miércoles, 27 de diciembre de 2017

El dinero de todos. Los buenos gestores, de Ignacio Escolar

El Gobierno del PP quiere imponer su programa político a administraciones donde no gobierna, a ciudadanos que no le votaron, en competencias que no son las suyas
  27/11/2017 http://www.eldiario.es/escolar/buenos-gestores_6_712588773.html

A las autonomías con problemas de financiación –casi todas– el Gobierno les deja la opción de las lentejas. O las tomas o las dejas. O firmas un convenio con la industria farmacéutica que discrimina a los genéricos, o te quedas fuera de las ayudas financieras que reparte Cristóbal Montoro para la Sanidad, como si el dinero fuese suyo y no de todos.
La información que ayer publicamos en eldiario.es sobre cómo el Ministerio de Hacienda niega la ayuda financiera a las autonomías si no firman un convenio que beneficia a las grandes farmacéuticas es un escándalo gravísimo. No solo porque pueda generar sobrecostes innecesarios a todos los españoles –los genéricos son igual de eficaces y más baratos–. También por la forma antidemocrática con la que el Gobierno del PP impone su programa político a administraciones donde no gobierna, a ciudadanos que no le votaron, en competencias que no son las suyas.
Las autonomías y ayuntamientos son administraciones igual de dignas y democráticas que el Ejecutivo central; no son gobiernos de segunda, supeditados al Consejo de Ministros de Rajoy. No vivimos en un Estado centralizado donde solo haya una autoridad y el reparto de competencias en España deja bastante claro de qué se ocupa cada una. Por eso no es tolerable que el Gobierno central invada las funciones de las demás para exclusivo beneficio de su partido, en contra de los intereses de los propios ciudadanos. Es lo que hace con los genéricos y este convenio con las farmacéuticas de obligado cumplimiento para las autonomías, cuando la sanidad está transferida. Es lo mismo que ha hecho con el Ayuntamiento de Madrid y la intervención de sus presupuestos.
Es un enorme abuso que un Gobierno incapaz de cumplir sus compromisos de déficit, que se salta su propia ley de gasto, intervenga las cuentas de un Ayuntamiento con superávit. Es el mismo PP que antes arruinó el consistorio madrileño. Es el mismo PP que aplica un rasero distinto con otros ayuntamientos igualmente endeudados –el de Jaén–, pero donde los suyos gobiernan. Y es el mismo PP que utiliza el Gobierno de todos para atacar a sus rivales políticos.
Con la intervención de Madrid, el Gobierno quiere bloquear las inversiones que el Ayuntamiento tenía previstas para los dos últimos años del mandato de Manuela Carmena, como la peatonalización parcial de la Gran Vía. Es una decisión meramente política que busca asfixiar al primer ayuntamiento de España, el más simbólico, no vaya a ser que la izquierda haga una buena gestión que les deje en evidencia. En palabras de la concejal del PSOE Erica Rodríguez: “Montoro busca desestabilizar al Ayuntamiento de Madrid porque hace una política distinta”. 
En una impúdica respuesta parlamentaria, la semana pasada, el Gobierno justificó que esté apretando a las administraciones locales –que tienen superávit– porque ese dinero es necesario para corregir el déficit. El déficit del propio Gobierno central.
Es la misma excusa que pone Montoro cuando añade letra pequeña a los fondos autonómicos: te doy el dinero pero yo te diré cómo lo empleas. Como si el Gobierno fuese el padre responsable que le da la paga semanal a sus hijos, pero les ordena que no se lo gasten todo en golosinas.
Pero, ¿quién es aquí el gestor responsable? Sin duda, no Cristóbal Montoro, el responsable de una amnistía fiscal inconstitucional que nos ha costado carísima; autor de esa famosa frase de "que caiga España, que ya la levantaremos nosotros" para justificar que el PP no apoyase al Gobierno de Zapatero en una votación donde se jugaba la intervención del país.
Tampoco es precisamente responsable el Gobierno de Mariano Rajoy, que aprobó una rebaja de impuestos en año electoral; el mismo Gobierno que ha anunciado otra rebaja similar para cuando toque votar de nuevo.
Son los buenos gestores… de lo suyo.
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OTRA COSA: Cada cuatro minutos se entierra una persona dependiente.

Guy Standing: “Estar en un trabajo rindiendo cuentas a un jefe ¿es libertad?”


