- El profesor Xabier Irujo desvela cómo los regímenes de Franco, Hitler y Mussolini trataron de esconder y minimizar la masacre en la villa vizcaína
- Así quedó Gernika tras el bombardeo del 26 de abril de 1937 (Getty Images)
“Yo cruzaba cadáveres de mujeres y niños que habían sido muertos, según huían del pueblo, por las bombas y las ametralladoras de los aviones. ‘Ayes’ de moribundos y agonizantes destrozaban mis oídos. Nunca podré olvidar aquel cuadro trágico en el que una mujer llevaba entre sus brazos a un niñito y lo estrechaba contra su pecho. El niño gritaba: Amatxo, hiltzera noa (Amatxo, voy a morir), y la madre envolviendo a su hijito con los cabellos desgreñados, mientras corría inconscientemente, al azar, le respondía: Ez beldurtu ume; biak hilko gara (No te asustes, hijo, moriremos los dos). Apenas había terminado de hablar la madre, un avión, descendiendo a veinte metros, los ametralló y mató”. Este es solo uno de los testimonios que el 26 de abril de 1937 sobrevivió al bombardeo de Gernika. Xabier Irujo, director del Centro de Estudios Vascos de la Universidad de Nevada, desmonta las mentiras sobre el indiscriminado ataque en su libro Gernika (CRITICA).
El 26 de abril, el día del ataque, había mercado, como cada lunes, y la villa podía albergar hasta 12.000 personas.
El Gobierno de Euskadi había enviado trenes especiales a fin de abastecer de comida a la masa de refugiados de Bilbao, que sufría los efectos del bloqueo naval. Ello explica la masiva afluencia de gente al mercado. Apenas diez días después del bombardeo la cifra de refugiados en Bilbao se elevó a 150.000 personas y llegó a 250.000, según el cónsul norteamericano en Bilbao, William E. Chapman. En Bilbao había hambre y en Gernika había comida, de modo que se enviaba fundamentalmente a mujeres y niños a comer a estos mercados situados en áreas rurales con abundancia de huertas y campos de siembra.
Gernika, ¿un bombardeo de terror y un experimento de guerra?
Ambas cosas. Mediante este bombardeo se pretendió sellar la guerra en Euskadi pero al mismo tiempo el mando alemán y, en particular el coronel Wolfram von Richthofen, experimentaron en Gernika un nuevo modelo o estrategia de bombardeo consistente en inmovilizar a las víctimas dentro de un anillo de fuego generado por bombas explosivas de gran tamaño y una extraordinaria proporción de bombas incendiarias. No fue éste el único experimento de la Legión Cóndor en general o de Richthofen en particular, quien durante la campaña de Polonia redujo la ciudad mercado de Frampol a cenizas en el curso de otro experimento de guerra.
Franco. Nadie más podía ordenar un bombardeo sobre una población. Por supuesto, la movilización de 59 aviones, el 20% de la fuerza aérea rebelde en abril de 1937 sobre un único objetivo durante tres horas y media, no pudo pasar inadvertida al general Alfredo Kindelán, jefe del aire del ejército golpista. En este caso, como en las más de 1.000 operaciones de bombardeo ejecutadas en suelo vasco entre julio de 1936 y agosto de 1937, se siguió la cadena de mando y la disposición del artículo tercero de las ordenanzas del aire: la orden de bombardeo sobre poblaciones sólo puede emanar del cuartel general del generalísimo.
¿El ataque a Gernika estaba planeado para el lunes 19 de abril? ¿Por qué se cambió la fecha?
El mal tiempo obligó a los bombarderos rebeldes a quedarse en tierra varios días entre el 12 y el 24 de abril. El día 19, donde no llovió abundantemente pero las nubes eran excesivamente bajas, marcaba el paso de las tres semanas tras las cuales, de acuerdo con los planes de la ofensiva de primavera sobre el frente vasco, caería Bilbao. Coincidía además con una fecha muy importante en el calendario nazi, el 20 de abril era el cumpleaños de Hitler. Pero el día 20 las tropas rebeldes apenas habían avanzado 15 kilómetros hacia el norte y menos de 5 kilómetros hacia el oeste y se hallaban aún a dos meses de alcanzar Bilbao. El bombardeo debía realizarse un lunes, día de mercado, por lo que se aplazó una semana, hasta el día 26.
