Francisco Miguel es enterrado en A Coruña casi nueve décadas después de haber sido paseado y enterrado en una fosa común, cuya exhumación refutó una leyenda popular.
"Los de la partida, los paseadores que se hacían llamar la Brigada del Amanecer, se cabrearon mucho. Primero lo miraron con sorpresa, como diciendo qué burro, se le escapó el tiro, no se mata así. Pero luego, de regreso, rumiaban que les había jodido la fiesta con tanta diligencia. Habían pensado alguna maldad. Quizá cortarle los cojones en vivo y metérselos en la boca. O cercenarle las manos como hicieron con el pintor Francisco Miguel, o con el sastre Luis Huici. ¡Cose ahora, dandy!".
Pinta ahora, Francisco Miguel.
Recordar duele, aunque la memoria de este pintor vanguardista sigue presente en las páginas de O lapis do carpinteiro, publicada originalmente en gallego por Xerais y luego en castellano, traducida por Dolores Vilavedra, por Alfaguara. Su autor, Manuel Rivas, eligió precisamente para la primera edición de la portada de Los libros arden mal un cuadro de Francisco Miguel, Naturaleza muerta, lo mismo que pretendían los fascistas que ordenaron su ejecución: acabar con los polinizadores de la cultura durante la Segunda República.
Manuel Rivas, un maestro de la metáfora, se pregunta por qué los escritores, los artistas y los intelectuales habían sido el blanco del franquismo. Porque la "obsesión totalitaria", reflexionaba, no se conforma con el "poder coercitivo", sino que aspira al "control de las conciencias". Un poder duradero subvierte la legalidad y asalta las instituciones, pero si aspira a ser eterno también persigue el dominio de las mentes.
Lo contaba la semana pasada en la jornada Tempo de facer xustiza, dentro del ciclo Revisando a nosa arte, organizado por el Consello da Cultura Galega. "Frente a la polinización cultural, el DDT" del franquismo, época totalitaria "de despotismo, depredación y terror semántico".
Frente a la "excitación creativa", añadía el escritor gallego, una "excitación destructiva".
Francisco Miguel ha sido enterrado este lunes en el cementerio coruñés de San Amaro, después de que la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) de A Coruña entregase los restos a sus familiares, procedentes de México y Estados Unidos.
Había nacido en Oleiros en septiembre de 1897, fue asesinado a un puñado de kilómetros de allí en septiembre de 1936, su cuerpo maltrecho se exhumó en septiembre de 2023 y ahora, en septiembre de 2025, al fin es objeto de homenajes. La memoria debe ser inagotable, aunque recordar duela.
Franquismo, represión y muerte
Cuatro años después de la publicación de El lápiz del carpintero, en 2002 Antón Reixa adaptó la novela al cine. Cuando el personaje de Gonzalo Rincón es paseado, los asesinos comentan entre risas las torturas que han sufrido otros represaliados antes de su muerte. La conversación transcurre en gallego, la traducción es libre:
Zalo: A ver, qué, ¿cómo hacemos?
Herbal: Pégale un tiro y ya está.
Zalo: No vine desde A Coruña para matarlo de un tiro.
Falangista 1: Podemos cortarle las manos…
Falangista 2: Sí, como hicimos con el pintor Francisco Miguel. Lo conocías, ¿no?
Zalo: Eh, pintor… ¿qué tal se te daría pintar sin manos?
Falangista 2: Córtale los cojones.
Zalo: Y después se los metemos en la boca. Estás cagado de miedo, ¿verdad? (...)
Zalo: Podríamos pegarle un tiro en el vientre, y dejar que se desangre como una cerda.
Falangista 1: Yo digo que le cortemos los cojones…
(La mirada desesperada del pintor busca la de Herbal y, por un momento, el guardia se transforma en su padre y Gonzalo en el zorro preso en la trampa)
Herbal: Lo siento mucho, meu (Herbal le dispara un tiro mortal en la frente)
Hay muchos Francisco Miguel, como Arximiro Rico, un maestro lucense a quien "le cortaron los testículos, se los metieron en la boca, le cortaron la lengua y le quitaron los ojos… y todo eso vivo, claro". No era un rojo, sino un republicano de centro que encarnaba el progreso en el rural gallego, sometido al poder de curas y caciques. Los falangistas no solo mataban a un hombre, sino que también aniquilaban la Ilustración.
Aunque comprometido con la izquierda intelectual de A Coruña, Francisco Miguel era un artista que tampoco suponía ningún peligro para el franquismo en una tierra donde no hubo guerra, solo represión. Un breve esbozo biográfico nos lo brinda A represión franquista na comarca da Coruña (Laiovento), un libro a cargo del proyecto de investigación Nomes e Voces, dirigido por Lourenzo Fernández.
"Reputado pintor formado en las vanguardias artísticas de México junto a David Alfaro Siqueiros. Retornado a Galicia en 1933, mantuvo un fuerte compromiso intelectual con la izquierda intelectual coruñesa. Detenido el 19 de septiembre de 1936, fue torturado y asesinado en el Campo de Morgade - Queo de Arriba - Bértoa (Carballo) el 28 de septiembre de 1936. Enterrado en el cementerio de Bértoa".
En una fosa común. Una tumba sin lápida ni nombre.
A Coruña antes de Francisco Franco
Quizás proceda contextualizar aquella Coruña de Francisco Miguel, asesinado a los 38 años, una ciudad que fue escenario de la lucha de las cigarreras, del ateneo libertario Resplandor en el Abismo o de la biblioteca Germinal, presidida por el también pintor represaliado Luis Huici.
