30 de diciembre de 2024 Juan José Téllez
Más allá de los nombres propios, bajo las campanadas, la multitud, la fiel infantería, la puta tropa. La de la Miseria Mínima Universal, la que lucha contra otros pobres porque sabe que los ricos son menos pero son más; la que confía en que el año venidero tendrá que ser mejor porque es prácticamente imposible que sea peor que el pasado
Creemos que a la medianoche de cada 31 de diciembre el espacio tiempo dobla su bisagra y seremos mejores como íbamos a serlo cuando el Covid-19 –cinco años ya-- nos encerró en casa con nuestras huellas de Carbono y aplausos a los sanitarios que, ahora, impasible el ademán, seguimos privatizando o precarizando: la nueva inquisición del neoliberalismo vuelve a condenar a nuestros brujos a la hoguera. Empezarán con los ATS y terminarán con los veganos, los veo venir.
Como veo venir a Donald Trump, que siempre estuvo en mi vida y lo seguir estando, desde Solo en casa a Tempestad sobre Washington . Como vemos venir las bombas infanticidas de Israel, la desesperaci n macabra de Ham s, la ambici n de Putin, El A lamo de Ucrania, el Fumanch de los coches el ctricos y los desechos humanos. Siempre hay un Borb n a punto de tangarnos, siempre una cloaca donde el Estado chapotea como un siempre, v ctimas que votan democr ticamente a sus verdugos. Ahora, en las bodas se canta el himno de la legi n y en las cenas navide as los vivas a Franco de Joan Garriga vencen al burrito sabanero de David Bisbal, tuki-tuki. Ya no queda tiempo apenas para o r a Ana Bel n c mo canta de nuevo Espa a, camisa blanca de mi esperanza . Ahora que hay más famosos que champiñones y más influencers que influenciables, los partidos judiciales cobran más sentido que nunca y los corruptos cobran más que nunca, sencillamente. Detrás de cada fortuna, como nos recordó Honoré de Balzac, sigue habiendo un crimen o un boleto de lotería Un loco de uno o de otro signo enfila con su furgoneta a la muchedumbre, regalando a los dem s la vida eterna en la que l solo cree. En Am rica o en Asia, ensayan golpes de Estado pero en Europa ya no hacen falta: ya ni se queman parlamentos, porque los incendiarios de entonces, o sus testaferros, ocupan ahora buena parte de sus esca os. La izquierda ha cambiado La Internacional por el Namast . Ahora que hay m s famosos que champi ones y m s influencers que influenciables, los partidos judiciales cobran m s sentido que nunca y los corruptos cobran m s que nunca, sencillamente. Detr s de cada fortuna, como nos record Honor de Balzac, sigue habiendo un crimen o un boleto de loter a. Rezan rosarios, como sol an hacerlo, ante Ferraz o las cl nicas abortistas en donde solicitan asilo las mujeres que huyen de la casi un nime objeci n de conciencia de los hospitales p blicos. Como lo rezaban a las puertas de la ley del divorcio o de La Torna de Els Joglars. Ah sigue el gran visir Alberto N ez Feij o, que quiere ser califa en lugar del califa. Ah sigue Pedro S nchez, hablando en ingl s. El nico que nunca se sabe donde est es Carlos Maz n, sin duda el hombre del a o, probablemente a punto de ganar una estrella Michel n. Tambi n llueven las mujeres que no mueren sino que las matan. Tambi n, la brecha salarial y Jordi Hurtado. Pedro Almod var rueda siempre una pel cula sobre Pedro Almod var, pero Serrat, incluso jubilado, compone canciones que deber amos haber escrito cualquiera de nosotros. Seguimos hablando andaluz en la intimidad, pero ahora sabemos que la Inteligencia Artificial acabar con el esperanto. La estrella de oriente son los convoys de sat lites de Elon Musk. Que mueva quien mueva la primera ficha en el ajedrez del mundo, siempre se comen a los peones. Que lo único que cambia son las arrugas del rostro y que ya faltan fuerzas para cambiar el mundo o para amanecer, al menos, cerrando la puerta de los últimos afterhours. A estas alturas, lo único que nos queda de rojos es la ropa interior. Ojalá nos traiga suerte Y, m s all de los nombres propios, bajo las campanadas, la multitud, la fiel infanter a, la puta tropa. La de la Miseria M nima Universal, la que lucha contra otros pobres porque sabe que los ricos son menos pero son m s; la que conf a en que el a o venidero tendr que ser mejor porque es pr cticamente imposible que sea peor que el pasado. Al porvenir, no obstante, suele pon rsele cara de saharaui o de causas perdidas, valga la redundancia. Nuestro optimismo reserva un hotel en la playa, pero nuestro pesimismo malicia que se nos puede llenar de espaldas mojadas. Los mismos equipos de f tbol ganar n las copas, los medallistas huir n a Andorra, el Orfe n Donostiarra ganar un importante premio literario haci ndose pasar por el Misterio de las Voces B lgaras. Todo el a o de todos los tiempos ser n Camar n y Paco de Luc a, todos los d as se nos olvidar ir al gimnasio, todas las horas alguien sentir mariposas en el est mago. Quiz bajo los baobabs, hay quien no sepa que un a o termina. Quiz , mientras se derrite, el Polo Norte ignora que viene el A o Nuevo. Pero yo estoy aqu , en uno de esos eternos caf s de C diz, calibrando que nada ha cambiado demasiado alrededor, desde los tiempos infantiles de la Misa del Gallo y las nocheviejas sin cotillones. Que mueva quien mueva la primera ficha en el ajedrez del mundo, siempre se comen a los peones. Que lo nico que cambia son las arrugas del rostro y que ya faltan fuerzas para cambiar el mundo o para amanecer, al menos, cerrando la puerta de los ltimos afterhours. A estas alturas, lo nico que nos queda de rojos es la ropa interior. Ojal nos traiga suerte.
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