"Rajoy tiene que dar un paso. Él ha sido hasta ahora un elemento 
fundamental para llegar a donde hemos llegado y tiene que admitir que a 
partir del 2 no le va a quedar más remedio que entrar en una negociación
 política"
“No estamos hablando de la conciencia independentista, la identidad cultural o de conciencia política, sino del chollo que significaba que la España que nos roba estuviera dominada por ladrones”
    Ramón  Lobo  19/09/2017 - http://www.eldiario.es/politica/voy-proceso-independencia-Catalunya-imparable_0_688031278.html“No estamos hablando de la conciencia independentista, la identidad cultural o de conciencia política, sino del chollo que significaba que la España que nos roba estuviera dominada por ladrones”
 
    
Julián Casanova (Valdealgorfa, 
1956), es historiador y catedrático de Historia Contemporánea en la 
Universidad de Zaragoza. Ha escrito varios libros sobre la Segunda 
República, la Guerra Civil y el anarquismo. Profesor visitante en 
numerosas universidades, entre ellas el Queen Mary College (Londres), 
Harvard (EEUU) y la Central European University (Hungría). En esta 
entrevista, que se desarrolla por teléfono, hablamos de Cataluña, de 
cómo hemos llegado a esta situación y cuáles podrían ser las salidas.
 ¿Con qué otro país podríamos comparar lo que sucede en Cataluña?
Yugoslavia en la primera fase, antes del genocidio, 
venía de una transición que se asemejó al primer momento de la 
Transición española, pero en la actualidad no hay ningún paralelismo en 
Europa, ni en la segunda parte del siglo XX ni en los principios del 
siglo XXI. No es el caso escocés y no es Kosovo. No lo hay de un Estado 
que tras salir de una larga dictadura y consolidar la democracia durante
 40 años, en el que haya una parte que quiera independizarse por falta 
de negociación del Estado, entre otras razones.
 Para lograr la independencia se tienen que dar alguno de estos tres factores: negociación  –caso de checos y eslovacos –, guerra o desmembración de un imperio, como el soviético.
Si tomamos el último punto, hace falta un Estado en descomposición, en 
quiebra o débil. Con uno fuerte y legitimado es difícil un proceso de 
independencia salvo que haya una guerra o una invasión. El primer paso 
sería tener un Estado poco fiable para un sector de la población, bien 
porque entra en quiebra institucional o porque no tiene capacidad de 
aplicar los monopolios de la violencia y de la administración. En el 
caso yugoslavo hay un momento en el que este aspecto desempeña un papel 
importantísimo. Tiene que haber un proceso de descomposición para que la
 oposición tenga suficiente poder y legitimidad. ¿Cuál era el segundo 
punto?
 La guerra.
Estaríamos ante el huevo o la gallina: ¿la guerra es la consecuencia de
 la independencia o la guerra es un acompañante del proceso de la 
independencia? ¿Es la causa o es el efecto?
 ¿Es fuerte o débil el Estado español? ¿Tienen auctóritas las instituciones ante los ciudadanos?
La gente confunde represivo con fuerte. El concepto weberiano de 
Estado, el que tiene la legitimidad del monopolio de la violencia y de 
la administración, no tiene por qué ser represivo, al contrario. El 
Estado que surge de la Guerra Civil y del franquismo no es fuerte, es 
represivo. Un Estado fuerte necesita legitimarse ante la sociedad. Eso 
empezó a cambiar en la Transición y en la democracia. La gente percibió 
una Administración más eficaz. Las Fuerzas Armadas pasaron de ser 
percibidas como represivas a lograr un considerable respeto por parte de
 la ciudadanía. Lo mismo la Policía y la Guardia Civil. El Estado se 
legitimó, se hizo más fuerte.
A partir del 2008 esa 
legitimidad pierde fuerza en España y en otros países. En España se debe
 a tres razones fundamentales. La primera es la corrupción, que nos ha 
devuelto a tiempos en los que la política estaba hecha de corrupción, 
sobornos, familias y amigos. Reaparece con fuerza algo que parecía 
propio de la Restauración y del franquismo. En Cataluña funciona el 
discurso contra la corrupción, pese a que tiene una parte importante.
