12 de Febrero de 2018 - Javier Lezaola http://www.eldiariocantabria.es/articulo/cantabria/pasa-espana-pasa-ningun-sitio/20180212101452040699.html
 
                                                                                                        
Esperanza 
Martínez García, guerrillera antifranquista de la AGLA (Agrupación 
Guerrillera de Levante y Aragón) —probablemente la agrupación 
guerrillera más activa y mejor organizada de todas las que han actuado 
en territorio español— nació en 1927 en el caserío Atalaya, 
perteneciente a Villar del Saz —se encuentra a cuatro kilómetros y pico 
del pueblo—, en el término municipal de Arcas (Cuenca). Sole —“en el 
monte no nos conocíamos nadie, no llevábamos el verdadero nombre 
ninguno, todos íbamos con nombre supuesto”— pasó dos años como enlace de
 la AGLA, otros dos como guerrillera de la agrupación y 15 como presa 
política en las cárceles franquistas, y en 2010 publicó el libro Guerrilleras. La ilusión de una esperanza,
 en el que cuenta su historia, censura “los comportamientos de 
Gobernación con la gente que detiene” y denuncia que el reconocimiento 
jurídico a los miles de guerrilleros antifranquistas sigue pendiente. 
Con la memoria intacta, responde a mis preguntas al otro lado del 
teléfono desde su casa de Zaragoza, ciudad de la que fue nombrada Hija 
Adoptiva en 2016 a propuesta de Zaragoza en Común, el grupo municipal 
que gobierna la capital aragonesa. La última guerrillera antifranquista 
me dice que prefiere que nos tuteemos, y así será.
¿Cómo era tu vida en el caserío Atalaya en aquellos años treinta del siglo pasado?
Pues mal. Mi padre tenía tierras 
arrendadas, nos dedicábamos a ayudarle en el caserío, y yo tenía que 
desplazarme cuatro o cinco kilómetros para ir a la escuela y después 
volver. Como estaba muy complicado, fui muy poco a la escuela, y en el 
campo es donde se desarrolló la vida tanto de mi padre, que se quedó 
viudo muy pronto –mi madre murió un poco antes de acabar la guerra– como
 de las cinco hijas que quedamos huérfanas. Yo era la del medio; tenía 
dos hermanas por delante y otras dos por detrás de mí.
Tú eras la mayor de las tres que después colaborasteis con la guerrilla.
Sí, yo era la mayor de las tres 
pequeñas; las dos mayores ya se habían casado cuando empezamos a 
colaborar con la guerrilla. Después de mí venía Amada —que también fue 
guerrillera y se murió en 2015— y la menor era Angelina, que es seis 
años más joven que yo y todavía vive también. Somos las dos hermanas que
 todavía vivimos.
Formabais parte de una familia republicana…
Sí, mi padre era republicano y por 
supuesto que las hijas éramos como mi padre y mi madre, porque ellos 
fueron votantes del Frente Popular… Nosotros nos criamos en ese ambiente
 y nos parecía que era lo mejor.
¿Cómo empezasteis a colaborar con la guerrilla?
Ya tarde, ya en el cuarenta y tantos, mi
 padre se puso en comunicación con los guerrilleros, pero lo hizo a 
nuestras espaldas porque no quiso implicarnos. Con el tiempo lo 
descubrimos y al enterarnos le dijimos las tres que queríamos ser 
partícipes de aquella ayuda, y entonces nos pusimos al servicio de lo 
que necesitaba la guerrilla.
¿En qué año?
En 1947.
¿Y en qué consistía aquella colaboración?
Siempre que han venido a casa me han encargado cosas y yo me he encargado de comprarles lo que necesitaban
A mí me encargaban cosas los 
guerrilleros y yo iba a Cuenca capital a comprar lo que me encargaban y 
lo llevaba a casa; muchas veces se quedaban en casa y otras veces lo 
recogían y se iban. Siempre que han venido a casa me han encargado cosas
 y yo me he encargado de ir a Cuenca y comprarles lo que necesitaban. 
