"Lo que hay que hacer es plantearse objetivos de lucha racionales 
en los que puedas movilizar a la gente y con los que puedas aspirar a 
ganar cosas, que bastantes cosas hay que ganar todavía", dice el 
historiador Josep Fontana
"Me es difícil no meter al PP en el rango de los malos. Pero, del otro lado, no pondría a todo el mundo entre los buenos"
  
    Ramón  Lobo 
    
      24/09/2017 - http://www.eldiario.es/politica/batalla-buenos-malos-posiblemente-perdamos_0_689431120.html
 
"Me es difícil no meter al PP en el rango de los malos. Pero, del otro lado, no pondría a todo el mundo entre los buenos"
Josep Fontana (Barcelona, 1931) es uno de los historiadores de referencia en España, autor, entre otros, del libro  Por el bien del Imperio.  Una historia del mundo desde 1945, y
 profesor emérito de la Universidad Pompeu Fabra. Su relación con los 
libros, y su lectura, comenzó en su infancia: su padre tenía una 
librería de viejo. Su último libro es  El siglo de la revolución.  Una historia del mundo desde 1914. La entrevista se realiza por teléfono, un aparato que detesta, y más para conversar sobre política, historia y Cataluña.
 ¿Qué pasará a partir del 2 de octubre si tenemos en cuenta la historia de España?
Lo peor que puede pasar es que algo que empezó mal acabe
 peor, pero si quieres decir en términos de la situación política, nada 
de nada. Si hay algo que me parece escandaloso en lo que está sucediendo
 es que el PP esté agitando la opinión pública española diciéndoles que 
la celebración de una consulta implica después la secesión de Cataluña 
cuando sabe que esta secesión es imposible. Es imposible porque 
implicaría que el gobierno de la Generalitat tendría que pedir al 
Gobierno de Madrid que tuviera la amabilidad de retirar de Cataluña al 
Ejército, la Guardia Civil y la Policía Nacional, y renunciar 
pacíficamente a un territorio que le proporciona el 20% del PIB. Es un 
escenario imposible. Pensar que esto puede suceder es una estupidez. 
Entonces, ¿a qué viene crear un clima próximo a la guerra civil con esta
 excusa?
 ¿Se puede decir que los países que han logrado la independencia lo consiguieron a través de una negociación – checos y eslovacos–, la guerra o aprovechándose del hundimiento de un imperio como el soviético?
Chequia y Eslovaquia fueron un caso excepcional. A los checos les 
estorbaban los eslovacos. Se pusieron de acuerdo en liquidar una unión 
que era bastante ficticia. El hundimiento soviético se aplica en los 
casos de las tres repúblicas bálticas y de Ucrania. El asunto de la 
guerra es más complejo. El único caso real de independencias en lo que 
llamamos Europa central y occidental es el de Yugoslavia. Allí hubo un 
pretexto legal. Se dijo que aquello no era una nación sino una 
federación, por tanto, la cosa era distinta. A Alemania le interesaba la
 independencia de Eslovenia, que era su satélite económico. No esperó 
siquiera a ponerse de acuerdo con la UE para forzar las independencias 
de Eslovenia y Croacia. El asunto se resolvió con los bombardeos de la 
OTAN. Es decir, las independencias de Croacia, Bosnia-Herzegovina y 
Kosovo se alcanzaron con los bombardeos de la OTAN. No me parece que sea
 un precedente útil para aplicar en ningún otro caso.
 Hay otro precedente, el de Montenegro. Su referéndum de independencia 
lo organizó la UE, en concreto, Javier Solana. Impuso dos condiciones: 
una participación por encima del 50% y un "sí" superior al 55%. Tuvieron
 ochenta y tantos por ciento y el 55,9%.
Era
 un caso que se presentaba en una situación como la de Serbia, 
prácticamente desintegrada y con muchos problemas externos e internos. 
Por lo que representa Montenegro respecto a Serbia no se puede comparar 
con los que representa Cataluña respecto al Estado español.
 ¿Sirven los casos de Escocia y Québec: referendos pactados con unas condiciones claras?
