Los grandes pensadores que escribieron la historia en masculino rezuman machismo. Rousseau, Kant, Schopenhauer, Freud o Aristóteles han legitimado la subordinación de las mujeres. Marx, y sobre todo, Engels se salvan. 16/03/2017 Sara Calvo Tarancón http://www.publico.es/sociedad/padre-democracia-misogino.html
En muchos libros de
historia se "olvidaron" de contar que la Declaración de los Derechos del
Hombre y el Ciudadano cocinada al calor de la Francia revolucionaria en
1789 solo hablaba justamente de eso, del hombre y del ciudadano.
A ninguno se le ocurrió pensar que las mujeres eran dignas de ser
reconocidas con ese elevado estatus, cuando su papel era la
subordinación. Al padre, al marido, al hombre que más cerca tuvieran.
Pero que no aparezca en la historia que nos contaron no quiere decir que
no haya pasado. Y sí, menos mal que llegó Olympe de Gouges dos años más tarde a incluir a la mitad olvidada de la población en la Declaración de los derechos de la Mujer y la Ciudadana.
"Hombre, ¿eres capaz de ser justo? Una mujer te hace
esta pregunta". Así empezaba este documento fundamental de la Revolución
Francesa que redactó De Gouges. Un texto que, unido a su simpatía por
los Girondinos, la auparía sin remedio a la guillotina. La justicia,
como cuenta la filósofa y profesora Ana de Miguel, es la única instancia
que no discrimina por razón de sexo. Con ella recorremos las luces y
sombras, las misoginias y las proclamas feministas de algunos de los
principales pensadores que escribieron la historia en masculino.
Rousseau se lleva la palma
"Conocer la historia del pensamiento patriarcal y
cómo los grandes pensadores y artistas han legitimado la superioridad de
los hombres y la subordinación de las mujeres es un imperativo
intelectual y moral, en terminología de Kant", empieza Ana de Miguel. El
primero que sube al estrado, el icono de la democracia moderna. "Ya en
el siglo XVIII pasaba por ser el príncipe de la igualdad", ironiza. El gran pensador francés Jean-Jacques Rousseau, más
igualitario que ninguno, defendió que sin equidad en materia económica
los hombres no podían mirarse a la cara los unos a los otros.
Mary Wollstonecraft "Las mujeres no quieren poder sobre los hombres sino sobre ellas mismas"
Fue
un gran adelantado de su tiempo, entre otros, por su estudio de la
democracia participativa: "Por eso tiene más delito todavía". ¿Por qué
se obvia esta cara, para nada oculta, del autor del Emilio, el
libro de referencia en materia de educación? Una obra en la que, por
cierto, se explica claramente que la mujer debe ser "pasiva y débil"
porque "pone poca resistencia" y porque están "hechas especialmente para complacer al hombre".
Todo lo demás, es secundario. "La mayor parte de la gente no sabe esto y
parece que no se tenga intención de saberlo". La profesora lamenta que
siguen siendo minoría las que conocen la otra parte. "No vale la excusa
de pensar que en aquella época no había debate, o de que es un
anacronismo llamarle misógino; no saber esto es pura ignorancia", lanza.
Justamente en esa obra cumbre, Emilio, o De la educación,
el último capítulo va dedicado a Sofía, en una especie de
representación social de la mujer, a la que excluye de forma natural del
espacio público para relegarla a la retaguardia del hogar. Rousseau
creía que ellas debían dejarse guiar por el juicio de los demás, y no
porque él así lo hubiera decidido, sino porque biológicamente era así.
Verdad irrefutable. Hija, esposa, y madre de ciudadanos, pero nunca
ciudadana. Dice el libro:
“La educación de las mujeres debe estar en relación con la de los hombres. Agradarles, serles útiles, hacerse amar y honrar por ellos, educarlos cuando niños, cuidarlos cuando mayores, aconsejarlos, consolarlos, hacerles grata y suave la vida son las obligaciones de las mujeres en todos los tiempos, y esto es lo que, desde su niñez, se les debe enseñar.”
