"Para mí es importante tener los papeles porque si vuelvo a Ucrania podría ir a la guerra y no quiero". Bogdan (19 años) pronunció estas palabras en 2020, cuando aún era menor de edad y fue entrevistado para el informe Crecer sin papeles en España, de Save the Children y la Fundación porCausa.

En aquel momento la guerra con Rusia no había comenzado oficialmente, a pesar de que el conflicto armado en el Dombás se alargaba desde 2014. Miles de ucranianos habían emigrado a otros países europeos huyendo de él. Muchos no consiguieron el asilo hasta que la Unión Europea se alineó con Ucrania tras la invasión rusa en febrero de 2022 y aceleró los trámites de los solicitantes en los Estados miembros.

Hasta aquel momento, Bogdan y su madre habían vivido en España con el miedo a ser deportados a Ucrania y enfrentar las amenazas de las que huyeron: la escalada del conflicto en Crimea, la posibilidad de que de Bogdan fuera reclutado al cumplir los 18 y la radicalización de bandas ultras y nazis que se extendían por la región.  

Ahora, con 19 años y un hijo a su cargo, Bogdan piensa en sus amigos ucranianos, los que salieron del país huyendo del servicio militar y la guerra y los que se quedaron y combaten en el frente. En una conversación con Público, duda sobre la decisión que tomaría si estuviera allí y fuera llamado a filas. "Ahora que tengo un hijo, no iría", reflexiona, "aunque si no lo tuviera, una parte de mí querría defender a mi país, pero la otra no sé qué haría, la verdad".

Bogdan duda porque cree que la guerra está hecha "para hacer ganar dinero" a los más poderosos. También porque al pensar en sus vínculos afectivos con Rusia (familia, amigos, expareja), ahora dispuestos en el lado contrario del tablero, cree que la guerra "es una tontería sin sentido".

Según el Informe sobre gasto militar del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI) de 2022, el gasto militar mundial creció un 3,7% desde 2021, hasta alcanzar los 2.240 millones de dólares. Se trata del mayor aumento interanual en los últimos 30 años.

Existe una relación "estructural, invariante y necesaria entre nacionalismo y militarización. No es casual", ahonda Raúl Sánchez Cedillo, autor de Esta guerra no termina en Ucrania (Katakrak, 2022). Explica que históricamente los estados plurinacionales y los imperios se dotaban de ejércitos mercenarios, mientras que tras la Edad Moderna lo que combate en la narrativa nacionalista es el cuerpo de la nación, vinculado a la milicia nacional.

Los estados-nación precisan de cuerpos que los defiendan, aunque estos sean tomados por la fuerza. Por eso, muchos estados-nación disponen de mecanismos en sus legislaciones para activar estados de excepción como la ley marcial, que dota a las fuerzas armadas y otros cuerpos policiales y militares de facultades extraordinarias, entre otras, la movilización de la población para servir en el ejército (...)