Sí, pero como en ninguno de los dos casos se ha llegado a tener que 
plantearse el problema de una separación, es difícil saber cómo se 
habría negociado. El nuestro es distinto: pensar que va a haber en 
Madrid un gobierno dispuesto a plantearse una negociación de separación 
respecto de Cataluña es una idea fantasmagórica.
 Podemos estar así otros diez años, en conflicto permanente.
Pues sí. Es un conflicto que…, vamos a utilizar el tipo de conceptos 
que utiliza Rajoy, lleva 500 años y que ha empeorado seriamente. Es un 
conflicto que podía haber encontrado un camino mejor, pero hay que 
recordar que el ascenso del soberanismo empezó en 2010 con la salvaje 
destrucción de un Estatuto que había sido aprobado por el Parlamento 
catalán. Supongo que el PP se lo cargó para obtener votos, que debe ser 
el motivo por el que ahora impulsa este clima de confrontación. Aparte 
de para conseguir votos, que le son bastante necesarios, le sirve 
también para que se olviden de los problemas de la corrupción.
 El soberanismo ha conseguido en estos años dos cosas importantes: que 
la posibilidad de una Cataluña independiente esté constantemente en los 
medios de comunicación, es algo que se ve como una opción al plazo que 
sea, corto, largo o muy largo, y que cada vez hay más gente que acepta 
que la única solución es un referéndum pactado.
Lo que se estaba planteando para el 1 de octubre, y que muchos 
defendemos teniendo en cuenta que una secesión en los términos actuales 
es imposible, era una consulta que como mínimo permitiera a la gente 
expresar su opinión. Expresar sus quejas sobre muchos años de mal 
gobierno. Buena parte de todo esto nació por la ofensa del Estatut y 
como rechazo de las políticas aplicadas para la salida de la crisis. 
Había un malestar profundo, un sentimiento de maltrato especial. Había 
motivos que justificaban que se dejase por lo menos expresar esta 
opinión.
Hay que recordar que cuando se hizo una 
votación el 9-N no pasó nada, que es lo mismo que podía haber sucedido 
si eso se hubiese encauzado de manera civilizada, si se hubiese 
considerado como un punto de partida para empezar a encontrar vías de 
negociación para solucionar el descontento. Pero no hay ninguna 
intención de esto. En el fondo, al PP le interesa la confrontación. Está
 presentando esto ante la opinión española como una agresión que les 
afecta a todos, que puede afectar a sus pensiones, a sus subsidios. Todo
 eso siempre le ha sido rentable. Tengo pocas esperanzas de arreglo a 
corto o a medio plazo.
 Ortega y 
Gasset decía que el problema catalán es irresoluble, pero también parece
 que lo es el problema español: encontrar un encaje que satisfaga a 
todos.
No sé si se puede encontrar un encaje
 de Estado que satisfaga a todos, entre otras cosas porque eso 
implicaría también el encaje de una sociedad. Una de las cosas que me 
sorprendió es ver que entre los más entusiasmados con un proceso 
secesionista figurara gente que he conocido, jóvenes de 20 a 30 años con
 una muy buena carrera universitaria, con másteres, etc., que a todo lo 
que pueden aspirar es a un trabajo poco más que de becarios y con 
sueldos miserables. Esos jóvenes han llegado a creer que un cambio, 
cualquier cambio, no puede ser a peor. Por eso hay también un elemento 
de encaje social. No diría que el tipo de política que aplica el PP sea 
como para conseguir entusiasmos de una parte importante de la sociedad 
española. Creo que hay muchos problemas en los que tendría que pensar, 
porque le afectan. Pero crear un objetivo de lucha como este le resulta 
rentable para las próximas elecciones.
 El Estado español, sobre todo en el siglo XX, ha confundido ser fuerte con ser autoritario, que no es lo mismo, ¿no?
