jueves, 12 de abril de 2018

Los que sí se esfuerzan, señora Cifuentes

No hay nada que llene de más orgullo una casa humilde que el título universitario de las hijas e hijos de quien no pudo permitirse estudiar porque se destrozaron las manos trabajando. Nadie con sus privilegios podrá manchar lo que se ha logrado con el sudor y las espaldas partidas de nuestros padres y madres.

Los hijos de los obreros queremos estudiar
Los hijos de los obreros queremos estudiar

El curso del máster de Cifuentes fue el último con las tasas universitarias a un nivel que los hijos e hijas de clase trabajadora podían plantearse pagar. Cabría pensar que la Delegada del Gobierno sabía que tras la llegada al poder de su PP se impondría una subida masiva de las tasas universitarias y convenía realizar su ‘fake máster’ antes de que costara demasiado caro. Fue en julio de 2012 cuando Esperanza Aguirre elevó un 38% el precio de las matrículas envalentonada por la reforma universitaria del ministro de Cultura, Jose Ignacio Wert. En lo que respecta a los másteres, la subida brutal del precio del crédito expulsó de la universidad a una mayoría de las personas de clase obrera que además vieron cómo las becas comenzaron a desaparecer. Más de 40.000 alumnos tuvieron que abandonar las universidades públicas por el tasazo del PP. El crédito del máster universitario pasó de 33 a 65 euros doblando, o incluso triplicando an algunos casos, el precio. Cristina Cifuentes pagó 1.500€ por un máster que al año siguiente pasó a costar de 3.000€ a 6.000€ dependiendo de la especialización.
Qué oportuno, señora Cifuentes. El máster fue aprobado en el momento justo para que no te sangraran con las tasas. Disculpa si por ahora no digo lo aprobaste porque tantas mentiras me hacen creer que te lo aprobaron por tu cargo bonito. Porque mientes mucho, y mienten los que te defienden. Los que hicimos un máster en la misma universidad el mismo año que tú sabemos que mientes. Porque todos tenemos nuestro trabajo fin de máster guardado, porque si no lo tenemos por algún desastre de la informática – o de alguna mudanza – está en el mail, al tener que habérselo enviado a nuestro tutor. Porque si has perdido el correo o ya no tienes acceso a él tuviste que entregar tres copias en papel en el registro, y tienen que estar custodiadas en la universidad. Porque si hubo ese error informático con la nota de una asignatura te hubieras dado cuenta en el mismo momento en el que accedieras a la intranet de alumnos para pedir el justificante que acreditara que tenías todas las asignaturas aprobadas y así poder realizar el trabajo fin de máster (TFM). Pero todo eso no lo sabías al querer excusarte, tú y los serviles que mandaste a que te defendieran en una vergonzosa rueda de prensa que tendría que inhabilitarlos de por vida para ejercer en la universidad pública. Porque si hubieras hecho el máster igual que el resto de mortales, sin privilegios, sabrías que esas mentiras no iban a pasar el mínimo escrutinio público por lo burdas y grotescas que son.
Esto es una cuestión personal para los que sí se esfuerzan en lograr sus títulos y méritos, señora Cifuentes. Todo lo político lo es, pero es que su ‘fake máster’ influye directamente sobre el prestigio de todos y cada uno de los títulos de aquellos que sí se esforzaron en lograrlo. Usted no es capaz de imaginar lo que representa para una hija de la clase obrera la consecución de un máster universitario después de todas las trabas que los de su clase le han puesto. Usted, que tiene el privilegio de lograr que los profesores le permitan faltar a las clases de un máster presencial solo por su posición se atreve a dar lecciones de cultura del esfuerzo, de meritocracia, a esos ciudadanos que tienen que ir a clase sin descansar, después del trabajo que se han tenido que buscar para pagar las tasas que los de su clase le han subido. Porque los ‘liberales’ madrileños solo conocen el pago de una tasa: la succes fee o tasa de éxito, la que les lleva a a altas posiciones sociales solo con pagar para acceder.
Lo tenéis todo previsto. Si a pesar de todas las trabas económicas puestas conseguimos un puesto de trabajo que nos permite sortearlas, nos imponéis una asistencia mínima a las clases que, de facto, imposibilita trabajar y estudiar a la vez de una forma tolerable para la salud física y mental. Eso, cuando no nos expulsa directamente por no poder cumplir el porcentaje mínimo exigido de asistencia a clase. Esa problemática Cristina Cifuentes no la tiene ni la conoce, porque no necesitó ir a clase para que la aprobaran mientras ejercía de Delegada del Gobierno de Madrid.
En julio de 2012 recibí un correo del director de un máster de medios de comunicación y análisis político en el que me había prematriculado en la Universidad Rey Juan Carlos. Se mostraban preocupados porque el aumento de las tasas universitarias les había dejado sin alumnos y entraron en pánico porque se quedaban sin “clientes”. Este era el mail:
“Estimado alumno/a,
