El experto de la Universidad de Zaragoza Pedro Arrojo destapa con 
argumentos las consecuencias de la gestión privada de los suministros 
urbanos
"Derecho humano implica que a una familia sin recursos no se le puede cortar el agua; es como nos hicieran pagar por el aire y, al que no lo hiciera le pusieran una pinza en las narices y le ahogaran"
"Los planes hidrológicos están fuera de la ley. Lo que ocurre con la legislación europea es que tardamos diez años en hacerla efectiva", explica acerca del futuro que ha reservado el Gobierno para los ríos españoles
       
"Derecho humano implica que a una familia sin recursos no se le puede cortar el agua; es como nos hicieran pagar por el aire y, al que no lo hiciera le pusieran una pinza en las narices y le ahogaran"
"Los planes hidrológicos están fuera de la ley. Lo que ocurre con la legislación europea es que tardamos diez años en hacerla efectiva", explica acerca del futuro que ha reservado el Gobierno para los ríos españoles
 Su voz y sus análisis siempre resuenan en cualquier 
foro local o internacional que aborde el tema del agua. Enlace habitual 
entre la sociedad civil y las instituciones, Pedro Arrojo aplica una 
óptica económica para analizar la situación del vital líquido en sus 
múltiples dimensiones. Los cálculos de este profesor emérito en la 
Universidad de Zaragoza, que en 2003 se convirtió en el primer español 
en recibir el Premio Goldman de Medioambiente en la categoría de Europa,
 ayudaron a demostrar la inviabilidad del trasvase del Ebro. Ahora 
destapa con argumentos las actuales consecuencias y opacidades de la 
privatización de los suministros urbanos.
  2015 es año electoral y el debate sobre el agua, pública o privada, está ya  en la agenda de los partidos políticos. ¿Este hecho va a suponer un antes y un después para la situación del agua y el saneamiento?
 Probablemente, sí. No tanto por el hecho electoral sino 
porque coincide con un momento de mayor conciencia social, de mayor 
cabreo, con un nivel de conciencia sobre lo que significan los actuales 
modelos de privatización.
  Se da 
la paradoja de que el discurso de la no privatización ha sido abrazado 
por partidos que han privatizado en algunos municipios o, cuanto menos, 
no han apoyado el empuje ciudadano.
 Los 
actuales modelos de privatización son sofisticados y han hecho que 
entraran sectores de la izquierda, presionados por la anorexia 
financiera de la Administración. Lo primero que hace falta es ser 
consciente, más que culpar a nadie de traidor. El modelo de 
privatización es sofisticado y el debate ha requerido un nivel de 
información técnica, social y política que muchas veces los dirigentes 
políticos no tenían. Pero tampoco pretendo disculparles, pues hay mucha 
gente que no puede alegar que no sepa. Por ejemplo, se suelen hacer 
empresas mixtas, pero siempre con una cláusula en la que, en nombre del  know how y de mutuo acuerdo, las partes acuerdan que el socio minoritario queda a cargo de la gestión.
En algunos países europeos el discurso antiprivatización es también patrimonio de la derecha. Las votaciones que se dan en el Parlamento Europeo al respecto incluyen por eso a un sector de la derecha centroeuropea que sistemáticamente vota en contra de la privatización del agua
 En segundo lugar, siempre hay otra cláusula que amarra 
la cuestión económica: compras, contrataciones y subcontrataciones son 
decididas también en nombre del  know how privado. La paradoja es que, en nombre del libre mercado, se colapsa el mercado.  Cuando necesitan hacer compras o adjudicaciones lo hacen dentro de su grupo.
 Lo que se consigue es que, aun si un alcalde o una institución pública 
quisieran controlar el negocio, no tendrían información suficiente ni 
tampoco capacidades de decisión, pues previamente se ha firmado que las 
toma el privado. Calculo que, de los beneficios de los grupos 
empresariales, cuando no hay corrupción, más de la mitad está subsumido 
legalmente en esas adjudicaciones directas, sin concurso público. La 
tercera clave es otra cláusula que alarga estos contratos por un mínimo 
de 20 años. No solamente para asegurar el negocio a largo plazo, sino 
para asegurar la irreversibilidad de una decisión política. Así, hay 
alcaldes y presidentes de comunidades autónomas que tienen mandatos por 
cuatro años pero que toman decisiones por 40.
