domingo, 26 de mayo de 2024

Exprimir hasta la última gota de un río: el viaje imposible del Guadiana hacia el mar, de Guillermo Prudencio

 Guillermo Prudencio   20 de abril de 2024 

A través del Guadiana, uno de los grandes cursos de agua de la Península, se puede trazar una ruta por muchos de los males que afectan a los ríos ibéricos: esquilmado, contaminado y bloqueado por una sucesión de grandes presas que interrumpen su viaje al mar. Con los datos en la mano se puede incluso trazar un origen común a la mayoría de los problemas del río: una agricultura de regadío que consume el 85% del agua en la cuenca y que, con la presión añadida del cambio climático, está llevando al límite a los ecosistemas que dependen del Guadiana.

Y en pocos lugares se deja ver con más claridad el maltrato al río como en el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, la joya de los humedales de La Mancha. El año pasado el parque acabó su 50 aniversario convertido en un secarral, con tan solo un 1% de su superficie inundable cubierta de agua. Tan crítica era la situación que se activaron los pozos de emergencia para impedir que la turba del subsuelo —materia vegetal acumulada bajo el agua durante miles de años— entrara en autocombustión

Esta semana, el 15 de abril, esos bombeos pudieron desactivarse tras las abundantes lluvias de la Semana Santa. El director-conservador del Parque Nacional, Carlos Ruiz de la Hermosa, calcula que un 25% de las Tablas están encharcadas. Pero avisa: “En La Mancha los episodios húmedos son muy escasos y si a eso le unes una situación estructural de sobreexplotación de aguas subterráneas, pues realmente este episodio puntual tiene poca trascendencia de cara a la conservación estructural del Parque”.

El saqueo de los acuíferos del Alto Guadiana

Cuando se declaró el Parque Nacional, en 1973, la principal fuente de agua de las Tablas era el Guadiana, que nacía a apenas 14 kilómetros, en los conocidos como los Ojos del Guadiana: una constelación de manantiales y surgencias por donde rebosaba el acuífero 23, la inmensa reserva de agua subterránea que alimentaba a los humedales de La Mancha. El agua que manaba desde allí daba origen al río, que junto a otros llegados de más lejos, creaba un inmenso delta interior de aguas cristalinas, lleno de vida. 

“Los Ojos manaban de forma permanente, el Guadiana tenía dos kilómetros de ancho al entrar en las Tablas”, rememora el geógrafo Alejandro del Moral, que en 1983 viajó a la zona para estudiar los yacimientos de una de las antiguas culturas que florecieron allí. “En mitad de la aridez de la meseta, disponer de agua es disponer de vida”, cuenta Del Moral, que se enamoró de la zona y se quedó trabajando en su conservación, primero en el Parque Nacional y después dirigiendo un centro de educación ambiental sobre el agua en el pueblo de Daimiel. 

Cuando él llegó, el río ya estaba herido de muerte. Como parte de la guerra a los humedales manchegos declarada por el desarrollismo franquista, en los años 50 se impulsó la canalización y el cultivo de esos deltas interiores de La Mancha, las tablas fluviales: una destrucción de la que solo se libraron las zonas más hostiles para la agricultura y las propias Tablas de Daimiel, gracias a una de las primeras campañas del conservacionismo en España.

Pero los niveles del acuífero seguían cayendo, y los Ojos se cerraron por completo en 1986. “Cuando yo llegué, el río ya estaba ardiendo, en un incendio subterráneo que ardía como un brasero”, recuerda Del Moral. 

Al secarse, la materia orgánica acumulada en las tablas del río –la turba– entró en combustión. Lo mismo pasó poco después dentro del Parque Nacional, y la cosa ya era lo bastante grave como para que en 1987 se declarara “sobreexplotado” el acuífero. Pero eso no puso freno al regadío, que siguió creciendo impulsado por la propia administración –repartiendo ayudas millonarias para convertir las viñas al riego, por ejemplo– y también de forma ilegal: según un estudio de WWF realizado en 2021, casi un 30% del regadío en el Alto Guadiana es ilegal. En todos estos años se han intentado mantener encharcadas las Tablas con transfusiones de agua de emergencia –desde pozos que bombean agua al Parque hasta trasvases desde el río Tajo– pero no han servido para sacar de la UVI al humedal (..) 


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