Un blog que nace ante el intento por parte de algunos medios de desprestigiar el movimiento 15M ubicándolo en el marco anarcoperroflauta exclusivamente, ignorando a los miles de ciudadanos que toman las calles pidiendo libertad y justicia
miércoles, 27 de diciembre de 2017
Guy Standing: “Estar en un trabajo rindiendo cuentas a un jefe ¿es libertad?”
Le pasa a mucha a gente: lees a Guy Standing, le escuchas en una
charla, y parece que te conoce de toda la vida. Al menos conoce tu vida,
la del precariado, la de la falta de control del tiempo, la de correr
sobre arenas movedizas, siempre esforzándose, siempre hundiéndose. El
economista y analista social, cofundador de la Red Mundial de la Renta
Básica (Basic Income Earth Network-BIEN) y profesor en la Universidad de
Londres, estuvo en Asturies invitado por el Institutu Asturies 2030.
“Yo
no trabajo”, nos confesó durante la entrevista, sonriendo y haciéndonos
un hueco en su apretada agenda. Habla entusiasmado de cambiarlo todo:
la manera en que nos situamos y nos sitúan en el mundo, de acabar con la
concepción actual del trabajo, de su optimismo y de su confianza en las
nuevas generaciones, las que salen de la universidad y no ven un
futuro, las que tienen el reto de cambiar las estructuras, de luchar
contra el capitalismo rentista. Habla de la necesidad de repensar lo que es trabajo reproductivo (work) y trabajo productivo (labour).
Desde el feminismo también se ha llamado la atención sobre la necesidad
de repensar el concepto trabajo y que se tenga en cuenta todo lo que
supone el trabajo reproductivo, pero no acaba de conseguirse que la
sociedad, las empresas, los gobiernos, asuman esta realidad. ¿Refleja
esta dificultad para repensar el mundo del trabajo el vínculo entre
patriarcado y capitalismo?
No exactamente. Lo que yo trato de
transmitir con esta distinción es que en cada época ha habido estupidez
en cuanto a lo que es trabajo y lo que no es trabajo. En la antigua
Grecia, pese a su sistema sexista y esclavista, sí hicieron una buena
distinción: trabajo (work) era la actividad reproductiva que hacías en
tu casa, con tu familia, tus amigos y tu comunidad, mientras que labour
era que lo que hacían los esclavos, los banausoi (artesanos) y los
metecos (extranjeros). También era estúpido, pero era diferente a cómo
se contempla actualmente. Solo que en el último siglo todo el trabajo
(work) que no era labour fue considerado como “no trabajo”.
El
precariado tiene que hacer un montón de trabajo para trabajar. Todo
ello sin ningún coste para el empresario, mientras el precariado está
empleando su tiempo y paga un coste psicológico
De
acuerdo a las estadísticas de empleo y desempleo, si yo contrato a una
mujer para realizar las tareas de la casa, la renta nacional sube, el
empleo sube y la economía crece. Y la clase política está muy feliz
porque todos los índices suben. Pero si me caso con esa mujer, la renta
nacional baja, el empleo baja, la economía decrece y la clase política
se preocupa porque el desempleo aumenta. Esto es una locura. Y la verdad
es que cada feminista, cada persona en la izquierda, deberíamos estar
diciendo que sus estadísticas son falsas, porque están midiendo el
crecimiento económico en mercancías producidas por el sistema económico.
Estamos distorsionando la realidad. Y la ironía es que los socialistas,
la izquierda, la socialdemocracia, el comunismo... todos quieren tener a
todo el mundo en un empleo. Según esa modalidad, quieren que todo el
mundo esté en un trabajo rindiendo cuentas a un jefe. ¿Es esto libertad?
No lo creo. ¿Es necesario? Tampoco lo creo.
No es que yo tenga
algo en contra del trabajo si éste es útil, no hace falta ser
antitrabajo, pero para mí es un fetiche, todo gira en torno al empleo.
