Un blog que nace ante el intento por parte de algunos medios de desprestigiar el movimiento 15M ubicándolo en el marco anarcoperroflauta exclusivamente, ignorando a los miles de ciudadanos que toman las calles pidiendo libertad y justicia
La
Plataforma en Defensa de la Libertad de Información califica 2017 como
"muy mal año para la libertad de expresión y realiza un detallado
balance en el que resumen todo lo que ha dado de sí el curso en materia
de libertades.
Estaba
escribiendo un atículo similar y mira por dónde, Pedro Luis Angosto, ya
lo ha hecho y mucho mejor que yo. No te lo pierdas!
............................................
Por primera vez en siglo y medio, capitalismo no tiene enemigos de
consideración y ha emprendido su marcha triunfal. Nada importa que la
mayoría de la población mundial viva en condiciones incompatibles con
los más elementales Derechos Humanos
Marx y Engels describieron a la perfección los modos de producción
que habían existido hasta su tiempo, creando un modelo de análisis del
pasado y de la realidad que, pese a lo que digan los complacientes,
sigue siendo válido para la mayoría de las disciplinas relacionadas con
las ciencias sociales. Sin embargo, fallaron en sus predicciones ya que
el modo de producción socialista todavía no ha llegado ni, de momento,
se le espera. De un modo u otro, todos los modos de producción conocidos
hasta hoy por el hombre, son la variante de uno solo, el capitalismo,
sistema que tras la caída de la URSS y el debilitamiento de los partidos
y sindicatos de clase, lejos de debilitarse, está recuperando la salud
perdida tras el final de la Segunda Guerra Mundial. El objetivo del
capitalismo, por mucho que hayan insistido sus turiferarios desde Adam
Smith a Milton Friedman, no es el bienestar de los individuos dentro de
una sociedad equilibrada, sino la maximización del beneficio por parte
de unos pocos a costa no sólo de explotar a la mayoría, sino de
destrozar la Naturaleza. Ningún código moral ni ético rige en su
desenvolvimiento, ninguna norma legal puede cercenar su desarrollo,
ningún drama humano disminuirlo. Sin embargo hay cosas que desde la
noche de los tiempos han molestado sobremanera a ese modo de producción
que hoy, desmadrado, amenaza no sólo la vida digna de los hombres, sino
también la supervivencia de millones de especies y del propio medio que
nos alimenta y sostiene: La democracia, el sufragio universal consciente
y la unión de los hombres por encima de familias, países y continentes
en defensa del derecho de todos a la felicidad.
Por primera vez en siglo y medio, capitalismo no tiene enemigos de
consideración y ha emprendido su marcha triunfal. Nada importa que la
mayoría de la población mundial viva en condiciones incompatibles con
los más elementales Derechos Humanos, nada que esos derechos que tanto
costaron conseguir, estén desapareciendo a velocidad de vértigo en
aquellos países que se los arrebataron a fuerza de luchar contra la
represión, nada que la guerra contra el pobre o el diferente siga
costando cada año la vida de millones de personas, nada que el Planeta
esté soportando un estrés de tal calibre que hasta el clima y la
vegetación hayan cambiado sus reglas de forma drástica y nada favorable
para la vida, el capitalismo, en su grado más alto conocido de
desarrollo, cumple a la perfección con sus objetivos, que no son otros
que la conquista del poder global por una minoría que acumula riquezas
sin parar, incluso en tiempos de crisis, a costa del sufrimiento y la
necesidad de la inmensa mayoría.