Para ser fuerte necesitas consenso, necesitas una política que te de 
consenso. Cuando se ha intentado aplicar en España una política que 
implique consenso han venido las reacciones para evitarlo. Tenemos una 
dramática historia, que es la historia de la Segunda República, que anda
 todavía tirada por los suelos, denigrada para justificar lo que se hizo
 y para volver a marcar el reloj hacia atrás.
Me 
asombra que los partidos piensen poco en estos momentos con serios 
problemas globales. Hay un empobrecimiento y debilitamiento de una gran 
parte de España que debería empezar a alarmarnos. Amigos míos que viven 
en Galicia me explican que muchos pueblos se mantienen con viejos que 
viven de las pensiones y de lo que cultivan en el huerto. Hace poco otro
 amigo, que volvía de Salamanca, estaba asombrado de cómo esta cerrando 
el comercio en el centro alrededor de la plaza Mayor. Salamanca está 
perdiendo población. Hay un problema que afecta a Galicia, a buena parte
 de Castilla y León y a Extremadura, que es un problema de debilidad y 
de empobrecimiento que no parece preocupar a nadie.
¿Se puede decir que estamos ante un
 conflicto de legitimidades en el que las instituciones del Estado no 
tienen el prestigio necesario, como el Tribunal Constitucional?
El Tribunal Constitucional se crea de una manera para que su 
composición esté determinada por las cúpulas de los partidos dominantes,
 fuera de la capacidad de actuación de la opinión pública. Este país ha 
tenido, por lo menos desde el 23-F, un gobierno turnante de dos partidos
 que se han puesto de acuerdo siempre que ha convenido y para lo que ha 
convenido. Hemos visto de qué forma han ido evolucionando los viejos 
líderes, del Felipe González revolucionario a lo que acabó siendo. Aquí 
hay un problema que muchos no quieren reconocer, que la forma con la que
 se estableció el pacto en la Transición no daba muchas garantías. Todos
 creímos que aquello era un comienzo y que a partir de allí las cosas se
 irían adecuando a la realidad, pero no parece que haya sido así.
 Cataluña también tiene problemas que han provocado el empobrecimiento 
democrático de sus instituciones. Y tiene un problema grave de 
corrupción, igual que el resto de España.
Y tanto.
 Es decir que la ilusión de pensar que ‘si nos independizamos, todo será
 maravilloso’ no tiene una base de realidad, parte de una situación 
igual de contaminada.
Pero están los que 
piensan en la posibilidad de una independencia inmediata y los políticos
 que se apuntaron para ganar votos. Hay gente que ha acabado asumiendo 
que ese es su papel histórico, y que si tienen que sacrificarse se 
sacrificarán. Hay otros que no, otros que se lo plantean seriamente. Y 
está la gente de la CUP: un partido revolucionario que está haciendo un 
papel extraño que no les corresponde dentro de una política 
parlamentaria. Son gente joven que en su actuación en los municipios ha 
sido muy limpia. Su hora es para el momento en el que haya una situación
 revolucionaria que permita crear una sociedad diferente. Luego están 
una parte de esos desesperados que han llegado a creer que con la 
independencia se podían resolver las cosas.
Tengo 
experiencias espectaculares, como la de un viejo dirigente corrupto que 
se acercó un día en el que había dado una conferencia sobre los 
problemas de la sanidad pública y mostrado mi sorpresa de que los 
políticos no se preocupasen por estas cosas. Se acercó y me dijo 
sonriente: "Con la independencia se solucionará todo". Pienso que creía 
que eso incluía también sus problemas personales.
No 
vamos a hacer una historia de buenos y malos. En todo caso, me es 
difícil no meter al PP en el rango de los malos. Pero, del otro lado, no
 pondría a todo el mundo entre los buenos. Hay gente que ha llegado a 
adquirir una fe. Un día conversaba con un periodista, le decía lo mismo 
que te he dicho, que no podías ser independiente si tenías dentro el 
Ejército, la Guardia Civil y la Policía Nacional, y pregunté, ¿qué 
pasará? Él respondió: "Intervendrá Europa". Es la fe en un milagro que 
pueda resolverlo. No es una situación fácil. No digo que esta sea una 
batalla entre buenos y malos, pero es una batalla en la que posiblemente
 perdamos todos.
