martes, 30 de marzo de 2021

Hijas de la Anarquía. La tradición de los nombres libertarios

 ELSALTODIARIO.COM    Chema Álvarez Rodríguez    9 FEB 2021

Semblanza anárquica de algunos nombres, hijos del tiempo rebelde en el que éstos también eran anunciadores de un mundo nuevo.
Hijas de la Anarquía. La tradición de los nombres libertarios

(...) Floreal es el octavo mes del calendario republicano francés, el segundo mes de la primavera, entre Germinal y Pradial. María Bruguera y Francisco Torrado le pusieron ese nombre al hijo que engendraron y tuvieron en los campos jerezanos. Floreal. Como anarquistas practicantes que eran, cuya vida e ideas iban más allá de su acción política, apelaron con este nombre a la protección de la Naturaleza, de las flores que se abren entre abril y mayo, sustrayendo así a la Iglesia el poder omnímodo que siempre había demostrado tener a través de la imposición de nombres cristianos.

Esta práctica, la de poner nombres no cristianos ni religiosos a los hijos e hijas, fue una costumbre entre las familias de anarquistas principalmente, si bien otros muchos militantes de izquierda (comunistas, socialistas, republicanos…) también la ejercieron como un signo de anticlericalismo y de inicio de un mundo nuevo.

(...) Ya El Condenado, periódico colectivista, defensor de La Internacional, en su edición del domingo 20 de abril de 1873, reproducía el acta de una sesión celebrada por internacionalistas en la noche del 26 de febrero de 1873 en Sanlúcar de Barrameda, en la que dos de los miembros presentaban a la Asociación a sus hijos nacidos el día 1 anterior, con el fin de que esta les diera nombres, “con que se han de diferenciar entre los demás”, resultando como acuerdo de la Asociación llamar al hijo de Antonio Aguilar y de Francisca Fernández “Paso al Progreso Humano”, y a la hija de Agustín González y Encarnación Morantes “Europa Anárquica”.

La prensa anarquista de finales del siglo XIX y de principios del XX ofrece testimonio abundante de los nombres anarquistas y de las ceremonias que los acompañaban, sin dejar de mencionar las reacciones que suscitaban en los poderes de la época, tanto estatales o municipales, como los eclesiásticos. Por no hablar de “las buenas gentes” (...)


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