La existencia de un banco propiedad de sus socios, transparente y 
al servicio de la economía solidaria ha dejado de ser una utopía
Fiare Banca Etica, que cuenta con ficha del Banco de España para operar desde hace tres años, ofrece una cartera básica de servicios
Algunos sectores económicos en auge encajan particularmente bien con la filosofía de las finanzas éticas, desde la agricultura ecológica hasta las energías renovables
  
    Pere Rusiñol 
  
  
    
    
      24/07/2017 - http://www.eldiario.es/alternativaseconomicas/Banca-etica-hecha-realidad_6_668493155.html
Fiare Banca Etica, que cuenta con ficha del Banco de España para operar desde hace tres años, ofrece una cartera básica de servicios
Algunos sectores económicos en auge encajan particularmente bien con la filosofía de las finanzas éticas, desde la agricultura ecológica hasta las energías renovables
 
    
Si en alguna de las muchas asambleas que 
proliferaban en España cuando estalló la crisis alguien hubiera pedido 
la palabra para proponer la creación de un banco propiedad de la gente 
que financiara las iniciativas para transformar la sociedad, lo más 
probable es que a más de uno se le escapase una sonrisa condescendiente.
 Y quizá habría incluso algún grito: “¡Y yo quiero la luna”. U otro: “¡Y
 jamón gratis!”.
Ahora este banco ya existe: tiene 
ficha del Banco de España para operar desde julio de 2014 y aquí lo hace
 con el nombre comercial de Fiare Banca Etica.
En España la entidad es todavía muy pequeña, con 2.400 
personas y organizaciones socias —los propietarios de la entidad, que 
deciden las líneas maestras en la Asamblea—, 5.400 clientes y 3,1 
millones de euros de capital social. Pero el banco en su conjunto, fruto
 de la fusión entre los proyectos hermanos de España e Italia, empieza a
 tener dimensiones destacables porque la experiencia italiana suma ya 
dieciocho años de funcionamiento exitoso: Banca Etica, que es como se 
llama la entidad financiera fruto de la fusión, cuenta en total con 
40.000 socios, 80.000 clientes y un capital social de 60 millones. Y el 
2016 cerró con 4,3 millones de beneficios, que se destinarán, como 
siempre, a reforzar capital y a financiar proyectos de economía social 
puesto que nunca se reparten dividendos.
La idea de 
disponer de un banco ético que fuera propiedad de los mismos socios 
empezó a coger fuerza a principios de la década de 1990, tanto en España
 como en Italia, cuando los desencantos políticos por la aparente 
victoria aplastante del neoliberalismo hizo que muchos de los que creían
 que otro mundo es posible fueran concentrando sus esfuerzos hacia 
proyectos más concretos y cercanos. El movimiento de las finanzas 
éticas, que aspira a utilizar el dinero como palanca para el cambio 
social de acuerdo con un código ético de actuación transparente y con 
participación democrática, empezó a tomar cuerpo.
Albert Gasch, que ahora lleva el área social de Fiare y es el nexo con 
los grupos territoriales, se acercó al movimiento atraído por el 
“potencial transformador que el dinero puede llegar a tener dependiendo 
de cómo se mueva”, una idea que había mamado de pequeño, hijo como es de
 abogados del Col·lectiu Ronda: “Es básico recoger ahorro para poder 
financiar la economía solidaria”, insiste.
La tarea 
era titánica y mientras que en Italia la legislación y la propia 
fortaleza financiera del movimiento cooperativo permitió arrancar la 
actividad bancaria ya en 1999, aquí el camino ha sido más tortuoso, 
aunque logró un impulso importante cuando los esfuerzos dispersos 
cristalizaron, en 2003, en la creación de la Fundación Fiare, que nació 
para promover las finanzas éticas y en última instancia para crear una 
entidad financiera. Desde el inicio, muy de la mano de la experiencia 
italiana. “Vamos poco a poco porque vamos lejos”, le gusta decir a Peru 
Sasia, cofundador de Fiare y hoy también miembro del Consejo de 
Administración de Banca Etica, quien añade: “No tenemos accionistas 
millonarios, pero sí una base madura construida desde abajo”.
Los millonarios, si estuvieran, tampoco se notaría demasiado porque 
