Por Javier Pineda Olcay https://www.auroraroja.cl/2017/08/01/entrevista-a-juan-carlos-monedero-que-los-obreros-voten-a-la-extrema-derecha-es-un-problema-de-la-izquierda-no-un-problema-de-los-obreros/
En
el Bar El Greco, ubicado en el barrio Argüelles de la ciudad de Madrid,
conversamos con uno de los intelectuales de izquierda de mayor impacto
mediático en América Latina. Politólogo de la Universidad Complutense de
Madrid y Doctor por la Universidad de Heidelberg, Juan Carlos Monedero
es uno de los fundadores de Podemos y uno de sus rostros más visibles.
Semana a semana se puede seguir sus artículos publicados en distintos
medios de comunicación, tanto en medios escritos como en programas de
televisión donde destaca el programa La Tuerka, en el cual reflexiona y
opina sobre la coyuntura española, europea y latinoamericana.
En
esta conversación con el profesor Monedero conversamos sobre algunos
temas que son importantes para entender el periodo político en el que
nos encontramos, más allá de la coyuntura, abordando temas tales como la
profundidad de la crisis del sistema capitalista y sus posibles
salidas, análisis del periodo político y el debate estratégico actual,
posmodernismo, discusión sobre partido-movimiento, formación de cuadros,
entre otros temas. Algunas de estas reflexiones las podemos encontrar
en sus distintos libros, tales como “El Gobierno de las Palabras.
Política para tiempos de confusión” (2011) y “Curso urgente de política
para gente decente” (2013).
Javier
Pineda: El primer tema que quisiera conversar con usted, profesor, dice
relación con la profundidad de la crisis que afecta al sistema
capitalista. Para algunos autores/as se trataría de una crisis de la
fase neoliberal, pero para otros autores sería una crisis del sistema
capitalista en su conjunto, dada la potencialidad de los conflictos
bélicos que se vienen acrecentando o el problema medioambiental como un
tema estratégico para el sistema capitalista el cual no encuentra
solución al interior de él. ¿Qué piensa usted al respecto de esta
crisis?
Juan
Carlos Monedero: El sistema capitalista como cualquier organismo vivo
nace, se desarrolla y morirá. Nace a finales del siglo XV, comienzos del
siglo XVI. Ha tenido cuatro siglos de desarrollo, y lleva un siglo de
decadencia muy clara. Desde la crisis de finales del siglo XIX, la
crisis de 1929, la crisis de 1973 y la actual, acompañada de muchas más.
Nunca se sabe cuál va a ser la última crisis del capitalismo y ese es
uno de los grandes errores que ha tenido la ciencia social marxista, de
no entender la capacidad de adaptabilidad que tiene el capitalismo y
pensar siempre que la última crisis era la definitiva. Lo que sí es
evidente es que, de cada crisis, el capitalismo sale con menos
herramientas para solventarla y que, por tanto, las contradicciones –
que es una tesis marxista que tiene plena validez – cada vez se hacen
más ingobernables. De la crisis del 73′ el sistema capitalista salió con
cuatro herramientas – que hoy están muy debilitadas – las cuales son:
(i) la explotación de los países del sur (que ya no se dejan); (ii) la
explotación de la naturaleza (que ya grita); (iii) la explotación de las
generaciones futuras a través de la deuda pública (que ya es
insostenible) y; (iv) a través del incremento de la explotación (pese a
la explotación directa) que hoy se da a través de la robotización que
genera grandes bolsas de desempleo y precarización.
Esos
cuatro elementos se convierten en ingobernables, y eso también es lo
que explica que el sistema capitalista actual, neoliberal, haya puesto
mucho énfasis en convertirse en un nuevo sentido común. Y es lo que
explica también porque ahora es mucho más difícil pelear contra el
sistema que hace 40 años. Cuando bombardeas el Palacio de La Moneda, es
muy evidente que lo estás bombardeando. En cambio, cuando tú a través de
presiones financieras doblegas a Grecia, tienes los mismos efectos
brutales, pero no se identifica como tal. Y, por tanto, el sistema
neoliberal tiene una capacidad novedosa que es caer hacia adelante,
fracasar hacia adelante, es decir, tiene la capacidad de soportar, de
solventarnos sus fallos sistémicos. Por ende, se trata de un
funcionamiento de más medicina de la que nos está matando.
