jueves, 1 de agosto de 2024

Rilke en el Tribunal Supremo. Los Marchena, Gª Castellón, Aguirre, Peinado y tantos otros son artistas con mayúsculas. Por Gerardo Tecé

 6 jul 2024   Gerardo Tecé 

Los jueces Marchena, García Castellón, Aguirre, Peinado y tantos otros creadores son, sin lugar a dudas, artistas con mayúsculas

Inauguración del año judicial 2022-2023. / Casa Real 


Si es usted uno de esos jóvenes con inquietudes artísticas que anda en estos días de matrículas universitarias pensando qué oficio podrá satisfacer su vena creativa, además de leer las famosas cartas de Rilke, le recomiendo este artículo. Desde Rainer María hasta nuestros días las cosas han cambiado mucho. Tanto que hoy puede usted encontrar una gran variedad de oficios creativos más allá de la literatura, la pintura o las artes escénicas. Uno de ellos es la carrera judicial.

Quizá le sorprenda. Quizá tenga usted aún instalada la idea de que los jueces son aburridos seres que viven su día a día enterrados entre montañas de documentación legal a la que deben darle forma de manera rigurosa para dictar sentencias soporíferas. Abandone esa creencia errónea. Quizá, no lo niego, esto fuese así en algún tiempo pasado. Hubo épocas no tan lejanas en las que la prudencia gobernaba lo judicial hasta tal punto que aparecían sobresueldos a nombre de un tal Eme Punto Rajoy y nadie se atrevía a señalar a nadie por no precipitarse. Es cierto que eran años en los que un miembro del PP podía presumir de controlar por detrás el Tribunal Supremo y, prudentes y aburridos como ellos solos, los jueces no se atrevían a generar literatura apocalíptica hablando de peligros letales para la democracia. Esto ha cambiado radicalmente. La era de la prudencia ha dejado paso a una época vibrante y llena de luz en la que los miembros del Tribunal Supremo son hoy estupendos guionistas capaces de fabricar los relatos, tramas y finales más brillantes.

Tras la original sentencia del procés en la que un delito tan elástico como el de sedición permitió la creación de un golpe de Estado a partir de una de tantas protestas en la calle, la misma magistratura a la que no le preocupaba ser controlada por detrás, dio comienzo a una fértil etapa de creación artística en la que, cada dos lunes, tocaba emitir literatura apocalíptica. Entregados a la vida creativa, en el máximo tribunal español decidieron entonces comenzar a amparar las tramas más apasionantes. Presidentes catalanes dirigiendo organizaciones terroristas, espías de Putin comiendo pan tumaca, tipos con coleta cobrando bajo cuerda de dictaduras o malvadas esposas de presidentes perseguidas en base a heroicos recortes de prensa. Un catálogo amplio que nada tiene que envidiar a las mejores plataformas del momento y que, esta misma semana, se ha ampliado con una nueva joya creativa protagonizada por el Tribunal Supremo.

Tomen nota de la premisa los alumnos arrepentidos por haberse matriculado en el máster de guion. Se trataba de que los miembros del Tribunal Supremo, encargado de hacer cumplir las leyes aprobadas por el Parlamento español, se negasen a cumplir una ley aprobada por el Parlamento español: la ley de Amnistía. Como en toda construcción de guion es importante establecer un punto de partida, un nudo y un desenlace. El punto de partida era que esa ley no se iba a aplicar de ninguna de las maneras. Que los togados se manifestasen en contra de la ley cuando ésta aún no había sido redactada, era un tremendo spoiler que, como verán, no iba a quitarle mérito creativo alguno al desarrollo de esta historia. ¿De qué manera justificamos que a los personajes les ocurra lo que les debe ocurrir? Miren el Power Point. Ahí tienen la redacción de la ley de amnistía, una aberración anticonstitucional. Perdón, esta es la amnistía fiscal. Disculpen un momento. ¿A ver? Ahora sí. La ley de amnistía catalana. Si se fijan ahí, en esa letra pequeña, la ley no contempla el perdón de quienes se enriquecieron personalmente con el procés. Un olvido anecdótico ya que nadie lo hizo. Como bien indica la sentencia emitida por el propio Tribunal Supremo que en su día condenó a los líderes del procés, ninguno de los políticos a los que se pretende amnistiar experimentó enriquecimiento personal.

Y es ahí, en esa pequeña letra, donde el equipo de guion dirigido por Marchena ha vuelto a crear una obra de arte del guion de ficción. Paso la diapositiva. Atentos al giro argumental. Es cierto que cuando dictamos sentencia contra los acusados por el procés, ninguno fue condenado por enriquecimiento personal, pero ahora que lo estamos pensando con más calma, sí que hubo enriquecimiento. Estaremos todos de acuerdo en que se usaron fondos públicos para, por ejemplo, sacar urnas a la calle, ¿no? Bien. Pues imagínense que esas urnas no se hubieran pagado con fondos públicos. En ese supuesto, los políticos catalanes hubieran tenido que poner dinero de su propio bolsillo. Al no hacerlo, al haber pagado las urnas con dinero público, se ahorraron ese dinero. Dicho de otro modo, se enriquecieron personalmente, así que no se les puede aplicar la amnistía. Tachán, que diría Juan Tamariz.

Calma. Entiendo el aplauso, pero guarden silencio, que aún hay más. Cuando uno está en plena vena creativa es difícil detenerse, así que el Tribunal Supremo llegó a otra conclusión. Dice la ley que no serían amnistiables los delitos que hayan dañado a los intereses financieros de la Unión Europea. Bien. Tomen de nuevo nota. ¿Y si el procés se hubiese salido con la suya logrando la independencia de Cataluña? ¿Y si, una vez lograda esa independencia, los catalanes se hubieran negado a establecer un acuerdo fiscal con España? ¿Y si, no teniendo España, un país miembro de la Unión Europea, el control de los impuestos catalanes, esto hubiese supuesto un perjuicio para las cuentas de Europa? Queda demostrado, por tanto, que los líderes del procés no sólo lograron un potencial enriquecimiento personal, sino que, además, perjudicaron potencialmente la economía de la Unión Europea. Ahora sí, pueden ponerse en pie y aplaudir.

Le decía por carta Rilke al joven aspirante que una obra de arte es buena si ha nacido del impulso de una íntima necesidad. Por eso, podemos sentenciar, sin miedo a equivocarnos, que los jueces Marchena, García Castellón, Aguirre, Peinado y tantos otros creadores son, sin lugar a dudas, artistas con mayúsculas.

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