Sin embargo, la mayoría de las actividades que hacemos, incluyendo el
cuidado de la infancia, de las personas mayores, de nuestra comunidad
más cercana, aprendiendo, participando en la vida de la ciudad... todo
eso es trabajo. Por el contrario, en el mundo del empleo se vive en la
alienación. Por eso tenemos que insistir en que esto no es así y cambiar
las estadísticas. Todo esto sin contar el trabajo que hay que hacer para conseguir trabajo, como apunta en sus análisis del precariado.
El
precariado tiene que hacer un montón de trabajo para trabajar: tienes
que echar miles de currículums, rellenar miles de formularios, hacer
tests online... Todo ello sin ningún coste para el empresario, mientras
el precariado está empleando su tiempo y paga un coste psicológico.
El
precariado tiene que invertir también mucho trabajo en mantener sus
redes sociales y laborales, hacer contactos por si acaso surgen
oportunidades de trabajo, sonreír, mandar correos, estar en formación
permanente... Todo eso es trabajo. Y si las estadísticas no lo muestran,
están distorsionando la realidad. Si, por ejemplo, tienes bajos
ingresos y necesitas una ayuda, tienes que ir a oficinas, esperar largas
colas, rellenar más formularios, tienes que sonreír y aparentar que
eres una buena persona... y si te equivocas una vez, tienes que empezar
otra vez. Pero las estadísticas o la política no entienden qué es estar
en el precariado. Si estás en el precariado, no tienes control sobre tu
tiempo y, hasta que no tengamos una clase política que entienda
realmente al precariado, no van a articular políticas que permitan a la
gente tener algún control de su tiempo.
Cada feminista,
cada persona, deberíamos estar diciendo que sus estadísticas son falsas,
porque están midiendo el crecimiento económico en mercancías
Mantiene también una posición muy crítica con los sindicatos y los partidos socialdemócratas.
Estas
organizaciones, que deberían estar en la izquierda, no están
reaccionando, quieren volver al pasado. No entienden que en el
precariado no son únicamente víctimas. Es cierto que sufren mucha
inseguridad, que tienen dificultad para controlar su tiempo, bajos
ingresos, deudas...
Pero al mismo tiempo, el sector con más
estudios del precariado está buscando una nueva forma de volver a traer
los valores de la Ilustración. ¿Igualdad? Sí, creemos en la igualdad,
pero ¿igualdad de qué? Encuentras en el precariado la parte progresista,
quien busca una vida en la que se pueda combinar ser un jardinero, un
político, un activista, con permitirse desarrollarse a sí mismo en sus
comunidades.
La comunidad te da tu identidad y tu libertad y esto
nos lleva a Hanna Arendt, que para mí es una pensadora muy relevante en
el siglo XX. Ella entendió que la libertad es la capacidad de actuar en
común y es una libertad donde preservas tu individualidad, pero en un
contexto de solidaridad social. Si no tienes eso, no tienes libertad. En
una sociedad de mercado se va a un individualismo atomizado y la vieja
estrategia socialista habla de un colectivismo paternalista. Es un
Estado paternalista en el que no se permite la individualidad, lo que se
critica como burgués. Por eso necesitamos políticas progresistas desde
la izquierda en las que se avance a Estados en los que la igualdad y la
libertad estén al mismo nivel.
Me invitaron a hablar al
Club Bilderberg y allí estaba Christine Lagarde tomando notas; poco
después el FMI ha dicho que apoya la renta básica
El
FMI mira con buenos ojos la renta básica. ¿Es una buena noticia o una
señal de aviso ante los “usos torticeros” de la renta básica de los que
alertó en alguna ocasión?
El año pasado me invitaron a hablar en
el Club Bilderberg, una organización internacional de derechas en la que
se reúnen las personas más poderosas del mundo, y pensé que era un
chiste. Después me llamaron a casa y me preguntaron que por qué no había
respondido a la invitación y les contesté que pensaba que era una broma
de mis amigos, pero me dijeron que no, que iba muy en serio y que
querían que fuera. Les pregunté a varios de mis amigos y todos y cada
uno de ellos me dijeron que sí, que debía ir y hablarles del precariado.
