"¡Venga ya, feministas de mierda, que queréis limitar mi 
derecho a congelarme con el escote y la minifalda a ocho grados y a 
tener fiebre cada noche!"
Ya es hora de explicar que la pretendida facultad de las mujeres para elegir prostituirse, o alquilar sus úteros o someterse a cualquier otra clase de explotación sexual, no es una opción moralmente aceptable
    Elisa Beni  6/05/2017 http://www.eldiario.es/zonacritica/Kant-paragueras_6_640845916.htmlYa es hora de explicar que la pretendida facultad de las mujeres para elegir prostituirse, o alquilar sus úteros o someterse a cualquier otra clase de explotación sexual, no es una opción moralmente aceptable
 
    
"Nos contratan para ser vistas, esa es nuestra principal función". "Sólo tenemos que sonreír y ser felices".
Las paragüeras de Jerez se revuelven y nos devuelven a la hermosa 
imagen de la libertad conquistada por las mujeres para elegir lo que 
siempre combatimos. La nueva mujer pergeñada por el neoliberalismo es 
libre ya para elegir vivir de exhibir su cuerpo como un jarrón chino, 
alquilar su útero, quedarse en casa con los niños o ser puta. La nueva 
mujer ya puede elegir todo aquello que la sociedad patriarcal quiso 
imponerle siempre. ¡Viva el neoliberalismo redentor! Ya no te putean 
sino que eliges putearte. No te explotan de becario, que eres tú el que 
libremente eliges aprender durante 14 horas sin ver un duro.
¡Venga ya, feministas de mierda, que queréis limitar mi 
derecho a congelarme con el escote y la minifalda a ocho grados y a 
tener fiebre cada noche! ¡No soy una mujer objeto!  ¡Que he elegido yo 
que me contraten al peso y a la cinta métrica -nunca mucho más alta que 
los pilotos que son bajitos- para animar el cotarro, que a los hombres 
les gusta ver niñas monas!
La libertad del 
capitalismo desbocado, en la que sólo cuenta el deseo y el dinero que 
tengas para satisfacerlo. Ese concepto de libertad humana que se 
extingue en la propia individualidad y que siempre, siempre, por el mero
 hecho de aparentar ser una elección unipersonal y privada, consigue un 
objetivo ético y moralmente aceptable.  Y digo aparentar porque cuando 
una paragüera nos recrimina: "a mi como mujer no me están defendiendo, 
me están quitando el trabajo" o "estamos en contra de que nos quiten el 
trabajo, en mi caso todo lo que salga es bueno que la matrícula de la 
Uni son mil euros" a lo mejor tenemos que entender su voluntad viciada 
por la necesidad en la provincia con más paro de España.
Más allá de eso, es conveniente atreverse a introducir la idea de que 
incluso lo que aparentemente es bueno para un individuo no lo es para la
 colectividad, ni para la sociedad en la que vive. Decir esto en el 
momento actual semeja casi revolucionario aunque, en realidad, es la 
máxima por la que hemos llegado hasta como humanidad hasta el momento 
presente.
Las elecciones individuales y el ejercicio 
de la libertad no están exonerados de un sentido moral. No todo aquello 
que elija el individuo es moralmente aceptable. La moral no es un 
concepto religioso, sino una conquista de la especie que nos ha 
permitido mejorar nuestra vida en sociedad desde los albores del  homo sapiens
 hasta la actualidad. Ya es hora de explicar que la pretendida facultad 
de las mujeres para elegir prostituirse, o alquilar sus úteros o 
someterse a cualquier otra clase de explotación sexual, no es una opción
 moralmente aceptable. No lo es desde el punto de vista de la moral 
individual pero tampoco desde la moral social y desde esta última se lo 
reprochamos, porque sus opciones personales repercuten en el cuerpo 
social y en la posición que el resto de las mujeres ocupamos.
Kant -el filósofo de la moral de la razón- formuló su imperativo 
categórico para expresar la fórmula que el individuo debería utilizar 
para valorar si su elección personal es una elección moralmente 
aceptable. "Actúa de modo y manera que la máxima de tu voluntad pueda 
ser elevada a categoría de ley universal", afirmó en una de sus 
formulaciones. Así vendríamos a que la opción de una mujer aislada 
sobre, por ejemplo, ganarse su vida cobrando por tener relaciones 
sexuales sería moralmente buena si la máxima "ganarse la vida cobrando 
por sexo con desconocidos es bueno" pudiera ser elevada a ley que 
sirviera como aserto moral universal y que tal opción pudiera devenir en
 norma de vida general. Aún no han encontrado los interesados en 
mantener este mercado forma de convencernos de que prostituirse sea una 
opción moral que mayoritariamente favorezca a las mujeres en general. 
Están en ello.
Eso mismo pueden aplicarlo a todas las
 demás cuestiones que esbozábamos. Díganme si la opción individual "me 
gano la vida de florero adornando con mi carne el márketing de un 
deporte"  o la opción "alquilo mi útero y el control de mi vida a cambio
 de un dinero  a unos desconocidos" puede convertirse en norma moral 
universal del tipo: "es bueno ganarse la vida de florero" o "es bueno 
gestar por dinero para desconocidos". Si creen que sí, pasen a difundir 
en su entorno que esa norma es la mejor para todas las personas que le 
rodean.
La manipulación de la moral liberal ha 
conseguido instalar en muchas mentes la idea de que se es más libre 
cuando nuestras elecciones no tienen en consideración el bien social. Y 
no es así. Existimos en sociedad y nuestros derechos y libertades lo son
 en tanto que formamos parte de un ente superior de colaboración entre 
seres humanos que nos hizo adelantar como especie sobre todas. Somos 
libres e iguales en tanto que somos en sociedad, por tanto una 
consideración moral de nuestros actos pasa por la consideración de la 
moralidad que estos tengan para el resto del grupo humano en el que nos 
inscribimos. Matar puede ser una opción beneficiosa para un individuo 
concreto pero es terriblemente desestabilizadora para el conjunto de la 
sociedad, en tanto no podemos convertir en ley universal que cada uno se
 deshaga de quien le molesta, y por ello socialmente lo castigamos. La 
ley no es sino la última barrera de la sociedad para impedir que las 
elecciones individuales la destruyan.
Explico todo 
esto a las paragüeras de Jerez para que entiendan que las feministas y 
quienes quieren acabar con este bochornoso espectáculo -como ya han 
hecho Australia o en el País Vasco- no les estamos limitando ninguna 
libertad sino que estamos asegurando la libertad y la dignidad de las 
mujeres como grupo social, lo que constituye un bien muy superior al de 
su propia voluntad. Lo que tienen que hacer es luchar por que las becas y
 no las tetas cubran el coste de sus estudios universitarios. Esa 
elección sí les aseguraría un bienestar moral remarcable incluso en 
estos tiempos en los que la acción humana parece haberse independizado 
falsamente de la cuestión social.
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OTRA COSA: La biografía prohibida de Juan Rulfo
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