Con una burra, porque entonces no había coches ni nada por allá…
¿Cuándo decides echarte al monte y por qué?
Estuve ayudándoles poco más de dos años,
 hasta que a finales del 49 nos fuimos a la guerrilla porque nos veíamos
 muy acosados por la Guardia Civil; la represión y todo aquello…
El “decreto-ley de represión de 
los delitos de bandidaje y terrorismo” fue promulgado en 1947 y desde 
entonces la represión franquista fue en aumento…
Sobre todo en aquellos tiempos era muy 
peligroso, había que tener mucho cuidado, era todo muy clandestino. Ya 
veíamos venir a la Guardia Civil a detenernos, porque además venían a 
casa disfrazados… Eran las contrapartidas aquellas que había en aquellos
 momentos, guardias civiles que se disfrazaban de guerrilleros y se 
presentaban en las masías y en los pueblos diciendo que se habían 
escapado de la cárcel, que querían comunicarse con los guerrilleros… 
Querían engañarnos para ver si nos pillaban, y viéndonos acosados por 
tantas cosas, planteamos a la guerrilla si era posible unirnos a ella. 
Era ya el final de la guerrilla —en el 49 para la guerrilla ya eran 
momentos sólo de resistencia—, pero dijeron que no importaba y nos 
fuimos a la guerrilla.
En el monte viviste momentos muy duros.
A mi padre [Nicolás Martínez Rubio Enrique] lo mataron estando en la guerrilla, a mi cuñado [Hilario César García Lerín Loreto, marido de Amada Martínez García Rosita]
 también lo mataron estando en la guerrilla… Mi hermana Angelina estuvo 
todo el tiempo en un punto de apoyo que había muy bueno, se le llamaba La Madre
 [Adelina Delgado] por lo buena gente que era y lo bien que se portaba 
con la guerrilla, y allí Angelina estuvo como familia, clandestinamente.
 Amada y yo estuvimos en la guerrilla no llegó a los dos años, hasta 
1951.
¿Cómo era la vida en la guerrilla?
Ya era todo solamente de resistencia. En
 otros momentos había sido más activo, de ir a los pueblos, de hacer 
propaganda en los sitios y de bastante actividad guerrillera, pero en 
aquel momento —en el año 49— ya eran momentos más de evacuación de la 
guerrilla, y si por casualidad había algún asalto al campamento que te 
pillaba desprevenida, pues había una respuesta de defensa solamente, 
pero no de ataque, nunca de ataque. En aquel año, eh. Antes sí, pero 
entonces no. Sí me vi en un momento en que hubo precisamente un asalto 
al campamento donde estábamos y hubo muchos tiros y mucha cosa. Una 
pareja de la Guardia Civil se dio de cabeza con el campamento y allí se 
empezó unos con otros y otros con unos… Hubo un herido de nosotros y 
hubo algún herido y algún muerto también de ellos, que luego en el 
expediente también nos lo han cargado. A la media hora aquello estaba 
lleno de guardias civiles… Después nos refugiamos en un matorral —a 
pleno sol, porque era junio o julio; nadie podría pensar que estábamos 
en matorrales, no era ni monte ni nada…— hasta que llegó la noche y en 
comunicación con la guerrilla nos reagrupamos en un punto de 
concentración. Siempre había un punto de concentración para si pasaba 
algo, ir precisamente al encuentro… Era complicado, eh.
Supongo que mucho…
A través de los puntos de apoyo siempre había noticias e información que después se discutía en los campamentos
Muy, muy complicado. Y la vida era una 
vida solamente de lectura, de estudio, de reuniones y discusiones 
políticas, de informarnos de la situación en la medida en que había 
información a través de la radio cuando se podía, porque había mucha 
interferencia… Pero a través de todo eso y de los puntos de apoyo que la
 gente iba a suministrar —los guerrilleros; nosotras no salimos nunca a 
suministrar, porque la Guardia Civil no podía saber dónde estábamos las 
mujeres, entonces nosotras no íbamos a ningún sitio a suministrar, pero 
los hombres sí—, a través de los puntos de apoyo siempre había noticias e
 información que después se discutía en los campamentos. Era difícil, 
era complicado: a veces había comida, a veces no, tenías que estar entre
 pinos, entre bosques, y solamente así… Que ahora sería imposible, eh. 