El segundo punto es político: la descomposición y la pérdida de fuerza 
de la legitimidad del Estado. El Parlamento deja de ser un foro de 
discusión decisivo donde los diputados de los diferentes partidos 
manifiestan sus posiciones. El Parlamento se convierte en un foco de los
 poderes políticos y no en una transmisión de la democracia. Sin eso era
 difícil que el fenómeno Podemos, el de los movimientos sociales desde 
abajo, hubiera aparecido.
En tercer lugar, el Estado 
no tuvo desde el principio capacidad de negociación en este proceso. Ahí
 perdió parte de su legitimidad. El hecho de que no haya habido un 
Estado negociador, sobre todo desde 2010 y el recurso de 
inconstitucionalidad del Estatuto catalán son elementos fundamentales. 
¿Es un problema universal? Posiblemente, pero en España la dimensión es 
gigante.
 También hay corrupción 
en Cataluña, pero en Cataluña perciben que ha habido un intento de 
depurarla. Se creó una comisión en el Parlament presidida por David 
Fernández, de la CUP. Jordi Pujol y su familia han quedado 
desacreditados ante la sociedad catalana. En cambio, aquí los corruptos 
siguen gobernando.
Si no es verdad funciona 
como percepción. Unir la responsabilidad política a la culpabilidad 
judicial, como hacen Mariano Rajoy y el PP, decir aquí no hay 
responsables políticos si no se llega a una sentencia judicial. Y eximir
 la responsabilidad política a través de 'yo ya pasé por las urnas' ha 
hecho un daño tremendo a la democracia.Hay un deterioro de la política, 
un abismo entre los dirigentes y los ciudadanos. No hace falta más que 
ver lo que ha pasado en EE UU.
El fenómeno se ha 
hecho gigante en España por la capacidad que ha tenido el PP de 
mantenerse indemne en este proceso. Hay un discurso del independentismo 
que ha calado en Cataluña. No estamos hablando de la conciencia 
independentista, la identidad cultural o de conciencia política, sino 
del chollo que significaba que la España que nos roba estuviera dominada
 por ladrones. Esa percepción es muy importante en el sector más joven y
 menos concienciado de Cataluña.
 La hora de la verdad empieza el día 2. El discurso del poder central es
 judicial, de utilización de una justicia desprestigiada. El Tribunal 
Constitucional no está fuera de toda sospecha. No lo componen los 12 
mejores. Llevan puesta la camiseta de un partido. ¿Cómo se puede 
resolver?
Sí, eso es muy interesante. En 
Quebec y en Escocia, incluso en Checoslovaquia, el debate fue un debate 
político. Aquí hemos pasado a una segunda fase, que es la que estamos, 
la jurídico-constitucional: 'si no cumples la ley atente a las 
consecuencias'. Hay una tercera fase, anterior al 2 de octubre: ¿va a 
haber algún problema de orden público? ¿Llevarán las fases política y 
jurídico-constitucional a un problema de orden público el día 1?
Rajoy y la vicepresidenta Soraya Sáez de Santamaría han prometido que 
no se va a celebrar ningún referéndum. Los independentistas tienen 
capacidad para abrir, no sé, al menos 400 ayuntamientos. ¿Va a haber un 
problema de orden público con una foto para el mundo distinta a la 
actual?
 No hay una oferta política, cualquiera que se salga de la disciplina queda lapidado. Vivimos entre dos verdades absolutas.
Lo que estás planteando, que no hay mediación posible, se debe a que se
 ha pasado de la fase política a la fase jurídico-constitucional y a la 
de la movilización. Detrás de la movilización no están solo los 
independentistas, hay una masa social importante. Podemos plantearnos 
por qué hemos llegado a este punto, pero lo que está claro es que esa 
masa social importante no la paras solo con una negociación política en 
estos momentos. El papel de (los) intelectuales, de los historiadores, 
que en otros sitios han servido no de mediación pero por lo menos de 
sensatez, ha sido impensable aquí porque en realidad los razonamientos 
están cambiados, están subordinados a los sentimientos y a los no 
argumentos. Desde ese punto de vista hemos llegado a un punto de no 
retorno.
