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jueves, 13 de abril de 2017
Cerco al gas cancerígeno que invade casas de media España
La UE obliga al Gobierno a eliminar el radón en viviendas y lugares de trabajo tras 30 años de alertas científicas ignoradas Santiago de Compostela
El investigador Alberto Ruano muestra un bote utilizado para medir la presencia de radón. OSCAR CORRAL
Las mujeres de la provincia de Ourense encabezan una triste y
misteriosa estadística: son las españolas más golpeadas por el cáncer de
pulmón. “Eso no puede ser por el tabaco, la culpa es del radón”,
afirma, rotundo, desde su despacho de la Facultad de Medicina de
Santiago el investigador Alberto Ruano, que lleva tiempo siguiéndole la
pista a este gas radiactivo, imperceptible, que emana del subsuelo de buena parte de la Península
y que se concentra en viviendas y lugares de trabajo, sobre todo en
sótanos y plantas bajas. La Unión Europea reconoce que esa exposición
constante al radón supone un importante riesgo para la salud y, tras 30
años de alertas científicas, obligará a partir del año que viene al
Gobierno español a tomar medidas.
Es en los subsuelos graníticos donde más radón se genera porque sus
rocas son ricas en uranio, el elemento origen de este gas. Las zonas de mayor riesgo en España
son Galicia –con las provincias de Ourense y Pontevedra a la cabeza-,
un área importante de Castilla y León, Extremadura, Comunidad de Madrid y
ciertas zonas de Castilla La-Mancha, según el Consejo de Seguridad
Nuclear. Lo que hace este elemento es emitir partículas alfa, muy
energéticas, que impactan de forma continua contra el epitelio pulmonar y
multiplican el riesgo de sufrir cáncer, incluso en mayor medida que el
humo ambiental del tabaco, incide Ruano.
Este profesor de Medicina Preventiva dirige junto a Xoán Miguel Barros el Laboratorio de Radón de Galicia,
que acaba de publicar el mapa más preciso hasta el momento de los
puntos críticos del territorio gallego, basado en 3.000 mediciones. “La
práctica totalidad de Galicia es una zona de riesgo y hay áreas en las
que casi todos los lugares de trabajo tienen esta consideración”,
advierte Ruano.
La Unión Europea aprobó en 2013 una directiva (2013/59/Euratom) que
entrará en vigor el año que viene y que por primera vez obliga a los
gobiernos a realizar mediciones en lugares de trabajo ubicados en áreas
de riesgo y mitigar la concentración de radón en los que se registre un
mínimo de 300 becquerelios por metro cúbico, la unidad de medida
utilizada con este gas y que equivale a la desintegración atómica que se
produce en un segundo. Los países miembros deberán además introducir
requisitos específicos en los códigos de edificación que eviten la
entrada de este gas en los inmuebles de nueva construcción y
“fomentarán” su reducción en las casas ya existentes.
Los expertos del Laboratorio de Radón de Galicia se felicitan de que
por fin se exija a la Administración que proteja a los ciudadanos de
este agente cancerígeno pero consideran “insuficiente” el “nivel de
acción” marcado por la UE (300 becquerelios por metro cúbico), teniendo
en cuenta que en Estados Unidos es de 148 becquerelios y que la
Organización Mundial de la Salud fija en 100 la frontera del peligro. En
este centro universitario de investigación recuerdan mediciones en
viviendas gallegas en las que se detectaron hasta 3.000 y 4.000
becquerelios.
El Ministerio de Sanidad ha creado un grupo de trabajo para redactar
un plan estatal de actuación contra el radón “en viviendas, edificios
públicos y lugares de trabajo”. El Ministerio de Fomento tramitará a lo
largo de 2017 un decreto para introducir en el Código Técnico para la
Edificación “exigencias reglamentarias relativas a la protección frente
al gas radón en edificios residenciales”. Los cambios, sostienen fuentes
oficiales de este departamento, incluirán requisitos para las obras que
haya que realizar en inmuebles construidos donde se supere el nivel de
referencia que el Gobierno español determine, que no podrá ser mayor que
los 300 becquerelios fijados por la directiva europea.
Borja Frutos, arquitecto del Instituto de Ciencias de la Construcción
Eduardo Torroja, cree que la nueva normativa contra el radón, un
contaminante “olvidado”, ayudará “a mejorar notablemente la calidad del
aire” de los espacios cerrados sin ser “traumática”, añade, porque el
sector de la construcción “está bien preparado”. “El radón es un
desconocido incluso para muchos médicos en España”, lamenta Ruano. “Y
las autoridades españolas hasta ahora han mirado para otro lado”.
La peligrosidad de este agresor invisible se descubrió en 1985,
cuando Stanley Watras, empleado de una central nuclear de Pennsylvania,
hizo saltar las alarmas del complejo con una insólita radiación en el
cuerpo que no había adquirido en su puesto de trabajo sino en su hogar.
En EEUU se tomaron medidas contra el radón solo tres años después de
aquel incidente y en Reino Unido los niveles de este gas influyen hasta
en el precio de una casa. El modelo a seguir, indican los expertos, es
Irlanda, donde se realizaron entre 2000 y 2005 decenas de miles de
mediciones para conocer al detalle su incidencia en todo el país. Tres
empresarios irlandeses fueron condenados en 2010 a penas de cárcel,
señalan desde el Laboratorio de Radón de Galicia, por no controlar el
radón en sus centros de trabajo.
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