Un blog que nace ante el intento por parte de algunos medios de desprestigiar el movimiento 15M ubicándolo en el marco anarcoperroflauta exclusivamente, ignorando a los miles de ciudadanos que toman las calles pidiendo libertad y justicia
sábado, 9 de diciembre de 2017
Argentina. Duras condenas por primera vez por los “vuelos de la muerte”
Cadena
perpetua a los principales responsables de la represión durante la
dictadura en Argentina. La memoria y la justicia se abren camino. En
España, en cambio, los Billy el Niño del franquismo siguen impunes. https://t.co/6yQRYNS0kI
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La Justicia argentina condenó por primera vez y con varias cadenas
perpetuas a los responsables de los vuelos de la muerte, el sistema de
exterminio de los detenidos desaparecidos que acabó con la vida de unas
4.000 personas, lanzadas al mar desde aviones militares después de haber
sido drogadas. La sentencia del mayor juicio de la historia de este
país, la llamada megacausa de la ESMA, con 54 imputados por los delitos
cometidos contra 789 víctimas, fue finalmente histórica y determinó la
condena a cadena perpetua de 29 implicados, incluidos algunos de los más
conocidos represores, ya condenados por otras causas. Hubo 6
absoluciones y el resto fueron condenados a penas entre 8 y 25 años.
Los responsables, sentenciados a perpetua en el marco de la megacausa de la ESMA, el mayor juicio de la historia del paísGustavo Bosco / VÍDEO: REUTERS-EPV
Han pasado 40 años, pero la Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA) está casi intacta. Por eso Miriam Lewin,
que estuvo allí secuestrada dos años, puede situarse en el lugar exacto
en el que los detenidos eran drogados con Pentotal antes de ser
desnudados y subidos a camiones que los llevarían a un avión desde el
que los lanzarían al mar. “Era exactamente aquí, en este espacio, donde
estaba la enfermería y donde ahora están ustedes. Y se los llevaban por
esos escalones hasta un camión en el patio. Lo hacían cada miércoles.
Los elegidos tenían que pararse cuando escuchaban su número y caminar
hasta acá en fila india”, les cuenta a los sobrecogidos visitantes de la
ESMA, el más conocido de los centros de detención, tortura y
desaparición de la dictadura argentina, que está en el corazón del
coqueto barrio de Nuñez y organiza visitas mensuales con supervivientes.
Hoy la ESMA es un centro de memoria, un ejemplo mundial de cómo
convertir un lugar de horror en otro de aprendizaje para inocular
anticuerpos en las siguientes generaciones. Algo que España, como otros
países, aún no ha sabido hacer con su Valle de los Caídos.
Lewin, como varios de los escasos supervivientes de este centro, estuvo
en la lectura de la sentencia del megajuicio de la ESMA, el mayor
proceso de la historia de Argentina. Con 54 acusados –todos ellos en la
cárcel, muchos en prisión preventiva— y 789 víctimas, ha durado cinco
años y por primera vez ha condenado a los que participaron en los
llamados vuelos de la muerte.
Los jueces condenaron a buena parte de los imputados a cadena
perpetua por múltiples crímenes -secuestro, tortura, asesinato-
cometidos en la ESMA, entre ellos el excapitán Alfredo Astiz y a Jorge el Tigre Acosta,
dos de los más conocidos. Pero las sentencias más significativas fueron
contra Mario Daniel Arru, Alejandro Domingo D'Agostino, Francisco
Armando Di Paola y Gonzalo Torres de Tolosa, condenados a cadena
perpetua por su responsabilidad material en esos vuelos de la muerte.
La justicia prueba así por primera vez la existencia de este plan
sistemático de exterminio que acabó con la vida de miles de personas de
forma especialmente cruel.
La lectura de la sentencia se vivió en Argentina como una catarsis
colectiva, un acto de justicia reparadora, con las víctimas en la sala
mirando a la cara a los condenados, una retransmisión en directo a todo
el mundo y una pantalla gigantes a las puertas del tribunal para que
centenares de personas puedan seguirlo en la calle. Cuando entraron en
la sala los más conocidos represores, entre ellos Astiz, apodado el
ángel rubio porque engañó a las monjas con su cara de niño bueno, la
sala se partió en dos. En la planta de arriba, los familiares de los
militares aplaudían con entusiasmo y les lanzaban vítores. En la de
abajo, separados solo por un cristal y varios policías, las familias de
las víctimas gritaban "asesinos" y cantaban "como a los nazis, les va a
pasar, adonde vayan los iremos a buscar", mientas exhibían fotografías
de los desaparecidos. "Astiz, te va pasar como a Videla, te vas a morir
en la cárcel", le gritaba una víctima mientras el represor, altivo, la
miraba amenazante y blandía en su mano el libro negacionista "Mentirás
tus muertos".
Argentina fue en la década de los 80, con Raúl Alfonsín, un ejemplo
mundial por el juicio a la cúpula de la dictadura. Después llegaron los
indultos y la impunidad de los 90. Y desde 2003, con el impulso del
Gobierno de los Kirchner, el país volvió a ser un ejemplo mundial en
juicios de lesa humanidad. Aún hoy hay 449 criminales presos y 553 en
prisión domiciliaria, y quedan otros 420 procesos en marcha. El cambio
de gobierno no ha frenado los juicios, que son considerados por la Corte
Suprema como una política de Estado. Argentina ya dio ejemplo este año
al realizar las primeras condenas por el plan Cóndor, y antes por el
robo sistemático de niños. Este de la ESMA era el siguiente en una lista
de juicios históricos.
