domingo, 25 de junio de 2017

Conversación con Lorenzo Azcona sobre la vida de un músico independiente Sexo, drogas, rock & roll… y precariedad


Lorenzo Azcona, al saxo, durante una actuación en la Sala Costello. / Angela Bautista Palacios (Facebook)
Los conciertos en directo han pasado de tener un IVA del 21% a uno del 10%, un respiro para un gremio muy tocado por la crisis desde hace años. Pero es un pobre alivio. Los músicos que tocan en directo siguen sufriendo una legislación que no se preocupa por ellos, que no entiende que un bolo no es igual en una ciudad o en un pueblo o con un partido de Champions a la misma hora. Y los que llegan a producir y editar su propio disco se las ven y se las desean para vender un ejemplar en un país en el que el “todo gratis” es un hecho, algo asumido, algo cultural.En mayo de hace dos años los músicos que viven (la mayoría sobreviven) del directo se organizaron (concretamente un 20 de mayo) para poner en marcha el “Día sin música”, fecha elegida como protesta por el elevado IVA que sufrían. A pesar de la marcha atrás del gobierno del PP (que no ha afectado al cine), seguimos por debajo de países como Irlanda (9%), Alemania (7%), Grecia (6,5%), Holanda (6%), Bélgica (6%), Francia (5,5%) o Luxemburgo (3%).



“Hablan mucho de los emprendedores pero al poder no le interesa la música en directo, te quiere en casa viendo la tele”
Las cifras siguen siendo deprimentes. Desde el 2008 la bajada de público ha sido del 30% y la recaudación por impuesto de sociedades y seguridad social cayó en 42,3 millones euros. Aun así, se respira mejor que hace dos años. Para Lorenzo Azcona, músico que se ha pasado décadas en la carretera con bandas como Burnig, La Unión, Manolo Tena o Javier Krahe, “se nota cierto respiro, la bajada va a ayudar. Pero las políticas municipales para las actuaciones en director son un desastre. Cada vez ponen mas problemas a los locales. Hablan mucho de los emprendedores, pero al poder no le interesa la música en directo, te quiere en casa viendo la tele. Ponen todas las trabas posibles. Y con la base de cotización que tenemos los músicos para un garito de mierda pagas a la Seguridad Social y punto, todo va a la Tesorería”.
Otro de los problemas de los músicos, de cualquier disciplina, es que no están unidos para luchar por sus derechos. Así lo recuerda Azcona: “Somos un gremio insolidario. Yo he estado con UGT para ver si se movía algo pero al final no se mueve nada. Los de clásica van a lo suyo, las orquestas a lo suyo, los de jazz a lo suyo… Qué menos que la base de cotización sea dependiendo de los ingresos, de las entradas, en cada actuación diferente. Los funcionarios no tienen ni puta idea. Y vete a la Tesorería a que alguien te aclare algo. No sabes si tendrás la pensión mínima u otra. Y te dices: ¿Esto qué es? Los músicos no apretamos, no hay una plataforma. Hay una idea de que todos los derechos que tenemos nos los hemos bajado de Internet. Venga, ¡yo tengo mis derechos! Y no, y nos los están robando. La gente cuenta sus penas en Facebook pero luego no hace nada”.



Caratula disco Lorenzo Azcona
Portada del último disco en solitario de Lorenzo Azcona. / Facebook del músico.
Detrás del glamour de una banda tocando en un garito atestado, de los fans, los pasotes y las juergas en los hoteles existe otra realidad: cargar la furgoneta, los madrugones, los interminables kilómetros en carretera, dormir fuera de tu hogar, salas medio llenas o directamente vacías… Eso también es la música en directo. También hay momentos buenos, claro. “Todo depende de la manera de ser de cada uno”, nos comenta Azcona. “He visto de todo, y yo soy un tío tranquilo. Y por mi generación doy gracias a que me den miedo las jeringas. He perdido amigos que se quedaron ahí. Muchos compañeros, junto a tocar, necesitaban ponerse hasta arriba, follar… el pack. Se ponían la camisa de meter (Risas)”.
Pero detrás de ese mito de sexo, drogas y rock & roll hay otra realidad que pocos conocen: lejos de los días gloriosos en los que las discográficas tenían un edificio entero y hoy se conforman con una sola planta, los músicos tiene que ser sus propios mánagers, road mánagers y promotores. Y encima sin poder dedicarse plenamente a la música, teniendo que trabajar fuera de los escenarios o de la mesa de grabación para sobrevivir. De ahí que tantos excelentes músicos sean profesores de música, mánagers, productores…
Ante la debacle de las discográficas, los que hoy se animan a producirse a sí mismos se enfrentan a un coste de unos 700 euros por 1.000 copias. Es el caso de Lorenzo Azcona, que se ha autoproducido su tercer disco (Soplo de vida). En él han colaborado hasta quince músicos. Lo bueno de estos precarios tiempo es que los músicos mandan en sus propias obras, con la libertad que tiene ser tu propio productor. Lo positivo, dentro de la crisis industrial, es la democratización de la producción musical. “Está muy bien, tiene el punto intimista de trabajar en casa, que está bien”, matiza Azcona. “Pero pierdes el contacto de estar en el estudio, de ver la cara a la gente, de su reacción”.



“Los que hoy tienen 20 años no han comprado un disco en su vida”
En los tiempos en los que la gente escucha toda la música en Youtube o en Spotify, lo realmente sorprendente es que muchos siguen asistiendo a conciertos en directo. Azcona, que el lunes 5 de junio presenta (a las 21.00) su tercer disco en la madrileña sala Galileo, lo confirma: “Va más gente a los locales, pero la crisis sigue igual, muchos piensan que ha terminado y no es verdad, está todo igual. Y luego súmale la idea que tiene la gente del todo gratis. Los conciertos son gratis “porque los pagan los ayuntamientos”. ¿Gratis? ¿Tú no pagas impuestos? Pero si en España la gente se jacta de defraudar a Hacienda y de bajarse todo por la red… No te da tiempo a escuchar todo lo que te bajas y la música pierde valor. Antes ahorrabas para un disco, para esa tienda en la que te conocía el dueño, que te lo reservaba. Y eso era un tesoro. Abrías el vinilo, lo ponías… Los que hoy tienen 20 años no han comprado un disco en su vida”.
Pero a pesar de todo, y de que muchos han tirado la toalla, la música en directo sigue viva. Y los locales y los músicos de vocación siguen insistiendo y convenciéndonos de que la música debe seguir viva y en vivo por muchos años. Que así sea.

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