Miguel Urbán 18/08/2025
Helicóptero bombardero trabaja para extinguir el fuego, a 17 de agosto de 2025, en Quiroga, Lugo, Galicia (España).Este año puede que sea uno de los veranos más horrorosos que recuerdo, todavía con focos en activo por medio país: se estima que unas 24.000 personas han tenido que ser desalojadas de sus casas, más de 140.000 hectáreas han sido calcinadas y al menos cuatro personas han muerto en diferentes incendios. Una tragedia de consecuencias incalculables, que vuelve a poner de relieve, sobre el territorio y nuestras propias vidas, el impacto mortífero de la crisis ecológica que vivimos: "Una clase magistral de destrucción climática". Porque la sucesión de incendios y su mayor potencial destructivo no son fruto de la casualidad o de un verano «inusualmente» caluroso, sino la combinación de la crisis climática, la degradación permanente del territorio y de las vidas de quienes lo habitamos bajo la vorágine de explotación capitalista.
A pesar de que la barbarie climática ya está aquí, el avance de las formaciones de extrema derecha sigue negando la evidencia de la emergencia ecológica en una defensa del status quo neoliberal extractivista y depredador de recursos. Ejercen, así, de freno para la implementación de políticas ambiciosas de transición energética y adaptación al cambio climático. Aunque la verdad es que es difícil descifrar hasta qué punto las posiciones negacionistas abanderadas por la ola reaccionaria global responden a una creencia ideológica o son parte de una estrategia en defensa de los intereses del poder corporativo y de un modelo económico anclado en la energía fósil. De hecho, es muy posible que respondan a ambas razones, e incluso a alguna más. Pero lo que, a mi juicio, está fuera de toda duda es que el negacionismo climático ha evolucionado desde un discreto segundo plano hasta alcanzar un lugar prominente en las guerras culturales de la extrema derecha, convirtiéndose en una característica casi unánime en las formaciones ultraderechistas a escala global.
Así, al igual que con la Dana o el apagón, ahora con los incendios y las olas de calor vuelven los bulos y las conspiraciones de la extrema derecha para inundar las redes sociales e intoxicar el debate público. Reafirman su negacionismo climático, esparcen su odio, atacan al Gobierno y, de paso, intentan salvar de su responsabilidad en la tragedia a todos esos políticos negacionistas o retardistas que invierten más dinero en la promoción de la tauromaquia que en la prevención de incendios forestales. Cualquier explicación, por disparatada que pueda sonar, con tal de negar la crisis climática. No podemos olvidar que muchos de estos distribuidores profesionales de bulos están dopados hasta las cejas con dinero público a través de las instituciones que controla el Partido Popular (PP).
En el caso de la Dana de Valencia, el propio Abascal (líder de Vox) llegó a señalar, en la red social X, a la Comisión Europea y a su presidenta Ursula von der Leyen como parte de los culpables de la tragedia de Valencia. Todos menos a su socio Mazón. Así, acusaba a Von der Leyen de favorecer la eliminación de presas por el "fanatismo climático" del Pacto Verde Europeo: «Si hay culpables… tú eres la primera con tu ley criminal de voladura de presas. Eres enemiga de los españoles». El bulo sobre la demolición de presas franquistas por parte del Gobierno alcanzó tal resonancia en redes, llegando incluso a algunos programas televisivos, que el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) tuvo que desmentir que se hubiera destruido ningún embalse en Valencia. A pesar de los desmentidos del MITECO, la extrema derecha hizo oídos sordos y siguió difundiendo el mismo bulo, porque no les vale el escrutinio de la razón, sino la capacidad de movilizar pasiones tristes.
En este sentido, en el marco de la festividad del Día de la Paloma en Madrid, el vicepresidente de Vox, Javier Ortega Smith, aseguró ante la prensa que "el fanatismo climático no permite limpiar los montes", agitando el fantasma conspiranoico sobre la Agenda 2030 que tanto le gusta a la extrema derecha. Un nuevo bulo aprovechando un momento de crisis y conmoción pública para esparcir su agenda negacionista. La legislación no solo no prohíbe limpiar los montes, sino que en muchas regiones es obligatorio. Por ejemplo, en Galicia es una obligación para la prevención de incendios; en Castilla y León, obligación; en Cataluña, obligación; y en el País Valenciano, un deber establecido que, en caso de no cumplirse, también conlleva sanción.
