nada nuevo bajo el Sol desde luego. Pues poco se puede esperar de un partido fundado por franquistas que no parece querer pasar página y superar su pecado original. Aunque ahora, estando de nuevo el PP en el gobierno pero sin mayoría absoluta, estamos en un momento idóneo para sacar adelante la iniciativa. Una iniciativa que no podrá nunca resarcir a las víctimas ni hacer justicia, pero que por lo menos servirá para que los nombres de Jerónima y Fernando no caigan en el olvido. Porque el crimen fue en el Bierzo y eso no debe olvidarse nunca.
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OTRA COSA: A veces leo muertos..., de Xosé Manuel Pereiro 


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