Lo
anterior se sostiene solamente porque ha sido capaz, como decía Joseph
Stiglitz, de convencernos de que no hay alternativa y, además, ha sido
capaz de alguna manera de paralizar la posibilidad de construir una
utopía alternativa. Entonces, es la propia parálisis de los
trabajadores, de los sindicatos, de los partidos de izquierda, de las
clases medias, lo que genera un escenario de involución que sitúa en el
horizonte perspectivas sombrías.
JP:
Profesor, en ese sentido, actualmente muchas de las organizaciones
están simplemente en un tacticismo que trata de enfrentar la coyuntura,
abandonando toda reflexión estratégica, que fue bastante importante en
otros periodos políticos como lo fueron los años 60′ y 70′, en la cual
se vislumbraban tesis diferenciadas respecto de cuál era la estrategia a
seguir en ese momento. ¿Cómo podría caracterizar el debate estratégico
actualmente existente?
JCM:
Una vez decía Boaventura De Sousa Santos que una teoría sin práctica es
inútil, y una práctica sin teoría esta ciega. Los debates en relación a
los años 70′ han sido muy estériles. He estado leyendo recientemente
los trabajos de Miguel Enríquez, y uno los ve con la perspectiva del
siglo XXI y nota que buena parte de esas tesis eran voluntaristas,
pecaban de un exceso de voluntarismo porque medían mal lo que tiene que
ser la principal herramienta de un revolucionario, que es medir bien la
correlación de fuerzas. Si las mides mal, estás condenado a exigir a las
masas sacrificios heroicos absurdos. Eso creo que es una
irresponsabilidad.
Acabamos
de publicar en España el último libro de Bob Jessop, que es un teórico
marxista del Estado, donde deja muy claro que buena parte de los debates
que nos han tenido entretenidos en la Teoría del Estado durante 20 años
eran absurdos. El estructuralismo de [Louis] Althusser, el
instrumentalismo de [Ralph] Miliband, eran todas construcciones que
llevaban a callejones sin salida. De la misma manera, el último gran
debate sobre el Estado es erróneo, en el cual John Holloway plantea que
hay que cambiar el mundo sin tomar el poder.
Sin
la herramienta del Estado es imposible cambiar algo, lo cual no
significa que no sea cierto que el Estado es siempre parte del problema.
Pero si tú no tienes la palanca del Estado – que es lo que dice el
modelo neoliberal – para desmantelar todo lo que se ha construido desde
la salida de la crisis del 29′, desde el New Deal de Roosevelt,
pero también toda la construcción de los Estados Sociales en el mundo
occidental o de los Estados Desarrollistas en América Latina, yo digo
que sin esa palanca estatal hubiese sido imposible desmantelarlo.
Eso hace que la izquierda, o lo que vaya a hacer la izquierda en el futuro, tiene tres grandes problemas que no ha resuelto y que si no los solventa no va a ir a ningún lado: (i) entender que necesita el aparato del Estado,
que tiene que tener la capacidad de hacer del aparato del Estado un
instrumento eficiente para la transformación social y eso implica
inteligencia al respecto; (ii) el manejo de los medios de comunicación,
como un elemento esencial, que es una lógica que pertenece a la
derecha, al mundo consumista, al mundo del entretenimiento, del
espectáculo y que no sabemos desde las posiciones emancipadoras hacer,
es decir, medios de comunicación que funcionen, y; (iii) la globalización,
donde estamos fracasando profundamente y, por el contrario, la derecha
acierta, pues es capaz de construir sinergias globales, mientras que
nosotros lo único que hacemos es fragmento tras fragmento.
JP:
En ese sentido, respecto al primer punto, ¿Qué significa la toma del
aparato del Estado? ¿Cómo se relaciona esta tesis con la tesis de
construcción de poder popular que incluso ha sido levantada por Podemos y
se ha materializado en parte con el proyecto de “Vamos”? Esta pregunta
la planteo a propósito del problema que se ha dado en la práctica, en la
cual muchas veces por apostar a controlar el aparato del Estado se
termina abandonando a los movimientos sociales, que es lo que García
Linera plantea como una de las tensiones creativas de todo proceso
revolucionario.
