En alguna carpeta, en un disco duro, en ficheros encriptados, en un cajón, en algún sitio reservado e inaccesible se guardan documentos que prueban la persecución brutal contra Julian Assange: informes, órdenes, cables y correos cruzados entre altos funcionarios, servicios de inteligencia, gobernantes, jueces y fiscales de Estados Unidos, Reino Unido, Suecia, Ecuador y otros países. Estoy seguro de que algún día conoceremos con todo detalle, negro sobre blanco, la estrategia para neutralizar al fundador de Wikileaks, hacerle la vida imposible, encarcelarlo sin juicio, castigar su activismo y mandar un aviso ejemplarizante a futuros filtradores. La pregunta que me hago cuando se cumplen cuatro años de su encierro en una prisión de máxima seguridad, es: ¿quién se atreverá a filtrar esos documentos?
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