Así que fui y en la primera fila, a pocos metros, tenía a Henry
Kissinger y al lado estaba Christine Lagarde, la directora gerente del
FMI. Allí estaban, tomando notas. Al final, durante la comida, Lagarde
vino a comentarme lo interesante que era toda la cuestión del precariado
y que debían ponerse a pensar seriamente sobre la renta básica.
Más
tarde, me invitaron al Foro Económico Mundial, y allí había dos
ponentes: Christine Lagarde y yo. Al finalizar, le expresé a Lagarde mis
condolencias por tener que escucharme dos veces y me contestó que, al
contrario, que tras lo que había escuchado, apoyaba la renta básica. Y,
efectivamente, el FMI acaba de emitir un comunicado de apoyo a la renta
básica. No soy ingenuo, no pienso que el FMI de repente va a ser un
agente revolucionario, pero es una de las grandes cosas que ha sucedido
en los últimos dos años. Como escribía en 2011 “a menos que se intente
poner remedio con carácter urgente a las inseguridades y desigualdades a
las que se enfrenta el precariado, surgirá un monstruo político”, y el
año pasado muchos lectores me escribieron diciéndome que “tu monstruo
político ha llegado y es Donald Trump”.
Lo
que ha pasado es que mucha de esta gente, incluyendo el FMI, quieren
una sociedad de mercado, que las grandes corporaciones sigan haciendo
beneficios, pero ahora están asustados por la posibilidad de que el
fascismo vuelva a ser una realidad. Este fascismo podría llegar de Francia, del Brexit,
está llegando con Trump, ya que día a día se supera y es peor de lo que
pudiéramos imaginar. El peligro es que si creas una sociedad donde
millones y millones de personas están enfrentándose a la inseguridad y
miran a esta plutocracia que gana billones y billones, no es
sorprendente que apoye a Trump. La parte más estudiada del precariado no
está haciendo eso, pero la otra parte, la que se da cuenta de que fue
más fácil para sus padres, que creen que pueden conseguir más seguridad y
más respeto, miran atrás y apoyan a Trump o apoyaron el Brexit. ¿Tiene entonces la izquierda algo en común con el FMI? El
FMI se ha dado cuenta de que la desigualdad es demasiado grande, que
hace el sistema económico insostenible, y entiende que a medida que el
precariado crece y los problemas de deuda crecen, deudas estudiantiles,
deuda privada, deudas por la casa... vamos a una nueva crisis. Se han
dado cuenta de que la grotesca desigualdad frena el crecimiento
económico. No voy a esperar que el FMI se vuelva una institución
ecologista que quiere una sociedad diferente e igualitaria. No podemos
esperar eso, es el FMI, pero el hecho es que ahora son un aliado en este
punto. Eric Schmidt, uno de los directivos de Google, o Mark
Zuckerberg, de Facebook, vinieron en aquella reunión a decirme que
estaban a favor de la renta básica. ¿Hay una solución contra los “monstruos políticos” que surgen de la situación actual? Soy
optimista en el largo plazo. La parte del precariado que mira atrás ha
llegado a su límite, mientras que el precariado que ha estudiado más,
que sale de la universidad y ve que no tiene un futuro, está creciendo
día a día. Simbólicamente se puede ver un cambio en la balanza. Estamos
en un punto de inflexión, en un momento decisivo. Es cierto que el
precariado no existe como un grupo, pero la historia va muy rápido en
los últimos años y va cambiando su percepción. En vez de ver fracaso
cuando se miran en el espejo, ven cómo toda su generación es parte del
precariado. “¿Por qué debería avergonzarme?, podría estar enfadado”, se
dicen. Surge un sentido de la identidad y, si tienes un sentido de la
identidad, empiezas a tomar conciencia de tu protagonismo, de que puedes
hacer algo. Se está extendiendo esa visión progresista y por eso la
renta básica es una obviedad para parte de ese precariado. Hace diez
años cuando hablaba de la renta básica me miraban con escepticismo, y
ahora no es que digan que es imposible, es que dicen que deberíamos
implantarla ya. La pregunta recurrente respecto a la renta
básica es su financiación, pero se suele dejar de lado su impacto
psicológico. ¿Qué efectos podría tener en la vida de la gente? Los
efectos psicológicos los pudimos comprobar en un proyecto piloto en
India. Tras dos años con la renta básica, les preguntamos qué había
hecho la renta básica por ellos y ellas. Una respuesta en la que
coincidieron fue que les había dado el sentimiento de tener control
sobre su vida. Había una mujer en aquel proyecto piloto que había
perdido las piernas y era muy pobre, no podía permitirse tener un sari. A
partir de que entró en el proyecto de renta básica pudo comprar una
máquina de coser, se convirtió en la modista del pueblo y, por fin, pudo
tener su sari. La renta básica es dar dignidad a las personas. Lo peor
para el precariado es que pierde derechos y te conviertes en un
pedigüeño, todo el día tienes que pedir favores a la burocracia, a la
familia, pedir trabajo... Alguien me escribió que estar en el precariado
es como intentar correr en arenas movedizas, te hundes constantemente
y, por mucho que corras, sigues hundiéndote. Eso es psicológicamente
destructor.¿Tiene entonces la izquierda algo en común con el FMI?
