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Javier Chiabrando 16 de mayo de 2021
Circulan cartelitos y frases de almanaques que hablan de las bondades de perder. Perder sería una forma de aprender, de no ceder en las convicciones, lo que agigantaría las luchas y bla bla bla. La verdad, queridos amigos, perder es una mierda y yo estoy harto de perder: plata, amigos, ídolos, trabajos y oportunidades varias.
Pero Chiabrando, me dirán ustedes con cierta razón, de qué pérdida me hablás vos, si sos guapo y exitoso. Lo sé, y agradezco que estén atentos a mi devenir, pero aun así sigo perdiendo, sea el pelo cuando no las mañas, sean cosas trascendentales como la cercanía de gente querida, o las cotidianas como comerse un asado sin tener que empeñar el auto. Ah, cierto, el auto ya lo había perdido en una curva anterior.
Y no me considero un perdedor nato, ¿eh? Es que se pierde en muchos frentes a la vez. Se pierde por ser de un país periférico, por ser del interior ante los berrinches capitalinos, por ser hijo de obreros, y además se pierde por mala suerte. El que está en dos de estas categorías, que vaya a un exorcista. El que está en todas, que lea otra nota.
Díganme, acaso, si no sienten que reman cada día como si fueran a competir en las olimpíadas, y todo lo que logran es flotar. Que trabajan como perros para tener cada día una entrada menos al cine, un libro menos, un viaje menos (...)
No sé si la lucha dignifica. En eso yo soy antibielsista. No veo ninguna ventaja en jugar y perder. Jugar y perder es perder. Jugar bien y perder es perder igual. Se aprenderá algo, supongo, pero a cambio de dolor y frustración. Y, en ocasiones, de más muerte.
Uso adrede la palabra perder porque vivir ya no es respirar sino competir. Hoy se le llama ganador a un evasor, a un explotador. Y si nosotros ganamos una debemos dar explicaciones. Porque suena ilógico. Mientras que los que tienen la sartén por el mango y el mango también, se ríen desde su piscina de champagne. Y nunca van presos mientras que las cárceles están llenas de ladrones de gallinas, o sea de perdedores.
Quizá esto explique mejor por qué los pobres o la clase media defiende a los ricos. Es una forma de no sentirse del bando de los perdedores. Y los entiendo. Pagarán las consecuencias igual, pero por un rato se sentirán dentro de una telenovela.
Y seguro que dirán que no hemos hecho los méritos suficientes. Y habrá que darles la razón. Si no aprendimos a vivir de rentas, a heredar, a evadir. Somos los perdedores. Y eso que yo hice mucho mérito, ¿eh? Si hasta escribí libros y grabé discos. Pero, Chiabrando, ¿ganaste plata con eso? Y vuelta al punto de partida.
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OTRA COSA: ESCRIBO la PALABRA LIBERTAD, de José Caballero Bonald
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