Entrevista a Guy Standing

Entrevistamos a Guy Standing, economista y analista social, cofundador de la Red Mundial de la Renta Básica y profesor en la Universidad de Londres.  Beatriz Viado  2017-11-27 https://www.elsaltodiario.com/renta-basica/entrevista-guy-standing-precariado-renta-basica-no-necesitamos-trabajar-tanto

Le pasa a mucha a gente: lees a Guy Standing, le escuchas en una charla, y parece que te conoce de toda la vida. Al menos conoce tu vida, la del precariado, la de la falta de control del tiempo, la de correr sobre arenas movedizas, siempre esforzándose, siempre hundiéndose. El economista y analista social, cofundador de la Red Mundial de la Renta Básica (Basic Income Earth Network-BIEN) y profesor en la Universidad de Londres, estuvo en Asturies invitado por el Institutu Asturies 2030.
“Yo no trabajo”, nos confesó durante la entrevista, sonriendo y haciéndonos un hueco en su apretada agenda. Habla entusiasmado de cambiarlo todo: la manera en que nos situamos y nos sitúan en el mundo, de acabar con la concepción actual del trabajo, de su optimismo y de su confianza en las nuevas generaciones, las que salen de la universidad y no ven un futuro, las que tienen el reto de cambiar las estructuras, de luchar contra el capitalismo rentista.
Habla de la necesidad de repensar lo que es trabajo reproductivo (work) y trabajo productivo (labour). Desde el feminismo también se ha llamado la atención sobre la necesidad de repensar el concepto trabajo y que se tenga en cuenta todo lo que supone el trabajo reproductivo, pero no acaba de conseguirse que la sociedad, las empresas, los gobiernos, asuman esta realidad. ¿Refleja esta dificultad para repensar el mundo del trabajo el vínculo entre patriarcado y capitalismo?
No exactamente. Lo que yo trato de transmitir con esta distinción es que en cada época ha habido estupidez en cuanto a lo que es trabajo y lo que no es trabajo. En la antigua Grecia, pese a su sistema sexista y esclavista, sí hicieron una buena distinción: trabajo (work) era la actividad reproductiva que hacías en tu casa, con tu familia, tus amigos y tu comunidad, mientras que labour era que lo que hacían los esclavos, los banausoi (artesanos) y los metecos (extranjeros). También era estúpido, pero era diferente a cómo se contempla actualmente. Solo que en el último siglo todo el trabajo (work) que no era labour fue considerado como “no trabajo”.
El precariado tiene que hacer un montón de trabajo para trabajar. Todo ello sin ningún coste para el empresario, mientras el precariado está empleando su tiempo y paga un coste psicológico
De acuerdo a las estadísticas de empleo y desempleo, si yo contrato a una mujer para realizar las tareas de la casa, la renta nacional sube, el empleo sube y la economía crece. Y la clase política está muy feliz porque todos los índices suben. Pero si me caso con esa mujer, la renta nacional baja, el empleo baja, la economía decrece y la clase política se preocupa porque el desempleo aumenta. Esto es una locura. Y la verdad es que cada feminista, cada persona en la izquierda, deberíamos estar diciendo que sus estadísticas son falsas, porque están midiendo el crecimiento económico en mercancías producidas por el sistema económico. Estamos distorsionando la realidad. Y la ironía es que los socialistas, la izquierda, la socialdemocracia, el comunismo... todos quieren tener a todo el mundo en un empleo. Según esa modalidad, quieren que todo el mundo esté en un trabajo rindiendo cuentas a un jefe. ¿Es esto libertad? No lo creo. ¿Es necesario? Tampoco lo creo.
No es que yo tenga algo en contra del trabajo si éste es útil, no hace falta ser antitrabajo, pero para mí es un fetiche, todo gira en torno al empleo. Sin embargo, la mayoría de las actividades que hacemos, incluyendo el cuidado de la infancia, de las personas mayores, de nuestra comunidad más cercana, aprendiendo, participando en la vida de la ciudad... todo eso es trabajo. Por el contrario, en el mundo del empleo se vive en la alienación. Por eso tenemos que insistir en que esto no es así y cambiar las estadísticas.
Todo esto sin contar el trabajo que hay que hacer para conseguir trabajo, como apunta en sus análisis del precariado.
El precariado tiene que hacer un montón de trabajo para trabajar: tienes que echar miles de currículums, rellenar miles de formularios, hacer tests online... Todo ello sin ningún coste para el empresario, mientras el precariado está empleando su tiempo y paga un coste psicológico.
El precariado tiene que invertir también mucho trabajo en mantener sus redes sociales y laborales, hacer contactos por si acaso surgen oportunidades de trabajo, sonreír, mandar correos, estar en formación permanente... Todo eso es trabajo. Y si las estadísticas no lo muestran, están distorsionando la realidad. Si, por ejemplo, tienes bajos ingresos y necesitas una ayuda, tienes que ir a oficinas, esperar largas colas, rellenar más formularios, tienes que sonreír y aparentar que eres una buena persona... y si te equivocas una vez, tienes que empezar otra vez. Pero las estadísticas o la política no entienden qué es estar en el precariado. Si estás en el precariado, no tienes control sobre tu tiempo y, hasta que no tengamos una clase política que entienda realmente al precariado, no van a articular políticas que permitan a la gente tener algún control de su tiempo.