Con frecuencia nos horrorizamos al ver las imágenes que sin querer o
queriendo nos muestran los medios de comunicación. Decimos que es
injusto, que es una salvajada, que algo no funciona. Y no es verdad, ni
nuestro estupor ni la ineficiencia de un sistema que se basa en la
explotación del hombre por el hombre, la injusticia, el saqueo y el
agio. Cuando vemos a cientos de miles de personas que abandonan sus
casas bombardeadas y se atreven a cruzar el Mediterráneo o el río Grande
desesperados por la infelicidad, sólo estamos comprobando la diabólica
dinámica de un sistema para el que –como decía Orson Welles a Joseph
Cotten en lo alto de la noria del Prater- los hombres son como hormigas;
cuando vemos que el tratamiento para enfermedades como la hepatitis C,
la esclerosis o el cáncer rebasa con mucho lo que una persona puede
ganar trabajando de sol a sol toda su vida, sólo nos cercioramos –o
debiéramos- de que ni la enfermedad ni el dolor insoportable están al
margen de la codicia insaciable de los devoradores de hombres; cuando
intentamos librarnos de una compañía telefónica, eléctrica o gasista
–perdón por el ejemplo que podría ser menudo ante los otros, pero que
por su cotidianidad no lo es- que abusa y nos contesta un robot
musicalizado que nos envía una y otra vez al infierno como si hubiésemos
sido condenados como Sísifo a estar permanentemente atados a ellas,
sólo sufrimos las inclemencias de un sistema que se ha cimentado sobre
el privilegio; cuando observamos desde las entrañas de nuestra casa,
pegados al televisor monocorde y desinformador, que los bancos causantes
de la crisis han recibido miles de millones de dólares y euros mientras
que sus víctimas son expulsadas de las casas que fueron pagando
mientras tenían trabajo, cuando nos enteramos de que el veinte por
ciento de los niños de países como España, incluso Cataluña, pasan
hambre o malnutrición, cuando se desecha a los hombres por ser jóvenes e
inexperto o por tener más de cincuenta años y una dilatada experiencia,
cuando padecemos la insoportable gravedad idiotizante que a diario
emiten, como droga de imposible metabolización, todos los canales de
televisión, cuando sufrimos la privatización de la Escuela, el Hospital,
la Pensión o el Agua, cuando oímos hablar a Mariano Rajoy, sólo
constatamos que nuestro silencio complaciente es el mayor y mejor aliado
de un modo de producción que a largo plazo condena al hombre a la
extinción y a corto a la desgracia.
Desde la caída de la URSS –sobre el papel había alguien a quien
temer-, el aburguesamiento de partidos, sindicatos e individuos y la
aparición de la globalización, países, regiones y personas creyeron que
sólo las salidas singulares eran eficaces para conseguir un mínimo de
felicidad y bienestar. Los países ricos reclamaron para sí su riqueza
negándose a compartir un mínimo de ella con aquellos otros que por su
situación geográfica, su historia o su suerte no lograban escapar de la
pobreza; por su lado, los territorios más prósperos dentro de un mismo
Estado, exigieron su emancipación de todos aquellos que no habían
logrado el éxito y gozaban de las ventajas de la miseria, y los
individuos triunfadores o asimilados, demandaron la supresión de la
prorporcionalidad y progresividad del IRPF, porque lo que yo gano es
para mí, porque yo lo valgo, porque yo no mantengo a vagos. Ante ese
panorama, el capitalismo, que nunca gustó de uniones de intereses por
abajo, se frotó las manos y se dispuso a pisar el acelerador de la
desigualdad en ese inmenso reino de taifas en que se ha convertido,
también por abajo, la aldea global.
La tendencia a la igualdad -que no quiere decir que todos ganemos lo
mismo ni que haya que vestir del mismo modo, ni mucho menos, pero sí que
gocemos de iguales Derechos- crea a la larga Estados e individuos
solidarios, tolerantes y benéficos; por el contrario, las salidas
individuales llevan a la desigualdad, que es el caldo de cultivo más
propicio al desarrollo exacerbado del capitalismo. Hoy, cuando las
uniones por abajo han sido dinamitadas, cuando algunos mueren de éxito y
otros de puta necesidad, cuando aceptamos como normales, la
explotación, la miseria, el dolor y la represión siempre que afecten a
otros, cuando callamos ante la injusticia, cuando nos negamos a ir del
brazo con el otro, cuando pensamos que cabe la posibilidad de
convertirnos en suizos sin saber que Suiza sólo hay una, no más somos
una pieza más en el engranaje destructivo que alimenta a nuestro peor
enemigo: El capitalismo salvaje.
