En 1853 se declaró en Preston, Lancashire, una huelga de tejedores que se prolongó durante siete meses y paralizó la entonces poderosa industria algodonera de la ciudad. Atraído por el acontecimiento, que mantuvo en vilo a todo el país, Charles Dickens se desplazó allí de incógnito en enero de 1854 y, entre otras cosas, asistió a una gran reunión de obreros en la que se discutía si continuar la huelga o no. Con las notas tomadas durante aquella visita escribió Dickens un reportaje para Household Words (Palabras domésticas), el semanario que él mismo dirigía por ese entonces. En su reportaje transmite el respeto y la simpatía que le inspiraban los trabajadores en huelga, si bien su opinión sobre la misma es más bien negativa: se trataba, dice, de un “error honrado” (honest mistake). Lo presenciado en Preston, en cualquier caso, iba a nutrir la novela que publicaría por entregas ese mismo año: Tiempos difíciles, de la que suele decirse que es “la primera gran novela de la edad industrial”. En ella no se describe huelga alguna, o no al menos propiamente, pero sí una asamblea de obreros, a cuyo líder, por cierto, dibuja Dickens caricaturescamente, presentándolo como un demagogo manipulador y resentido. Tanto o más caricaturesca y feroz, sin embargo, es la semblanza que hace de los dueños de las fábricas y sus secuaces, en particular del todopoderoso Mr. Bounderby, una jactanciosa y repugnante mezcla de imbécil y villano.
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