"El hombre ha nacido libre y por todas partes se encuentra encadenado", pensaba Rousseau, siguiendo a Kant, y caía en el androcentrismo más absoluto al identificar al hombre y al ser humano neutral con el varón. Ya era hora de que los ciudadanos formaran parte importante de un contrato social que garantizara sus derechos naturales por encima de todo. Los ciudadanos, eso sí, solo los que se lo permitían la biología y estaban incluidos en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.
“La educación de las mujeres debe estar en relación con la de los hombres. Agradarles, serles útiles, hacerse amar y honrar por ellos, educarlos cuando niños, cuidarlos cuando mayores, aconsejarlos, consolarlos, hacerles grata y suave la vida son las obligaciones de las mujeres en todos los tiempos, y esto es lo que, desde su niñez, se les debe enseñar.”
"El hombre ha nacido libre y por todas partes se encuentra encadenado", pensaba Rousseau, siguiendo a Kant, y caía en el androcentrismo más absoluto al identificar al hombre y al ser humano neutral con el varón. Ya era hora de que los ciudadanos formaran parte importante de un contrato social que garantizara sus derechos naturales por encima de todo. Los ciudadanos, eso sí, solo los que se lo permitían la biología y estaban incluidos en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.
Mary Wollstonecraft contra el 'Emilio'
Mary Wollstonecraft merece especial atención ya que en su libro Vindicación de los Derechos de la Mujer (1792), la filósofa, escritora y 'abuela' de Frankenstein, critica frontalmente el Emilio de Rousseau, sobre todo por esa naturalización
que hacía de la subordinación femenina. Wollstonecraft culpaba
precisamente a la educación que Rousseau defendía como la principal
responsable de ahondar en esta desigualdad. Ella siempre apostó por que
las mujeres adquirieran las "virtudes humanas por los mismos medios que
los hombres, en lugar de ser educadas como seres a medias". Fue sin duda una
adelantada a su época al dar una definición del feminismo que nos
valdría también para la nuestra, ya que puntualizó que "las mujeres no
quieren poder sobre los hombres sino sobre ellas mismas".
Marx y sobre todo Engels, se salvan
Desde la Revolución Francesa, "pocas pero suficientes" continuaron la lucha hasta que en 1848, en la Convención de Séneca Falls, promovida por sufragistas estadounidenses como Lucretia Mott y Elizabeth Cady Stanton, firmaron
una denuncia por escrito contra las restricciones -políticas sobre
todo- a las que estaban sometidas las mujeres: no podían votar,
presentarse a elecciones, ni ocupar cargos públicos.
Sobre estas cuestiones reflexionaría Engels en su libro El origen de la familia, la propiedad privada y el estado; para
muchos, la primera declaración del marxismo sobre la cuestión de la
mujer. Ahí el filósofo alemán equiparaba la dominación de clase con la dominación de la mujer por el hombre.
El Manifiesto comunista ya concedía que, como las mujeres son personas,
también serán trabajadoras en la nueva república comunista. "Engels fue
mucho más feminista que Marx", asegura Ana de Miguel, pero este último
también asume que la mujer tiene derecho a un trabajo asalariado, aunque
buena parte del movimiento obrero en sus inicios pensaban que debían
"proteger" a sus mujeres del trabajo asalariado e incluso prohibir el trabajo femenino.
"La virtud de las mujeres es ser bella; la de los hombres, ser noble", dijo Kant
Marx
arremetía contra el patriarcado y la concepción de familia que de él
derivaba, quizá sobre todo por su necesidad de destruir lo viejo, de "eliminar la suciedad de los siglos" desde abajo. Pero según De Miguel, "Engels, como pasó con Condorcet y otros feministas, tuvo a una mujer a su lado que le confirmó la idea de que ellas también eran seres humanos igual que los hombres".