Cada feminista, cada persona, deberíamos estar diciendo que sus estadísticas son falsas, porque están midiendo el crecimiento económico en mercancías
Mantiene también una posición muy crítica con los sindicatos y los partidos socialdemócratas.
Estas organizaciones, que deberían estar en la izquierda, no están reaccionando, quieren volver al pasado. No entienden que en el precariado no son únicamente víctimas. Es cierto que sufren mucha inseguridad, que tienen dificultad para controlar su tiempo, bajos ingresos, deudas...
Pero al mismo tiempo, el sector con más estudios del precariado está buscando una nueva forma de volver a traer los valores de la Ilustración. ¿Igualdad? Sí, creemos en la igualdad, pero ¿igualdad de qué? Encuentras en el precariado la parte progresista, quien busca una vida en la que se pueda combinar ser un jardinero, un político, un activista, con permitirse desarrollarse a sí mismo en sus comunidades.
La comunidad te da tu identidad y tu libertad y esto nos lleva a Hanna Arendt, que para mí es una pensadora muy relevante en el siglo XX. Ella entendió que la libertad es la capacidad de actuar en común y es una libertad donde preservas tu individualidad, pero en un contexto de solidaridad social. Si no tienes eso, no tienes libertad. En una sociedad de mercado se va a un individualismo atomizado y la vieja estrategia socialista habla de un colectivismo paternalista. Es un Estado paternalista en el que no se permite la individualidad, lo que se critica como burgués. Por eso necesitamos políticas progresistas desde la izquierda en las que se avance a Estados en los que la igualdad y la libertad estén al mismo nivel.
Me invitaron a hablar al Club Bilderberg y allí estaba Christine Lagarde tomando notas; poco después el FMI ha dicho que apoya la renta básica
El FMI mira con buenos ojos la renta básica. ¿Es una buena noticia o una señal de aviso ante los “usos torticeros” de la renta básica de los que alertó en alguna ocasión?
El año pasado me invitaron a hablar en el Club Bilderberg, una organización internacional de derechas en la que se reúnen las personas más poderosas del mundo, y pensé que era un chiste. Después me llamaron a casa y me preguntaron que por qué no había respondido a la invitación y les contesté que pensaba que era una broma de mis amigos, pero me dijeron que no, que iba muy en serio y que querían que fuera. Les pregunté a varios de mis amigos y todos y cada uno de ellos me dijeron que sí, que debía ir y hablarles del precariado. Así que fui y en la primera fila, a pocos metros, tenía a Henry Kissinger y al lado estaba Christine Lagarde, la directora gerente del FMI. Allí estaban, tomando notas. Al final, durante la comida, Lagarde vino a comentarme lo interesante que era toda la cuestión del precariado y que debían ponerse a pensar seriamente sobre la renta básica.
Más tarde, me invitaron al Foro Económico Mundial, y allí había dos ponentes: Christine Lagarde y yo. Al finalizar, le expresé a Lagarde mis condolencias por tener que escucharme dos veces y me contestó que, al contrario, que tras lo que había escuchado, apoyaba la renta básica. Y, efectivamente, el FMI acaba de emitir un comunicado de apoyo a la renta básica. No soy ingenuo, no pienso que el FMI de repente va a ser un agente revolucionario, pero es una de las grandes cosas que ha sucedido en los últimos dos años. Como escribía en 2011 “a menos que se intente poner remedio con carácter urgente a las inseguridades y desigualdades a las que se enfrenta el precariado, surgirá un monstruo político”, y el año pasado muchos lectores me escribieron diciéndome que “tu monstruo político ha llegado y es Donald Trump”.
Lo que ha pasado es que mucha de esta gente, incluyendo el FMI, quieren una sociedad de mercado, que las grandes corporaciones sigan haciendo beneficios, pero ahora están asustados por la posibilidad de que el fascismo vuelva a ser una realidad. Este fascismo podría llegar de Francia, del Brexit, está llegando con Trump, ya que día a día se supera y es peor de lo que pudiéramos imaginar. El peligro es que si creas una sociedad donde millones y millones de personas están enfrentándose a la inseguridad y miran a esta plutocracia que gana billones y billones, no es sorprendente que apoye a Trump. La parte más estudiada del precariado no está haciendo eso, pero la otra parte, la que se da cuenta de que fue más fácil para sus padres, que creen que pueden conseguir más seguridad y más respeto, miran atrás y apoyan a Trump o apoyaron el Brexit.
¿Tiene entonces la izquierda algo en común con el FMI?
El FMI se ha dado cuenta de que la desigualdad es demasiado grande, que hace el sistema económico insostenible, y entiende que a medida que el precariado crece y los problemas de deuda crecen, deudas estudiantiles, deuda privada, deudas por la casa... vamos a una nueva crisis. Se han dado cuenta de que la grotesca desigualdad frena el crecimiento económico. No voy a esperar que el FMI se vuelva una institución ecologista que quiere una sociedad diferente e igualitaria. No podemos esperar eso, es el FMI, pero el hecho es que ahora son un aliado en este punto. Eric Schmidt, uno de los directivos de Google, o Mark Zuckerberg, de Facebook, vinieron en aquella reunión a decirme que estaban a favor de la renta básica.
¿Hay una solución contra los “monstruos políticos” que surgen de la situación actual?