......................................................
La noticia más importante hoy en Catalunya es la enorme crisis
social, una crisis de tales magnitudes que no tiene precedente en la
época democrática de nuestro país. Y no hay plena conciencia de ello en
el establishment político-mediático de Catalunya (todavía menos en el de España) de la gravedad de la situación. Por el contrario, este establishment catalán, como también lo hace el establishment
español, está promoviendo la imagen de la recuperación económica,
intentando difundir que estamos “saliendo de la recesión”. Para
mostrarlo utilizan indicadores de carácter macroeconómico, como el
indicador del crecimiento económico, pero lo que no dicen es que el
crecimiento de la riqueza beneficia sólo a unos pocos sin que beneficie a
la gran mayoría de la población. En realidad, durante 2016, el último
año del gobierno de Junts pel Sí (la alianza de dos
partidos independentistas PDeCAT –la antigua Convergència- y ERC), la
pobreza, la pobreza laboral (pobreza entre trabajadores), la precariedad
y las desigualdades sociales han continuado subiendo en Cataluña,
resultado de las políticas neoliberales aplicadas por el gobierno Rajoy
en España, y por el gobierno Puigdemont en Cataluña. Un dato resume la
enorme crisis social que está afectando a la población catalana. Hoy en
Cataluña, el 40% de los catalanes no vive mejor que sus padres. El
enorme sueño de esperanza, que los hijos vivirían mejor que sus padres,
ya no es verdad para el 40% de los catalanes.
Esta crisis social no ha centrado la campaña electoral
Sin embargo, esta enorme crisis social no ha aparecido ni en la
primera ni en la última página de los mayores medios de comunicación. De
hecho, no aparece casi en ninguna parte, lo cual es sorprendente. Y
pongo sorprendente porque lo más lógico es que fuera
noticia de primera página. En realidad debiera centrar el debate
electoral que ha existido en Cataluña. En cambio, el tema central de la
campaña no ha sido el desastre social. En su lugar, ha sido el tema
nacional. Las banderas ha ocupado la centralidad del debate: en un lado,
los independentistas enarbolando la bandera independentista –la
estelada-; y por el otro el lado unionista, cuya bandera es la de la
monarquía, es decir, la bandera borbónica. Repito, por un lado los
partidos independentistas, PDeCAT, ERC y la CUP, que desean separarse de
España y que a fin de alcanzar tal objetivo declararon ya la
independencia, en nombre, en teoría, del pueblo catalán, aun cuando la
mayoría del pueblo catalán nunca ha votado a favor de la independencia.
Los votantes a favor de los partidos independentistas han sido siempre
una minoría, que ha conseguido la mayoría parlamentaria, como
consecuencia de una Ley electoral que discrimina a la clase trabajadora
(ley diseñada en la época predemocrática por la Asamblea del Movimiento
Nacional que impuso esta norma como condición para que desapareciera,
ley que fue modificada más tarde por el Estado democrático español
aunque tal Estado, temeroso también del poder de dicha clase, hizo pocas
variaciones para corregir esta discriminación. Más tarde, el señor
Pujol y su partido, la hizo suya con el mismo objetivo: el de
discriminar a la clase trabajadora la cual, en su mayoría en Catalunya,
es de habla castellana y nunca fue favorable al pujolismo ni lo es ahora
al independentismo).