A Marx, quizá por su condición de señorito burgués y sus escarceos con
las criadas, le costó un poco más. "Los hombres que han visto la
igualdad es porque han tenido en su entorno mujeres que ya eran
feministas", mujeres con fuerza y garra, como Harriet Taylor Mill,
quien le exigió a su marido, el famoso economista John Stuart Mill, un
matrimonio entre iguales. Una verdadera revolución para la época.
Lo cierto fue que, en los albores del marxismo, la
lucha de las mujeres debía subordinarse a la lucha de clases. El
problema, según algunas corrientes feministas, radica en que la segunda
se comía a la primera. Es una obviedad que no todos los obreros eran
feministas, ni todas las comunistas lo eran. De hecho, el gran ideólogo
de la clase obrera, Pierre-Joseph Proudhon, llegó a decir
que una mujer igual al hombre significaría "el fin de la institución
del matrimonio, la muerte del amor y la ruina de la raza humana". El
lugar ideal para la mujer era el hogar o el burdel: “No hay otra
alternativa para las mujeres que la de ser amas de casa o
prostitutas”. Menos mal que mujeres como Clara Zetkin expandirían la semilla del feminismo durante la Segunda Internacional.
La lucha de clases y el feminismo
La relación entre izquierdismo y feminismo fue un
matrimonio infeliz, casi de conveniencia. "El marxismo lo considera una
lucha de segunda y, sobre todo, burguesa". Por eso, la Unión Soviética prohibió el feminismo
directamente. En Mayo delo 68, el debate sobre el aborto pasó a un
decoroso segundo plano para no crear enemistades con la opinión pública.
El propio Daniel Cohn-Bendit, uno de los líderes de la revolución de
los adoquines y ex eurodiputado, reconocía que las mujeres se enfrentaron al machismo de los hombres de izquierdas
de la época porque el eje fundamental que articuló aquellos
acontecimientos fue la reivindicación de la autonomía en la vida de cada
uno.
Nuria Varela: "No toleramos que se descalifique a Thatcher acudiendo a la misoginia"
En palabras de la escritora Nuria Varela,
"lo que hace una mal, lo pagamos todas, y no pasa lo mismo al revés,
cuando alguna hace algo bien, no pasa a la cuenta de resultados". Como
ejemplo, el propio caso de Thatcher. "La crítica de los que no pensaban
igual que la primera ministra de Reino Unido no iba hacia ella sino hacia todas las mujeres", y arroja la piedra sin esconder la mano: "A nadie se le ocurre pensar que después de un Calígula, un Hitler, un Franco o un Pinochet estén todos desacreditados para gobernar".
El feminismo siempre tiene un pero. Y si no es un pero, es un señor dando lecciones. "Margaret Thatcher era
antifeminista militante", recuerda Ana de Miguel. Otra cosa es que,
desde el feminismo, "no toleramos que se la descalifique acudiendo a la
misoginia", que se define como el odio específico que va en contra de
las mujeres solo por ser mujeres. Y recuerda esa frase que se dijo en
algún corrillo izquierdista en la que un hombre amenazaba con ir a
Bruselas a bajarle las bragas a Thatcher. Podríamos cambiar 'Thatcher'
por otro apellido: Cospedal, Merkel, Aguirre... "El feminismo no
te compromete a apoyar a una mujer por el hecho de serlo pero sí a ser
consciente del segundo plano que han ocupado ellas siempre en cualquier
ideología (y no solo)".
Schopenhauer, un "sinvergüenza de cuidado"
Toda la inteligencia y comprensión de lo humano de
Arthur Schopenhauer, todo su "pensar hasta el final" se termina cuando
llega a las mujeres y lanza contra ellas toda su retahíla de prejuicios.
La filósofa y profesa de la Universidad Rey Juan Carlos destaca la idea
que más odia del pensador alemán: "Las mujeres son la astucia de la
especie para que el ser humano real, que es el hombre, se reproduzca,
cosa que por su inteligencia no haría". Esto, traducido al cristiano,
podría visualizarse como la típica imagen de una chica joven y de
aspecto lujurioso que atrae a un hombre mayor incapaz de resistirse a la seducción de sus encantos. Aunque ella, lo único que quiere es reproducirse.
