Rubén A. Arribas 18/07/2023
El crítico alerta de que la cultura de hoy no pretende hacernos mejores, sino enseñarnos a consumir mejor
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Bértolo sostuvo que las campañas de fomento de la lectura no reparan en la calidad literaria de los libros / Mariú Bértolo
I
“La literatura ha muerto, pero el cadáver todavía goza de buena salud”. De entre las muchas reflexiones provocadoras que figuran en Una poética editorial (Trama, 2022), de Constantino Bértolo, quizá esta sea la más llamativa. En boca de otra persona, la frase podría tomarse por una hipérbole, por un exabrupto sin más. Sin embargo, pronunciada en una conferencia en la Menéndez Pelayo por uno de los editores, críticos y agitadores de la cultura española más destacados de los últimos cincuenta años, merece la pena preguntarse qué hay detrás de ella. Y, ya de paso, acercarse a la poética de un lector tan conspicuo.
Eso sí, antes de hacer ambas cosas, conviene tranquilizar a quienes se lucran con la literatura o cuyo prestigio social depende de ella: según Bértolo, aún “nos queda su cadáver, y con su cadáver hay negocio suficiente” por un tiempo más. Ahora bien, si alguien quiere ponerle unas flores o rezarle unos poemillas a la difunta, lo mejor es que acuda al “cementerio que hoy llamamos industrias del ocio y el entretenimiento”. Allí guarda reposo, no se sabe aún si eterno.
II
Algo que distingue a Constantino Bértolo (Navia de Suarna, Lugo, 1946) de otros editores o críticos literarios es la familiaridad con que habla de literatura revolucionaria. Esa expresión, hoy en desuso, nos remite a las polémicas literarias de los años sesenta y setenta, magnetizadas casi todas en el ámbito hispano por la Revolución cubana. Eran tiempos en los que se discutía el papel de la literatura en los procesos de transformación social. Incluso se debatía la autonomía de la literatura (algo así como su derecho a ser inútil, a no servir para nada).
En esa tradición intelectual, que buscaba cómo articular la ficción con la sociedad que la producía, pueden leerse algunos libros importantes en la trayectoria de Bértolo, como El año que tampoco hicimos la revolución, firmado por el Colectivo Todoazén (Caballo de Troya, 2005), y las antologías El libro de huelgas, revueltas y revoluciones (451 Editores, 2009) y Karl Marx. Llamando a las puertas de la revolución (Penguin, 2017).
III
Según Bértolo, la cultura del entretenimiento ha fagocitado la cultura lectora y la ha convertido en una especie en extinción. Esa absorción puede apreciarse –ironiza en su conferencia “La literatura como cadáver”– en cómo las revistas de arquitectura y decoración de interiores han sustituido la biblioteca doméstica por el ordenador como “nuevo eje de la vivienda”. Si esto era cierto ya en 2009, desde entonces el carácter anacrónico de “la librería como signo y símbolo, como capital y como herramienta, como algo imprescindible en cualquier proyecto de vida buena” solo ha ido a peor. Es sabido, digo, que hoy los proyectos de vida buena se miden por las pulgadas y la tecnología del televisor doméstico.
En ese sentido, la reflexión de Bértolo remite a la de David Foster Wallace sobre la sociedad de consumo a finales de los noventa. Para el autor estadounidense, ya entonces la literatura estaba convirtiéndose en la nueva música clásica, esto es, un producto cultural destinado a moverse en un círculo social cada vez más pequeño. Entre otras razones, Foster Wallace señalaba dos: el incremento exponencial del ruido ambiental y la incapacidad de muchas personas para quedarse una hora a solas con su mente... Y eso que aún no había llegado la revolución digital.
IV
En el prólogo de El libro de las huelgas y las revueltas, Bértolo definió como literatura revolucionaria “el conjunto de textos que, al calor del surgimiento del movimiento obrero, ha venido acompañando el desarrollo de las ideologías socialistas desde mediados del siglo XIX”. Esta definición le sirvió para enmarcar la selección de textos que realizó para componer el libro, y que van desde la rebelión de Lucifer al movimiento antiglobalización (el libro salió en 2009) (...)
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