Josep Emili Arias    https://asturiaslaica.wordpress.com/2017/06/05/lomce-esa-flagrante-confusion-entre-la-creencia-y-el-conocimiento/   Rebelión

Un sistema educativo, dentro de la OCDE, 
no debe permitir que una asignatura de religión confesional obtenga el 
mismo estatus académico que las asignaturas troncales de bachiller/ESO. 
La condición de credo no debe otorgar ninguna ventaja académica con la 
cual redimir cursos y engorda nota media. Un sistema educativo no debe tolerar alumnado “salvado” por su creencia.
 Todo sistema educativo ha de quedar desligado de cualquier 
ideologización, más cuando la creencia religiosa está exonerada de la 
razón y el conocimiento. 
Adoctrinar no es impartir conocimientos, 
es influir en la conciencia y la moralidad del alumnado. La fe religiosa
 es una actitud de compromiso hacia una determinada doctrina e inmersa 
en una parte muy subjetiva de la persona -la espiritualidad-, un estado 
muy ajeno a la objetividad del conocimiento y la razón. La creencia 
religiosa sólo está sujeta a la conciencia y la convicción personal, por
 ello, todo credo confesional ha de quedar excluido del currículo 
académico evaluable. La fe pertenece al plano personal, privativo, 
familiar y eclesial. Exponer en el aula el «misterio de la Santísima 
Trinidad» jamás puede ser conocimiento académico evaluable por ser una 
suposición idealizada desde la fe y amparada por el dogma. ¿Por qué la 
subjetividad de “creer” ha de ostentar el mismo mérito académico que la 
objetividad de las matemáticas, la química o la termodinámica? Puestos a
 ensalzar las creencias, impartamos astrología en las aulas.
Esta privilegiada concesión de la ley 
LOMCE (8/2013, Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa) -ley
 actualmente paralizada y en subcomisión- tan condescendiente con la 
asignatura de Religión católica, nos ha retrotraído a la Europa del 
Medievo: «La fe por encima de la razón». Donde el alumnado se ve 
seducido a escoger las bondades de esta asignatura “maría” por el hecho 
de: aprobarse sólo con la asistencia, de poquísimas horas lectivas y por
 su facilidad en lograr excelente nota con la cual amañar el curso y 
engordar la nota media de corte de acceso universitario (PAU). 
Pervertimos al alumnado y al propio sistema educativo, y una religión 
convertida en el mercadeo más rentista. 
El teorema de Pitágoras, las ecuaciones 
electromagnéticas de Maxwell, e incluso cualquier partitura sinfónica, 
son bellas expresiones del conocimiento humano. Pues tanto la 
proposición de un teorema matemático como el lenguaje de una partitura 
musical poseen una interpretación única, concluyente y universal. Cosa 
muy distinta es la teología, donde sus dictámenes teologales evidencian 
mucha anfibología, donde un mismo versículo bíblico admite juicios muy 
contradictorios según qué credo judeocristiano lo interprete (judío, 
protestante, católico, Testigos, evangelistas). Las confesiones 
monoteístas y sus teologías no son conocimiento al uso, son una 
disciplina que -únicamente- está sujeta a la subjetividad de la fe y al 
dogma impuesto. Las religiones y sus teologías sólo sobreviven en el 
campo de la fe. 
A ningún alumno se le obliga a que 
comulgue con las tesis de Bertrand Russell y de Nietzsche, ni con los 
postulados ateístas «no creacionistas» de Stephen Hawking y de biólogo 
Richard Dawkins, pero tales teorías resultan tangibles y contrastables, 
son razonamientos exentos de adoctrinaje y que se mueven en lo 
observacional y experimental, son fruto de nuestro pensamiento evolutivo
 y, nos gusten o no, son postulados teóricos a impartir y evaluar en las
 aulas. Cosa muy distinta son los credos y sus teologías que conllevan 
un adoctrinamiento, cuyas nociones son intangibles, incontrastables y 
que no admiten experimentación. Famosas fueron las banales conjeturas de
 la teología romana, desde pretender conocer el sexo de los ángeles 
hasta el cálculo del aforo de cielos y purgatorios. Unas resoluciones 
teológicas sustentadas sobre suposiciones y especulaciones, terrenos muy
 ajenos a la noción de conocimiento. No recuerdo qué filósofo expresó: 
«Al final la teología no es más que un apilamiento de suposiciones y 
entelequias apuntalado por convenidos dogmas». ¿Te imaginas una ciencia 
gobernada por el dogma y no sometida al método y al libre examen? 
Todo un despropósito en el s. XXI, pues 
resulta paradójico que el Parlamento Europeo promueva iniciativas para 
combatir el fanatismo religioso (documentos: serie La Europa de los 
ciudadanos), mientras nuestro sistema educativo encumbra y pontifica la 
asignatura de Religión católica como conocimiento académico evaluable y 
computable. 
El conocimiento científico, al igual que 
la historicidad, avanzan gracias a su permanente exposición al libre 
examen que le confiere la cualidad del rigor concluyente. Sin embargo 
las creencias religiosas, sus teologías y sus revelaciones, sólo caben 
ser asimiladas desde la fe, campo exento a la razón ya que no son 
conocimiento contrastable ni falsable. Los credos no entran al 
laboratorio, sus dogmas rehúyen el debate y las preguntas incomodas. Pretender homologar la creencia religiosa como conocimiento académico evaluable es todo un radicalismo. 
Tal concesión legislativa, para 
preeminencia y hegemonía de un exclusivo credo, viola la 
aconfesionalidad del Estado. En la LOMCE, la asignatura de confesión 
católica quedó blindada como oferta obligatoria para todos los centros 
de Primaria bachiller/ESO, sí o sí todo centro ha de ofertarla y 
evaluarla. Obteniendo una clara ventaja sobre sus dos posibles optativas
 “Valores éticos” y “Segunda lengua extranjera”. Y, sobre todo, sin la 
competencia de las otras religiones cristianas de raigambre europea que 
se profesan en nuestro país y mostrando, así, su arrogante posición 
dominante y de privilegio.
Como creyente cristiano siento vergüenza 
que los prelados católicos estén más preocupados por la supremacía de su
 credo que por dignificar la fe. Las injerencias del lobby católico 
presionando al legislador a que legisle en favor de una determinada 
doctrina responde, únicamente, al fanatismo por restituir su poder de 
influencia. Me pregunto por qué los prelados de la CEE (Conferencia 
Episcopal Española) -grandes valedores de la familia- no se posicionan 
con el mismo afán político en la defensa de una nueva ley hipotecaria 
que proteja de los desahucios a las familias más vulnerables. Ni 
siquiera abren la boca para el establecimiento de una «renta básica» que
 garantice la dignidad y la inclusión de las personas más paupérrimas. 
Por qué los prelados no ponen el grito en el cielo contra las cláusulas 
abusivas bancarias y su praxis de la usura, y por una efectiva ley que 
palie la pobreza energética.
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OTRA COSA: Poema: Había un mar, de Santiago Bosco
OTRA COSA: Poema: Había un mar, de Santiago Bosco
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