jueves, 24 de octubre de 2019

Los mayores, esa nueva especie en investigación

Paquita Caminante ·   eldiario.es     Rosa María Artal    

De repente, han descubierto que los jubilados o en edad de estarlo tienen voz y agallas. Y derechos. Muchos han venido andando hasta Madrid. De norte a sur, hasta 700 kms. Gastando suelas y fuerzas, ganando músculo y dignidad

Desde la libertad labrada pulso a pulso, se pierden muchos miedos. Desde luego a decir lo que se piensa. A hacer lo que se quiere. Ya no desperdiciamos el tiempo con batallas y personas que no merecen la pena, aburren y constriñen

 


Parémonos un momento. Precisamente porque nos falta tiempo, nos sobra tiempo. Tenemos "una edad", a veces dicen que la tercera, incluso una cuarta, ancianos no nos vemos, y, desde luego, no somos vuestros mayores. Cada cual tiene los suyos, igual que sus niños, sus primos o sus cuñados. Con ese paternalismo, empezamos mal.
De repente, han descubierto que los jubilados o en edad de estarlo tienen voz y agallas. Y derechos. Muchos han venido andando hasta Madrid, al kilómetro cero de la Puerta del Sol. De norte a sur, hasta 700 kms. Gastando suelas y fuerzas, ganando músculo y dignidad. Por unas pensiones dignas, aseguradas por ley. Un logro del Estado del Bienestar que, como todo el conjunto, está en peligro, amenazado por el capitalismo sin freno. Por eso, también se exige sanidad y suprimir el copago que implantaron Ana Mato y Rajoy con el PP y que ahí se quedó. Y contar con residencias dignas que, eso sí, a estas alturas el cuerpo se resiente. Se pide para los jubilados de hoy y los de mañana. Porque el pacto fue que detraían impuestos de los salarios para asegurar esa serie de servicios al término de la vida laboral. Esa que se quiere alargar para no pagar ni pensión.
El reciente hallazgo tiene desconcertada a la sociedad. Los mayores no son esos ancianos que juegan a la petanca en los parques por las mañanas, ni solo esos seres que cuidan a los nietos. Últimamente cunden mucho, se les ve y se les oye por todas partes. En otras épocas, a partir de los 60 o 65 años, se era anciano de solemnidad, aparcado de la vida social. Hoy, no. Una gran mayoría, no. Maticemos. No constituimos una masa homogénea. Hay viejos, desde luego, los que se pliegan y no se atreven, los que ya fueron derrotados desde su juventud o se aferran a conservar lo que creen puede salvarles del final del camino. Pero un gran número de sus coetáneos no son así. Y tiene su lógica y su historia.
En la niñez y juventud, estos mayores lucharon lo suyo por salir adelante, por cambiar el mundo legado de silencios, conformismo y falta de oportunidades. Pocas sopas bobas comieron. Verán, es que hasta inventaron el rock –desde diversos géneros, por supuesto- y con eso está dicho mucho. Aquel rock tan liberador que soltaba los cuerpos y lanzaba al vuelo los ánimos. A las mayores de hoy, aún les tocó ayer fregar los suelos a mano y lavar la ropa sin máquina automática. Y salir a comprar casi a diario. Y no poder aspirar a mucho más futuro profesional que el de casarse y ser ama de casa y de familia. Condena de nuestras madres, todavía quedaban vestigios. A cambiar una mentalidad que nos machacaba todas las horas de todos los días afirmando que las mujeres éramos inferiores (...)
Llega un momento en el que no se tiene nada que perder. Y mucho que ganar. Para todos. Esta tarea es para todos ustedes. Échennos una mano que eso llevan ganado. Tengamos y dejemos un mundo lo más aseado que quepa –a pesar de las dificultades que ponen-. Un mundo del que por cierto esperamos disfrutar plenamente todo el tiempo que sea posible.
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OTRA COSA:  Yo Vi - 11 de septiembre de 1973, de Silvia Cuevas-Morales



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