Soy optimista en el largo plazo. La parte del precariado que mira atrás ha llegado a su límite, mientras que el precariado que ha estudiado más, que sale de la universidad y ve que no tiene un futuro, está creciendo día a día. Simbólicamente se puede ver un cambio en la balanza. Estamos en un punto de inflexión, en un momento decisivo. Es cierto que el precariado no existe como un grupo, pero la historia va muy rápido en los últimos años y va cambiando su percepción. En vez de ver fracaso cuando se miran en el espejo, ven cómo toda su generación es parte del precariado. “¿Por qué debería avergonzarme?, podría estar enfadado”, se dicen. Surge un sentido de la identidad y, si tienes un sentido de la identidad, empiezas a tomar conciencia de tu protagonismo, de que puedes hacer algo. Se está extendiendo esa visión progresista y por eso la renta básica es una obviedad para parte de ese precariado. Hace diez años cuando hablaba de la renta básica me miraban con escepticismo, y ahora no es que digan que es imposible, es que dicen que deberíamos implantarla ya.
La pregunta recurrente respecto a la renta básica es su financiación, pero se suele dejar de lado su impacto psicológico. ¿Qué efectos podría tener en la vida de la gente?
Los efectos psicológicos los pudimos comprobar en un proyecto piloto en India. Tras dos años con la renta básica, les preguntamos qué había hecho la renta básica por ellos y ellas. Una respuesta en la que coincidieron fue que les había dado el sentimiento de tener control sobre su vida. Había una mujer en aquel proyecto piloto que había perdido las piernas y era muy pobre, no podía permitirse tener un sari. A partir de que entró en el proyecto de renta básica pudo comprar una máquina de coser, se convirtió en la modista del pueblo y, por fin, pudo tener su sari. La renta básica es dar dignidad a las personas. Lo peor para el precariado es que pierde derechos y te conviertes en un pedigüeño, todo el día tienes que pedir favores a la burocracia, a la familia, pedir trabajo... Alguien me escribió que estar en el precariado es como intentar correr en arenas movedizas, te hundes  constantemente y, por mucho que corras, sigues hundiéndote. Eso es psicológicamente destructor.
¿Tiene entonces la izquierda algo en común con el FMI?
El FMI se ha dado cuenta de que la desigualdad es demasiado grande, que hace el sistema económico insostenible, y entiende que a medida que el precariado crece y los problemas de deuda crecen, deudas estudiantiles, deuda privada, deudas por la casa... vamos a una nueva crisis. Se han dado cuenta de que la grotesca desigualdad frena el crecimiento económico. No voy a esperar que el FMI se vuelva una institución ecologista que quiere una sociedad diferente e igualitaria. No podemos esperar eso, es el FMI, pero el hecho es que ahora son un aliado en este punto. Eric Schmidt, uno de los directivos de Google, o Mark Zuckerberg, de Facebook, vinieron en aquella reunión a decirme que estaban a favor de la renta básica.
¿Hay una solución contra los “monstruos políticos” que surgen de la situación actual?
Soy optimista en el largo plazo. La parte del precariado que mira atrás ha llegado a su límite, mientras que el precariado que ha estudiado más, que sale de la universidad y ve que no tiene un futuro, está creciendo día a día. Simbólicamente se puede ver un cambio en la balanza. Estamos en un punto de inflexión, en un momento decisivo. Es cierto que el precariado no existe como un grupo, pero la historia va muy rápido en los últimos años y va cambiando su percepción. En vez de ver fracaso cuando se miran en el espejo, ven cómo toda su generación es parte del precariado. “¿Por qué debería avergonzarme?, podría estar enfadado”, se dicen. Surge un sentido de la identidad y, si tienes un sentido de la identidad, empiezas a tomar conciencia de tu protagonismo, de que puedes hacer algo. Se está extendiendo esa visión progresista y por eso la renta básica es una obviedad para parte de ese precariado. Hace diez años cuando hablaba de la renta básica me miraban con escepticismo, y ahora no es que digan que es imposible, es que dicen que deberíamos implantarla ya.
La pregunta recurrente respecto a la renta básica es su financiación, pero se suele dejar de lado su impacto psicológico. ¿Qué efectos podría tener en la vida de la gente?
Los efectos psicológicos los pudimos comprobar en un proyecto piloto en India. Tras dos años con la renta básica, les preguntamos qué había hecho la renta básica por ellos y ellas. Una respuesta en la que coincidieron fue que les había dado el sentimiento de tener control sobre su vida. Había una mujer en aquel proyecto piloto que había perdido las piernas y era muy pobre, no podía permitirse tener un sari. A partir de que entró en el proyecto de renta básica pudo comprar una máquina de coser, se convirtió en la modista del pueblo y, por fin, pudo tener su sari. La renta básica es dar dignidad a las personas. Lo peor para el precariado es que pierde derechos y te conviertes en un pedigüeño, todo el día tienes que pedir favores a la burocracia, a la familia, pedir trabajo... Alguien me escribió que estar en el precariado es como intentar correr en arenas movedizas, te hundes  constantemente y, por mucho que corras, sigues hundiéndote. Eso es psicológicamente destructor.

