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. en LÚH
En una sociedad llena de precariedad donde ni siquiera ir a la universidad te garantiza un empleo, no digamos ya si estudias periodismo, es fácil adaptarse a esta máxima del periodismo entrecomillado. O te adaptas o te extingues, y la gente tiene el vicio de comer tres veces al día. Periodistas incluidos. Si a esta formación acrítica que se imparte en las facultades, donde se te dice desde el primer curso que el buen periodista es aquel al que no se le nota lo que piensa, se le suma la precariedad de la profesión y el miedo a ser despedido, en caso de haber tenido la fortuna de encontrar trabajo.
Periodismo no es publicar con comillas que “una manada de menas ha violado a una joven” de Madrid, sino averiguar si una joven ha sido violada y quiénes han participado. Periodismo no es publicar lo que otros digan, sino seleccionar y contextualizar lo que se dice. El periodismo gestiona un derecho fundamental y a través de los periodistas los ciudadanos forman sus opiniones políticas que luego se verán reflejadas en las urnas.
El periodismo tiene como función social y constitucional la gestión del derecho a la información, el artículo 20 de la Constitución Española. Por eso, porque el mal ejercicio del periodismo degrada la calidad democrática, ha llegado la hora de que señalemos a los periodistas que ejercen de portavoces de los bulos de la ultraderecha. Sin periodismo no hay democracia. No es un eslogan. Si el periodismo no distingue la verdad de la mentira, lo que se viene se llama fascismo.
Las mentiras no llevan comillas
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