JCM:
No hay solución que no pase por cabalgar las contradicciones en el
siglo XXI. Como yo vengo diciendo, igual que la luz es onda y partícula,
vamos a tener que ser una cosa y su contraria. La única manera de no
caer ni en tacticismos, ni en oportunismos, ni en contradicciones, es
inyectar a los debates mucha masa popular. Ya no es tiempo de
vanguardias. Las vanguardias hacen falta o los liderazgos hacen falta
solamente como reductores de incertidumbre, pero ya no se aceptan
bajadas de línea que la ciudadanía tenga que seguir acríticamente. En
ese sentido, creo que es muy relevante entender que si vamos a tener que
ser onda y partícula, si vamos a tener que ser partido y movimiento,
locales y globales, consumistas y ecologistas, si vamos a tener que
cabalgar muchas contradicciones, la única solución es mantener ese
equilibrio constantemente engrasado, es decir, que no quiebren el eje
vertical, jerárquico, que garantiza el poder para, es decir, que
garantiza unir todo ese vapor para meterlo en una caldera y que funcione
como una turbina, pero que tampoco falle esa politización que solamente
se consigue de manera horizontal y a través del debate, y que es el que
permite que haya ese gas social para que después la turbina camine.
Creo que es esencial mantenerlo.
¿Cómo
se hace? Boaventura [de Sousa Santos] plantea que hay que hacer que
todos los cambios sociales que han sido ocultados emerjan, porque son
potenciales elementos de transformación. Y luego, los que ya están
emergiendo hay que cuidarlos, hay que dialogarlos. Allí hay una
discusión que hemos tenido en España sobre Laclau, que no se trata de
construir significantes vacíos sin más. Es verdad que en la fase de
impugnación de cualquier régimen hace falta una gran indignación que se
va a construir trazando un ellos y un nosotros, que va a ser más de
brocha gorda que de pincel.
Pero después de esa fase destituyente que impugna lo que existe por excluyente, por violento, por poco democrático, en la fase constituyente necesitas armar todas las demandas populares y hacerlas compatibles a través de un proceso de traducción.
No a través de que se vacíen las demandas de los mapuches para que sean
comprendidas por los sindicalistas, y los sindicalistas vaciar la suya
para que sean entendidas por las feministas, y que éstas vacíen la suya
para ser entendidas por los estudiantes universitarios. Hay que entender
donde se traducen, que de alguna manera se hagan corresponsables. Y por
eso, tampoco vale una lógica de vanguardia porque hay determinadas
cuestiones donde tú vas a tener que moderar tus propuestas para hacerlas
compatibles con otras propuestas, entendiendo los tiempos, los recursos
y la correlación de fuerzas. Por eso no son tiempos de vanguardia.
JP: A propósito de lo que comentaba sobre Ernesto Laclau y la teoría del populismo “versus” la
teoría de la traducción de Boaventura de Sousa Santos ¿Cuál es la
discusión que ustedes han tenido sobre el posmodernismo? Esto en algún
momento se transformó en una dicotomía entre lo que podríamos denominar
“marxismo ortodoxo” versus estas nuevas teorías encabezadas por Ernesto
Laclau. Pero que a pesar de las caricaturas que muchas veces se realizan
al respecto, hay componentes novedosos respecto al nuevo momento
político que nos enfrentamos y que ha intentado ser denominado de
distintas maneras, como “posmodernismo de oposición” por Boaventura o
“transmodernidad” en el caso de Enrique Dussel para diferenciarse de las
posturas “tradicionales” del posmodernismo.
JCM:
Los conceptos dan igual. Los conceptos a veces intentan imponerse y
fracasan. El de posmodernismo en oposición fracasó, el propio concepto
de posmodernidad ha fracasado. De igual forma se quejaba amargamente
Robert Dahl de que había fracasado el concepto de poliarquía. Hoy
parece que tiene más éxito hablar de decolonialidad o pensamiento
decolonial, que es una manera de decir lo mismo, es decir, que la
modernidad ha sido colonial, patriarcal, productivista, lineal, y esos
elementos hoy están cuestionados, por tanto, hace falta entender que
estamos en un momento donde no se asume el patriarcalismo, no se asume
la linealidad de una flecha del progreso univoca e ininterrumpida, no se
asume el eurocentrismo con su condición epistemicida, y tampoco se
acepta el productivismo en un mundo donde ya hay medio planeta tierra
invalidado por el abuso humano.