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OTRA COSA:  Caballero, un viejo pastor del Pirineo. Enrique Satué Oliván. 28dic. a 4enero2018

 

 

El retiro de Moragas: más de 200.000 euros anuales y un piso frente a Central Park

Mikel Tar Orrantia Diez y 2 personas más han compartido un enlace.


El exjefe de gabinete del presidente del Gobierno será representante de…

martes, 26 de diciembre de 2017

'Mi maratón contra el cáncer'. La lucha de Jesús Martín Tapias contra su enfermedad

Pelayo Martín           15/11/2017
Pocas mentiras como esa de que la vida de una persona no tiene precio... lo tiene... y no muy alto, por cierto. Tu vida vale unos dos euros... o por ponerlo en plata, lo que costó aquella carta que Fátima Báñez envió a los nueve millones de pensionistas para comunicarles que su pensión subía un euro y medio... o los dos euros que cuesta una prueba de cáncer de colon que podría salvar la vida de cuarenta mil personas al año.
Hay que ser justos y reconocer lo evidente... son buenos en eso de matarnos...
...

Llega a las librerías una semana después de su muerte y contiene una importante denuncia: 37.000 españoles se librarían de padecer un cáncer de colon con una sencilla prueba. Lun, 6 Nov 2017 https://www.elplural.com/sociedad/2017/11/06/mi-maraton-contra-el-cancer-la-lucha-de-jesus-martin-tapias-contra-su-enfermedad

'Mi maratón contra el cáncer' llega a las librerías apenas una semana después de la muerte de Jesús Martín Tapias, periodista y colaborador de ELPLURAL.com. En él narra su lucha contra esta dura enfermedad. Desde que le diagnosticaron un cáncer de colon, en la primavera de 2016, Martín Tapias decidió plantarle la cara a la enfermedad, se puso en manos de los médicos y se apoyó en una de sus grandes aficiones, participar en carreras de media y larga distancia. Su experiencia como corredor le aportó la disciplina, fuerza y la capacidad de sufrimiento que necesitaba en esos momentos tan difíciles.

Jesús Martín, a la derecha, era un gran aficionado a las carreras de media y larga distancia. Foto

Empezó a escribir un libro en el que compara sus dos carreras: el maratón y la lucha contra el cáncer. Así nació 'Mi maratón contra el cáncer', editado por Arzalia."Vivir al día y con calidad de vida es el objetivo. Y si no es posible, cuando no sea posible, pensar que ha merecido la pena hacer esta carrera", son las palabras con las que Jesús Martín resume su experiencia.
Amargo descubrimiento
Además de contar su experiencia personal, su espíritu periodístico le lleva también a la denuncia: cada año 37.000 españoles podrían salvarse de padecer un cáncer de colon si se les hubiera practicado una sencilla pruebaFue el descubrimiento más amargo de la investigación que llevó a cabo en estos meses para su libro. "Cada año se diagnostican 41.000 nuevos casos y se producen algo más de 15.000 muertes. El 90% de los casos, es decir, unos 36.900 se habrían podido evitar con una prueba que cuesta solo dos euros", asegura Esther Díez, responsable de comunicación de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC). 
La AECC, tras varios años de lucha y recoger medio millón de firmas, logró que el Ministerio de Sanidad incluyera en 2014 ese test preventivo en la cartera básica de servicios de la Seguridad Social. Dio un plazo de 10 años a las comunidades autónomas para implantarlo y, según los datos de la asociación, sólo se aplica al 100% de la población en Euskadi, Navarra, La Rioja y la Comunidad Valenciana.
Ahorro de 1.100 millones
Si se hace la prueba a todas la población de riesgo, hombres y mujeres de entre 50 y 69 años, con un coste de 65 millones anuales, se podrían ahorrar más de 1.100 millones, según la AECC, que es el coste que supone el tratamiento del cáncer de colon.
Jesús Martín Tapias transmitió a sus más allegados, antes de morir el pasado 30 de octubre, que buscaba con su libro ayudar y quizás hasta inspirar a quienes, de una u otra manera, han convivido, conviven o convivirán con el cáncer. Igualmente esperaba que su obra contribuyera a salvar vidas, concienciando a la ciudadanía y a las administraciones de la necesidad imperiosa de acelerar la implantación de ese programa de detección precoz. Un programa que podría haber evitado su propia muerte.

