lunes, 23 de mayo de 2022

Frenar a la ultraderecha'. El artículo de Santiago Alba Rico

25/04/2022

Frenar a la ultraderecha'

✍️ El artículo de Santiago Alba Rico


Las elecciones francesas nos deparan una buena y una mala noticia. La buena es que ha perdido Le Pen. La mala es que ha ganado Macron, responsable en parte del ascenso de Reagrupamiento Nacional en los últimos cinco años. La Francia Insumisa de Mélenchon, es verdad, podía haberse colado en la segunda vuelta, pero hoy por hoy no constituye una alternativa en un país -y un continente y un mundo- en el que, con idas y venidas, flujos y reflujos, la extrema derecha se ha asentado como el nuevo pivote de configuración de las batallas políticas. A remolque o contra ella, las fuerzas que han sobrevivido al naufragio de los viejos bipartidismos “ideológicos” (conservadores/socialdemócratas) tienen que medirse, quieran o no, con una ultraderecha plural que comparte, más allá de las diferencias nacionales, una misma pulsión identitaria negativa: un género excluyente, una nación excluyente, una libertad excluyente. Digamos que el “momento populista” de la rebeldía ilusionada ha dejado paso, en muy pocos años, a un populismo opaco, rencoroso, autorreferencial. Esto ha tenido ya dos consecuencias inquietantes. En el orden político nos hemos acostumbrado a aspirar a poco, a interiorizar como destino la lógica del “mal menor”, a votar a regañadientes a partidos que han incorporado parte del programa de la extrema derecha que combaten. En el orden “anímico”, ese momento reaccionario se ha trasladado también, desde el destropopulismo radical, a las luchas sociales y civiles: incluso el feminismo, el ecologismo, el nuevo “obrerismo” absorben a veces el tono y el discurso de un enfado puritano e intolerante. El problema no es la identidad, recinto irrenunciable de todos los conflictos y todos los acuerdos, sino el identitarismo, esa tumoración dolorosa de los malestares privados.

No se puede sino sentir alivio tras la victoria de Macron, que retrasa cinco años la victoria de la ultraderecha en Francia, uno de los muros de carga de la UE. Tenemos que celebrar un resultado que nos concede un nuevo plazo para revertir la tendencia. Pero hay que partir de la evidencia de que, si todas nuestras políticas se hacen contra ella, si hemos interiorizado ya sus programas y su tono vital, es porque la ultraderecha va ganando y, probablemente, va a ganar sin remedio. Conocemos el diagnóstico y conocemos también la solución. El neoliberalismo ha generado inseguridad material e inseguridad antropológica. Ha desmantelado el precario contrato social de la postguerra mundial, ha precarizado el trabajo y ha erosionado los servicios públicos que permitían separar la vida de “la lucha por la vida”; y todo ello mientras disolvía los vínculos antropológicos a través del ocio proletarizado y la clausura del espacio común en medio de grandes transformaciones tecnológicas, grandes revoluciones culturales y grandes amenazas climáticas, bélicas y sanitarias. Es una ley infalible: cuando no podemos alcanzar y modificar la fuente de nuestra inseguridad -porque es abstracta y lejana- buscamos seguridad en otro sitio, allí donde todavía podemos intervenir: en el lenguaje, en el cuerpo, en la familia, en la casa, en la “nación”. El neomachismo, los magufismos, los negacionismos, los tribalismos operan a la manera del odio mágico que pretende hacer daño al déspota remoto con un alfiler y una figura de cera. “Figuras de cera” que en este caso tienen forma de inmigrante, de mujer, de transexual, de rival político (...)



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