  En todo caso, ¿es posible parar dicha "sofisticación" privatizadora? ¿Cómo?
 Primero, tiene que aparecer en el compromiso electoral. Y aparte, tiene
 que haber un referéndum, pues se está hipotecando la capacidad de 
decisión de los siguientes alcaldes. Esto no lo harán nunca porque todas
 las consultas en esta materia han sido ganadas por entre el 70 y el 90%
 de los planteamientos en contra de la privatización. Ahora ya se ha 
incorporado a la conciencia de la gente, en su cabreo. Y también en el 
nivel de información de los dirigentes, en una situación en donde, al 
haber crecido mucho las opciones políticas emergentes que amenazan con 
barrer a otros, todo el mundo ha sido mucho más sensible. Bienvenidos. 
Éste no debe ser un patrimonio de unos pocos. En algunos países europeos
 el discurso antiprivatización es también patrimonio de la derecha. Las 
votaciones que se dan en el Parlamento Europeo al respecto incluyen por 
eso a un sector de la derecha centroeuropea que sistemáticamente vota en
 contra de la privatización del agua.
  Los problemas por el agua aumentan ya no exclusivamente en el Sur, sino también en países como España, donde  el agua provoca los desahucios más silenciosos.
 ¿Qué ha supuesto en términos prácticos que Naciones Unidas reconociera,
 en 2010, el acceso al agua y al saneamiento como derechos humanos?
 Durante años el  lobby
 privado se ha opuesto a que se hablara de 'derecho humano'. Prefería 
hablar de 'derecho fundamental'. Rehuyeron del término 'derecho humano' 
hasta que ya no han tenido más remedio que aceptarlo. Se trata de un 
término tipificado en la legislación internacional, de manera que, una 
vez incorporado por Naciones Unidas, y cuando se tipifique, lo que 
todavía se está haciendo en el Consejo de Derechos Humanos a iniciativa 
de Alemania y de España en tiempos de Zapatero, será una obligación 
internacional y se podrá denunciar a un Gobierno frente a un tribunal 
internacional por incumplimiento de derechos humanos. Lo temen.
 La situación actual es difícil de revertir y lo que está haciendo el  lobby
 privado es irse a las alternativas que le quedan, que son feas. Por 
ejemplo, decir que los derechos humanos se van a gestionar desde el 
mercado. Afirma que son buenos gestores de derechos humanos, preguntan 
quién se lo paga, y miran al Estado o suben las tarifas. Porque ellos 
tienen que tener beneficios. Tomar el derecho humano como una visión que
 asegura que no todo se compra y se vende en el mercado ha sido una muy 
buena estrategia del movimiento anti-privatización.
  ¿Qué implica hablar del agua y el saneamiento como un derecho humano?
 No toda el agua es derecho humano. Estamos hablando de unas cuotas 
básicas, de unos servicios básicos. Derecho humano implica que a una 
familia en vulnerabilidad o en pobreza no se le puede cortar el agua. Es
 como si mañana nos hicieran pagar por el aire y, al que no pudiera 
pagar, le pusieran una pinza en las narices y le ahogaran. No puede ser.
  ¿Se trata entonces de una cantidad fija por encima de la cual ya puede operar el mercado?
 Alrededor del derecho humano están los servicios de agua y saneamiento 
en su conjunto, no solamente los 30-40 litros por persona y día básicos.
 Ese conjunto, tener por ejemplo 24 horas al día agua de calidad en 
casa, debe ser un derecho de ciudadanía, es decir, de acceso universal, 
bajo una lógica de gestión pública y no de negocio.
 A
 diferencia de los humanos, los derechos de ciudadanía tienen deberes 
recíprocos. Por ejemplo, de orden tarifario: vamos a pagar el agua, sí, 
pero de forma que quien no pueda, no tenga que hacerlo por lo básico. 