Los unionistas además de ser monárquicos y favorables al 155, también apoyaron al 135: la máxima expresión del neoliberalismo
Por el otro lado, están los partidos que dicen defender la unidad de
España, la ley 155, que ha significado que el Presidente Rajoy,
dirigente de un partido minoritario en Catalunya, sea en la práctica
presidente de Catalunya. Estos partidos son Ciudadanos, el PP y el
PSC-PSOE. Hay que tener en cuenta que son también los que apoyaron el
artículo 135 de la Constitución que fue aprobado con nocturnidad y
alevosía por el gobierno Zapatero y por el Partido Popular, con el
posterior apoyo de Ciudadanos. A partir de este cambio en la
Constitución, los partidos “súper patriotas españolistas” firmaron un
artículo de la Constitución forzando al Estado español a que diera
prioridad al pago de los intereses a la banca extranjera por delante
del gasto público requerido para atender las necesidades de la
población española. Y estos “súper patriotas” han llevado a cabo toda
una serie de políticas neoliberales, como las reformas laborales, que
han disminuido los salarios y han aumentado la precariedad, imponiendo
también recortes a los fondos públicos para los servicios (como sanidad,
educación, vivienda social, servicios sociales, escuelas de infancia,
servicios domiciliarios a personas con dependencia y otros) y
transferencias (como las pensiones) públicas del Estado del bienestar,
causas todas ellas de la enorme crisis social en Catalunya y en España.
Estos partidos apoyan ahora el 155, como ayer apoyaron al 135. El PP y
Ciudadanos son las derechas de siempre (que en el panorama de la derecha
europea encajan en la ultraderecha). En esta categoría de unionista y
de neoliberal (en realidad social liberal) está también el PSC-PSOE que
en realidad fue el gobierno que inició tales políticas neoliberales.
El lado independentista (Junts pel Sí) también comulgó con el neoliberalismo
El gran secreto en Catalunya es que en el lado independentista la
derecha catalana representada por Convergència Democràtica de Catalunya
(CDC) (que ha gobernado la mayoría del período democrático, en alianza
con Unió Democràtica –UD- hoy en la lista del PSC) lidera la coalición
con ERC, un partido que se define de centroizquierda, pero ha aprobado
unos presupuestos que reproducen las políticas neoliberales. Todo ello
con el apoyo también de un partido que se autodefine como
revolucionario, que como consecuencia de anteponer siempre el objetivo
de la independencia por delante del bienestar de las clases populares,
ha sostenido al gobierno Junts pel Sí. Ello ha incluido
apoyo a la derecha catalana, hoy rebautizada como PDeCAT, el partido
más parecido al PP en Catalunya: es un partido clientelar, con un
nacionalismo patrimonialista, que considera el Estado de la Generalitat
como propiedad suya, corrupto hasta la médula y financiado como el PP, a
base del famoso 3%.
Las incongruencias del debate de las banderas
Esta realidad, reflejada en la lucha de las banderas, alcanza una
situación que aparenta un conflicto, en el que se excluye a la mayoría
de la población. En realidad, la estelada no es la bandera de la mayoría
de los catalanes. Ésta es la senyera. Y la borbónica, para millones de
españoles, no es su bandera tampoco, pues se sienten emotivamente más
ligados a la bandera republicana que a la bandera monárquica.
La otra situación es que las banderas están siendo utilizadas por las
fuerzas neoliberales para ocultar sus políticas claramente dañinas al
bienestar de la población. No es por casualidad que los dos líderes en
Catalunya que lideran las banderas (Ciudadanos el unionista y PDeCAT el
secesionista) son miembros de la misma familia liberal europea. Oponen
sus banderas a la vez que, en privado, firman las mismas leyes
neoliberales.
Y la tercera situación es que las únicas fuerzas que han sido
coherentes y siempre han denunciado las políticas neoliberales, y que
han aplicado políticas alternativas cuando han gobernado, como en el
caso del Ayuntamiento de Barcelona, han sido las mismas izquierdas que
se presentaron como Catalunya en Comú-Podem y lo que es importante
subrayar es que fueron y continúan siendo las herederas de las
izquierdas que conjugaron siempre en Catalunya la lucha por la identidad
catalana, con la lucha por el bienestar y justicia social, considerando
la lucha por la identidad catalana, y por la justicia social, parte de
una misma lucha. La dificultad que tuvieron estas nuevas izquierdas fue
la de no tener los recursos incluyendo medios de comunicación para poder
equilibrar y revertir la temática central de la campaña electoral,
forzaron una visibilidad del tema social pero sin que ello se
convirtiera en el tema central. Y las banderas continuaron ondeando.