El
FMI se ha dado cuenta de que la desigualdad es demasiado grande, que
hace el sistema económico insostenible, y entiende que a medida que el
precariado crece y los problemas de deuda crecen, deudas estudiantiles,
deuda privada, deudas por la casa... vamos a una nueva crisis. Se han
dado cuenta de que la grotesca desigualdad frena el crecimiento
económico. No voy a esperar que el FMI se vuelva una institución
ecologista que quiere una sociedad diferente e igualitaria. No podemos
esperar eso, es el FMI, pero el hecho es que ahora son un aliado en este
punto. Eric Schmidt, uno de los directivos de Google, o Mark
Zuckerberg, de Facebook, vinieron en aquella reunión a decirme que
estaban a favor de la renta básica. ¿Hay una solución contra los “monstruos políticos” que surgen de la situación actual?
Soy
optimista en el largo plazo. La parte del precariado que mira atrás ha
llegado a su límite, mientras que el precariado que ha estudiado más,
que sale de la universidad y ve que no tiene un futuro, está creciendo
día a día. Simbólicamente se puede ver un cambio en la balanza. Estamos
en un punto de inflexión, en un momento decisivo. Es cierto que el
precariado no existe como un grupo, pero la historia va muy rápido en
los últimos años y va cambiando su percepción. En vez de ver fracaso
cuando se miran en el espejo, ven cómo toda su generación es parte del
precariado. “¿Por qué debería avergonzarme?, podría estar enfadado”, se
dicen. Surge un sentido de la identidad y, si tienes un sentido de la
identidad, empiezas a tomar conciencia de tu protagonismo, de que puedes
hacer algo. Se está extendiendo esa visión progresista y por eso la
renta básica es una obviedad para parte de ese precariado. Hace diez
años cuando hablaba de la renta básica me miraban con escepticismo, y
ahora no es que digan que es imposible, es que dicen que deberíamos
implantarla ya. La pregunta recurrente respecto a la renta
básica es su financiación, pero se suele dejar de lado su impacto
psicológico. ¿Qué efectos podría tener en la vida de la gente?
Los
efectos psicológicos los pudimos comprobar en un proyecto piloto en
India. Tras dos años con la renta básica, les preguntamos qué había
hecho la renta básica por ellos y ellas. Una respuesta en la que
coincidieron fue que les había dado el sentimiento de tener control
sobre su vida. Había una mujer en aquel proyecto piloto que había
perdido las piernas y era muy pobre, no podía permitirse tener un sari. A
partir de que entró en el proyecto de renta básica pudo comprar una
máquina de coser, se convirtió en la modista del pueblo y, por fin, pudo
tener su sari. La renta básica es dar dignidad a las personas. Lo peor
para el precariado es que pierde derechos y te conviertes en un
pedigüeño, todo el día tienes que pedir favores a la burocracia, a la
familia, pedir trabajo... Alguien me escribió que estar en el precariado
es como intentar correr en arenas movedizas, te hundes constantemente
y, por mucho que corras, sigues hundiéndote. Eso es psicológicamente
destructor.
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