Schopenhauer, haciendo gala una vez más de su
pesimismo, creía que perpetuar la especie era perpetuar la vida y el
sinsentido de la cadena de dolor que representa. Algo como Adán y Eva y
la Biblia: "La chica es la tentación para que el hombre haga lo que en sus cabales no haría", completa Ana de Miguel.
Kant no se libra
Celia Amorós se preguntaba, ¿en qué coinciden Kant y
el frutero de la esquina? En su concepción de lo que es una mujer y
para qué sirve, se respondía a sí misma la famosa filosofa. "Kant es
patriarcal porque legitima la subordinación de la mujer al hombre en el
matrimonio al considerarlas inferiores y también es androcéntrico puesto
que identifica al ser humano con el varón". En cambio, el autor de la Crítica de la razón pura no fue tan misógino como su compatriota Schopenhauer.
Kant se limitaba a señalar que las mujeres carecían de la racionalidad necesaria para el deber moral: "La virtud de las mujeres es ser bella;
la de los hombres, ser noble. Las mujeres evitan el mal, no porque es
injusto, sino porque es fastidioso, y las acciones virtuosas son para
ellas acciones moralmente bellas. No les hablemos de necesidad, de
deber, de obligación... Yo casi no creo que el bello sexo se conduzca
por principios", dejó escrito Kant en Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime en 1764.
Aristóteles, patriarcal pero no misógino
Al estilo de Kant, la pensadora feminista Ana de
Miguel considera al griego Aristóteles, patriarcal pero no misógino,
porque es condescendiente con las mujeres. Su papel era estar en el gineceo cuidando de los niños aunque nunca pensando y estudiando. Aristóteles define la polis como la asociación soberana, final y más perfecta, en oposición a lo doméstico, considerado como lo otro. En ese lo otro habitan los "débiles por naturaleza", quienes merecen mayor indulgencia porque tienen la negra: aparte de una cuestión de inferioridad biológica, les cuesta horrores resistirse a los vicios, que ya sabemos que son la causa de todo los males del mundo clásico.
El falocentrismo enfermizo de Freud
No se salvan de la quema nombres quizá algo más desconocidos para el público en general como Locke o Hume. ¿Y qué pasa con Platón?
"Vamos a dejarlo fuera de la lista negra porque en su utopía no dejaba a
las mujeres ser filósofas pero sí guerreras". Al que no perdona es al
creador del psicoanálisis. Sigmund Freud tenía a las sufragistas debajo
de casa y las consideraba unas desviadas enfrentadas a su feminidad
porque la realización de la mujer -según él- se producía solo bajo dos
preceptos: uno, con el matrimonio, y el otro, teniendo un hijo que, eso sí, saliera varón. Si era chica no valía.
"Freud dio legitimidad a la desigualdad y a la
inferioridad de la mujer en términos laicos y, encima, era progre",
resalta Ana de Miguel. En uno de sus textos, Freud cuenta que cuando un niño ve por primera vez a una niña desnuda se queda horrorizado al ver a ese ser castrado y notablemente inferior que sugestiona al futuro hombre a sentir pena y compasión o directamente horror y disgusto.
Autoras como Kate Millett se referieron al famoso psicoanalista como
"la mayor fuerza contrarrevolucionaria de la ideología que sustenta la
política sexual". Para Juliett Mitchell, en cambio, la gran aportación
de Freud al feminismo fue haber descubierto la sexualidad como fuerza
vital básica, también muy a pesar, para las mujeres: esos seres que
resquebrajan la idea freudiana de que la principal característica del ser humano es el pene...............................................
OTRA COSA: Analicemos. Unos siete millones de españoles odian profundamente la segunda República, de Marisa Peña
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