Pincha aquí para acceder al primer capítulo de 'Mi maratón contra el cáncer'

Pincha aquí para consultar todos los artículos de Jesús Martín Tapias

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OTRA COSA:  Hay muchos charlatanes en esta vida

 

Ella volvió a casa.

 

 

Los empleos de los ricos con sueldos para pobres y por qué no puedes trabajar en ellos

Empezaré por una historia con moraleja. Hace una semana, la ANECA publicó sus nuevos criterios para convertirse en profesor universitario. Las reacciones del mundo académico han sido reveladoras de su sentimiento de injusticia. "El año que le dieron el Premio Nobel, Novoselov no habría tenido los 130 'papers' que hacen falta para ser considerado excelente por la ANECA", lamentaba un profesor de la Universidad de Alicante. "Los nuevos criterios impuestos por la ANECA para acreditarse como catedrático y titular tendrían que cumplirlos todos los integrantes de las comisiones, no vaya a ser que se pongan a exigir mucho más de lo que algunos han sido capaces de dar", señalaba otro de la Universidad de Oviedo.
Charlando con gente del mundillo, se percibe una mezcla de furia y decepción. "El mayor problema es que van cambiando los criterios cada cierto tiempo y así es muy difícil construir una carrera", me explica un colega que trabaja en una universidad pública. Es como si, de repente, el final de la carrera estuviese mucho más lejos. O, mejor dicho, que en esta maratón que estaban corriendo, la meta hubiese desaparecido y hubiesen quedado parados, en mitad de la niebla, sin saber dónde ir y sin tener otra salida que seguir corriendo detrás de ese objetivo inalcanzable, porque ya han llegado tan lejos que no pueden quedarse a mitad de camino, como el jugador de 'poker' que ha apostado tan fuerte que no le queda otra que echar el resto.
No hay nada más eficiente que precarizar y pagar sueldos bajos para conseguir que en un sector tan solo puedan trabajar los más privilegiados

Es algo común a muchos empleos, que exigen grandes cesiones (trabajo gratis o sueldos bajos, precariedad, horas extras no remuneradas, formación continua) a cambio de, se supone, una carrera prometedora y un puesto estable. Esto termina provocando que quien llegue a ese objetivo sea tan solo quien se lo pueda permitir. Como bien saben muchos profesores universitarios, la vida precaria puede alargarse 'ad nauseam', de forma que para aguantar en esa carrera de fondo se necesita respaldo económico familiar potente. Otros abandonan o sufren: una investigación reciente señalaba que uno de cada tres doctorandos está en riesgo de sufrir una enfermedad mental. La persistencia termina dando resultados, claro, pero aguantar es caro.
Esta situación provoca una paradoja aparente: que no hay nada mejor para conseguir que en un sector tan solo puedan trabajar los más privilegiados que precarizarlo y pagar sueldos bajos. Se entiende, claro, que se trata de profesiones vocacionales, que supuestamente contribuyen a la realización del trabajador. Las malas condiciones en esas profesiones que, como decía el filósofo Alan Watts, "son tan abominables y aburridas que te tienen que pagar por hacerlo" suelen conducir a organización sindical y huelgas. En este otro caso, ocurre algo más perverso: se trata de una trituradora de vocaciones que devora a los más frágiles y beneficia a los privilegiados, envuelta en una falsa idea de meritocracia.


