lunes, 29 de enero de 2024

CTXT . Industria bélica. La política exterior estadounidense es una estafa basada en la corrupción. Por Jeffrey D. Sachs (Common Dreams)

 Jeffrey D. Sachs (Common Dreams) 13/01/2024

El gasto militar anual de un billón y medio solo beneficia al complejo militar industrial y a las personas del exclusivo ámbito político de Washington, mientras empobrece y pone en peligro a EEUU y al mundo

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Estados Armados de América. / Pedripol

A simple vista, la política exterior estadounidense parece totalmente irracional. Estados Unidos se mete en una guerra desastrosa tras otra: Afganistán, Irak, Siria, Libia, Ucrania y Gaza. En los últimos días, Estados Unidos se ha quedado aislado a escala mundial en su apoyo al genocidio de Israel contra los palestinos al votar en contra de una resolución de la Asamblea General de la ONU, diseñada para alcanzar un alto el fuego en Gaza y respaldada por 153 países, que suponen el 89% de la población mundial, y a la que sólo se oponen Estados Unidos y nueve pequeños países que representan menos del 1% de la población mundial.

En los últimos veinte años, todos los grandes objetivos de la política exterior estadounidense han fracasado. Los talibanes volvieron al poder tras veinte años de ocupación estadounidense de Afganistán. El Irak posterior a Sadam pasó a depender de Irán. El presidente sirio Bashar al-Assad se mantuvo en el poder a pesar de los esfuerzos de la CIA por derrocarlo. Libia se sumió en una prolongada guerra civil después de que una misión de la OTAN dirigida por Estados Unidos derrocara a Muamar el Gadafi. En 2023, Rusia aplastó a Ucrania en el campo de batalla después de que, en 2022, Estados Unidos frustrara en secreto un acuerdo de paz entre Rusia y Ucrania.

A pesar de estas notables y costosas debacles, una tras otra, los mismos personajes han permanecido al timón de la política exterior estadounidense durante décadas, incluidos Joe Biden, Victoria Nuland, Jake Sullivan, Chuck Schumer, Mitch McConnell y Hillary Clinton.

¿Qué ocurre?

El rompecabezas se resuelve reconociendo que la política exterior estadounidense no defiende en absoluto los intereses del pueblo estadounidense. Defiende los intereses de las personas que pertenecen al exclusivo ámbito político de Washington, que persiguen aportaciones para sus campañas y puestos de trabajo lucrativos para sí mismos, su personal y sus familiares. En resumen, la política exterior estadounidense ha sido pirateada por el gran capital.

Por consiguiente, el pueblo estadounidense está perdiendo mucho. Las guerras fallidas desde 2000 les han costado unos cinco billones de dólares en desembolsos directos, o unos 40.000 dólares por hogar. En las próximas décadas se gastarán aproximadamente otros dos billones de dólares en la atención a los veteranos. Más allá de los costes que soportan directamente los estadounidenses, también debemos reconocer los costes tremendamente elevados sufridos en el extranjero en millones de vidas perdidas y billones de dólares por la destrucción de propiedades y naturaleza en las zonas de guerra.

Los costes siguen aumentando. En 2024, los desembolsos vinculados al ejército estadounidense ascenderán a alrededor de un billón y medio de dólares, o unos 12.000 dólares por hogar, si sumamos el gasto directo del Pentágono, los presupuestos de la CIA y otras agencias de inteligencia, el presupuesto de la Administración de Veteranos, el programa de armas nucleares del Departamento de Energía, la “ayuda exterior” (como la proporcionada a Israel) vinculada al ejército del Departamento de Estado y otras partidas presupuestarias relacionadas con la seguridad. Cientos de miles de millones de dólares son dinero tirado a la basura, despilfarrado en guerras inútiles, bases militares en el extranjero y una acumulación de armas totalmente innecesaria que sitúa al mundo más cerca de la Tercera Guerra Mundial.

Sin embargo, describir estos costes gigantescos es también explicar la retorcida “racionalidad” de la política exterior estadounidense. El gasto militar de un billón y medio de dólares es la estafa que no cesa de beneficiar a algunos –al complejo militar industrial y a las personas que pertenecen al exclusivo ámbito político de Washington–, incluso cuando empobrece y pone en peligro a Estados Unidos y al mundo.

Para entender la estafa de la política exterior, hay que pensar en el gobierno federal actual como un chanchullo dividido en múltiples sectores y controlado por los mejores postores. El sector de Wall Street depende del Tesoro. El sector de la industria sanitaria depende del Departamento de Salud y Servicios Sociales. El sector del petróleo y el carbón depende de los Departamentos de Energía e Interior. Y el sector de política exterior depende de la Casa Blanca, el Pentágono y la CIA.

Cada uno de estos sectores utiliza el poder público para obtener beneficios privados mediante el manejo de información privilegiada, engrasada por las aportaciones de las empresas a las campañas electorales y los desembolsos de los grupos de presión. Curiosamente, el sector de la industria sanitaria rivaliza con el sector de política exterior como extraordinaria estafa financiera. Los gastos sanitarios de Estados Unidos en 2022 ascendieron a la asombrosa cifra de cuatro billones y medio de dólares, o unos 36.000 dólares por hogar: con diferencia los costes sanitarios más elevados del mundo, a pesar de que Estados Unidos ocupaba aproximadamente el puesto 40 de las naciones con mayor esperanza de vida. Una política sanitaria fallida que se traduce en grandes ganancias para la industria sanitaria, al igual que una política exterior fallida que se traduce en megaingresos para el complejo militar industrial (...)


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