.....................................
España
cerrará 2017 con un nuevo récord histórico de contratos, con más de 21
millones. Pero esta cantidad está lejos del número de puestos de
trabajo: 600.000 según las previsiones del Gobierno, lo que implica 36
contratos por…
Salman Rushdie (Bombay, 1947) vio un día cómo un señor de flequillo naranja entraba con malos modales en su nueva novela. La decadencia de Nerón Golden
(Seix Barral) se centraba en la vida de una opulenta familia de India
que llega a Nueva York escapando de un destino fatal. En tono de
tragedia griega, la historia para la que había investigado pausadamente
el escritor escondía lúcidas metáforas sobre la inversión de valores y
la naturaleza del mal. Pero la realidad corrió más, acompañaba demasiado
bien al retrato alegórico de la decadencia moral, y el autor de Hijos de la medianoche
se vio obligado a reaccionar con pulso de agencia de noticias, haciendo
hueco a un magnate inmobiliario llamado Joker que llega a la Casa
Blanca con su tupé verde dólar. Rushdie se enfurruña cuando ve que las
preguntas sobre Donald Trump acaban dominando la promoción de su
aclamada obra. Pero se rinde cuando, incluso en las preguntas que no
versan sobre él, sus respuestas pasan inevitablemente por el mismo
sitio. PREGUNTA. ¿Realismo con un toque de cómic? RESPUESTA. La realidad de la gente de la calle, la
de los personajes del libro, es complicada y tridimensional. Pero en
cuanto llegamos a las esferas de poder, todo se ha convertido en una
caricatura. Estamos gobernados por lo grotesco. En un momento, uno de
los personajes dice que los cómics de [la editorial] DC están tomando Washington DC. P. ¿Un cómic viejo o nuevo? R. Lo que es nuevo es esta decadencia de una idea
compartida de la realidad. Una sociedad fuerte se apoya en un acuerdo
entre los ciudadanos sobre cuál es la naturaleza de la sociedad, y en
EE UU sabíamos lo que era ser estadounidenses. Cuando empiezas a dañar
ese consenso se da una fragmentación peligrosa. Y no solo por Trump. De
hecho, el Joker es un personaje secundario porque es más una
consecuencia que un artífice del mundo de hoy. P. En su novela, un personaje dice que la verdad es algo del siglo XX. ¿Qué rol le queda a la ficción? R. Son tiempos de una cultura de la ignorancia
agresiva [risas]. En Internet coexisten al mismo nivel de autoridad las
verdades y las mentiras. Hay un trabajo ahí para los novelistas, porque
lo que el arte puede hacer es recrear ese sentimiento de lo real. La
reconstrucción de ese acuerdo sobre la naturaleza de lo real es ahora,
paradójicamente, una tarea de la ficción. P. Pero todo lo que implique poder pasa por el abuso. ¿No
ocurre también eso en la industria del cine, que tanta importancia tiene
en la novela, con casos como Harvey Weinstein? R. Ahora la máscara está cayendo. Ves a este
destacable surtido de hombres poderosos que han sido depredadores
sexuales durante décadas en las que han conseguido controlar la
historia. Pero ahora hay una grieta en la presa. En Hollywood todo el
mundo corre ahora como pollos sin cabeza. P. De su libro dicen que explica cómo hemos llegado hasta aquí. Como Hillary Clinton en su libro, se pregunta What Happened? ¿Lo ha leído? R. No. Todos sabemos lo que pasó, no necesito leer un libro para eso. P. Pero, por otro lado, cita decenas de volúmenes para entender el mundo de hoy. La edad de la inocencia, por ejemplo.
