martes, 4 de junio de 2024

CTXT. ‘The Milei horror show’, de Emiliano Gullo

 Emiliano Gullo 16/05/2024

Reagan, Jimmy Morales, Javier Milei y Zelenski continúan una extraña herencia que vincula directamente el ejercicio frente a las cámaras de televisión con las políticas de depredación de derechos y aniquilación de la clase trabajadora

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El presidente de Ucrania saluda a Javier Milei durante el día de su asunción como presidente de Argentina. / Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de Argentina


Al presidente argentino le entusiasman las entrevistas televisivas. Es lógico. Un hombre de la tele como él. Un panelista excelso. Un natural del show. Disfruta, hoy más que nunca, de manejar los ritmos del plató. En tiempos donde la tracción televisiva está en duda; cuando todos aseguran que el streaming llegó para sacarle la hegemonía. La fuerza expansiva de internet se comió definitivamente a los diarios de papel. Ahora es el turno, inevitable, esperable, de la televisión. Justo en ese momento, Javier Milei –el friki al que todos los productores periodísticos llamaban para “levantar el aire”– se convirtió en la estrella salvadora del formato clásico. La última esperanza blanca de la televisión. 

Material de consumo antes reservado a los shows más bizarros ahora destinado a la élite financiera. Un show de cabotaje convertido en escenario internacional. Y si del otro lado del micrófono hay una mujer, Javier Milei se sentirá mejor para imponerse. Ya no grita como antes. No abandona el estudio de un canal porque alguno se atrevió a nombrar a Keynes o a Marx. No tienen que echarlo por sulfurar en vivo. La violencia, ahora, tiene otro cauce. Una mirada desaprobatoria. Una censura previa. Un castigo en las redes después. Así lo sufrieron las dos corresponsales extranjeras que le hicieron las últimas entrevistas; Ione Wells, de la BBC, y Carolina Rosario, de Univisión. 

Como el actor Ronald Reagan en los Estados Unidos de los ochenta, como el cómico Jimmy Morales en la Guatemala de 2016. Javier Milei pertenece a la especie de políticos televisivos. Algunos se forman en unidades básicas, como Cristina Fernández. Otros en las universidades, como Barack Obama. Otros en las fábricas, como Lula Da Silva. Otros en las cúpulas de sus empresas y de sus clubes de fútbol, como Silvio Berlusconi en el Milan y Mauricio Macri en Boca. Milei se formó como político en los canales de televisión, en los programas más cutres del cable.

Reagan sintetizaba al norteamericano promedio; a la gringolandia profunda. El cowboy que se abre paso a los tiros. Un macho proveedor difícil de retar. Una versión anglicana del machote sudaca. Fue el primer presidente moderno de los Estados Unidos. El primero que entendió dónde tenía que dar la discusión; dónde se disputaba el sentido común. ¿Quien mejor que un actor para convencer a las cámaras? El presidente Reagan se convirtió en el match ideal de Margaret Thatcher. 

Entre ambos constituyeron el tándem neoliberal que durante toda la década de los ochenta promovió las políticas más hostiles contra los trabajadores. Desfinanciaron los sistemas educativos, promovieron el odio racial, la persecución a los movimientos de izquierda y fundaron una tradición que en América Latina y otras partes del mundo sigue dejando muertos. 

Milei, como Reagan, está forjado ante el público bajo las luces artificiales, moldeado al maquillaje. No le hablan al público. Le hablan a la audiencia. Exposición breve pero contundente. Antes de ser presidente, Reagan había hecho películas de serie B, más cerca del bullying que de la taquilla. 

Morales, actor, productor y figura mediática de Guatemala, condujo su programa de televisión junto a su hermano Sammy durante más de 15 años. Se llamaba “Moralejas” y pretendía ser un show de comedia para la familia. Con chistes racistas y de odio de género. En 2011 ingresó en la política de su país y cuatro años después ganó las elecciones presidenciales. Guatemala, ya devastada, cayó aún más en los índices de pobreza. 

Pero el artista que consiguió mayor impacto mundial es su contemporáneo Volodímir Zelenski, que hasta 2018 era uno de los actores y productores más conocidos de la televisión y el cine ucraniano. Zelenski, que estuvo presente en la asunción de Milei, encarna el mayor sueño de Milei: ser la punta de lanza en la guerra contra el viejo bloque comunista, a quienes el presidente argentino continúa llamando asesinos. 

Milei está más cerca de Reagan, de Morales y de Zelenski que del salvadoreño Nayib Bukele. El presidente argentino continúa la tradición del político de show, fundado en el entretenimiento. Se sabe. En la televisión, el tiempo es tirano. Así que golpe por golpe y adiós. Y como en todo debate televisivo, el que grita más fuerte gana. No nos dimos cuenta pero la política argentina ya se había transformado en una emisión de El Chiringuito cuando Milei llegó a la Casa Rosada. 

En su despacho presidencial recibe a sus entrevistadoras. La cámara –como siempre desde que es el nuevo inquilino de Casa Rosada– lo toma de arriba para que el plano picado le afines los rasgos. Primero será el turno de Wells, corresponsal para América Latina de la BBC. Milei repite sus posturas frente a cámara con la exactitud de un matemático y se sienta en el borde de la silla. Faltan tres días para que empiece la segunda huelga nacional. La periodista inglesa le recuerda que en su discurso de campaña había prometido que el ajuste lo iba a pagar la casta –el sector más acomodado de la sociedad– pero lo están pagando los jubilados. “Es falso”, responde el presidente. Vuelve a preguntar. “Es falso”, insiste. Milei tensa los gestos del rostro. Hace fuerza por no salirse de su lugar. Extraña la libertad que tenía como panelista para gritarle en la cara a una mujer que no sabe nada de economía.

Un día después de que la huelga general haya paralizado a todo el país, Milei recibió en su despacho a la periodista Carolina Rosario, de la cadena estadounidense Univisión. La posición de la cámara y la suya en la silla eran idénticas. Su humor, no. El día anterior había desestimado la jornada de lucha impulsada por las centrales obreras que contó con un gremio clave, el de transporte. Fue ese sector el que generó la parálisis más notoria al congelar el desplazamiento en todo el país. Buses, bancos, docentes y estatales fueron los sectores donde se materializó con más fuerza la medida. El presidente contestó desde su cuenta de X con alusiones al significado de la palabra “paro” en hebreo.

Antes de terminar la entrevista, visiblemente molesto, la censuró cuando Rosario quiso hacerle una pregunta sobre su vida personal. “Temas personales no contesto”. La periodista buscó aclarar su intención pero Milei la cortó en seco, esta vez más duro. “Temas personales no contesto. Me parece una falta de respeto”. Las excentricidades personales del presidente argentino no son una novedad. Porque él mismo suele exponer su vida privada a lo largo de su carrera como panelista y entrevistado. Lo llamativo es que sus enojos y censuras recaigan, por lo general, sobre periodistas mujeres. 

Reagan, Morales, Milei y Zelenski continúan una extraña herencia que vincula directamente al ejercicio frente a las cámaras de televisión con las políticas de depredación de derechos y aniquilación de la clase trabajadora. Quizá sea cierto lo del streaming y sea momento de que, como a los diarios de papel, le llegue la hora a los gritones de tevé. 

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