Fernando Broncano R 19/1/21
La educación (junto a la sanidad) ha ido sustituyendo últimamente a la construcción como burbuja financiera (los inmensos flujos de capital desconectados de la economía que navegan por el mundo en busca de un poco más de beneficios). La pandemia y sus consecuencias no va a ser un parón de esta tendencia sino todo lo contrario: la llegada de la enseñanza no presencial ha sido vista por las empresas de los supermercados de títulos como una ocasión para la expansión del negocio. Uno de los mecanismos en los que se basa es que la enseñanza online necesita menos gastos de inversión en infraestructuras como aulas, bibliotecas y laboratorios (lo que Marx llamaría capital constante) y sobre todo trabajadores (capital variable). La Universidad Europea ya ha comenzado planteando un ERE. Se aprovecha todo el material didáctico del profesorado y se le despide después (varias universidades a distancia ya habían usado estos métodos de contratar material didáctico pero no trabajo de enseñanza). Las privadas ya han comenzado y las públicas se lo están pensando.
Tenemos (y tememos) por delante un horizonte distópico aún si probable de nuevas inmensas plataformas de títulos a la carta basados en perfiles de usuario que ofrecerán contenidos enlatados por poco precio creados por un ejército de profesorado precario.
La universitas magistrorum et scholarium está en declive, para ser sustituida por inmensos supermercados llenos de clientes donde el antiguo profesorado serán ahora reponedoras de productos en red. La nueva educación anestésica de la humanidad.
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