Entonces,
si ya no valen todos los rasgos que se han dado de la modernidad,
estamos en otra cosa y el nombre es lo de menos. Lo que está claro es
que tenemos que ir pensado algo que está más allá de la modernidad y que
puede tener una mirada crítica o una mirada complaciente, como todos
los conceptos políticos, que al ser políticos están sometidos al
conflicto y van a caer del lado de la revolución o del lado de la
emancipación. Por eso la lucha semántica es importante, porque si tú
defines democracia solamente como una participación electoral has
perdido, pues se entiende ese concepto como algo que exige a la
ciudadanía.
Yo
creo que en ese sentido, tenemos que entender que no hay que discutir
con conceptos que nos fragmenten, por eso nosotros en España
cuestionamos el eje “derecha/izquierda”, porque cuando te sitúas en el
eje “derecha/izquierda” sabe lo que está diciendo quien lo expresa, pero
quien lo está leyendo igual está pensando una cosa radicalmente
diferente, por tanto, son conceptos tan polivalentes que ya no sirven.
Lo que es evidente es que estamos en un momento histórico de cambio,
estamos en una crisis civilizatoria y convendría hacer un esfuerzo
teórico, porque si no solamente vamos a aprender a través del ensayo y
el error. Si bien es cierto que hay cosas que vamos a aprenderlas
solamente a través del ensayo y el error, porque no hay modelos, ni
pautas, convendría ser cuidadosos e intentar limitar al máximo los
errores, porque el poder, las minorías, el capital, el norte, sigue
atento y cobra muy caro cualquier tipo de error.
JP:
Profesor, en esa lógica de esta nueva estructura de partido-movimiento
como lo han denominado en Podemos y la tesis de traducción de luchas en
lugar de vaciamiento de ellas. ¿Cómo caracterizaría la construcción de
programa? ¿Cómo fue la experiencia en Podemos cuando usted era encargado
de la Secretaría de Procesos Constituyentes y Programa?
JCM:
La lógica tiene que ser la que diferencia Twitter de Wikipedia. En
Twitter tienes un basurero lleno de potencialidades, lleno de cosas
relevantes, pero no habiendo ningún tipo de filtro que organice y ordene
el conocimiento se convierte en un basural. En cambio, Wikipedia al
tener organismos de control, organismos que no son de censura o que no
deben ser de censura, sino que son elementos de fiabilidad, convierten
esa herramienta colaborativa en algo maravilloso que es la enciclopedia
más importante del mundo. Otras veces estamos en horizontalidad o
jerarquía, generosidad y control. Yo creo que los partidos políticos
funcionan con grupos promotores que tienen que ser maternalistas y no
paternalistas, es decir, cuando yo le pedí a mi padre que me enseñara a
nadar me agarró de una pata y un abrazo y me tiró a mitad de la alberca
[piscina] ¿no? Y cuando le pedía a mi madre que me ayudara a montar en
bicicleta me dejaba, si yo me caía me agarraba. Esa lógica maternal es
la que necesita la política. La tiene la gente creyente que acompaña a
los más desfavorecidos. Esa lógica hay que trasladarla a la política, en
tanto seamos capaces de construir un nuevo sentido común. Hay que
partir de la realidad en la que estamos. Es que el sentido común es
neoliberal, es consumista, no hay una utopía alternativa a la utopía
neoliberal que convierte cualquier sueño en un derecho, siempre y cuando
lo mercantilice.
Entonces,
en ese sentido, hace falta recuperar una nueva militancia que no vale
ni siquiera en el nombre, porque militancia viene de militar. Esa
concepción de ejército no es buena para el siglo XXI, pero sí que es
verdad que hace falta ese compromiso fuerte de la gente que ha entendido
la importancia de la transformación, que tiene que hacer una labor
evangelizadora, sin pedir que nadie te lo recompense, sino que solo por
el compromiso que nace de lo que consideras que es correcto.
JP:
En esa lógica de militancia, otro concepto militar que se traslada a la
política es el de cuadros políticos ¿Cómo ve usted la formación de
cuadros?
