Esta encina gigante tiene los días contados, Berkeley la arrancará. / Foto J.Mayordomo.
Los sueldos que cobran los diputados provinciales salmantinos (sirva el ejemplo para cualquier otra Diputación en España) superan entre 6 y 10 veces la pensión de la mayoría de los jubilados de esta provincia. Frente a esos 700 € de pensión (si llega) que un labrador jubilado recibe, estos diputados se embolsan más de 6.000 euros al mes si tienen dedicación exclusiva, y si no la tienen, la mitad; es decir, en torno a los 3.000 € mensuales en dietas y otras prebendas. Los primeros tienen un poco más de trabajo, es cierto, pero a estos últimos les basta con acudir a algunas comisiones / reuniones al mes y ya está… ¡Dinero al bolsillo! Con estas condiciones, no me extraña que haya peleas, zancadillas… para ser diputado. Y sin embargo, ellos están ahí porque nosotros les hemos votado. ¿Pero por qué? ¿Por qué?
Hace unos días, el 31 de mayo pasado, los diputados del Partido Popular salmantino, una vez más, se olvidaron de lo que la razón debería aconsejarles (que es obrar a favor del interés general y de los ciudadanos) y, todos a una, como los de Fuenteovejuna, acordaron que “la mina de uranio a cielo abierto de Retortillo es de interés público y de utilidad para la provincia”. ¡De interés público para la provincia!, han leído bien.
Con su mayoría absoluta (13 votos a favor frente a los 12 del resto de partidos: PSOE, Ciudadanos y Ganemos), los populares de la Diputación salmantina mantuvieron su postura a favor de la mina. ¡Es de utilidad para la provincia!, alegaron poniendo sonrisa formato Colgate, sin estar muy convencidos. Prueba de sus dudas es que, acto seguido votaron a favor de “instar a la Junta de Castilla y León a exigir a la empresa Berkeley la totalidad de las garantías financieras necesarias para la protección del medio ambiente”. Es decir, quienes alegremente están a favor de lo que consideran de “interés público” no lo creen tanto y “exigen todas las garantías financieras” a Berkeley. En mi opinión, los diputados provinciales intuyen que hay gato encerrado en el asunto de la mina y no se fían del lobo minero de Berkeley, aunque no se atreven a contradecir a su partido. ¡Lástima!

No obstante, estoy dispuesto a votar a favor de la mina si a España, y la provincia de Salamanca y sus pueblos en particular, les supusiese beneficios. Pero, de verdad, ¿qué utilidad puede tener esta mina para la provincia? Si para empezar destruirá decenas de empleos. Primero los de los Baños de Retortillo (solo directos, unos 70) que tendrán que cerrar, y después el de los agricultores y ganaderos, que no encontrarán quien les compre el ganado ni los productos del campo. Aquí cabe preguntarse si estas mentes pensantes…, los diputados provinciales del PP, van a decir lo mismo cuando empiecen aumentar los casos de cáncer, se pierdan las denominaciones de origen, se muera el ganado o deje de interesarle al mercado, cuando los ríos se enturbien con los lodo y se aneguen de metales pesados o se sequen. En definitiva, cuando la provincia se arruine. A ver si entonces siguen diciendo que “la mina es de utilidad provincial”. Pero… ¡A ellos qué más les da si van a seguir cobrando su sueldo cada mes.
Mas seamos realistas para poder pedir lo imposible, que dirían los osados, recordando el mayo francés del 68. Y ser realista es entender que el PP tiene mayoría absoluta en la Diputación de Salamanca porque los salmantinos así lo han querido. ¿Y por qué? Porque somos –es mi opinión– un pueblo viejo y cansado; atrapado en el miedo. Y esto nos hace vulnerables. Porque somos un pueblo sin esperanza desde hace siglos, sometido al “caciquismo oligárquico” y al peso de la religión. No somos espíritus libres y todavía pensamos que los ahorros que tenemos en el banco nos los pueden quitar “esos comunistas con rabo”, independientemente de que gobiernen o no. Así que preferimos la paz de los sometidos y que nos guarden los hijosdalgos (aquellos que nos roban y se ponen sueldos de reyes) e ir de su mano y de la de los curas, que les consagra como la autoridad eterna; una autoridad que nos seguirá sometiendo después de habernos “domado” y acostumbrado a obedecerles.

Por eso no rechistamos. Por eso aceptamos la mina como inevitable, como si no fuera el problema con nosotros; por eso algunos alcaldes, al principio, cuándo aún no habían vencido el miedo, dijeron “total, si nosotros no vamos a decidir nada, bienvenido sea el dinero que nos den por adelantado”. Obviamente fue un error, porque, como se está viendo ya, la razón y la justicia tienen más salamantinos adeptos cada día que pasa. Cada día somos más los que no queremos morir bajo el yugo del miedo mientras morimos haciéndonos viejos
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