 Pregunté a Josep 
Borrell, en una entrevista publicada en eldiarios.es, si detectaba un 
tufo balcánico en todo esto. Si a alguien se le va la mano, puede acabar
 mal.
Sí, pero comparar Cataluña con los 
Balcanes es un poco duro. Aquí no tienen peso la raza y la religión, dos
 elementos fundamentales que estuvieron detrás del genocidio, ni tenemos
 las grietas profundas del mundo balcánico. Pero sí me da la impresión 
de que vamos a llegar a un punto de enfrentamiento. Si el Estado quiere 
mantener la legitimidad y la Constitución, y si el independentismo 
quiere seguir el proceso que le está marcando una base social muy 
amplia, va a haber algún tipo de enfrentamiento.
Creo
 que hay dos ventajas respecto a los Balcanes. No tenemos un Ejército 
dividido y está subordinado al poder civil. Esta es una gran ventaja que
 no había en el inicio de la Transición. A alguno le parecerá una 
tontería, pero tener un Ejército subordinado al poder civil es básico 
para que la sociedad civil y la democracia funcionen. Lo único que nos 
podría acercar a los Balcanes es que hubiera enfrentamientos policiales,
 que hubiera una división en los Mossos d'Esquadra respecto a qué 
legitimidad obedecen, si la de los fiscales y los jueces, que en el 
fondo emanan de Madrid, o a la Generalitat de Cataluña. La balcanización
 de todo esto es difícil por lo que explicaba antes.
En los Balcanes se dan fenómenos de historia, legados culturales de raza
 y religión que complican la situación, lo cual no quiere decir que 
aquello hubiera tenido que acabar tan mal como acabó.
 Hay una gran violencia verbal en las redes sociales. ¿Cómo evitar que 
se desborde y cómo volver a meterla en el carril para que pueda dar un 
diálogo? Juan-José López Burniol sostiene que la iniciativa debe partir 
del más fuerte, del Estado español.
Estoy 
convencido de que la responsabilidad del Estado no ha sido solo la de un
 Gobierno como el del PP, sino ha sido en la línea de lo que estás 
planteando. Cuando tienes la legitimidad, el Estado tiene que saber 
dónde se puede ceder en una negociación y dónde tiene que buscar la 
negociación. Eso no ha pasado. Pero tú me estás planteando el 2 como si 
ya supiéramos que el 1 no hay referéndum …
 Hay referéndum con la participación que sea.
Con la participación que sea, que no va a ser muy alta, y dentro de la participación, con un 99% del “sí”, ¿no?
 Puede ocurrir como en Venezuela: en el referéndum de la oposición solo 
votó la oposición, y en el referéndum de Nicolás Maduro solo votaron los
 de Maduro.
Pero Rajoy ha prometido que no va a haber referéndum, es decir que…
 Lo llamarán otra cosa.
Si ellos bloquean la posibilidad de que entres en un colegio electoral, ¿descartas eso?
 No lo sé.
Por eso digo que las iniciativas que se puedan dar el día 2 dependerán 
de lo que pase el 1. Cualquier iniciativa que salga después tiene que 
tener al menos cuatro requisitos.
El primero es que 
el Estado no confunda la fortaleza con la represión. Tienes más fuerza, 
tienes capacidad, tienes la legitimidad y tienes un bloque de partidos 
políticos constitucionalistas, pero también tienes que saber que debes 
darle una salida política o tratar de recuperar la iniciativa política.
El segundo elemento es que la movilización social en Cataluña, que es 
muy amplia en estos momentos en favor de la independencia  ─muy amplia y
 muy militante─, sepa que hay una posibilidad de apertura de negociación
 lo que les llevaría a esa meta sin necesidad de seguir con la ruptura. 
