Este docente ha pasado por diferentes instituciones francesas, dio clase en un instituto en los suburbios de Lyon y fue asesor de Lionel Jospin
"Los políticos quieren utilizar la escuela para sus fines, pero los maestros deben ser lúcidos y formar para la libertad"
"Las familias más exigentes quieren que sus hijos estén en escuelas que pueden parecer de izquierdas, pero se convierten en guetos sociológicos que impiden la democratización del colegio"
Laura Galaup - 11/02/2018 - http://www.eldiario.es/sociedad/segregacion_escolar-laicidad-educacion_publica_0_738426894.html
 
    
El pedagogo francés Philippe Meirieu
 ha estado esta semana en España, invitado por el Colectivo Infancia, 
para dar varias conferencias sobre democracia y educación. Este docente 
ha pasado por diferentes instituciones francesas, dio clase en un 
instituto en los suburbios de Lyon, ha dirigido el Instituto Nacional de
 Investigación Pedagógica y fue asesor educativo durante la etapa de 
Lionel Jospin como primer ministro francés. En una entrevista con 
eldiario.es reflexiona sobre políticas educativas y docencia.
 ¿Considera que la educación es una prioridad para las democracias occidentales? 
Es una prioridad publicitada, anunciada y que cuenta con
 un presupuesto muy importante en casi todas las democracias 
occidentales. Desde el punto presupuestario, sí que es una prioridad. 
¿Es también una prioridad para la sociedad? ahí no estoy tan seguro. En 
este caso, cuando hablo de sociedad me refiero a los padres, a la 
sociedad civil, al tejido industrial y comercial. Los gobiernos destinan
 mucho dinero a la enseñanza pero la sociedad no está muy sensibilizada 
con todos los temas educativos, está más atenta al bienestar de los 
adultos que a los intereses de los niños.
Está claro 
que en las democracias occidentales el Estado le dedica un presupuesto 
muy importante a la educación. Al mismo tiempo, el acceso y el derecho a
 la educación de forma igualitaria no es realmente una prioridad. 
Actualmente estamos viendo un aumento de las diferencias entre los 
colegios que forman a la élite y los que acogen a los alumnos con 
dificultades. Las democracias actuales se enfrentan a ese problema, 
aumentan las diferencias entre las clases sociales que siguen el 
recorrido educativo de forma eficaz y las clases populares en las que el
 éxito escolar se da rara vez. Es un desafío para las democracias 
occidentales. Y ese desafío consiste en la introducción de la justicia 
en el sistema educativo.
 ¿Cómo se puede introducir esa justicia en el sistema educativo?
No hay muchas posibilidades de hacerlo. Los gobiernos no terminan de 
demostrar tener el coraje o valor suficiente para poner en marcha 
aquello que sería necesario, un sistema proporcional en los 
presupuestos. Aquellos colegios en los que los alumnos están en 
dificultades y les cuesta más alcanzar el éxito escolar tendrían que 
tener más medios. En cambio, los colegios prestigiosos, a los que llevan
 las clases burguesas a sus hijos, recibirían menos dinero.
Los gobiernos están empezando de una forma insuficiente a gestionar 
esta diferencia creciente entre distintos colegios. De hecho, estamos 
asistiendo a un movimiento en la mayoría de los países occidentales, que
 fue anticipado en Estados Unidos, que es la degradación de la escuela 
pública. Los estados están subvencionando de forma progresiva la 
educación en las escuelas privadas para favorecer el desarrollo de 
instituciones que se crean de forma paralela a la enseñanza pública y 
satisfacer a los padres más exigentes o de clase alta. Estos 
progenitores quieren que sus hijos estén en escuelas que pueden parecer 
progres, de izquierdas o alternativas, pero que se terminan convirtiendo
 también en guetos sociológicos porque no permiten la democratización 
del colegio.
La democratización requiere una mezcla 
social, eso también lo determina la arquitectura de la ciudad porque 
dependiendo de cómo esté creada la sociedad se hará un reparto de 
alumnos por colegios. También está ligado a otro fenómeno, el  entre-soi.
