Gilbert Achcar Profesor emérito, SOAS, Universidad de Londres
30/10/2025
Repetidamente al pasar unos cuantos años, los acontecimientos reafirman la tesis de que lo que comenzó en Túnez el 17 de diciembre de 2010 y culminó al año siguiente en una ola masiva de levantamientos populares que se extendió a seis países de la región e incluyó diversas formas de movilización masiva en otros países —ola conocida como "primavera árabe"—no fue un acontecimiento aislado o accidental. Por el contrario, fue el comienzo de lo que describí como un "proceso revolucionario a largo plazo" (en El pueblo quiere. Una exploración radical de la sublevación árabe, trads. Irlanda Villegas Salas y Agustín del Moral, Universidad Veracruzana, Colección "Biblioteca", 2021 [2013], ebook Sylone).
Este diagnóstico se basaba en un análisis según el cual la explosión sociopolítica en el espacio arabófono era la manifestación de una crisis estructural profundamente arraigada. Esta crisis fue el resultado del desmantelamiento de las políticas económicas de desarrollismo y su sustitución por políticas neoliberales durante el último cuarto de siglo pasado, en el contexto de un sistema de Estados regionales que estaban en contradicción fundamental con las exigencias del ideal del capitalismo de mercado en el que se basa el dogma neoliberal.
En consecuencia, la región sufrió un crecimiento económico especialmente débil en comparación con otras partes del Sur global, una debilidad marcada por una elevada tasa de desempleo, especialmente entre los jóvenes. De hecho, las tasas de desempleo juvenil alcanzaron niveles récord en la región, especialmente entre los graduados universitarios. Estas realidades sociales alimentaron las revueltas regionales que, aunque variadas en sus causas políticas locales, compartían un fundamento socioeconómico común. La implicación de este análisis era clara: mientras no se resolviera la crisis estructural, los disturbios sociopolíticos continuarían e inevitablemente, se producirían otros levantamientos y movimientos populares.
Efectivamente, a pesar de la derrota de la ola revolucionaria de 2011 —debido a la represión llevada a cabo por las monarquías del Golfo en Bahréin, el golpe militar en Egipto el descenso de Siria, Libia y Yemen a estados de guerra civil—, el 19 de diciembre de 2018 comenzó una segunda ola de levantamientos en Sudán, que se extendió a Argelia, Irak y Líbano al año siguiente. Esta segunda ola fue finalmente sofocada por una combinación de represión y la pandemia de COVID-19. Sin embargo, persistió en Sudán incluso después del golpe militar del 25 de octubre de 2021, hasta que el país se sumió a su vez en una guerra civil el 15 de abril de 2023, a raíz de un conflicto entre dos facciones de las fuerzas armadas.
Mientras tanto, el sistema democrático tunecino, último logro de las revueltas de 2011, fue desmantelado por un golpe de Estado liderado por el presidente Kaïs Saïed, quien, con el apoyo de los servicios de seguridad, suspendió la Constitución el 25 de julio de 2021. Con el estallido de la guerra entre las facciones militares en Sudán, así como, seis meses después, el estallido de la guerra genocida sionista en Gaza, que enfrió aún más las esperanzas regionales, parecía que la erupción social de los levantamientos árabes se había extinguido.
Sin embargo, estas impresiones no son fiables a la hora de evaluar el estado real de las tensiones sociales en una región. Para ello, es necesario basarse en datos sociales y económicos concretos, en particular el desempleo juvenil, un indicador clave. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Oriente Medio y el norte de África siguen teniendo la tasa de desempleo juvenil más alta del mundo, con casi una cuarta parte de la población joven (de 15 a 24 años) sin empleo.
El movimiento masivo de jóvenes que comenzó en Marruecos el 27 de septiembre, y que lleva buscando un segundo aire desde el 18 de octubre, confirma que el volcán social regional sigue activo. Teniendo en cuenta las alarmantes cifras de desempleo en el país, no es de extrañar que la juventud marroquí haya salido a la calle. Según la Alta Comisión Marroquí para la Planificación, la tasa de desempleo de los jóvenes de entre 15 y 24 años (grupo al que pertenece la mayoría de la generación Z) ha alcanzado casi el 36% este año, con casi la mitad de este grupo de edad (47%) en paro en las zonas urbanas. Entre los jóvenes de 25 a 34 años, la tasa asciende al 22%, y al 27,5% en las zonas urbanas. Se trata de tasas muy elevadas, que se suman al desempleo de los graduados universitarios, que afecta a casi el 20% de todos los titulados. Además, casi una quinta parte de las mujeres activas están desempleadas. Estas cifras explican en parte la fuerte participación de las estudiantes y las mujeres jóvenes en el movimiento GenZ en Marruecos.
Esta nueva generación de activistas también está inaugurando nuevas formas de organización, en particular gracias a la evolución de la tecnología de las redes sociales. Los jóvenes con estudios, hábiles en el manejo de las plataformas digitales, se han convertido en una pieza clave de estos movimientos. Mientras que las dos primeras oleadas de levantamientos regionales se basaron en gran medida en Facebook, el movimiento GenZ marroquí ha adoptado Discord, una plataforma que permite una toma de decisiones democrática más rápida y descentralizada. Más de 200.000 usuarios de Discord votaron para decidir si continuar con las protestas, lo que refleja un nivel más avanzado de organización popular, incluso en comparación con los "Comités de Resistencia" sudaneses, que representaron un avance significativo en la autoorganización democrática del movimiento revolucionario juvenil.
Sin embargo, lo que falta en todas estas experiencias es un movimiento político radical, a escala nacional, capaz de unir sus fuerzas con el movimiento democrático de la juventud popular para ofrecer una alternativa creíble al statu quo. Este movimiento debería encarnar las aspiraciones de libertad, democracia y justicia social, y poseer la capacidad política para sustituir a los regímenes existentes. Sin la aparición de una alternativa de este tipo, el éxito de cualquier levantamiento futuro en la región seguirá siendo incierto. Si bien el proceso revolucionario regional está llamado a continuar, la ausencia de una alternativa viable podría conducir a nuevos y peligrosos atolladeros, en los que los regímenes existentes se aferren al poder por la fuerza bruta, mientras que otros se hundan en el caos de la guerra civil.
Traducido por César Ayala de la versión en francés publicada en https://blogs.mediapart.fr/gilbert-achcar/blog/221025/la-genz-du-maroc-et-le-volcan-regional
Este artículo se publicó por primera vez en línea el 21 de octubre en Al-Quds al-Arabi, en Londres. Se puede traducir y reproducir libremente indicando la fuente con el enlace correspondiente.

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