Convencerles va a ser muy difícil.
Hay un tercer 
elemento, que de alguna forma salte por los aires la alianza entre la 
CUP y la antigua Convergencia, que es social y culturalmente poco 
viable. Desde ese punto de vista, tienen un papel importante la gente de
 En Común, que hasta ahora se han mantenido en una ambigüedad.
Y el cuarto, que me parece básico, es que Mariano Rajoy tiene que dar 
un paso. Él ha sido hasta ahora un elemento fundamental para llegar a 
donde hemos llegado y tiene que admitir que a partir del 2 no le va a 
quedar más remedio que entrar en una negociación política, no sé si 
forzado por el PSOE. Creo que va a ser difícil. A Rajoy le están 
pidiendo más fuerza que negociación. Y hay gente en Cataluña que ya no 
quiere la negociación. Escucho mucho en el periodismo esta frase, 'a 
partir del 2 no les va a quedar más remedio que sentarse'. ¿Con quién te
 sientas? ¿Solo con la política o también con la base social 
─amplísima─, a los que les han convencido de que la ruptura y la 
república catalana están a la vuelta de la esquina?
 Parece que en la parte, llamémosla constitucionalista, no hay 
estrategia. Todo es a piñón fijo y a corto plazo. Si la hubiera no se 
producirían los ataques contra Ada Colau y Podemos, porque representan 
un puente que divide el independentismo exprés porque ellos plantean un 
referéndum pactado. Si hubiera elecciones, En Común podría evitar la 
mayoría absoluta del bloque independentista. Entraríamos en una fase más
 pausada.
Sí, eso está clarísimo, pero 
también tienen que despejar un poco la ambigüedad en la que han estado 
hasta ahora. Ya no vale con decir que tú quieres el derecho a decidir 
porque en estos momento ya no estamos solo en la capacidad de decidir. 
Ellos tienen un papel importantísimo en estos momentos, empezando porque
 controlan Barcelona, que es la ciudad más importante y la ciudad en que
 se mueve todo.
Por otra parte, es verdad que una 
parte de la base social catalana que representa el independentismo no 
solo representa el independentismo porque no los han dejado decidir, 
sino porque ellos creen que ha habido una consolidación de estructuras 
antidemocráticas del poder en Madrid. Ahí hay un mensaje muy diferente 
porque esta gente no está criticando solo a España porque nos roba, sino
 que piensan realmente que hay una oposición clara entre la democracia 
que representan ellos en Cataluña y las estructuras antidemocráticas. 
Esto lo estoy viendo incluso en las redes sociales conmigo. Cuando pongo
 en Facebook algo que creo que es sensato, alguien te dice. 'ya está la 
progresía española tratando de convencernos, pero aquí que sepáis que 
sois igual de corruptos que los demás'.
Hay un 
discurso en el que Madrid representa una estructura antidemocrática ¿Qué
 es Madrid? Madrid es el PP. ¿Qué es Madrid? Madrid es el PSOE, Madrid 
es la Constitución, es el legado del 78, todo eso. Y así no es tan fácil
 volver al cauce con una negociación después del proceso que ha habido 
de enfrentamiento, y del que va a haber de aquí al día 1.
 La única solución sería abrir la Constitución y resolver la forma de Estado.
Sí, yo creo que sí.
 Todos los intentos de consolidar un Estado después de la caída del 
imperio en 1892, que afectó muchísimo a los catalanes, a la industria 
catalana, todos los intentos de consolidar un Estado han resultado 
fallidos. Hemos tenido un siglo XX con una guerra civil y una dictadura.
El tema fundamental es que lo que servía en el 78, cuando veníamos de 
una dictadura, ya no sirve. En la Constitución se proclama que España es
 indivisible. Esto nunca ha sido negociable. Si se quiere abrir una 
negociación se tiene que abrir una negociación en la cual la 
indivisibilidad de España deje de ser tabú, y eso lo tienes que hacer 
con una reforma constitucional.