Con los medios de ahora no sería posible esconderse como nos escondíamos
 entonces.
Nada más unirte a la guerrilla te incorporaste al PCE.
Sí, del Partido Comunista me hice allí 
en la guerrilla —en el 49—, y en el 51 pasé a Francia. Enseguida me hice
 del partido, porque yo leía documentos, escuchaba mucha información de 
la lucha guerrillera y del porqué de la defensa de la República y me 
llamaba la atención y quería estar en aquella lucha, quería sentirme 
precisamente cómplice de todo aquello. Cuando pasé a Francia, estuvimos 
unos meses y era cuando la evacuación de la guerrilla y es cuando el 
partido me plantea volver a España a recoger guerrilleros. Yo pasé a 
España desde Francia con documentación falsa, recogí guerrilleros y los 
pasé, pero en el segundo viaje que hice a España me detuvieron y me 
hicieron dos consejos de guerra.
Antes pasaste por la sede de la Dirección General de Seguridad, en la madrileña Puerta del Sol.
Sí, por Gobernación. Aquello no hace 
falta contar… En aquellos sótanos mataron a palos a uno de los 
compañeros que venían en el expediente nuestro. Aquello no lo olvidaré 
nunca, porque allí pasas de todo, te hacen de todo, te dicen de todo, te
 humillan todo lo que les da la gana…, pero tuve la suerte de salir de 
allí y de estar aquí, porque a otros no les dio tiempo ni a salir, 
porque los mataron allí a palos.

Y después llegaron esos dos consejos de guerra de los que me hablabas…
Uno en Burgos, en el 54 o así, y otro en
 Valencia, en el 55 o 56. En el primero me juzgaron en Burgos porque me 
habían detenido por las cercanías de Burgos, pero ya llevaba dos años 
preventiva y me llevaron allí desde Valencia. En el de Burgos me pedían 
diez años y me lo dejaron en seis, pero el auditor no estuvo de acuerdo,
 lo elevaron al Tribunal Supremo y me cayeron 23 años, cuatro meses y un
 día porque fui acusada de “espionaje y comunismo”; de eso nada, pero 
algo tenían que inventarse, se lo sacaron de la manga, porque yo venía a
 recoger guerrilleros, no a espiar a nadie. En el de Valencia fui 
condenada a 20 años y un día —me pedían 20 años y me pusieron los 20 
años— por ayuda a la guerrilla, que es lo que llamaban “bandidaje y 
terrorismo”. Por el de Burgos me condenaron a 23 años, cuatro meses y un
 día, y como se había elevado al Supremo, me comunicaron la condena 
cuando ya estaba redimiendo la de 20 años y un día en Alcalá de Henares.
 Recuerdo que me llamó la directora del penal para comunicarme que había
 venido lo del Supremo y que me habían subido la condena a 23 años, 
cuatro meses y un día… Se creía que iba a empezar a llorar, y yo le dije
 a la directora “pues muy bien, de todas las maneras espero no 
cumplirlo, salir antes”. Se creía que iba a ponerme a llorar o a 
lamentar, pero por nada del mundo quise darle esa satisfacción, porque 
son malos, ellos son malos siempre. Ha habido funcionarias menos malas, 
pero suele ser gente bastante retorcida. No tengo que agradecerles 
mucho, no.
Fuiste presa política en las cárceles franquistas 15 años, desde 1952 hasta 1967.