El devorador de ilusiones

Trabajo como periodista y he estudiado Ciencias de la Información, así que lo he visto con frecuencia en mi entorno inmediato, aunque sospecho que es una dinámica que se extiende a otros sectores cada vez más idealizados, como el del emprendimiento. Entre aquellos que trabajan "de lo suyo" suele haber dos tipologías: o la persona talentosa, muy trabajadora –a veces hasta la autoexplotación– que ha tenido suerte y ha conseguido romper el techo de cristal, o aquel que se ha permitido pasar largas temporadas en el paro, rechazar empleos que no le interesaban o aguantar condiciones deplorables hasta conseguir dar el salto, esta vez sí, a un puesto bien pagado con condiciones favorables y la posibilidad de disfrutar de cierta influencia.
Hasta el siglo XIX, los políticos no cobraban, por lo que tan solo los aristócratas y burgueses podían permitirse serlo. Esto ahora pasa en otros sectores
Entre el resto, hay una dinámica que he visto repetida una y otra vez: se comienza aceptando unas prácticas no remuneradas o mal pagadas, se encadenan empleos temporales y experiencias en decenas de empresas, se acumulan los cursillos y los másters en el currículum hasta que, años más tarde, se dan por vencidos y se reciclan en otro sector mejor pagado. Muchos de ellos eran compañeros que procedían de otras comunidades y que terminaron volviéndose a casa a probar suerte en otro terreno, ya que la receta de altos alquileres y bajos sueldos (o paro) era insostenible. El mero hecho de que tus padres vivan en Madrid o Barcelona, y no en otro lugar de España, puede terminar convirtiéndose en un factor económico que separe el fracaso del ¿éxito?
Esta semana, un hilo de tuits de la divulgadora científica Deborah García Bello recordaba que "nadie trabaja gratis si no puede permitírselo", a propósito de un caso "de éxito" en el que, tras tres años sin cobrar sueldo, alguien había conseguido una beca para hacer el doctorado. Por lógica, aquellos que no pueden permitirse pasar tres años viviendo a la sopa boba no pueden ni siquiera pensar en optar a dicha beca. Esto lo sabían bien los que promovieron en el siglo XIX que los diputados cobrasen; al no percibir una retribución, tan solo los ricos, nobles y la alta burguesía podían permitirse hacer política, por lo que esta se ajustaba a sus intereses.
Llegar a una cátedra universitaria requiere tiempo, esfuerzo y aguantar sueldos bajos... o contar con el apoyo familiar. (iStock)
Llegar a una cátedra universitaria requiere tiempo, esfuerzo y aguantar sueldos bajos... o contar con el apoyo familiar. (iStock)
Esta trampa se está extendiendo peligrosamente a muchos sectores, cada vez más precarios. Josele Santiago, cantante de Los Enemigos, lamentaba en una entrevista reciente que en España "solo el hijo de un millonario" puede hacer música y vivir de ello. Pero no se trata solo de la cultura. Hacer ciencia, alertaba un artículo de 'Nature', corre el peligro de ser solo una dedicación de ricos. También el periodismo o la docencia. Con un riesgo añadido: esta situación produce una industria de la vampirización de los deseos, que promueve formación académica cada vez más cara como si fuese un milagroso crecepelo que te dará ese puesto de trabajo soñado. Al mismo tiempo, las empresas se benefician de que esos sacrificios sean vistos como una inversión a largo plazo por aquellos que no tienen ni el dinero ni los contactos necesarios.

Cuando el dinero manda

Dirá el lector que no todo el mundo puede ser escritor, periodista, científico o profesor, y es razonable. Pero también es cierto que estas son profesiones con gran influencia en la cultura y la ideología de un país, a través de medios de comunicación, libros, programas políticos o investigaciones que dan forma al mundo en que vivimos y cómo lo entendemos. Así que estas barreras informales, no explícitas, que dejan fuera a las clases más bajas (o, simplemente, a aquellos que están lejos de los puestos de decisión) generan un grave problema de diversidad social que nos afecta a todos. Algo patente en países aún más clasistas como Gran Bretaña, donde cada vez menos periodistas o políticos provienen de clases trabajadoras.
¿Se han rendido? Más bien ha sido su manera de emanciparse de una maquinaria que usa como carburante al trabajador hipermotivado
Lo contaba el cantante Billy Bragg en otra entrevista reciente: "Hay muy pocos chicos de clase obrera que puedan tocar y vivir de ello". Tan solo los de clase media-alta pueden hacerlo, y estos apenas suelen abordar temáticas sociales, por lo que los mensajes reivindicativos han desparecido de la música británica. En este caso, el autor de 'New England' lamentaba que ya no tenían apoyo material del Estado ni subvenciones. Pero, como he podido apreciar en la escena musical española, hoy tan solo aquellos dispuestos a pluriemplearse hasta la extenuación y hasta tener suerte o los que son mantenidos y promocionados, en espera de la gran oportunidad, han podido alcanzar dicha meta. La mayoría malviven durante años hasta que terminan dándose cuenta de que no hay sitio para ellos.
Esto no quiere decir que los que sí consiguen hacer carrera en sectores como el periodismo no sean buenos. De hecho, suelen serlo. Han tenido una buena formación, su familia les ha transmitido ciertas nociones del negocio de las que otros carecen y, además, disponen de buenas fuentes solo por el hecho de pertenecer a dichos entornos. Es algo con lo que resulta difícil competir: si tu padre no se codea con quien puede filtrarte información que no tienen los demás, deberás competir de otra forma. Y, por lo general, esto se traduce cada vez más en trabajar mucho y cobrar poco. Es una forma de aprovecharse del tiempo, el esfuerzo y el dinero de los pobres a base de trabajo gratis, másters caros y sueños que poco a poco se desvanecen.
El líder de Los Enemigos lamenta que solo los 'hijos de los millonarios' puedan vivir de la música. (Efe/Rafa Alcaide)
El líder de Los Enemigos lamenta que solo los 'hijos de los millonarios' puedan vivir de la música. (Efe/Rafa Alcaide)
He identificado entre mis antiguos compañeros una liberadora sensación de alivio cuando consiguen salir del bucle de la vocación, al obtener un empleo que es, simplemente eso, un trabajo decente con un sueldo digno y unas condiciones razonables. Recuerdan sus tiempos en la rueda del hámster como si hubiesen sido víctimas de una estafa piramidal en la cual fueron el burro que corría detrás de la zanahoria, mientras veían que otros caballos, más guapos, mejor entrenados y con mejor equipación, les adelantaban por la izquierda. ¿Se han rendido? Puede verse así. Pero también puede entenderse como una verdadera emancipación, al renunciar a formar parte de una maquinaria explotadora que utiliza como carburante la ilusión del trabajador hipermotivado.
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OTRA COSA:  SER = ESTAR... Ser Sujeto = Estar Sujeto... Somos Sujetos = Estamos Sujetos