Consiste en organizar los derechos de ciudadanía como norma de acceso 
universal. Y eso tampoco lo garantiza el mercado, que garantiza derechos
 de clientes, no de ciudadanos. Los procesos de privatización 
transforman la ciudadanía en clientela y cuando la clientela es pobre, 
es expulsada.
  ¿Eso implica que lo privado debería estar excluido  per se
 del derecho humano al agua? La postura de la primera relatora de 
Naciones Unidas en esta área, Catarina de Albuquerque, quien dejó hace 
poco el cargo, sí admite la presencia privada, aunque bajo determinadas 
condiciones.
 Teóricamente puedes contratar 
el trabajo de un privado y tenerlo controlado. Pero en la práctica no 
está siendo así; controlar a un monstruo que es 100 veces más grande que
 la institución pública que lo contrata es imposible y menos a través de
 contratos que ya están modulados para que en la práctica no sean 
controlables. Aun así podría ser, pero entonces los contratos tendrían 
que ser por cuatro años, reversibles, transparentes, decididos 
democráticamente… tantos condicionantes que, al final, sale más caro el 
control del privado que la gestión pública participativa.
 El agua tiene que ser una cuestión municipalista. Siempre ha estado 
cerca de los ciudadanos: no hay ni un solo pueblo del mundo que no se 
haya instalado al lado de una fuente de agua. Es de las cosas más 
locales que hay y eso es lo que debe llevar a una visión de democracia 
municipalista, en donde hagamos sencillo el control de lo próximo, en 
donde la democracia sea lo más barato y lo más eficaz.
 
 La primera Iniciativa Ciudadana Europea con éxito reunió cerca de dos 
millones de firmas a favor de la gestión pública. Ahora la estudia la 
Comisión Europea, que ha puesto trabas a pesar de que la aceptó en un 
principio. ¿Ha sido una victoria diluida?
 Es
 una victoria pero no definitiva; es parcial. La primera gran victoria 
es que los grandes sindicatos europeos se lanzan a este territorio, cosa
 que no había sucedido antes. Y lo hacen arriesgando, poniendo 80.000 
euros por delante para llevar a cabo la Iniciativa. Se arrastró además a
 la socialdemocracia alemana, al SPD. Segundo, dos millones de firmas no
 cambian el eje de giro pero sí fuerzan el debate europeo, es decir, el 
Parlamento Europeo pasa a debatirlo, lo que significa visibilidad 
pública, prensa… de repente es un problema, entra en la agenda. Y 
tercero, lo hace al calor de realidades ya nacionales como la italiana, 
ahora la griega, y puede que la española.
 
 Sin embargo y pese a este empuje ciudadano que se vive en el 
continente, al agua todavía le cuesta cuajar con la fuerza que arrastran
 movimientos como el de la sanidad pública y el de la educación pública.
 Muchas veces la gente, mientras el agua llegue a casa y sea de calidad,
 mientras no se envenenen los críos o acaben en el hospital, mientras 
pueda pagarla, no se levanta en alerta. Aunque a la ciudadanía le parece
 mal si alguien propone la privatización. Pero la señal de alerta es más
 difícil. Ahora está pasando lo mismo que con la electricidad, que antes
 podíamos pagarla con cierta facilidad y, de repente, a mucha gente se 
la cortan. En el agua empieza a suceder, sobre todo cuando llega el 
saneamiento, que duplica el recibo. Y entonces la gente, aunque lo pueda
 pagar, se pregunta. Y a partir de ahí viene la alerta sobre lo privado.
 Por eso la crisis ha añadido una mayor sensibilidad.
 
 Cambiando de tercio, Europa está preocupada por los planes que el 
Gobierno reserva a los ríos españoles. ¿Espera que finalmente la 
Comisión Europea haga un balance crítico y que los planes se revisen?
 Los planes hidrológicos, en rigor, están fuera de la ley. Lo que ocurre
 con la legislación europea es que tardamos diez años en hacerla 
efectiva, porque los Gobiernos no se responsabilizan de la ejecución de 
la ley más que en la formalidad. Así acaba habiendo impugnaciones 
legales que son exitosas pero tardan una década sentar jurisprudencia.
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