Justamente 15 años, sí. Salí en febrero y
 los 15 los cumplía en marzo. Salí en libertad condicional y tenía que 
tener un patrocinador o patrocinadora que me avalara para salir en la 
condicional, y me avaló mi hermana Amada, que había estado conmigo en la
 guerrilla y en la cárcel y vivía en Manresa, donde todavía hoy vive mi 
hermana Angelina. Entonces fui allí y allí me puse a trabajar en una 
fábrica.
¿Cómo viviste la Transición?
Con bastante miedo, porque no sabías lo 
que en cualquier momento se iba a desarrollar. Como esta democracia que 
tenemos, la Transición tampoco fue lo que se quería que fuera, porque 
las fuerzas que había, las dos partes, tampoco eran iguales… Enfrente 
estaba el Ejército, estaba todavía el franquismo… que todavía sigue; si 
lo miramos de alguna manera, todavía tenemos raíces de aquella época. Se
 vivía casi un poco en clandestinidad también, porque tenías 
antecedentes penales, podían venir a detenerte en cualquier momento, 
tenías que estar alerta de todo y buscar la forma de que no llegaran a 
poder detenerte, entonces siempre estabas con las sombras detrás de ti. 
No es la Transición que hubiéramos querido la parte republicana, la 
parte de la izquierda... Además había un Gobierno legal, el republicano 
fue un Gobierno legal y lo que lo estropeó todo fue la sublevación del 
franquismo, la sublevación de la derecha, que no aguantaba que hubiera 
un Gobierno diferente a lo que ellos querían. La Transición ha sido lo 
que ha sido, pero no fue una democracia totalmente completa como debería
 ser. Una democracia sí, porque por lo menos no era la clandestinidad 
que habíamos tenido, teníamos cierta libertad por lo menos de reunión y 
de palabra, pero tampoco era la democracia que deseábamos y queríamos.
Parece que ahora lo están viendo más sectores que entonces…
Últimamente se está volviendo a ver todo el fascismo, los nazis esos que salen por todas partes entorpeciendo todo lo que pueden
En todo momento se está viendo, y 
últimamente se está volviendo a ver todo el fascismo, toda esa gente, 
los nazis esos que salen por todas partes entorpeciendo todo lo que 
pueden, y además el Gobierno no les hace nada ni les reprime apenas 
nada, y entonces ellos están en lo mismo de siempre. Además se libraron,
 porque España es un país tan diferente a otros países… En todos los 
países se ha reconocido la lucha guerrillera, la lucha de la gente, y se
 ha juzgado a los responsables —que hicieron las guerras y las 
perdieron—, pero aquí en España con el indulto del 77 a los franquistas 
ni se les juzgó entonces ni se les ha juzgado todavía; se libraron con 
aquel indulto y aquí están. Son los mismos que estuvieron en aquellos 
momentos, porque no se les ha juzgado. Entonces lo que pasa en este país
 no pasa en ningún sitio, nada más que aquí, en España.
¿Te refieres a la Ley de Amnistía de 1977?
Sí, la aplicaron ellos y no se les juzgó
 para nada. Lo mismo que al nazismo se le juzgó, a estos no se les ha 
juzgado, a pesar de todo.
Además Franco dejó sucesor…
Claro, dejó sucesor y ahí lo tenemos, 
porque la transición del padre al hijo tampoco la ha escogido nadie, la 
han hecho ellos porque sí, porque no hemos tenido oportunidad de poder 
votar si queríamos o no queríamos rey. Nosotros no queremos rey, 
queremos un Gobierno legal, incluso la restitución de la República, que 
si hubiera podido resistir, España sería de otra manera. Creo que sería 
diferente; la República, el camino que llevaba… La República tenía 
dificultades y todo eso, pero los proyectos que había eran diferentes, y
 entonces yo creo que sería una España diferente, más equilibrada.
Después te implicaste mucho en 
la defensa del movimiento de insumisión al servicio militar obligatorio y
 a la prestación social sustitutoria.