 Además de los 
problemas de España, la falta de una estructura sólida del Estado, la 
pérdida de los restos del imperio en 1898, y lo mucho que afectó a 
Cataluña y a su industria, estamos viendo la pérdida del prestigio de 
las élites tradicionales políticas y económicas.
Ha sucedido a escala europea y, diría, mundial. Es lo que explica la 
elección de [Donald] Trump frente al viejo aparato del Partido 
Demócrata. Es algo que se está produciendo en muchos lugares. Eso que 
cuando empezó a producirse se llamó el populismo, que es donde se mete 
todo lo que estorba. Tony Blair, que sabe bien de qué habla, dijo que se
 estaba perdiendo un sistema que funcionaba gracias al prestigio de unas
 élites que se intercambiaban en el poder, derecha e izquierda, y que 
podían mantener esta sociedad unida, pero que estas élites estaban 
perdiendo su prestigio y a saber lo que saldría de aquí. No hay que ver 
más que la situación de Gran Bretaña o lo que ha pasado en Francia con 
el Partido Socialista. Aquí todavía no, aquí hay un inmovilismo difícil 
de interpretar. Permite mantener el sistema de bipartidismo turnante, 
que parece que va a aguantar un tiempo, hasta que la gente no pueda 
resistir más.
 Parece que hay más táctica 
cortoplacista que estrategia. Si hubiera estrategia no se atacaría tanto
 a Podemos y Ada Colau. Representan un puente, dividen al 
independentismo exprés.
Y eso es lo que les 
preocupa. En el caso de Colau y de la gente que va con ella están 
jugando lo más sensatamente que pueden. Cuando se presentó a las 
elecciones municipales, que parecía una insensatez, fui de los que les 
apoyó porque eran lo más limpio que había. Son gente que quiere, como 
quiere la mayoría, que se deje opinar a la gente, que creen que no es 
sano que te impidan expresar tu opinión poniéndote un policía delante, 
pero que por otro lado saben que no tiene sentido jugársela más allá en 
una opción que no puede producir más.
Lo que hay que 
hacer no es resignarse, lo que hay que hacer es plantearse objetivos de 
lucha racionales en los que puedas movilizar a la gente y con los que 
puedas aspirar a ganar cosas, que bastantes cosas hay que ganar todavía.
 Me parece que su actitud es sensata. Es evidente que en la medida que 
amenazan al sistema establecido, causan molestias y les quieran dejar al
 margen.
 En el fondo es una 
lucha de élites, ¿no? La élite, digamos, española que nace del siglo XIX
 y del franquismo, que es la élite económica que maneja política y todo 
esto.
Pues sí.
 Que no quiere repartir ese poder centralizado con las élites de la periferia.
No solamente se trata de las élites de la periferia, porque las de la 
periferia están metidas en el tinglado contra todos. Si hay alguien aquí
 al que no le interesa esto del secesionismo son las grandes 
instituciones financieras como La Caixa y el Banco Sabadell. Al fin y al
 cabo, se dice que Ciudadanos fue una invención, por lo menos que la 
idea la tuvo el presidente del Banco Sabadell. Y en todo caso, el señor 
[Albert] Rivera no deja de ser un funcionario en excedencia de La Caixa.
 Por lo que se refiere a las élites, ya les va bien lo que hay. Serían 
otros sectores, tal vez el empresariado, pero es una cuestión que habría
 que analizar con cuidado.
 El 
único que se ha ganado dinero fuera de la élite dominante, cuya riqueza 
en muchos casos procede del franquismo, es Amancio Ortega.
