HENRIQUE MARIÑO
25/1/21. Las despedidas de los ejecutados por el franquismo son "el género literario que expresa con más emoción el drama de la guerra civil", según Xesús Alonso Montero, quien a sus 92 años sigue recopilando las últimas misivas de presos gallegos.
Un día antes de que lo ejecutasen, Manuel Estévez Gómez le envió a su familia una carta sobrecogedora en la que explicaba el motivo de su muerte a manos de "todos esos canallas que se llaman representantes de la justicia". Fechada el 28 de enero de 1937, se dirige a sus "queridos hijos" y en especial a Emilia, la mayor: "Me matan por ser bueno, por querer que vosotros no padezcáis hambre y no andéis descalzos; en una palabra, por defender un gobierno que estaba constituido".
Este albañil de Tui escribe con dificultad, comete faltas de ortografía y evidencia que no pudo ir a la escuela, pero entiende quién es y a qué mundo pertenece. "Es la carta de un obrero que no sabe puntuar. Un hombre pobre que carga con seis hijos a los treinta y cuatro años. Un trabajador que se afilió a la CNT para que defendiese sus derechos laborales, aunque quizás no tendría mayor vinculación con el sindicato, ni sabría quién era Kropotkin ni otros grandes teóricos del anarquismo", explica el filólogo Xesús Alonso Montero.
Manuel era tan humilde que ni fotos tenía. Por eso, cuando Benito Prieto Coussent lo inmortalizó en la cárcel, se mostró tan agradecido que le dedicó unas líneas en el reverso de aquel rostro que fruncía el ceño circunspecto y miraba sin temor a la oscuridad: "Bendito seas, pintor, / que tal retrato has pintado / en los últimos momentos, / que a muerte me han condenado. / Tan bueno es su corazón / y es tanta su bondad, / no permitió que mataran / sin tal obra terminar".
Es el único pago que puede hacerle a su compañero preso, quien ejercía como profesor de dibujo en el instituto de Tui y pintaría otros veintitrés retratos de encarcelados. Sin embargo, su pluma deslavazada esconde una intención poética, como percibió Alonso Montero antes de pulir su texto corrido para una mayor comprensión del lector. "Probablemente no conocería la diferencia entre poesía y prosa, pero debió de pensarlo mucho porque al final está escribiendo versos. No solo le comunica su gratitud, sino que lo hace artísticamente".
Así, sus palabras en secuencias rimadas de ocho sílabas son un poema oculto que acompaña la dedicatoria a los suyos: "Retrato que le dedico a mi esposa y seis hijos como recuerdo en los últimos momentos". Su única herencia, además de la pobreza, de ahí su sincero agradecimiento al pintor. "Cuando muere alguien de la alta sociedad, le arrebatan lo más grande, pero sus niños no van a pasar hambre. Manuel Estévez Gómez, en cambio, es consciente de que los deja en la más absoluta miseria", razona el catedrático de Lengua y Literatura.
Ese testamento literario en verso y, sobre todo, la emocionante misiva a su familia impactó de tal modo en el expresidente de la Real Academia Galega que decidió ilustrar con su retrato el libro Cartas de republicanos galegos condenados a morte (1936-1948), publicado por Xerais. "Me matan por ser bueno", repite. "Una expresión verdaderamente estremecedora, porque en efecto era así. ¿Lo mataban por ser de la CNT o porque defendía que sus hijos no tenían por qué andar descalzos, ni pasar hambre ni frío?" (...)
No hay comentarios:
Publicar un comentario