Estando en la cárcel yo ya tenía 
relación con el Movimiento Democrático de Mujeres de Zaragoza, y cuando 
salí de la cárcel y me fui a Manresa en libertad condicional, seguí en 
relación con esta gente, y en el trayecto que yo venía a conocer a estas
 mujeres me encontré con un hombre luchador, republicano y comunista que
 había estado varias veces en la cárcel, después me comprometí con él, 
me casé y me vine a vivir a Zaragoza, y aquí me dio tiempo a tener un 
hijo que cuando cumplió los 17 o 18 años se hizo insumiso, y yo estuve 
en la Asociación de Madres de Insumisos. Les apoyamos mucho, estábamos 
con ellos, íbamos a la cárcel, que algunos estuvieron en la cárcel… A mi
 hijo le pedían un año, pero no se presentó al juicio, lo pusieron en 
busca y captura, lo detuvieron y también estuvo en la cárcel. La Guardia
 Civil le dijo que si firmaba no iba a la cárcel, pero él no quiso 
firmar, porque dijo que él no se podía hacer cargo de ningún hecho 
porque no había cometido ningún delito, y también entró en la cárcel él,
 en Palma de Mallorca, que él estaba allí. La Asociación de Madres y 
Familiares de Insumisos apoyamos totalmente la insumisión, peleamos 
mucho todo el tiempo y los apoyamos en todo momento.
¿Sigues activa políticamente?
Sigo estando en el PCE y en Izquierda 
Unida, pero ya soy bastante mayor —tengo 90 años— y ya no puedo andar 
para acá ni para allá para asistir a reuniones ni a nada; no participo 
en discusiones porque no estoy en condiciones físicas, pero sí estoy. Y 
también en Archivo Guerra y Exilio, reivindicando la memoria histórica; 
luchamos por el reconocimiento jurídico, que es lo que necesitamos y que
 es lo que no se ha hecho, porque en todas partes se les ha reconocido y
 se les respeta, como en Francia a los que apoyaron la liberación de 
Francia, y aquí estamos como estamos, pero es que además ni te escuchan.
 Cuando ha estado el PSOE, que está claro que es completamente un 
apéndice del otro —del PP—, porque es que además se comunican el uno con
 el otro y el otro con el uno y se apoyan y son los que han gobernado 
los cuarenta años que llevamos desde la Transición… Hemos estado muy en 
contra de la OTAN muchas veces, yo he participado en muchas 
manifestaciones y hemos hecho cadenas contra las bases americanas y todo
 eso, y en un principio el PSOE no quería OTAN, y después “OTAN sí”. Se 
puso de acuerdo con la derecha, y “OTAN sí” y OTAN tenemos. Tenemos OTAN
 y tenemos todo lo que queremos y lo que no queremos también…
¿Y el PCE?
Mi partido tampoco se ha implicado mucho
 precisamente en la reivindicación de la causa de la guerrilla. Yo se lo
 he criticado y es que es así, el PCE también tenía… Con la Ley de 
Memoria Histórica de Zapatero —que tampoco se implicó demasiado— se hizo
 un reconocimiento a los guerrilleros que apoyó también Llamazares como 
diputado en las Cortes y que era un reconocimiento “moral”. A mí no hace
 falta que me reivindiquen ninguna moral; o soy moral o no soy moral. 
Moralmente soy como soy y ya está, no hace falta que me reivindique 
nadie nada. Estamos reivindicando memoria histórica, porque muchos 
hombres murieron defensores de la República, defensores de la vida, o se
 tuvieron que marchar de sus casas porque venían a por ellos para 
matarlos y era una manera de organizarse para defender la República 
donde podían, y donde pudieron fue en el monte, en la guerrilla, donde 
no les podían coger; a algunos los cogieron, pero de todas maneras era 
la única posibilidad que había. A nosotros no tienen que reconocernos 
moralmente para nada, la moralidad la tenemos o no la tenemos, pero es 
una cosa personal de cada cual, nosotros reivindicamos memoria y 
justicia jurídica.