 Una especie de comunitarismo sociológico, como si solo quisiéramos 
estar con gente que es como nosotros. Solo se puede conseguir esa 
democratización cuando hay una mezcla de clases sociales, cuando niños 
de distintos medios están sentados en los mismos bancos del colegio, 
trabajando juntos y ayudándose. Para alcanzarla falta que se vea esa 
voluntad en las políticas educativas de los países de occidente. La OCDE
 dice en su último informe que la mezcla social de los alumnos en las 
clases será la bomba de relojería que hará explotar el sistema educativo
 occidental.
 Usted habla sobre 
la degradación de la escuela pública, ¿por qué lo permiten los estados? 
¿hay interés en democratizar la educación? 
Creo que sí que existe el interés por parte de muchos gobiernos. El 
problema es que tendríamos que ir en contra de aspiraciones sociológicas
 que están muy enraizadas, que no se dan solamente en el sistema 
escolar. Se da también en la vivienda, la salud o la justicia. Aspiramos
 a buscar la protección en la comunidad, buscar la proximidad en un 
mundo que nos resulta individualista. Es como si en lugar de 
interesarnos por el bien común, queremos una comunidad sociológica e 
ideológica, una seguridad afectiva y personal en gente que es como 
nosotros. Haría falta mucho valor político para que los gobierno dijeran
 de forma clara que la mezcla social es una prioridad.
 Se ha acusado a la LOMCE, la ley de enseñanza que está en vigor en 
nuestro país, de introducir carga ideológica en el currículum. Durante 
el conflicto político catalán, también los docentes y la escuela han 
sido criticados y acusados de adoctrinamiento. ¿Cómo se consigue que el 
sistema educativo no sea un instrumento político y se garantice su 
independencia? 
Creo que todos los gobiernos
 tienen la tentación de utilizar en su beneficio la influencia que 
supone el sistema educativo. Es una preocupación constante de los 
sociólogos desde el sigo XIX. La cuestión no pasa tanto por pedir a los 
estados que no lo hagan, más bien por conseguir que en la escuela el 
trabajo pedagógico permita a los alumnos tomar distancia frente al 
fenómeno de la propaganda. Tenemos que enseñarles a emanciparse, hay que
 ayudarles a que las cosas conciten su curiosidad y que tengan un 
espíritu crítico. Se debe trabajar para que se puedan resistir ante las 
influencias, no solo del gobierno, también de la publicidad, de las 
teorías del complot o de los radicalismos religiosos.
En definitiva, consiste en formar a los ciudadanos y al final no son 
los estados los que les forman, son los maestros. Es un tema central de 
la pedagogía. Obviamente los políticos quieren utilizar los colegios 
para sus fines, pero los maestros deben ser lúcidos. Es cierto que los 
gobiernos les pagan su sueldo pero los maestros se deben a la exigencia 
de formar para la libertad y no dejar que caigan en el adoctrinamiento. 
Es un desafío en el mundo entero. No solo hablamos de colegios públicos,
 la formación a la ciudadanía se tendría que dar en las escuelas 
coránicas, religiosas o en colegios en los que se difunden doctrinas 
políticas. Por ejemplo, en centros del sudeste asiático donde a los 
niños se les mete una ideología muy fuerte y a la que no se pueden 
resistir.
 La tasa española de 
abandono escolar temprano duplica la de la UE y el porcentaje de alumnos
 repetidores triplica la media de la OCDE. ¿Contribuye la repetición de 
curso a combatir el fracaso escolar?
El 
hecho de repetir no garantiza la eficacia escolar, ni tiene un impacto 
positivo. Solo en algunos casos permite recuperar el retraso. Según los 
estudios es más beneficioso para las niñas que para los niños. También 
es más fructuoso para jóvenes que han pasado por situaciones muy 
particulares, como problemas de salud, familiares o estudiantes que no 
estaban pasando por un conflicto de gran fracaso escolar y que tenían 
una base suficiente para continuar. Estadísticamente es complicado que 
para los alumnos sea beneficioso, en ocho de cada diez casos penaliza al
 alumno porque aumenta su retraso escolar.