JCM:
Pues es esencial, porque un gran problema que tenemos es que la
formación de nuestros propios militantes se obtiene a través de los
medios de comunicación y eso no es dejar sometidos al albur de los
acontecimientos, es decir, los propios inscritos de Podemos leen los
medios de comunicación y escuchan las redes y las televisiones, que son
enemigas de Podemos porque no tenemos alternativas.
Sin
embargo, ¿cuál es la ventaja? La ventaja es que a través de internet se
ha roto el monopolio de los medios. El diario El País ya no cambia
nada. Antes tumbaba presidentes, pero ahora el diario El País ha
intentado, por ejemplo, influir en las primarias de Podemos y ha
fracasado. Pero sí creo que es muy importante que le prestemos atención a
la formación. Tenemos el problema de que la formación requiere tiempo, y
en un mundo tan vertiginoso es difícil encontrar tiempo para aprender
un idioma, para aprender a tocar un instrumento o para formarte
políticamente. Entonces, ahí habrá que echarle mucha imaginación, porque
si no yo creo que hay cuatro instituciones que son del siglo XIX y que
tienen profundos problemas en el siglo XXI -que se la juegan- que son:
los medios de comunicación; las universidades; los partidos políticos y
los sindicatos. No pueden modernizarse renunciando a lo que son. No
puede ser que los sindicatos digan “debemos modernizar, renunciando ser
sindicato de clase, convirtiéndome en una organización de servicios”
¿Por qué entonces quien está a tú razón de ser? Y a los partidos
políticos les ocurre lo mismo, se reinventan. Los partidos políticos son
necesarios, los sindicatos, las universidades y los medios de
comunicación también. Ahora hay que reinventárselo, porque si no son
sustituidos por el mercado, por alguna forma de mercancía.
JP:
En ese sentido, respecto a los sindicatos, al menos lo que sucede en
algunos países latinoamericanos es que terminan transformándose en
instituciones clientelares, abandonando su componente clasista y
perdiendo el poder negociador que tenían anteriormente. ¿Cómo usted ve
el concepto de clase actualmente?
JCM:
Nadie quiere ser clase obrera, nadie se define a sí mismo como clase
baja, nadie se siente así mismo como sector popular. Ahora la gente se
siente clase media, aunque esté jodida, y esa es una realidad que no la
pueden solventar intelectuales diciéndole “no, no, tú eres clase baja
porque te lo digo yo. Tú eres clase obrera porque te lo digo yo, porque
he leído a Marx y entonces te voy a decir lo que tú eres”. Eso
genera una falta de diálogo que no te permite entender nada. De hecho,
una buena parte de los sectores populares está votando a la extrema
derecha, lo cual es un disparate. Eso es un problema de la izquierda.
Que los obreros voten a la extrema derecha es un problema de la
izquierda, no un problema de los obreros. Es la incapacidad de la
izquierda de poder haber establecido diálogos con esos sectores.
Nosotros
cuando nacimos empezamos a ir a medios que eran muy cuestionados por la
izquierda tradicional, incluso nos llamaban “vendidos al sistema” y
recibimos muchos insultos por ir a las televisiones que ven los sectores
populares. Bueno, pero aún gracias a eso tenemos 5.000.000 de votos.
Hemos sido capaces de establecer diálogos donde antes había solamente
monólogos. Yo creo que la izquierda ha sido tan arrogante, tan pagada de
sí misma, tan intelectualizada, tan incapaz de entender realmente lo
que sentía el pueblo. Les decía antes que he leído recientemente esta
semana textos de Miguel Enríquez, y leía los textos del año 71′ y te das
cuenta que allí había un voluntarismo que daba por cierto que los
sectores populares iban a frenar cualquier golpe y la realidad demostró
que no, que no fue así, que era una mala lectura de la realidad, de la
correlación de fuerzas, que llevó a una catástrofe. Eso es intolerable,
esos errores de los intelectuales. No puede ser que nos sintamos más
populares que nadie, pero no conectemos con el pueblo, ni siquiera
cuando escribimos porque no nos entiende el pueblo, porque escribimos
citando muchos autores y de manera muy alambicada. Al final no cumplimos
aquello que nos pedía Lenin, de que nos expresáramos para que nos
comprendieran hasta las cocineras del Palacio de Invierno. Y por eso
seguramente los nuevos pensadores de la izquierda están haciendo guiones
para series de televisión o son youtubers, tienen blogs y están intentando dialogar con las mayorías sociales.
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