El proceso ha sido especialmente complejo porque nadie sobrevivió a
los vuelos de la muerte, por tanto no hay testigos, y prácticamente
ningún militar, salvo Adolfo Scilingo,
ha confesado jamás que sabía de su existencia o participó en ellos. Los
abogados de las víctimas han tenido que hacer una enorme labor de
investigación con la escasa documentación de vuelo conservada para
probar que existieron. “El juicio, al estar imputados los pilotos,
permitió reconstruir la operatoria, cómo hacía el grupo de tareas de la
ESMA para llevar adelante este método de exterminio. Cómo, después de
adormecer a las víctimas diciéndoles que iban a un campo de
recuperación, la Armada conseguía un avión y unos pilotos en plena
noche. Ninguno de los implicados ha colaborado, se mantiene el pacto de
silencio. Por eso se ha usado documentación de la Armada, libretas de
vuelo, el testimonio de los supervivientes de la ESMA”, explica Luz
Palmas Zaldúa, abogada del CELS, un organismo de derechos humanos que
impulsa estos juicios.
“Declararon más de 800 personas. Es el juicio más grande de la
historia argentina. Entre los imputados hay personajes muy relevantes
como Acosta y Astiz, conocido más allá de Argentina. El juicio permitió
además reconstruir la colaboración de la Iglesia, la connivencia de los
medios de comunicación, como la Cancillería argentina utilizaba a los
secuestrados como mano de obra esclava para hacer propaganda y
contrarrestar lo que ellos llamaban la campaña antiargentina en el
mundo”, remata Zaldúa. Los imputados no solo rechazan colaborar. Algunos
incluso reivindican sus delitos. Hace menos de dos meses, Astiz,
encarcelado desde 2003 —antes estuvo libre muchos años gracias a las
leyes de punto final y obediencia debida— clamó ante el tribunal: “Nunca
voy a pedir perdón por defender a mi patria”.
Ricardo Coquet, otro superviviente, secuestrado en la ESMA entre
marzo de 1977 y diciembre del 78, también acudió a la sala. “Yo estuve
casi dos años cada miércoles escuchando esos números, sintiendo que
estaban matando a todos mis compañeros con una enorme impotencia. Cada
semana caían 40 o 50. Imagínate lo que es ver cómo le ponen las esposas
al Tigre Acosta, que nos decía “a mí Jesusito me dice quien tiene que
vivir y quien tiene que morir”. Es algo muy importante. No es un cierre
pero es especial. Es justicia. Porque ellos tienen un juicio justo, no
los torturan ni los lanzan al mar”, se emociona.
Coquet sostiene que allá adentro sabían que se los llevaban para
matarlos, aunque trataran de engañarlos. “Yo me enteré que los traslados
eran la muerte porque el compañero Ignacio Pedro Ojea Quintaba tenía
puesta ropa mía que le había prestado. Un día lo trasladaron y al día
siguiente el Tigre Acosta dijo que me dieran ropa digna porque la mía
estaba toda rota. Allí me llevaron y me dieron la ropa de Ojea, que era
mía, un pantalón jean Oxford y camisa escocesa. Uno conoce su ropa. Ahí
me di cuenta. Eran crueles. Yo he visto mujeres parir y al día siguiente
las mandaban al avión. Creo que eso fue lo que más sensibilizó a la
sociedad, saber que se robaban hasta los hijos. Argentina está dando
ejemplo al mundo, pero no veo que otros países lo sigan”, cuenta Coquet.
Lewin, que es una conocida periodista de investigación argentina,
logró datos para confirmar la historia de los vuelos de la muerte, en
especial el que se llevó al grupo fundador de Madres de Plaza de Mayo,
con Azucena Villaflor a la cabeza, y dos monjas francesas. Sus cadáveres
aparecieron de forma inesperada en las costas argentinas y fueron
enterrados como “NN”. Muchos años después se pudo reconstruir su
historia, que ha sido clave para la condena de los responsables. “Están
las planillas, se ve que fue un vuelo un miércoles, nocturno, con
duración ilógica, tres horas sin destino para volver a Aeroparque.
Aparecieron los cadáveres con lesiones compatibles con la caída desde
gran altura. A ellas sí las encontraron porque hubo una gran sudestada
[viento del sudeste, desde mar adentro], los demás nunca aparecieron
porque los vuelos se internaban en el mar para no dejar rastros, por eso
duraban tres horas”, explica la periodista.
Algunos participantes en los vuelos de la muerte alardearon de sus
crímenes muchos años después ante testigos, aunque ahora lo niegan. Como
Julio Poch, detenido en España después de contarles sus hazañas a
compañeros de KLM, o Ricardo Ormello, que relató a sus colegas de
Aerolíneas Argentinas el procedimiento y una anécdota que hizo que le
denunciaran. “Trajeron a una gorda que pesaba como 100 kilos y la droga
no le había hecho efecto. Cuando la íbamos arrastrando se despertó y se
agarró del parante. La hija de puta no se soltaba. Tuvimos que cagarla a
patadas hasta que se fue a la mierda”, detalló a sus amigos este
hombre, que era cabo segundo de la Armada durante la dictadura.
Sin embargo, no era fácil probar su culpabilidad. Poch y Ormello
quedaron absueltos porque no fue considerada suficiente su
autoinculpación involuntaria. De los siete implicados directamente en
los vuelos, cuatro fueron condenados a perpetua y tres absueltos.
Algunas víctimas temían que el cambio político virara el espíritu que
hasta ahora dominaba en la justicia, que ha determinado en los últimos
años sentencias muy duras. Con la excepción de estos presuntos
implicados, que quedarán en libertad, el resto de la sentencia confirmó
que Argentina sigue siendo un referente mundial en los juicios de lesa
humanidad y sus durísimas condenas.
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