La 
repetición es un problema que hemos generado para enfrentarnos a dos 
adversidades. En primer lugar, los países de Occidente no han explorado 
otros métodos de enseñanza. Solo tenemos las clases de nivel y hay otras
 propuestas. Por ejemplo, las fórmulas por ciclos de dos o tres años, 
los alumnos no estarían en una sola clase, estarían en un circuito de 
tres niveles y habría clases de tres niveles diferentes. Se contaría con
 distintos métodos de trabajo que nos permitirían que los alumnos fuesen
 más rápido en algunas disciplinas y más lento en otras. Para este 
modelo podemos usar como ayuda la figura de estudiantes más mayores. 
Esto es algo que subestimamos en los países occidentales, no se potencia
 una ayuda mutua entre los alumnos. 
Otro problema 
por el que existe la posibilidad de repetir no tiene nada que ver con el
 nivel escolar de los alumnos. Tiene que ver con la autoridad de los 
maestros. Hay muchas escuelas y muchos profesores que no tienen 
autoridad frente a sus alumnos y el único poder que tienen es el de la 
sanción o la amenaza. Amenazando con esta exclusión, diciéndoles que van
 a repetir si no les hacen caso, es la única forma que tienen de ejercer
 su autoridad.
 Usted estuvo 
dando clase en un colegio de un suburbio de Lyon, ¿cómo se consigue en 
entornos difíciles ganarse el respeto de los estudiantes?
Es un problema con estructura de matrioshka rusa. La primera etapa es 
la relación entre el colegio y la sociedad. Si los progenitores no 
respetan al colegio, ni al maestro, si el estatus del profesor no es 
respetado, no facilita las cosas. Actualmente creo que es así, el 
estatus del docente está degradado.
En segundo lugar 
está el centro educativo. Dentro de la institución tiene que quedar 
claro quién ejerce la autoridad sobre los estudiantes. Cuando entran en 
el espacio de la enseñanza tienen que sentir que están en un entorno 
dedicado al trabajo colectivo, que hay comportamientos que no son 
aceptables. Pero en los colegios solo hay una o dos personas encargadas 
de la disciplina, tendríamos que crear una comunidad de adultos en la 
que todos tengan competencias sobre este tema. Los adultos no tienen una
 responsabilidad solidaria del comportamiento de los menores. Por 
ejemplo, si un profesor ve una pelea en el patio o en el pasillo, aunque
 no sean sus alumnos ni sea en su clase, el adulto debe intervenir 
porque pertenece a esa comunidad educativa.
Llegamos 
al tercer paso, la clase. A muchos profesores no les han han sabido 
formar para gestionar grupos de adolescentes que pueden llegar a ser 
difíciles, piensan que gritando a los alumnos van a conseguir calmarles.
 Al contrario, gritando van a aumentar el estado de excitación del 
grupo. No se dan cuenta que igual que hablar con los alumnos es 
importante, hay otros factores como organizar el espacio de la clase, de
 dar consignas precisas, de saber lo que se dice y ser coherente con el 
mensaje lanzado.
 En España la 
asignatura de religión cuenta para la nota media de sus estudiantes. 
¿Qué papel cree que tendría que tener esta materia en la educación 
pública? 
La religión pertenece al ámbito 
privado y no al público. Cada uno es libre de creer lo que quiera, pero 
pertenece a la intimidad. El principio de laicidad que defiende la 
educación francesa quiere dejar claro que debe existir una separación 
entre el saber y la creencia. Los conocimientos se transmiten, las 
creencias, no. Hay unas diferencias entre unos y otros. Las creencias 
tienden a dividir a los hombres y son las que les han empujado hacia 
guerras y violencias. En cambio, el saber nos une a todos en la escuela 
pública. Ese es el principio, la escuela pública no debe de tratar de 
abolir las creencias, pero deben quedarse en el ámbito privado.
Esto no implica que los colegios deban desconectarse de la educación 
cívica y moral, porque estas enseñanzas no son ámbitos en los que deban 
caer solo las religiones. Esa es una trampa en la que hemos caído. La 
filosofía es muy importante, hay que trabajar en ella como pensamiento, 
reflexión y plantearse preguntas sencillas. Por ejemplo, ¿cuál es la 
diferencia entre una prueba y un ejemplo? Así entenderemos por qué el 
agua de Lourdes no es igual de eficiente que los antibióticos. 
Comprender esto sirve para iniciarse en el pensamiento filosófico. La 
escuela no debería meterse en la religión pero sí en la historia de las 
religiones, que no es para nada lo mismo.
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