Ambos coincidieron en la revista Alfar, en la que colaboran Picasso, Juan Gris o Rafael Barradas. "En esa época, está muy vinculado al ultraísmo, que entronca con el citado pintor uruguayo, con Norah Borges —hermana del escritor Jorge Luis Borges— o con su amigo Luis Huici. Y en una etapa posterior, su estética de carácter clasicista lo emparenta con cierto Picasso y con otros autores de la figuración de la vuelta al orden, sobre todo europeos, aunque también se acerca al realismo mágico", explica a Público el crítico de arte Carlos L. Bernárdez.
El académico de la Real Academia Galega de Belas Artes le acaba de dedicar la conferencia Nova obxectividade e realismo máxico. A pintura de Francisco Miguel, a la que se suman otras actividades en torno a su figura, como el ciclo Memoria de amor y lucha, organizado por la Deputación de A Coruña, que abordará a lo largo de toda la provincia su legado y el de su mujer, Syra Alonso, cuyos Diarios, reeditados por Alvarellos, han sido fundamentales para trazar su trayectoria vital y artística. Además, la Casa Museo Casares Quiroga alberga la exposición Francisco Miguel Fernández Díaz. 1897-1936, comisariada por Felipe Senén.
De México al franquismo
"Fue un pintor relevante dentro de la figuración del arte europeo de entreguerras, pero su obra es muy poco conocida porque fue asesinado y su mujer se exilió, de modo que ha permanecido en el olvido", añade Bernárdez, quien recuerda que vivió en París, Cuba y México, donde permanece siete años y se relaciona con el grupo de escritores Los Contemporáneos (Salvador Novo, Xavier Villaurrutia, Rodolfo Usigli…) y con pintores como Siqueiros y María Izquierdo.
En 1934 Francisco Miguel y Syra Alonso se instalan en Madrid y, un año después, regresan a Galicia, donde viven en la Casa da Felicidade, como bautizó ella a su hogar en Oleiros. Poco duraría, porque pronto sería detenido. En sus Diarios documenta el terror previo a su asesinato y el período posterior hasta su marcha a México, aunque Carmela Galego considera que, además de su valor documental, fueron muy útiles para llevar a cabo los trabajos de exhumación en el cementerio de Bértoa (Carballo).
Durante la mesa redonda Tempo de facer xustiza, la historiadora y vicepresidenta de la Agrupación Cultural Alexandre Bóveda desgranó las páginas escritas por aquella "mujer muro", siempre al socorro de su marido, como cuando "estuvo siete horas apostada en una comisaría, donde permaneció detenido por primera vez, soportando las risas de burla de la brigada social, hasta que se hace de día".
A pesar de que en un primer momento logró sacarlo de la cárcel, vuelve a ser encerrado y, días antes de su asesinato, envía la siguiente carta al cuartel de la Guardia Civil de A Coruña: "No sé quién de ustedes tiene en sus manos la vida de Francisco Miguel. A aquel o aquellos que la tengan, les envío este cuadro. Él puede decirles el valor del pintor que todavía puede dejar tanta obra a su patria. Os pido con todo mi corazón que no matéis al pintor Francisco Miguel".
Un valor que también fue decisivo para su futuro, pues tras el asesinato de su marido Syra Alonso y sus tres hijos se llevaron consigo al exilio algunas pinturas cuya venta les ayudaría a salir adelante. Era una "mujer cuidadora", aunque Carmela Galego subraya su labor como escritora y su "papel primordial en el plano cultural". Sus "demoledores" Diarios, según Carlos Bernárdez, revelan a una persona con una "notable formación intelectual", donde el "talento para narrar" se plasma en unos "escritos de gran calidad".
¿Pero por qué mataron a Francisco Miguel? "Era una persona progresista que se movía en un ambiente de intelectuales republicanos, aunque no tenía una militancia política marcada ni estaba en la primera línea. Cualquier circunstancia —desde ayudar a unos perseguidos hasta una denuncia en los momentos más duros de la represión sistemática del verano del 36— bastaba. Lo asesinaron a él como podían haber asesinado a cualquiera, porque entonces mataban a todo el mundo", reflexiona el crítico de arte.
Encarcelado el 3 de agosto, casi un mes después lo pasearon, le dispararon y arrojaron su cuerpo y el de otras tres personas (Juan Boedo Pardo, Andrés Pinilla Fraga y Pedro Pinilla Calvete) a treinta kilómetros de A Coruña, hasta que el cura y los vecinos de Bértoa les dieron sepultura.
Su cuerpo baleado era un colador. El rostro hundido y las manos cortadas. Las manos de un pintor.
Así lo habían contado las gentes hasta que sus restos fueron exhumados. "No había ningún cuerpo con las manos mutiladas", dejaba claro Carmela Galego en el acto organizado por el Consello da Cultura Galega. "Sin embargo, es curioso como esa narración se instaló en el subconsciente colectivo de la ciudadanía de A Coruña".
El detalle no se conocería hasta casi nueve décadas después.
Tras su asesinato, Syra Alonso deja atrás Galicia junto a sus hijos Francisco Alberto, Juan Ramón y Sandro. En Lisboa, visitan una exposición de un pintor y uno de los chavales hace un comentario acertado sobre su obra, lo que atrae la atención del artista, quien les pregunta quiénes son. Sorprendentemente, había conocido a Francisco Miguel y decidió ayudarlos, consiguiéndoles cuatro pasajes para viajar en el Serpa Pinto, que atracó en el Puerto de Veracruz en octubre de 1942 con un centenar de refugiados a bordo, entre ellos Max Aub.
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