Bob Black,: "Lo mejor sería una renta de subsistencia para todo ser humano".

Spanish Revolution ·   20/12/2017

Bob Black, anarquista estadounidense: "Lo mejor sería una renta de subsistencia para todo ser humano".
"Hoy el trabajador tiene que limpiar escaleras por la mañana, fregar platos por la tarde y ser tele-operador de noche. Cuando llega a casa sólo puede cenar ante la tele y acostarse. En su jornada ni ninguna tarea le ha realizado, ni le ha recompensado con un salario que permita consumo, ocio, cultura. Los beneficios de los dueños de los medios de producción, en cambio, siguen creciendo".

El abogado y ensayista anarquista estadounidense Bob Black, autor de 'La abolición del trabajo', defiende en Madrid la renta básica universal “que…
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lunes, 25 de diciembre de 2017

Los 'sinkies', un nuevo fenómeno de pobreza juvenil: parejas con ingresos únicos y sin hijos

Cáritas ha acuñado ese término para parejas que trabajan pero cuyos salarios, sumados, apenas son como uno decente  17/11/2017 http://www.elperiodico.com/es/sociedad/20171117/los-sinkies-un-nuevo-fenomeno-de-pobreza-juvenil-parejas-con-ingresos-unicos-y-sin-hijos-6430411

Cáritas Europa ha avisado de la aparición de un nuevo fenómeno de pobreza juvenil, los 'sinkies' (Single Income, No Kids): ingresos únicos y sin hijos. El término, acuñado por la organización, se refiere a las parejas jóvenes sin hijos que trabajan pero que, cuando se combinan sus salarios, apenas ganan el equivalente a un ingreso único decente.
"La aparición de 'sinkies' es una señal extremadamente grave que los responsables políticos deben tomar muy en serio. Esta será la primera generación en décadas que corre el riesgo de estar en peores condiciones que sus padres, lo que traerá profundas consecuencias para la cohesión social, los modelos sociales y los sistemas de protección social. Corremos el riesgo de una sociedad que se hunde si no se toman medidas ahora", ha alertado el secretario general de Cáritas Europa, Jorge Nuño.

En los 80, doble ingreso

A diferencia de los 'dinkies', un término acuñado en la década de los 80 para describir a las parejas que ganan un doble ingreso y eligen no tener hijos, los 'sinkies' podrían desear tener hijos, pero no pueden afrontar los gastos que supone la paternidad. Este nuevo fenómeno de pobreza, según precisa Cáritas, se suma al de aquellos jóvenes que ni estudian ni trabajan.
Los resultados de este informe presentado en Bruselas muestran que, por primera vez en décadas, "es probable que las generaciones más jóvenes tengan menos oportunidades y estén peor que sus padres, ya que los empleos son más escasos, los salarios más bajos y las condiciones de trabajo más deficientes".
Además, el estudio pone de manifiesto que "las sociedades europeas han abandonado su compromiso con la cohesión social y están haciendo caso omiso a las generaciones más jóvenes".
También señala que "los jóvenes a menudo son discriminados y tienen dificultades para acceder a derechos básicos, como el derecho a la vivienda y el derecho a acceder a un empleo de calidad".
Asimismo, evidencia que "la prolongada crisis económica y los cambios posteriores introducidos en los mercados laborales han afectado más a los jóvenes, por ejemplo, en términos de contratos laborales, salarios, condiciones de trabajo y acceso a la protección social".
En cuanto a los más vulnerables, la encuesta señala a los jóvenes padres solteros, especialmente las madres solteras, como los más expuestos a la pobreza y la exclusión.
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