Uno de los tópicos 
sobre la Constitución es que la aprobaron en cuatro días y que apenas 
discutieron. Cualquiera que lea lo que dicen los testigos de entonces, 
desde Manuel Fraga a Alfonso Guerra, comprobará lo duro que fue sacar 
aquella Constitución en aquellos momentos. La Constitución se aprueba en
 diciembre del 78 en un referéndum, Han pasado poco más de tres años 
desde la muerte de Franco. El melón prohibido, el de España es 
indivisible, lo tienen que abrir mediante una negociación. En estos 
momentos no veo otra salida. Para eso también tiene que haber capacidad 
de negociación por parte de las élites catalanas que están controlando 
el procès.
 Algunos sostienen que
 el problema no es un problema de Cataluña, sino España, que no ha 
terminado de estructurar un Estado aceptable para todos.
Tampoco hay que ser ventajista. Si haces balance a finales del siglo XX
 y lo comparas con lo que decían con los noventayochistas o lo que se 
decía después de la dictadura se ve que hemos avanzado. Entre otros, en 
la legitimidad del Estado, que ya no solo es solo represor. El Estado 
llega a los ciudadanos a través de la Sanidad, la Educación. Parece que a
 partir del 2008 vivimos en un mundo quebrado, también el mundo 
internacional, no solo el nuestro.
Lo que estaba 
claro a finales del siglo XX no lo está a partir del 2008. Tenemos el 
Brexit, Donald Trump, Corea del Norte, Siria y la inmigración, con 
húngaros y polacos sin hacer caso de las normas democráticas básicas de 
la Unión Europea. Todo esto ha influido mucho en el asunto de Cataluña. 
Esto no es solo una crisis entre Madrid y Barcelona, es una crisis 
institucional, política, económica que ha afectado a los jóvenes con 
precariedad laboral. Es una mezcla explosiva. Hay una parte que 
pertenece a la estructuración del Estado, pero otra pertenece a la parte
 más social.
 Hay una pérdida masiva de prestigio de las élites en todo el mundo.
Sí, exactamente. Sin embargo hay una parte de las élites catalanas que 
trata de convencer a los demás de que este es un problema de los demás y
 no suyo. El nacionalismo tal y como está planteado en Cataluña no es 
solo un nacionalismo cultural e identitario. Hay unas élites muy fuertes
 que están planteando una salida alternativa a su propia perpetuación, 
para mantener su posición social. El PP ha convencido a sus votantes de 
que la crisis económica se va despejando y de que la corrupción no es un
 problema. Hay siete u ocho millones de españoles que votan al PP. El 
Partido Socialista estuvo  missing durante un 
tiempo y Podemos estaba pasando de un movimiento social a un partido 
político con cinco millones de votos, algo impensable en los esquemas 
del bipartidismo y de la Transición.
Todo esto en 
medio de un deterioro de los medios de comunicación. Un deterioro no 
significa solo que ya no hay independencia, sino de que los jóvenes han 
cambiado los hábitos de comprar el periódico, de acudir a los medios de 
comunicación para informarse. La era digital está cambiando la forma de 
pensar, la forma de concebir, la forma de enseñar. A los historiadores 
nos está cambiando la forma de enseñar y de investigar la historia.
Sé que parece que todo el problema es territorial, que todo el problema
 es Cataluña y el territorio, pero creo que a lo que estamos asistiendo 
es a una quiebra de alguno de los valores más consolidados que había 
hasta ese momento, pero eso cualquiera que viaje lo está viendo. Pero 
hay signos que van entonces en contra de Cataluña. Por ejemplo, el 
Brexit, que no ha resultado tan eficaz y rápido como parecía. La UE en 
torno a Angela Merkel para poner distancia frente a Trump. Quieren 
orden, lo que no hace falta en estos momentos es desintegración y 
desorden. Esto está actuando contra Cataluña. En la CNN y en la BBC 
empieza a haber un discurso en el que Cataluña ya no es tan querida, 
Antes se veían como luchadores contra una opresión. Este discurso está 
desapareciendo. 