Solo quería confirmar que has recibido el correo de nuestra oficina de posgrado en el que se os informa de que el gobierno de la Comunidad de Madrid ha subido los precios de los máster el pasado 26 de julio. Quería decirte que, por mi parte, se nos había dicho que habría una subida de las tasas, pero de ninguna forma esperaba que fuera como finalmente ha sido. Como habrás podido comprobar, un master como el nuestro, con 60 créditos, pasa a costar unos 3900 euros (para alumnos residentes), aunque se puede pagar en varios plazos. Me gustaría saber si vas a mantener tu matrícula en este máster después de conocer el incremento del precio. Esta información es muy importante para nosotros para poder planificar el desarrollo del curso próximo. Las clases del máster, por otra parte, empezarán el 1 de octubre. Durante el mes de septiembre hay un período extraordinario de matrícula. Espero tu respuesta lo antes posible.
Un cordial saludo y felices vacaciones.
Manuel.”
El correo es de Manuel Álvarez Tardío. El historiador de cabecera de FAES. Casi todo el profesorado del máster pertenecía a esa institución. Si no fuera porque la dramática subida de tasas expulsó a mucha gente humilde de la universidad sería casi romántico que los miembros del think tank del PP que pedía la subida de tasas se quedara sin alumnos por ese motivo.
No pude pagar el precio del máster y tuve que dejar de pensar en una salida académica a mi situación laboral precaria en aquel momento. Les di algunas soluciones creativas para hacerles saber que ellos, los miembros de FAES que inundan la Universidad Pública, son parte responsable del deterioro del que se enriquecen. 
La universidad al servicio de los de su clase
Las irregularidades del máster de Cristina Cifuentes están enmarcadas en la estrategia sistemática de desmantelamiento de las universidades públicas que se ha producido por parte de la ofensiva neoliberal. El descrédito que provoca para la Universidad Rey Juan Carlos y para sus titulaciones el conocimiento de que sus másteres eran conseguidos por los políticos afines con solo pagar el precio de la matrícula es un favor más que hace Cristina Cifuentes a esa maniobra de desguace de lo público.
Wendy Brown escribe en “El Pueblo sin atributos: la secreta revolución del neoliberalismo” un capítulo entero para explicar el plan dedicado a la educación superior por parte de aquellos que como el PP en Madrid han dinamitado la Universidad como elemento que iguale las oportunidades: “La educación pública superior, como muchas otras cosas en los órdenes neoliberales, se estructura cada vez más para atrincherar las trayectorias de clase y no para corregirlas”.
Las personas de la clase de Cristina Cifuentes han concebido la Universidad como un elemento más al servicio del mercado, un instrumento de entrenamiento laboral que configure el capital humano que precisan las empresas, dejando de lado la visión humanista como elemento democratizador de la sociedad. Las humanidades han sido a lo largo de la historia un espacio reservado a las élites, una cultura elevada que no estaba al alcance del vulgo. Los trabajadores estaban destinados a las actividades manuales. Fue precisamente la extensión de esa educación humanista al común de los ciudadanos un elemento igualitario que ahora está siendo minado mediante reformas para que la clase trabajadora se forme solo en profesiones específicas que el mercado necesita. Una herramienta que no piense demasiado.
La educación pública superior es tratada por el pensamiento neoliberal con lógica mercantil, por eso ellos se pueden comprar un título. La educación privada siempre ha funcionado como un elemento de cierre social, de acaparamiento de oportunidades, una barrera que sirve para discriminar entre clases y reservar los mejores puestos de la sociedad a los hijos e hijas de una oligarquía de privilegiados. Convertir la universidad pública en una institución que sirva a los mismos intereses de clase pasa por establecer unas normas sociales que hagan imprescindibles la consecución de un máster y a su vez establecer unos requisitos de acceso prácticamente imposibles para su consecución por parte de las clases populares. La subida de tasas y el recorte de las becas unido a las reformas universitarias, que convierten el máster en requisito imprescindible, cierran el candado de la igualdad de oportunidades para los estudiantes de clase obrera. El cierre social se establece y así convierten la única manera que la clase trabajadora tiene para mejorar sus oportunidades en un elemento más de diferenciación en el que las clases altas pueden pagar por tener un máster sin siquiera pasar por las aulas.
“El hijo del obrero, a la universidad” ha sido una proclama histórica. Una reivindicación estudiantil que siempre ha estado presente en cada una de las manifestaciones contra las reformas que impedían el acceso a las clases populares a la educación universitaria. Desde Maravall a Wert. La defensa de la universidad pública es uno de los elementos fundamentales de la lucha de los trabajadores. La clave de bóveda sobre la que se estructura la mejora sustancial de las condiciones materiales de los que menos tienen, y no se puede tolerar que sea un elemento más al servicio de las clases privilegiadas. No hay nada que llene de más orgullo una casa humilde que el título universitario de las hijas e hijos de quien no pudo permitirse estudiar porque se destrozaron las manos trabajando. Nadie con sus privilegios podrá manchar lo que se ha logrado con el sudor y las espaldas partidas de nuestros padres y madres. Los que sí se esfuerzan, señora Cifuentes, los que más se esfuerzan, no se lo van a permitir. 


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