Un bulo al que se ha unido también la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, señalando esas "agendas ideológicas" (Agenda 2030) a las que ya apuntaba Ortega Smith y que supuestamente impiden "limpiar los montes" o los "márgenes de los ríos". Aunque Díaz Ayuso pueda parecer una excepción ultra, es más bien una muestra de cómo la derecha conservadora europea está comprando la agenda negacionista climática, bulos incluidos.
Durante la tragedia de Valencia, uno de los bulos que con más fuerza se repitió desde la fachoesfera fue la increíble teoría del ataque meteorológico marroquí sirviéndose de un arma experimental norteamericana, el High Frequency Active Auroral Research Program (HAARP). Cualquier explicación, por disparatada que pudiera sonar, con tal de negar la crisis climática. En estos días estamos viendo cómo se difunde por las redes sociales, como la pólvora, un bulo que tiene similitudes con el supuesto ataque HAARP a Valencia: un supuesto terrorismo incendiario que estaría provocando incendios de forma coordinada en diferentes puntos del país. De hecho, el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, ha utilizado en sus declaraciones públicas el concepto de "terrorismo" para referirse a esta ola de incendios.
La supuesta mafia terrorista pirómana que ataca nuestro país es un bulo que pretende desdeñar, una vez más, la influencia del cambio climático en los incendios, o directamente negar su existencia. Porque, independientemente del origen del fuego, los científicos han documentado cómo el calentamiento global y la modificación de ciertas condiciones ambientales no solo propician, sino que intensifican el poder destructivo de los incendios. Las cada vez más habituales olas de calor y las llamadas sequías flash (un calor severo y repentino que seca la vegetación y el suelo de manera inusualmente rápida) son episodios que tienen una relación directa y causal con los fuegos de este año.
En este sentido, uno de los bulos más comunes para negar la intensidad y frecuencia anormal de olas de calor, producto del cambio climático, es acusar a la comunidad científica y a los medios de comunicación de un falso alarmismo para justificar las políticas de acción climática. Así, se ha llegado a afirmar que los canales de televisión están pintando los mapas del tiempo con colores cada vez más intensos para asustar a la población. Todo en medio de una de las peores olas de calor que se recuerdan, no solo por las altas temperaturas, sino también por su prolongación temporal, un ejemplo más de lo inmunes que son los bulos negacionistas, incluso al más elemental principio empírico.
El "gran apagón" de abril de 2025 espoleó a las derechas en su particular guerra cultural en favor de las nucleares, para cargar contra el Gobierno y, también, cómo no, para atacar a la energía renovable, con el objetivo de deslegitimar las políticas de acción contra la crisis climática, amplificando los discursos negacionistas. En el caso de los incendios de este verano, una vez más, las redes sociales se han inundado de mensajes falsos conjugando el ataque al Gobierno con la criminalización de la energía fotovoltaica y eólica.
De esta forma, han difundido un supuesto plan maquiavélico del propio Gobierno por el que habría originado los incendios para "hacerse con el terreno y construir molinos y placas solares". Bulos que han corrido como la espuma por las redes de la fachoesfera, a pesar de que la Ley de Montes prohíbe el uso de un terreno incendiado para otra cosa diferente que no sea la regeneración de la cubierta vegetal.
No deja de ser paradigmático que, según el clima empeora y media España se quema, el negacionismo a golpe de bulo crezca. El avance de las posiciones del negacionismo ultraderechista en contra de cualquier política de mitigación de la crisis climática demuestra que la evidencia científica y empírica de la crisis ecológica, por sí misma, no sirve. Porque, ante los miedos y las incertidumbres que genera la crisis ecológica —que, a su vez, es una variante de la crisis sistémica del capitalismo—, no valen los pactos de Estado o pactos de maquillaje verde. Con nuestro territorio en llamas, es más palpable que nunca que es necesario levantar una alternativa ecosocialista que nos permita albergar un principio de esperanza en el futuro. Mientras tanto, hasta que no abordemos esta tarea con decisión, el negacionismo del autoritarismo reaccionario seguirá creciendo.
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