ningún accionista puede tener más del 1% del banco. Y desde 2014, esta 
base social tan fogueada tiene también la licencia bancaria. Son los 
propietarios de un banco, que tiene la forma jurídica italiana de 
cooperativa por acciones, el equivalente a una cooperativa de crédito 
española.
El proceso de empezar a ofrecer servicios a
 particulares, combinado con la fusión con los socios italianos, 
aconsejaba la política cauta de ir despacio. Pero la cartera de 
servicios que ofrece el banco aquí empieza a ser la básica de una 
entidad convencional: ya puedes tener libreta de ahorros y a plazos, 
tarjeta de débito y de crédito, banca por Internet donde hacer 
transacciones, recibos domiciliados, incluida la nómina, y, desde 
finales del año pasado, todas las operaciones con la Seguridad Social, 
con la misma protección que en el resto de entidades financieras que 
otorga el Fondo de Garantía de Depósitos.
 Cajero automático
Entre los próximos pasos que se atisban destaca la posibilidad de tener
 al menos un cajero automático en Bilbao, en la única oficina presencial
 que hay de momento —tanto en Barcelona como en Madrid hay puntos de 
información—, que complemente la realidad de ahora, que permite operar 
en toda España con los cajeros de Laboral Kutxa, Caixa d’Enginyers y la 
red de cajas rurales a cambio de una pequeña comisión de 80 céntimos 
para sacar efectivo. También están en estudio los créditos a 
particulares y no sólo a las entidades de economía social como ahora. En
 Italia, la cartera de servicios sí que ya es completa: no sólo hay 
préstamos a particulares, sino también hipotecas, créditos al consumo e 
incluso la posibilidad de invertir a través de un fondo ético, que mueve
 3.000 millones con criterios muy estrictos de responsabilidad social y 
máxima transparencia.
Evidentemente, nadie elige 
tener su dinero en Fiare para pescar medio punto de interés por encima 
del que ofrece el banco del lado o para conseguir un televisor a cambio 
de domiciliar la nómina, sino que busca básicamente la “prima ética”, en
 expresión de Sasia: la garantía que se impulsarán proyectos que ayuden a
 avanzar hacia una sociedad más equitativa y ecológica y con la idea de 
que el dinero es un medio para conseguirlo y no un fin. Los recursos 
destinados a esta tarea —siempre con la supervisión de la comisión 
social de la entidad— empiezan a ser importantes, con un volumen de 
crédito que en 2016 llegó a los 970 millones de euros (18 millones de 
los cuales de Fiare, en España), con un aumento del 12% con respecto a 
2015, y se dirigieron hacia 9.000 proyectos.
Las 
personas y entidades socias tienen mejores condiciones y, sobre todo, 
forman parte del proyecto y pueden participar con voz y voto en la 
Asamblea. Para ser socio, las personas físicas deben adquirir un mínimo 
de cinco títulos de la entidad, que hoy tienen un precio de 57,5 euros 
cada uno. Por tanto, la aportación inicial mínima es de 287,5 euros. Las
 entidades deben adquirir 10, lo que implica una inversión de 575 euros.
Estos títulos no cotizan en ningún mercado secundario y el banco 
garantiza su liquidez, de forma que la entidad los recompra a los socios
 que quieren dejar de serlo al precio que fija la Asamblea, siempre al 
margen de las dinámicas especulativas de los mercados. A mediados de la 
década pasada, los títulos tenían un precio de 52,5 euros y en 2008 
subieron a 55,5, en el que se mantuvieron durante todos los momentos 
álgidos de la crisis, clavado mientras los mercados se desplomaban o 
vivían los posteriores rallies alcistas. En 2014, la Asamblea los situó 
en 57,5 euros, el precio actual. Alessandro Celoni, el directivo de 
Banca Etica que hace de enlace con Fiare y refuerza su lanzamiento en 
España, subraya que si se aplicasen los criterios contables clásicos y 
el precio dependiera del patrimonio, los títulos deberían costar 80 
euros. Esta diferencia es un colchón de seguridad para el socio, que 
sabe que es realmente muy difícil que pierda dinero.
 Títulos al alza
“Aquí la gente no viene a ganar dinero, pero tampoco va a perder y lo 
más probable es que gane”, señala Celoni, que tiene un máster en 