 Kosovo se independizó porque tenía a EEUU y a los principales países de la UE detrás. Pero Cataluña no tiene a nadie.
No tiene a nadie. Pero están diciendo a los jóvenes catalanes que 
estarán en la UE al día siguiente y que estarán en los tratados 
internacionales. Y eso es falso porque no los han firmado, los ha 
firmado Madrid.
Está claro que hay un problema de 
estructuración del Estado. Pero insisto en esto: ¿qué idea tenían los 
españoles de España en los últimos 20 o 30 años del siglo XX comparado 
con el pesimismo anterior? ¿Qué idea se tenía de la educación, de los 
valores que esta educación estaba trayendo, de sanidad para todos 
respecto a la que tenían nuestros padres y abuelos?
Hay un momento en el que comprobamos que un sistema funciona por primera
 vez en la historia de España. Ese sistema ha empezado a estar en 
crisis. Que ahora quieran convencernos de que esto es todo producto del 
78, de lo mal que se hizo la Transición, es una lectura del pasado 
manipulada desde el presente, lo cual no quiere decir que el presente 
sea feliz, porque el presente ha dejado de ser feliz. Pero no es cierto 
que el pasado fue siempre feliz porque no hace falta más que ver dónde 
estaba España en 1975.
 La 
victoria del PP por mayoría absoluta le permitió ocupar todas las 
instituciones: el Parlamento, la justicia. En cambio, en Estados Unidos 
funciona la separación de poderes frente a Donald Trump, que es un 
autócrata de libro.
Y el propio partido 
republicano no le van a aceptar, Paul Ryan no lo va a aceptar. Desde ese
 punto de vista, el PP tiene tres ventajas sobre EEUU: tienen una 
disciplina increíble; han pasado por encima de la corrupción y tienen el
 control mediático, con la complicidad de grupos importantes, algo que 
también ha hecho muchísimo daño. En España estamos ante una crisis no 
solo traída por la economía, la cuestión institucional y territorial. 
Deberíamos reflexionar sobre si en la democracia, más allá de lo formal,
 el pueblo tiene algo que decir. Este es el debate, el de la apropiación
 del poder por parte de élites fuertes y legitimadas democráticamente.
 E ineficaces para proteger a la ciudadanía de la crisis económica.
Ineficaces para dar una alternativa económica. En el triunfo del 
capitalismo liberal, el de la gente que defendió las reformas laborales 
para echar abajo conquistas importantes, no ha habido nadie enfrente. 
Parecía que podía tener a Barack Obama pero aquello se acabó. La 
socialdemocracia quedó desnuda porque parte de su discurso social lo 
defendía también el liberalismo después de muchísimas décadas. Es 
curioso cómo la Europa que deja atrás la época de los fascismos, la 
guerra y la violencia, empieza a hacer aguas a principios del siglo XXI.
La crisis se agravará si las democracias se vuelven más frágiles. Si el
 Estado es capaz de redistribuir bienes y servicios, la gente lo percibe
 como un Estado bueno. Lo que está pasando es que ese Estado ha dejado 
de redistribuir bienes y servicios, que fue la principal aportación a la
 estabilidad social después de la Segunda Guerra Mundial.¿Por qué 
estamos aquí? Porque no hay políticos comprometidos con la sociedad y 
eso está produciendo un extremismo político, no solo en España. Está 
produciendo un nacionalismo violento y hostil al sistema democrático. Lo
 vemos en Polonia, en Rusia y en algunos países excomunistas. Pero 
también lo hemos visto con el Brexit o en Francia con Marie Le Pen.
 Las crisis que desencadenaron la Primera y a la Segunda Guerra Mundial 
aportaron la enseñanza de lo que dice: para evitar los populismos es 
necesario redistribuir la riqueza y apostar por el Estado social. Pero 
esa distribución se ha cortado y no solo se ha cortado, sino que va 
hacia atrás. ¿Por qué no volver a la receta que funcionó?