"He hablado con gente que votó a Trump y que
nada tienen en común con ese cliché de la clase obrera ignorante blanca.
No todos son unos racistas o ignorantes"
R. Sí, una de las claves del mundo de Edith Wharton
es que las fuerzas conservadoras son inmensamente poderosas. El acto de
rebelión contra ellas es muy, muy difícil y puede ser derrotado por
alguien que sabe cómo jugar el sistema. P. Pero otra de sus referencias, G. K. Chesterton, buscó un
modelo alternativo al capitalismo y al comunismo. ¿Nos toca buscar
también una identidad política nueva? R. Lo que hay que hacer es dejar atrás batallas
viejas. Tiene que haber un cambio generacional real. También un cambio
generacional mental. En Canadá y Francia está llegando una nueva
generación. Yo tengo 70 años; Trump, 72; Hillary Clinton, 70, y Bernie
Sanders, 147 años [risas]. Ya vale. P. Con Obama, el cambio parecía posible. R. Tuvimos ocho años de Obama por la llamada
coalición que él creaba y que Hillary Clinton no pudo retener. Ganas
seguro si puedes juntar las minorías, las mujeres, la gente joven que
vota por primera vez y la gente blanca con formación. Pero la izquierda
se disolvió. Lo que pienso todos los días sobre estas elecciones es que
90 millones de personas no votaron en un país de 300 millones. P. ¿Pero los millones de personas que votaron a Trump responden al arquetipo de ignorantes y racistas? R. He hablado con gente que votó a Trump y que nada
tienen en común con ese cliché de la clase obrera ignorante blanca. No
todos son unos racistas o ignorantes. Pero en los Estados más
industriales había un odio hacia la política por haberles ignorado.
Entonces llegó este tipo que dijo que dinamitaría lo establecido y
dijeron: “Sí, por favor”. Por eso su base sigue siéndole fiel, porque él
está haciendo lo que prometió: destrozarlo todo. P. Su poder adivinatorio en el libro, más allá de Trump, llega a asustar. Acierta hasta el atentado en Halloween en Nueva York que sucedió esta misma semana. ¿Cómo puede ser? R. En la novela también sucede un tiroteo en el
desfile de Halloween, sí, pero no es un islamista loco, es un tipo con
una pistola. No podemos olvidar que las cosas más locas que suceden en
este país las ejecutan hombres blancos con armas en la mano. P. Supongo que le llamaron cuando sucedió el ataque, igual
que tantas veces, por su conocimiento de las complejidades del
islamismo. R. No quiero ser el Señor Atentado Terrorista. No
tengo nada especial que decir… El ISIS está al borde de la derrota
militar y eso probablemente significa que cosas como estas (lobos
solitarios) proliferarán. Pero no sé si durarán mucho tiempo, porque el
ISIS ya no puede ofrecer apoyo. P. Si tenemos que convivir con el horror y la muerte, ¿qué nos puede enseñar usted, que tras la publicación en 1989 de Los versos satánicos fue perseguido por Jomeini? R. Tienes que hacer las paces con el hecho de que
nadie sale de aquí con vida. Pero realmente creo que tenemos que ser la
cultura que somos. Tenemos que mantener la confianza en nuestro modelo y
luchar contra esto. Es la batalla de nuestro tiempo.
...........................................
Nació gracias a que el PP perdió la mayoría absoluta y ha servido
para sentar frente a los diputados a los principales implicados en casos
de corrupción
La comisión también ha llamado a comparecer a los
últimos presidentes autonómicos y ha analizado grandes cantidades de
documentación
Cifuentes vuelve a plantear su cierre después de
haberlo intentado en varias ocasiones, echando mano incluso de los
servicios jurídicos de la Asamblea
2017
certifica el fracaso de las políticas de seguridad vial del Gobierno.
Por segundo año consecutivo sube el número de muertos y se rompe la
tendencia a la baja de los últimos tres lustros