Nadie más que Franco podía ordenar un bombardeo sobre una población”
Bastico, Pinna, Castellani y Velardi entre otros líderes italianos eran seguidores de las doctrinas del domino del aire de Giulio Douhet y conocedores del valor psicológico de los bombardeos como arma de terror tras las campañas de Libia y Abisinia. Pero el mando alemán también creía en este poder y los bombardeos de Varsovia y Rotterdam son buenos ejemplos de ello. Siguiendo esta lógica de golpear fuertemente y quebrar la moral del enemigo, los tres mandos implicados en el bombardeo de Gernika solicitaron la rendición de las fuerzas vascas al gobierno vasco el 27 de abril, inmediatamente después del bombardeo.
¿El pacto de no intervención de las potencias europeas durante la Guerra Civil española fue una “farsa deshonesta”, como dijo el embajador estadounidense en España?
Sí lo fue. De hecho fue la primera gran mentira: “Italia y Alemania no han enviado tropas en apoyo de Franco… son voluntarios”. Acto seguido, se subrayó el papel de estos regímenes en el seno del comité de no-intervención y se negó a la República la compra de armamento. Tal como señaló el reportero británico George L. Steer, cuando el aviador Karl G. Schmidt fue capturado el 4 de enero de 1937 después de que su Junker Ju52 fuese derribado mientras bombardeaba Bilbao, los gudaris que lo apresaron comprobaron que su paracaídas de seda había sido fabricado en Alemania en una fecha interesante: veinticuatro horas antes de la adopción del acuerdo de no intervención por parte de Hitler. Por todo ello, el periodista Claud Cockburn aseguró que no había que creer nada hasta que no fuera oficialmente negado.
Fue mucho más que una guerra, y mucho más que civil y española. Ninguno de los principales líderes de ambos bandos entendía que fuera una guerra civil y española, un concepto acuñado con evidentes intereses políticos en el seno del comité de no-intervención. El cardenal Gomá expresó con contundencia que aquella era una guerra “por la salvación de Europa”. También Hitler opinaba que aquella era una lucha en la que la intervención alemana había sido masiva y decisiva: “Una cosa es absolutamente segura. La gente dice que fue una intervención divina la que decidió la guerra civil en favor de Franco; quizá sea así, pero no fue una intervención del estilo de las de la Madre de Dios, sino la intervención del general alemán von Richthofen y de las bombas de sus escuadrones que llovían desde el cielo las que decidieron la cuestión”.
Y el escenario bélico español permitió poner a prueba la maquinaria de guerra alemana, partiendo de la base que dirigentes nazis como Göring pensaba que la Segunda Guerra Mundial se libraría y se ganaría en el aire…
No se equivocaba. La Segunda Guerra Mundial se sentenció con dos bombas atómicas. La demostración de este inmenso potencial de la aviación de bombardeo le valió a Göring el título de sucesor de Hitler ampliando notablemente su esfera de poder dentro del Tercer Reich, y algo no menos importante, le permitió multiplicar por cinco su sueldo en muy pocos años gracias a las exhibiciones de potencia de fuego de la Legión Cóndor durante la guerra.
Así fue. Del total absoluto de 340 aviones de la aviación rebelde el 17 de abril 1937, incluyendo aquellos que se encontraban en proceso de montaje, el 58% estaba bajo mando directo extranjero y 303 eran de origen alemán o italiano, esto es, un 89%. Frente a esta masa aérea, Bilbao estaba defendido por ocho cazas a principios de abril de 1937 y el campo de aviación de Lamiako en Leioa sufrió 18 bombardeos entre el 6 de abril y el 16 de mayo de 1937. Uno de los telegramas más dramáticos es el del lehendakari Agirre solicitando aviones de caza al president Companys el 9 de abril. Éste, obviamente, tampoco tenía ninguno.
¿Por qué no hay órdenes de bombardeo firmadas por los altos mandos españoles?