Exactamente. El compromiso de extender a través del Estado los 
servicios sociales a la mayoría de los ciudadanos surge después de la 
crisis del 29. Lo paran los fascismos y la guerra, y vuelve después del 
45. La crisis anterior a la Primera Guerra Mundial es muy diferente; es 
el advenimiento de la sociedad de masas. Pero el compromiso de extender a
 través del Estado los servicios sociales se consiguió en 1945 en la 
mayor parte de las sociedades occidentales. Sirvió para superar el 
atraso en equipamientos colectivos, en infraestructuras y, sobre todo, 
en el sistema asistencial. ¿Por qué fue tan importante la entrada en la 
UE de España y Portugal en los años 80? Porque eso es lo que se nos 
daba. No solo era la democracia, consistía en equipararnos en un proceso
 en el que el Estado asiste a los menos protegidos, con equipamientos 
colectivos y un importante sistema asistencial.  Eso también dio 
esperanzas a los países de Europa del Este. Sucede en Checoslovaquia con
 Havel, en Hungría y en otros países. ¿Por qué se ha dilapidado esta 
prosperidad? ¿Por qué reaparecen los fragmentos más negros de la 
historia en Europa? Porque se han perdido algunas de las señas de 
identidad en la socialdemocracia, pero también de la democracia. Hay 
gente que dice que ya no se puede volver a la situación anterior a la 
crisis porque no hay vuelta de hoja. Y hay otra gente que no se ha 
atrevido a defender estas políticas de redistribución de la riqueza a 
través de los Estados.
 Parece que la izquierda postcomunista sigue sin encontrar su relato.
La única forma de despejar los fragmentos negros de Europa es volver al
 punto en el que el Estado consolida el compromiso con los ciudadanos de
 que los servicios sociales se van a extender. Eso se ha perdido. Y de 
distribuir de forma más equitativa la renta. Siempre que alguien trata 
de introducir alternativas para una distribución más equitativa de la 
renta, sale la gente de orden que dice que eso significa impuestos a los
 ricos. En los años 50 y 60 estaba muy claro, y en los 70, también. 
Nosotros llegamos tarde, pero llegamos. Por eso los españoles nos 
enganchamos tan bien a Europa, no solo era democracia y libertad, 
también descubrimos lo que era un Estado no represor, con una parte 
benefactora importante a través de los mecanismos de representación 
política, administrativa y municipal.
Hay que 
recuperar algunos de los ejes fundamentales de la democracia, y esa 
democracia vino después de lo que Eric Hobsbawm llamó la Europa de los 
extremos. Fue un aprendizaje después de años de violencia y de 
enfrentamientos. Ahora necesitamos un aprendizaje para salir de la 
quiebra institucional, económica, cultural, política de Europa. Es 
posible que los nacionalismos, al margen de los Estados, no puedan ser 
una alternativa en esto que estoy planteando.
 ¿Es optimista o pesimista respecto a Cataluña?
Tarde o pronto vamos a ver un proceso de independencia en Cataluña. 
Estoy convencido. No soy optimista en la forma en que vamos a gestionar 
todo esto. No soy optimista en la forma en que lo va a gestionar el 
Estado, en la forma en que lo va a gestionar el Gobierno. Creo que en la
 parte independentismo faltan en estos momentos voces que razonen y 
argumenten, que sean capaces de reconducir la negociación, no solo de 
incitar a la gente y estimular la calle. Así que desde ese punto de 
vista no soy optimista, pero creo que el proceso de independencia de 
Cataluña es imparable. No sé si lo voy a ver, pero el proceso es 
imparable. Con lo cual, al final, cuando se haga balance, alguien tendrá
 que explicarles por qué aquel proceso que no era imparable acabó siendo
 imparable.
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OTRA COSA: Catalunya: la oscuridad, de Javier Aroca + Izquierda, burguesía, nación, de Jorge Galindo
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