administración de empresas y lleva doce años en Banca Etica. La 
comparación entre la evolución del precio de los títulos de Banca Etica 
con la media de valores bancarios italianos es impresionante: desde 
2006, Banca Etica se ha apreciado el 9,5%, mientras que las acciones de 
la banca italiana convencional han perdido de media el 81% de su valor 
en Bolsa.
El banco funciona con criterios muy 
profesionales —no se dan créditos sólo para ayudar, sino que primero 
debe asegurarse que el dinero no se perderá—, y al ser ajeno a las 
prácticas agresivas típicas de los especuladores es realmente una 
inversión segura. La morosidad neta es sólo del 1%, lejísima de las 
figuras de dos dígitos que se han convertido en habituales en la banca 
tradicional desde que explotó la burbuja, y a finales de 2016 tenía el 
12,47% de capital de la máxima calidad (Cet1, en el argot de los 
reguladores internacionales), una cifra mejor que la del BBVA, 
Bankinter, Banco Sabadell y Banco Popular, por ejemplo.
Toda esta sucesión de cifras positivas —volumen de crédito hacia la 
economía productiva, beneficios, índice de morosidad, evolución del 
precio de los títulos, porcentaje de capital Cet1, etc.— desmiente los 
prejuicios que advierten de que el modelo de banca cooperativa puede ir 
en detrimento de la profesionalidad y, en última instancia, de la 
solvencia misma de la entidad en la medida que los socios no 
profesionales pueden acabar imponiendo aventuras perjudiciales al tener 
voz y voto en la toma de decisiones. En España, el modelo de 
cooperativas de crédito está ya muy contrastado, con entidades con mucha
 historia que suman activos por valor de 93.000 millones de euros, pero 
además este tipo de argumentos chocan con lo que ha sucedido en las 
últimas décadas, en que muchos profesionales adictos a las prácticas de 
riesgo han llevado a entidades centenarias a la quiebra.
De todas formas, son los profesionales los que llevan la batuta también
 de Banca Etica, lo que no es contradictorio con un funcionamiento 
democrático que fomenta la participación de los socios, que se pueden 
pronunciar sobre las líneas generales de actuación de la entidad. La 
Asamblea se celebra una vez al año, pero la veintena de grupos 
territoriales constituidos en España se encuentran periódicamente para 
debatir, entre ellos y también con los técnicos de la casa, de forma que
 a la reunión anual se llega ya con los temas muy masticados y 
discutidos.
 Masa crítica
El momento en Fiare es especialmente excitante porque literalmente se 
está construyendo un banco, no en teoría sino también en la práctica y 
justo cuando el sector convencional no tiene otro remedio que 
reinventarse, atrapado por los bajos tipos de interés, la revolución 
tecnológica y la pesada mochila de la burbuja especulativa que tanto 
ayudó a propulsar. Además, ahora que empieza a haber masa crítica, 
algunas administraciones están decididas a impulsar la banca ética 
trabajando con ella —abriendo cuentas, gestionando dinero—, y algunos 
sectores económicos en auge encajan particularmente bien con la 
filosofía de las finanzas éticas, desde la agricultura ecológica hasta 
las energías renovables, entre otras.
Celoni admite, 
no obstante, que España tiene algunos obstáculos específicos para el 
crecimiento de bancos pequeños que se dan en Italia, como la enorme 
concentración bancaria y una organización territorial con normativas que
 pueden variar mucho de un lugar al otro. Pero Fiare Banca Etica ya 
circula y tiene el depósito lleno.
Cuando en alguna 
asamblea alguien diga que lo que hay que hacer es tener un banco ético 
propiedad de la gente y al servicio del cambio social, seguro que algún 
socio de Fiare le contestará: “¡Pero si ya existe!”.
[Este artículo ha sido publicado en el número extra de la revista Alternativas Económicas  'Economía solidaria: 10 historias de éxito'. Ayúdanos a sostener este proyecto de periodismo independiente con  una suscripción]
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OTRA COSA: Las Edades del Hombre, bajo sospecha
 
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