CTXT.ES Gerardo Tecé 12/12/2020
Y si la Casa Real dejase de ser la República Independiente que a Felipe VI y a los empresarios les gustaría que fuese para ser una institución, como marca la Constitución, a las órdenes del gobierno votado por los españoles
, parece que sí. Esta semana, lo que parecía un bolo más del rey, uno de esos actos con empresarios, ya saben –qué importantes son nuestras empresas, qué preparao está este monarca, hakuna matata, emprende y sé feliz–, acabó convirtiéndose en una inesperada ceremonia de reparación y desagravio al monarca, una ceremonia de la que el propio monarca fue partícipe.
Siga y no se desanime, le alentaba desde el escenario, y en nombre de los grandes empresarios del país, el presidente de la CEOE, tiene usted todo nuestro apoyo, le vamos a ayudar y empujar en su labor. La pregunta es obligada: ¿en qué labor necesita el rey que lo ayuden y apoyen estos empresarios? ¿Qué labor constitucional del rey está en peligro de no ser cumplida para necesitar el apoyo de estos prohombres? Teniendo en cuenta que la función del rey, según dice la Constitución, no es más que la de ser símbolo del Estado, además de recadero y firmante de las decisiones que tome el gobierno de turno elegido por el pueblo, teniendo en cuenta que las actuales instituciones –gusten o no a los empresarios– funcionan con normalidad, que el agua potable sigue saliendo del grifo y que los semáforos cambian de color correctamente, ¿de qué iba exactamente este acto de apoyo al monarca del que el propio monarca participó?
Para descifrar el enigma basta con leer los boletines oficiales de los que los mismos empresarios sentados en primera fila del acto son dueños o accionistas. Tanto ABC como El Mundo o La Razón coincidían en explicar en sus crónicas que el acto de reparación no tenía nada que ver con los escándalos protagonizados por su padre, el rey Juan Carlos –eso son temas personales, viva el rey emérito, a propósito–, sino con las críticas que la Casa Real está recibiendo últimamente por parte de partidos independentistas e incluso de partidos del propio gobierno. Otra pregunta obligada: si la libertad de crítica está permitida, si la opinión política, sea cual sea, es perfectamente legal y está protegida por la Constitución, ¿qué carajo pintaba Felipe VI en un acto en el que se le defiende de una absoluta normalidad democrática? ¿Ha olvidado definitivamente que un rey es un símbolo neutral que mira, saluda y sonríe y no un adolescente dolido porque fulanito lo ha criticado? La noticia, esto no lo contaban los boletines oficiales, es que Felipe VI ha participado esta semana, una vez más y desde la posición de supuesto símbolo de todos, en un mitin político. Un mitin en el que se criticó una normalidad: que partidos políticos y ciudadanos expresen opiniones con todo su derecho.
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OTRA COSA: Si fuera por Margarita Robles seguíamos en el feudalismo, de Carlos Sánchez Mato
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