Sí, el caso de Amancio Ortega es especial. Supongo que se debe a que 
gran parte del dinero lo ha hecho fuera. Pero también hay otros que se 
han ido al garete. Buena parte de lo que era la gran industria vasca se 
fue a pique, casos como el de Abengoa en Andalucía. Es este sistema 
nuestro el que sacrificó los recursos que debían haberse destinado a los
 servicios sociales. Los sacrificó para el rescate de la banca, que 
consideró más importante. Hay una cosa escandalosa, que se puede 
observar con facilidad: hasta qué punto se han ido reduciendo los 
impuestos de las grandes empresas y las grandes fortunas, de qué forma 
los grandes negocios escapan a las obligaciones que son las que permiten
 que el Estado pueda proporcionar servicios. Es una cuestión que 
implicaría examinar la responsabilidad del aparato político, la de los 
viejos dirigentes de la izquierda como Felipe González que están 
perfectamente integrados en este negocio.
 Las últimas veces que las élites mundiales perdieron el control, en 
1910 y en 1930, tuvimos una guerra mundial. Hace unos días el jefe de la
 OTAN dijo que vivíamos en el momento más peligroso de los últimos 20 
años. ¿Estamos tan mal?
Es una situación 
difícil porque depende de muchos factores. Depende de quién manda en 
Washington. Hubo un momento en el que Trump y su equipo, incluyendo a 
ese loco peligroso llamado Steve Bannon, parecían fijar las reglas, pero
 muy pronto aparecieron los militares y empezaron a tomar el control. 
Entre las cosas importantes está saber quién va a tomar las decisiones 
básicas de la relación con Rusia, de la relación con China y, sobre 
todo, lo que se debe hacer o no hacer en el Oriente Próximo.
Hay un enigma del que no sabemos lo suficiente: cuál es el peso de lo 
que pudiéramos llamar el poder político de Trump y su gente, que parece 
más bien débil, y cuál es el poder efectivo de los militares, que parece
 que sigue siendo mucho. Espero que se lo piensen mucho antes de llegar a
 una situación catastrófica, porque esta vez sería terrible. Por otra 
parte, las élites no tienen nada de qué quejarse en EEUU. Tampoco las 
élites económicas en Europa.
Lo que le interesa a la 
Alemania de la señora [Angela] Merkel es que los bancos alemanes sigan 
cobrando los intereses de los préstamos concedidos al sur de Europa, 
aunque sea desangrando a Grecia. No veo un motivo para crear 
inestabilidad. Digamos que el negocio de momento no les va mal. Hay 
amenazas, existe el problema de que vivimos en una economía sobrecargada
 de deudas, pero eso, en todo caso, puede provocar otro 2008. Es otra 
cuestión que nos lleva lejos de donde empezamos.
 ¿Se puede comparar lo que se está viviendo en Cataluña con el Brexit, 
donde hubo muchas emociones en juego además de muchas mentiras por ambos
 lados?
Hay cosas que son verdad. Hay que 
recordar que el dirigente que convocó el Brexit esperaba que no saliera.
 La prueba es que [David] Cameron dimitió después. El Brexit fue un voto
 contra las élites gobernantes, un voto basado en la falta de confianza 
en el Gobierno de Londres. Votaron campesinos, gentes de todos los 
rincones rurales, del mismo modo que en EEUU votaron por Trump. Personas
 que se sentían abandonadas, que habían dejado de creer en sus 
gobernantes y por eso votaron contra ellos. El caso de aquí es más 
complicado. ¿Hay mentiras en todos los lados? Evidentemente que las hay,
 faltaría más.
 
    
 Entre los elementos que mencionó 
por los que no puede haber independencia a corto plazo, hay otro 
fundamental: falta apoyo internacional. ¿Sería más fácil si tuviera 
detrás a EEUU, Francia, el Reino Unido, Alemania?
Es lo que decía, en el caso de Yugoslavia primero fueron los intereses 
de Alemania, y después, los aviones de la OTAN los que, bombardeando 
Belgrado, acabaron forzando que aceptasen las reglas del juego que había
 fijado Bill Clinton. En el caso de aquí, no lo hay aquí, más bien al 
contrario. No hay más que ver una cuestión importante que abona el 
sentido que lo que digo. Las grandes empresas no se han sentido 
afectadas por lo que está sucediendo, no creen que vaya a haber un 
cambio radical. A [Luis] de Guindos se le escapó el otro día que la 
inversión se mantenía sin ningún problema. No existe esta presión, no 
existe esa esperanza que tenían o tienen unos cuantos de que si hubiera 
un voto favorable espectacular, Europa intervendría.
