Los huesos del número 29 son de Juan Díaz Menacho. Y los de la caja 56, de Pedro Cumplido Casas. Ambos fueron ejecutados a tiros por los golpistas en el verano caliente del 36 y enterrados en la fosa común de Puerto Real (Cádiz). Los dos cuerpos han recibido digna sepultura, cerrando el círculo del derecho al duelo de sus familias, tras un trabajo de años que culminó con la entonces segunda mayor fosa de Andalucía como ejemplo del terror franquista
“Pues ya está mi abuelo enterrado”, dice Amparo Sánchez Cumplido, nieta de aquellos dígitos que ya tienen nombre y apellidos. “Todavía no ha aparecido mi abuela”, lamenta a su vera Francisco Lebrón, uno de los familiares de víctimas del franquismo que ha acudido a la sepultura y homenaje en la lluviosa mañana del sábado 6 de marzo en la bahía gaditana.
“Ya nadie puede decir que mi abuelo no fue asesinado, porque he visto el cráneo, atravesado por una bala de aquí a aquí”. Amparo se toca la sien izquierda, luego la derecha. La Memoria es abrir heridas, dicen algunos. “Es un día de mucha emoción para nuestra familia, muy esperado”, acierta Lourdes Díaz Mateo, nieta de aquel número 29 que ya no pena en el olvido eterno.
Con cerca de 200 esqueletos recuperados de la tierra portorrealeña, los análisis genéticos comparados con más de 50 familias solo han dado resultado positivo en los casos de Díaz Menacho y Cumplido Casas. La dificultad científica es máxima. Muchos descendientes no están. Los restos óseos han sufrido el deterioro de décadas de desmemoria.
La intervención arqueológica en Puerto Real marcó un paradigma en las actuaciones en fosas comunes. La segunda más grande, hasta Pico Reja (Sevilla) y después de Málaga. Y un ejemplo a seguir desde Andalucía, la región más castigada por el terror fascista con al menos 45.566 asesinados y 708 fosas. La zona occidental de la región suma más desaparecidos forzados que el terrorismo de Estado de las dictaduras de Argentina y Chile juntas (...)
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