¿Veremos algún día ese reconocimiento jurídico, esa justicia jurídica?
No sé si algún día veremos esa justicia jurídica, pero la esperanza es lo último que muere, así que tenemos que seguir batallando
Pues no lo sé, pero dicen que la 
esperanza es lo último que muere, así que tenemos que seguir batallando.
 En Archivo Guerra y Exilio ya llevamos veinte años en esta lucha y yo 
puedo ir porque me llevan y me traen —porque yo sola no puedo ni coger 
un tren ni nada para transportarme a los sitios—, entonces cuando se 
realiza la asamblea anual que realizamos Archivo Guerra y Exilio fuera 
de los sitios donde vivimos, vamos cada cual como podemos. Yo voy en 
coche con un familiar que me lleva, y nos juntamos y allí se da a 
conocer lo que cada persona ha podido realizar o ha hecho y seguimos 
reivindicando la memoria; no tenemos otra y además vamos a seguir en ese
 camino. La gente que quedamos y la gente que estamos de acuerdo con la 
recuperación de la memoria histórica de la guerrilla y del 
reconocimiento de toda la gente que luchó tenemos que seguir luchando y 
recordando aquello mientras estemos. Hay que recordarles y hay que 
seguir estando mientras estemos, eso no podemos dejarlo nunca. No pueden
 caer en el olvido.
¿Cómo ves a Podemos?
Yo creo que estas nuevas generaciones 
están un poco verdes, porque es que además los políticos de ahora son 
muy volubles en muchas cosas. Yo Podemos pues sí, pero… Bueno, ahora he 
visto que Podemos Cantabria acaba de celebrar unos actos muy 
interesantes en relación con la memoria histórica, pero los jóvenes de 
la derecha respiran más o menos igual que el PP —lo que pasa es que 
todavía no tienen el peso que tiene el PP—, y sin embargo algunos de los
 de la izquierda yo creo que hasta desconocen lo que fue el franquismo, 
porque mucha gente desconoce lo que fue el franquismo, porque ni en la 
Transición se transmitió ni siquiera ahora —a partir de los ochenta años
 que nos separan de aquella época— en los colegios se transmite lo que 
fue el franquismo ni lo que fue verdaderamente la Transición ni lo que 
hubiera sido la deseada por todos los españoles, no por unos cuantos. No
 éramos ilegales, no éramos clandestinos, pero faltan muchas cosas. Esta
 sigue siendo una democracia incompleta.
El guión de Silencio roto
 —en mi opinión la mejor película sobre la guerrilla antifranquista, 
entre otras cosas porque es la que mejor refleja aquella realidad— está 
construido a partir de conversaciones de Montxo Armendariz con diversos 
guerrilleros, entre ellos tú. ¿Cómo viviste aquello y cómo viste la 
película?
Me pareció muy bien la colaboración y la película, aunque la realidad era aún más difícil y todo era aún más clandestino.
Y eso que la película es realmente dura…
Es que era una lucha con muchos cuidados para que no te cogieran, una lucha a vida o muerte, y mucha gente quedó en el camino.
Silencio roto también reivindica el papel fundamental que las mujeres desempeñasteis en la guerrilla.
Sí, es que las mujeres fueron el sostén 
de los guerrilleros, la supervivencia de todos los guerrilleros; sin 
ellas no habría sido posible. Y también fueron las primeras que lo 
pagaron terriblemente, porque muchas de ellas murieron y muchas de ellas
 fueron encarceladas y condenadas para toda la vida, porque les hicieron
 barbaridades… No se dice, pero los que hemos vivido eso tenemos que 
seguir diciéndolo para que la historia no se borre. Que no se borre la 
historia, seguid escribiendo los que sois más jóvenes, los que sois de 
esa generación, que los que vienen detrás por lo menos aprendan y sepan 
lo que fue la historia, lo que es la historia, que por lo menos lo 
conozcan para saber de qué va.
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