Nadie quería firmar éstas y otras órdenes comprometidas. Richthofen describió en su diario cómo Mola se negó a firmar la orden de bombardear una fábrica y cómo le tuvo que obligar a hacerlo. Probablemente ésta fue una de las pocas órdenes de bombardeo que firmó un general en el curso de la guerra. Hay un documento particularmente interesante firmado por Carlo Bossi en Salamanca el 4 de mayo de 1937, días después del bombardeo de Gernika, en el que expresa que “no sería superfluo estar en posesión de la documentación con la que, cuando las circunstancias lo permitan, se pueda desligar por completo nuestra responsabilidad de la del Gobierno Nacional por las masacres del pasado y del porvenir”. Era importante borrar cualquier evidencia documental de la comisión de cualquier tipo de atrocidad. Y a partir del 4 de mayo los partes oficiales de bombardeo italianos pasan a ser completamente genéricos e imprecisos. Los alemanes lo fueron desde un principio.
El lehendakari Agirre solicitó aviones al president Companys pero este tampoco tenía ninguno”
El bombardeo se llevó a cabo en varias fases. En una primera, un solitario Heinkel He51 en dirección este-oeste bombardeó con seis bombas de 10 kilos el centro urbano. Posteriormente los tres bombarderos de la escuadrilla experimental de von Moreau atacaron el centro urbano y destruyeron el sistema de bombeo de agua y, minutos después, los italianos bombardearon el centro urbano en dirección norte-sur. Esta primera fase provocó que los servicios de emergencia acudieran al centro y que los civiles se protegieran en los refugios, donde a muchos de ellos les aguardaba una muerte segura. En una segunda fase, los cazas y aviones de ataque a tierra ametrallaron y bombardearon en círculo, generando un perímetro de fuego alrededor de la villa y evitando que nadie abandonara Gernika. En una tercera fase, los Junkers Ju52 procedentes de Burgos se acercaron desde el norte, por el mar, sin ser avistados, y también bombardearon el centro. Lanzaron gran cantidad de bombas destructivas de 250 kilos y miles de incendiarias. Tras 100 minutos de ataque, los cazas y los aviones de ataque a tierra volvieron a generar un círculo de fuego durante otros 100 minutos, evitando que las últimas víctimas abandonaran la villa y murieran enterradas bajo los escombros, incineradas o ametralladas.
¿Lo primero que murió en Gernika fue la verdad?
Nunca he compartido esa expresión. En Gernika murieron seres humanos de carne y hueso, como resultado de un experimento de guerra. Aparte de esto, la verdad nunca murió y la historiografía en torno al bombardeo es testigo de ello. La dictadura censuró durante cuarenta años el acceso a la verdad e impuso su verdad oficial o alternativa a la que otorgó el apelativo de “la única verdad”. En suma, el régimen franquista procuró matar y enterrar la verdad, pero no lo logró. Y si se continúa invirtiendo en educación, las labores de investigación que se seguirán realizando en el futuro en torno a ésta y otras atrocidades lograrán que impere la verdad sobre la mentira. La obra ya clásica de Herbert R. Southworth trata en amplitud sobre la mentira franquista y neofranquista en torno al caso Gernika.
Más de 2.000 personas perdieron la vida en Gernika el 26 de abril. El debate en torno al número de víctimas es una mera cuestión metodológica. Todos los documentos de que disponemos y cincuenta testimonios directos corroboran esta cifra. Todos ellos cumplen los ocho principios básicos para la valoración de las evidencias historiográficas. Estos cincuenta testimonios constituyen el 100% de los testigos directos del bombardeo que dieron a conocer de forma libre y sin coacción un número de víctimas mortales en un momento próximo al tiempo en el que tuvieron lugar los hechos en cuestión, suscribieron un número de víctimas igual o superior al proporcionado por el reportero George Steer (800 víctimas mortales), en línea con la relación de víctimas mortales elaborada por el gobierno de Euskadi. La literatura reduccionista se limita a tildar de “exageraciones” estas cifras sin ningún aporte documental. El caso de la utilización indebida e incluso fraudulenta de fuentes históricas en el caso del refugio de Andra Mari, donde hubo entre 450 y 500 víctimas mortales y se ha pretendido reducir a 45, es un ejemplo evidente de este intento por enterrar la verdad y por hacer desaparecer la memoria de las víctimas.
Las tropas franquistas cercaron Gernika, pero no recuperaron ni identificaron los cuerpos. Lo que hicieron fue borrar cualquier indicio material del bombardeo. ¿Incluso los registros de fallecidos?