 Miquel Buch, presidente de los municipios catalanes, reaccionó ante la 
afirmación de que en caso de independencia Cataluña saldría de la UE, 
con esta frase: "Ellos se lo pierden".
Eso 
lo puede decir la CUP. Para ellos, es coherente porque su programa dice:
 independencia y socialismo. Les importa un cuerno la UE, pero eso es 
otra cuestión. Para que se vea hasta qué punto las cosas son…, uno de 
los últimos planteamientos de [Carles] Puigdemont es que después del 
referéndum habría que negociar con España, pero no con Rajoy. ¿Qué hay 
detrás de esto, la idea de que el referéndum va a producir un cataclismo
 y va a cambiar el Gobierno español? Bueno, es seguir esperando esta 
especie de milagro que va a resolver lo que no tiene resolución.
 ¿Cómo se lo tomará la gente que cree que el día 2 va a haber una independencia automática cuando se dé cuenta de que no es así?
Hace mucho tiempo que sostengo, en los medios en los que he podido 
sostenerlo, que si me preocupaba esto era porque podría producir una 
decepción cuando lo que había que haber hecho era seguir luchando pero 
luchando por objetivos que fueran alcanzables.
No sé 
lo que va a pasar. Lo peor puede ser que el daño más grande no lo haga 
la decepción de la gente, sino hay que saber qué es lo que va a acabar 
haciendo el señor Rajoy, que parece empeñado en hacer todo lo posible 
para seguir irritando al personal. Puede pasar cualquier cosa.
Lo peor que puede pasar es que haya un muerto. Eso deja una herida que 
no se cura. La incompetencia o no sé si la voluntad deliberada de llevar
 las cosas a una situación tensa es tan grande que lo que me temo no es 
lo que pueda hacer la gente del procés, vamos a ver, aquí la gente que 
parece más empeñada, como la gente de la CUP, no tienen armas escondidas
 ni van a tirar bombas; lo que tengo miedo es lo que puede hacer el 
señor Rajoy.
 ¿Cuáles serían los objetivos factibles a corto y medio plazo en los que habría que centrarse?
Creo que hay que luchar por recuperar elementos de autogobierno, más 
que de autogobierno le diría que de autoadministración. Muchas de las 
inversiones previstas que salen de los presupuestos no se han acabado de
 hacer, o son gestionadas por entes como Adif o Aena, que son nefastos 
en la forma en que actúan. Hay que empezar ganando espacios de 
autoadministración, en espacios de autogobierno, y en eso sí que hay una
 batalla en la que se puede ir paso a paso tratando de conseguir cosas.
 ¿Es optimista a partir del día 2?
Es difícil ser optimista; y sobre el día 2, nada optimista. Mi 
esperanza es que después de cada garrotazo la gente acaba recobrando el 
sentido común. Tengo una gran esperanza en eso que si quiere podemos 
llamar de manera retórica "el pueblo catalán", pero que voy a llamar la 
gente. Los que han ido a una manifestación contra la guerra de Irak o 
contra el Tribunal Constitucional son la gente de mi barrio. Tengo una 
gran esperanza en la capacidad de la gente para recuperarse y volver a 
ponerse en pie.
Esta entrevista forma parte una serie de conversaciones con 
diferentes expertos, historiadores y académicos. El objetivo es ofrecer 
un panorama de las diferentes sensibilidades que existen en torno a la 
cuestión catalana.- Julián Casanova: "No sé si lo voy a ver, pero el proceso de independencia de Catalunya es imparable"
- María Elvira Roca Barea: "De Cataluña no nos independizamos ni aunque se declare independiente"
................................................................
OTRA COSA: Es bonito ver a gente de izquierdas apoyando egoísmos en masa... nuevas fronteras... sentimientos nacionalistas, de Pelayo Martín
No hay comentarios:
Publicar un comentario