Ricardo Glerar Tulio Riomesta 30 March, 2021
El abuelo, Evaristo Álvarez Iglesias, con 77 años, había sido juzgado en consejo de guerra el 4 de noviembre de 1938, inmediatamente tras la toma de Asturias por las tropas traidoras de Franco, y condenado a la isla de San Simón, en Redondela (Pontevedra), de donde nunca volvería. Algunos dijeron que murió famélico en prisión y que sus restos los tiraron al mar. Otros dicen que sí, que murió de hambre, pero que está enterrado de forma anónima en Vigo.
Los hechos fueron dramáticos. En 1940 su padre, Francisco Álvarez Miranda, fue encarcelado y torturado. “A mi padre, Francisco, le torturaron en el hórreo: le metieron varillas de paraguas en los oídos y le dejaron sordo. Luego, a él, y a mi hermano José, les llevaron primero a Grado para interrogarles; después, a la cárcel de Algodonera, en Gijón, y finalmente, a la prisión de San Marcos, en León, donde les torturaron a ambos”. Su hermano José Álvarez Alonso fue enviado a un batallón disciplinario de trabajadores franquista en Barcelona.
Querían llevarse también a su otro hermano, Sancho, pero no lo encontraron porque no había regresado aún del trabajo. Se lo llevaron al día siguiente, el 2 de abril de 1940. “A mi hermano Sancho se lo llevaron a Grado y lo encerraron en la casa de un indiano que habían reconvertido en prisión de odio y de muerte. Un día fuimos a llevarle una manta, porque hacía mucho frío”. Pero Sancho nunca pudo recibir la manta de su hermana Teresa. “Desde unos ventanucos que daban al sótano escuchamos a otros prisioneros que decían: ‘A Sancho le han dado el paseo’. Nunca le volvimos a ver”. Los ‘paseos’ falangistas acababan siempre frente a una tapia, y los ‘paseados’, en una fosa sin identificar en los caminos.
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