Se borró todo, se rasgaron páginas de registros y se tacharon nombres de los libros parroquiales. Pero fundamentalmente, tal como expresaron algunos de los prisioneros de guerra obligados a llevar a cabo las labores de desescombro, cuando encontraban cadáveres los obligaban a continuar trabajando, sin realizar ningún registro. Los cuerpos de las víctimas fueron retirados con el resto de los escombros a los depósitos de despojos. De hecho, las tareas de la primera fase de desescombro de la villa no dieron comienzo hasta el 21 de febrero de 1939, casi dos años después del bombardeo, y el 24 de diciembre de 1941 no se había concluido ni tan siquiera el desescombro del casco antiguo. Tras haber retirado 91.000 m3 de escombro durante más de tres años de trabajo no se registró ni una sola muerte.
Más de 2.000 personas perdieron la vida en Gernika el 26 de abril
Así es. Ni éste ni el informe Estanislao Herrán lograron borrar la verdad. En esencia, Franco ordenó escribir estas dos exposiciones a fin de dotar de carácter “científico” a la versión oficial y sin embargo aún hay autores que citan estos dos informes como si se tratara de fuentes históricas fiables y veraces. La literatura reduccionista o revisionista basa sus versiones de la verdad en documentos que carecen de toda credibilidad, al tiempo que omite o desacredita de forma sistemática los testimonios orales y los documentos producidos por reporteros y observadores internacionales sin el menor aporte documental que lo soporte. Metodológica y éticamente, esto es del todo inapropiado.
¿Franco llegó a vetar una investigación del Comité de No Intervención?
Sí. El 27 de abril el bombardeo ya había saltado a la primera plana de la prensa mundial y se convirtió de inmediato en un tema de enorme calado mediático. Por citar dos ejemplos, The New York Times publicó 63 artículos sobre el bombardeo en los 76 días que separan el 26 de abril del 14 de julio y La Vanguardia publicó un total de 93 artículos sobre el bombardeo en 1937, 72 de ellos antes de que Picasso colgara su magnífico lienzo en la exposición universal de París. Este hecho provocó la mentira franquista y, como reacción a la misma, el lehendakari Agirre pidió una investigación internacional neutral. Franco negó esta posibilidad y tanto Joachim von Ribbentrop como Dino Grandi se encargaron de dinamitar esta iniciativa en el seno del comité de no-intervención esgrimiendo que los muertos en Gernika “ciudad de segunda o tercera importancia” no eran muchos y que, por consiguiente, este hecho no merecía una atención especial.
Hablar del bombardeo fue durante mucho tiempo delito. Una anécdota lo ilustra. Un nuevo párroco fue destinado a Gernika tras el bombardeo, encargado de perpetuar la historia del incendio. Un día tras otro el sacerdote repetía desde el púlpito la misma historia a los fieles, muchos de los cuales acudían a diario a misa. Tras un tiempo dos de estas mujeres comentaron al sacerdote en privado que ellos no habían quemado Gernika y que la villa había sido bombardeada. Un día después se presentaron las autoridades ante las puertas de ambas. Allí se les rasuró y se les dio de beber aceite de ricino. Posteriormente fueron paseadas a través de Gernika durante todo un día. Cumplieron una pena de 27 meses en prisión. Así aprendieron a repetir que Gernika había sido pasto de las llamas.
¿Gernika fue un símbolo?
Gernika se convirtió en un símbolo de las libertades y de la democracia a partir del siglo XVIII y, fundamentalmente, tras la Primera Guerra Carlista cuando en 1853 Iparragirre compuso el zortziko Gernikako Arbola, que es un himno para los vascos. Y por constituir tal símbolo ha sido objeto de graves violencias. Cien años antes del bombardeo, bajo el lema del partido liberal “fueros y petróleo”, el general Baldomero Espartero ordenó quemar el roble de Gernika, la Casa de Juntas y el conjunto de la villa, y colocar una inscripción sobre sus ruinas en la que se leyera: “Aquí fue Gernika”. Los símbolos atraen a menudo lo mejor y lo peor de cada pueblo y en consecuencia son objeto de veneración y también de vejación.
Hablar del bombardeo fue durante mucho tiempo delito, incluso en Gernika
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